Wikipedia:Convención para nombrar nombres propios

El nombre propio (< latín nomen -inis ['nombre']) es el sustantivo con el que se designa individualmente al objeto de significación.[1]

La Real Academia Española (Madrid, España), el organismo normativo de la lengua española.

Se lo contrapone al nombre común, con el que se designa al objeto por los rasgos comunes de su especie.[1]​ Por objeto de significación o referente semántico se puede entender tanto una persona como un animal, cosa, institución o lugar; en fin, cualquier ente, vivo o no, aludido por el nombre de manera singularizada. Por ejemplo, un nombre común es niño, porque como tal designa las características generales de la especie ser humano > niño; pero el nombre propio Shirley Temple designa a una persona en particular, a la célebre actriz infantil de la década de 1930.[nota 1]

El tratamiento ortográfico de los nombres propios supone el conocimiento de algunas normas que se explicarán de seguidas.

Uso de las mayúsculas editar

Los nombres propios se escriben siempre con mayúscula inicial. Ej.: Carlos V, Rocinante, Guatemala. De acuerdo con la Ortografía de la Real Academia Española, son nombres propios los siguientes:[2]

Uso del acento ortográfico editar

El acento ortográfico es una tilde (´) que se escribe sobre la vocal tónica, que se halla en la sílaba sobre la que recae el mayor énfasis de entonación en una palabra, y por lo cual se la denomina sílaba tónica. Cuando a la vocal inicial de un nombre propio, que habrá de ir en mayúscula, le corresponda por normas de acentuación cargar la tilde, se escribe. Sobre la creencia de que las mayúsculas no llevan tilde, la Academia ha indicado de manera explícita la acentuación ortográfica de las mayúsculas cuando corresponda.[4]​ Ej.: Ávila, ÁVILA, el Ínclito.

Para el resto de los casos, los nombres propios habrán de regirse por las normas de acentuación de la lengua española. Por lo tanto, es falso que los nombres propios no tengan ortografía ni que se excluyan de las normas de acentuación,[5]​ si bien es cierto que no hay escrituras únicas de nombres y apellidos, con lo cual pueden coexistir dos formas (cada una escrita con arreglo a la ortografía). Ej.: Hernán Cortés y Alberto Cortez.[6]

Uso de la letra Ñ editar

 
La letra Ñ es símbolo por excelencia de la lengua española y de la hispanidad, si bien lo utilizan, entre otras lenguas, el gallego, el asturiano, el aragonés, el bretón y el tártaro de Crimea.
Complétese esta información leyendo más abajo la sección Nombres propios en lenguas extranjeras

La letra Ñ es la decimoséptima del alfabeto español, y constituye en sí misma todo un símbolo de la lengua española y de la hispanidad, condensado en la lucha librada desde finales del siglo XX para darle un lugar en la tipografía informática, tanto de los computadores como de Internet.[7]​ En honor a ese esfuerzo, es menester hacer uso de la Ñ en aquellos nombres que al pasar al español necesiten de esta letra.

En los exónimos (nombre de un lugar construido en otra lengua distinta de la vernácula, como London > Londres), es común encontrar en la traducción al español, nombres que contienen un sonido equivalente al de la Ñ; sin embargo, no siempre se usa la Ñ, echando mano de exónimos sin la debida correspondencia entre fonema y grafema. En dichos casos es fundamental documentarse para hacer la adecuada selección. En la tabla siguiente se pueden apreciar algunos ejemplos de exónimos, construidos sin Ñ y con Ñ, y en los que se indica para cada caso el sonido equivalente a la Ñ española (fonema nasal palatal):

Topónimo original Exónimo sin «Ñ» Exónimo con «Ñ»
Auvergne (Francia) Auvernia Auverña
Bologna (Italia) Bolonia Boloña
Minho (Portugal) Minio Miño

Uso de los dígrafos iniciales editar

Los dígrafos son letras compuestas por dos grafemas, tal es el caso en el español de la ch (chulo), gu (guerra), ll (lluvia) , qu (queso) y rr (carro). Cuando estos dígrafos inicien nombres propios, la primera letra del dígrafo irá en mayúscula, y la segunda en minúscula. Ej.: China, Guerra del Golfo.[nota 3]

Uso tras los dos puntos editar

Después de dos puntos se suele escribir minúscula (salvo que se siga con una cita textual), pero los nombres propios constituyen la excepción a esta norma.[8]​ Ej.: María pensó: Carlos será un buen estudiante.

Uso del singular y plural editar

Siendo que el nombre propio alude a un objeto singularizado, no se escriben en plural. Ej.: Carlos, Caracas, Edad Media.

    • Un uso taxativo de esta regla tiene que ver con los apellidos, que son invariables. Ej.: un González, dos González.
    • EXCEPCIÓN 1: con algunos nombres literarios y artísticos famosos, se suele aceptar la doble forma genérica. Ej.: un Dalí ~ dos Dalís, un Virgilio ~ dos Virgilios.
    • EXCEPCIÓN 2: algunos topónimos aceptan doble forma genérica. Ej.: América ~ Américas. [9]

Nombres propios en lenguas extranjeras editar

Nombres de lenguas romances editar

 
Mapa actual de la Romania. Se llama así al territorio ocupado por las lenguas romances, que son las que derivaron del latín. Ver leyenda del mapa.
  • Los topónimos (nombres propios de lugares) y antropónimos (nombres propios de personas) que provienen de lenguas romances[nota 4]​ suelen utilizarse en su forma castellanizada cuando esta es la tradicional en español. Ej. París (Paris, en francés), Miguel Ángel Buonarroti (Michelangelo, en italiano).
  • Cuando los topónimos y antropónimos no cuentan con una forma castellanizada tradicional, suele respetarse la ortografía original de sus lenguas. Ello significa que si no llevan acento en su lengua originaria, tampoco lo llevarán en español.[10]​ Ej.: Hector Berlioz. ACLARATORIA: La Real Academia Española advierte que si los topónimos y antropónimos extranjeros son susceptibles de ser acentuados en español, el hablante los podrá acentuar. Ej: Hector Berlioz y Héctor Berlioz.[10]
  • Para los otros casos, especialmente de antropónimos, en los que no haya ni una forma castellanizada tradicional (como en Paris) ni la equivalencia sea tan exacta (como en Hector), se puede optar por la traducción del nombre propio al español. Ej.: Honoré de Balzac > Honorato de Balzac. Esto aplica no solo para los nombres romances, sino que es extensible a los nombres no romances. Ej.: Johann Sebastian Bach > Juan Sebastián Bach. Nótese que si bien se suelen adaptar o traducir los nombres, es regla general respetar la ortografía original de los apellidos, al menos en la mayoría de los casos.

Nombres de lenguas no romances editar

Sobre el particular, es acertado lo que dice Ana Vigara, Profesora Titular en Filología Española de la Universidad Complutense de Madrid:

"Puesto que no es adecuado conservar la grafía del nombre en un alfabeto ilegible para el público, la regla aceptada por todos es, en estos casos, su adaptación-transliteración de modo que la ortografía española que le demos se aproxime lo más posible a la pronunciación original (al menos tal como la oímos, con el acento en la sílaba correspondiente). Como las noticias internacionales suelen llegar a través de las agencias internacionales de prensa, los libros de estilo de los periódicos suelen advertir a sus autores contra la posibilidad de adoptar mecánicamente la transliteración de otras lenguas, el inglés y el francés sobre todo."[11]

Esto significa que en las lenguas no neolatinas la escritura y pronunciación de los nombres propios representa algunas dificultades para los hispanófonos (se denomina así a quienes hablan español), pues aquellos nombres ya no pertenecen al tronco greco-latino. En consecuencia, transliterar (hacer equivalencia de las letras de la lengua origen a la lengua destino) no es aconsejable. Por ejemplo, la histórica ciudad polaca de Kraków puede transliterarse como Cracof, pero la adaptación fonética al español es Cracovia. La dificultad de esta práctica estriba en que hay que conocer la pronunciación original, por lo que puede ser de ayuda buscar en Internet una escritura más o menos consensuada del nombre en cuestión.

En algunos casos se opera una simplificación consonántica. Ej.: Elizabeth > Elizabet, Martha > Marta. Y en otros, como los topónimos, se da la exonimia española, que consiste en la creación de un nuevo nombre propio, diferente al original. Ej.: Deutschland > Alemania, New York > Nueva York, Assisi > Asís.

Algunos criterios para adaptar nombres extranjeros editar

Si es preciso adaptar fonéticamente nombres propios de otras lenguas, hay que tener especial cuidado con la ortografía de los mismos, pues no basta con que haya una correspondencia de los sonidos, sino que hay que cumplir algunos parámetros ortográficos:[12]

  • Los nombres que terminan en i átona (que no lleva el énfasis del acento) se escriben con y final. Ej.: Nayely.
  • Los nombres que terminan en i tónica (que sí lleva el énfasis del acento) se escriben con i final tildada. Ej.: Noemí.
  • Los hipocorísticos (diminutivos afectivos) se escriben con y final. Ej.: Ely, de Elizabeth.

Errores típicos editar

Al escribir los nombres propios, se presentan algunas dudas entre qué nombres son propios y cuáles no. A continuación, una lista de nombres que no son propios pero que pueden inducir a error:[13]

Véase también editar

  1. Para una comprensión cabal del nombre propio, consúltese: Real Academia Española (2005). Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. ISBN 978-84-239-4759-1. OCLC 315900803. 
  2. Es fundamental prestar atención a esta norma, pues la mayoría de las veces en las que se habla de la Tierra, el Sol y la Luna como astros se los escribe en minúsculas.
  3. El dígrafo «rr» nunca inicia palabra; así, aunque suene a rr en rosa, no se escribe el dígrafo, sino «r». El dígrafo «rr» es de concurrencia intervocálica, como en corro, distinguiéndose fonéticamente de coro.
  4. Las lenguas romances o neolatinas son aquellas que evolucionaron filológicamente del latín, a saber: español, francés, italiano, portugués y rumano.

Referencias editar

  1. a b Quilis, Antonio; María Luz, Manuel Esgueva y Pilar Ruiz-Va. Lengua española. p. 175. 
  2. Real Academia Española. Ortografía de la lengua española. pp. 33-38. 
  3. a b Real Academia Española. Ortografía de la lengua española. p. 96. 
  4. Real Academia Española. Ortografía de la lengua española. pp. 31 y 53. 
  5. Ávila, Fernando. Español correcto. p. 421. 
  6. Ávila, Fernando. Español correcto. p. 422. 
  7. Anaine, Susana (2007). «La Ñ resiste: la letra clave del español ya llegó a Internet y ahora va por más. Un símbolo cultural». 
  8. Pecina, José; Rosa Rosas. Ortografía. Ejercicios para todos. pp. 50-51. 
  9. García, Serafina; Antonio Meilán, Hortensia Martínez. Construir bien en español: La forma de las palabras. p. 145. 
  10. a b Morales, Félix; Sergio Infante y Óscar Quiroz. Dudas y problemas gramaticales. pp. 71 y 72. 
  11. Vigara, Ana (2000). Ortografía e ideología: Los nombres propios no castellanos en los medios de comunicación.. 
  12. Soriano, Enrique (31 de enero de 2008). «Ortografía de los nombres propios». 
  13. Cátedra de Semiótica y Teoría de la Interpretación (2008). «Normas tipográficas generales sobre el uso de mayúsculas y minúsculas». pp. 7 y ss. 

Bibliografía editar

Enlaces externos editar