Escuela de los Annales

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La "Escuela de los Annales" (en francés: École des Annales) es una corriente historiográfica fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en torno a la revista Annales d'histoire économique et sociale (actualmente, Annales. Histoire, Sciences sociales).

Sin consistir realmente una escuela en el sentido clásico del término, los historiadores de Annales dominaron prácticamente a toda la historiografía francesa desde la segunda mitad del siglo XX, y sus ideas han tenido una enorme difusión en el mundo occidental, reemplazando al historicismo como modelo hegemónico.

En la revista se publicaron los principales aportes de la corriente, y fue en su comité editorial que se sucedieron algunos de sus mayores exponentes, como los citados Bloch y Febvre, Fernand Braudel, Pierre Nora, Jacques Le Goff y Roger Chartier. Desde 1947, su principal foco de influencia fue la VI sección de la École Practique des Haute Études, germen de la actual Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS, por sus siglas en frances).

La llamada Nueva historia suele considerarse como una evolución ulterior de la corriente de Annales.

Características editar

La «corriente de los Annales» se fundó en oposición a la escuela metódica, dominante en Francia a inicios del siglo XX. Los metódicos ponían en el centro de la investigación a los individuos ("grandes hombres") y a los acontecimientos políticos y militares, mientras que privilegiaban a la crítica de las fuentes como su único método. Contra este enfoque, Bloch y Febvre desarrollaron una historia social preocupada por los procesos históricos y las estructuras socioeconómicas, partiendo de la interdisciplinariedad como un principio rector. El acercamiento a otras ciencias sociales como la geografía y la sociología permitió así incorporar a la historia nuevos métodos y temáticas.

Haciendo de las sociedades el sujeto de la historia, los annalistes eligen así perseguir el ideal de una historia total que busque abarcar todas las dimensiones posibles de la vida social. El historiador en esta corriente adhiere a un modo de escribir la historia desde el planteamiento de problemas que resolver o preguntas que contestar,[1]​ postura heredada de las ciencias naturales y, en segundo término, de las sociales. Además, a diferencia del historicismo, estos autores toman conciencia de que no están escribiendo sobre el pasado reproduciéndolo de modo fiel sino interpretándolo, partiendo de sus propios conceptos y subjetividades, así como de teorías, para escribir su versión del fenómeno histórico sobre el que trabajan. La subjetividad del investigador, lejos de constituir un obstáculo, es un presupuesto necesario para una investigación consecuente con la empresa de una historiografía contemporánea, orientada por los problemas y el conocimiento del presente. Así lo define Bloch: "No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo, y esa ciencia tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos"[2]

En cuanto a las fuentes de la historia, la corriente de Annales amplió el abanico de recursos de los que dispone el historiador. Todos aquellos elementos que puedan ilustrar sobre el comportamiento humano en el tiempo son susceptibles de convertirse en fuentes, lo cual permite abarcar desde la cultura material y las imágenes artísticas hasta los testimonios de la cultura oral. El acercamiento a las ciencias economicas, por otra parte, dio a los índices de precios y los datos contables una importancia tan grande o mayor que la de las fuentes primarias, privilegiadas hasta entonces por la historiografía tradicional.

La novedad más característica de la corriente de Annales consistió el enfoque denominado historia social, seguido de la llamada historia de las mentalidades. Más específicamente, se le pueden atribuir desarrollos importantes y originales en los campos de la historia agraria, la historia demográfica, la historia serial, la geohistoria, la historia comparada, la historia cultural, la antropología histórica, la historia de las mujeres, la historia del libro, la historia de la vida cotidiana, la historia de las sensibilidades y los estudios sobre la memoria histórica.

Nacimiento editar

La revista Annales[3]​ fue fundada y editada por los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, mientras enseñaban en la Universidad de Estrasburgo. Influenciados por el trabajo de los historiadores Henri Berr y Henri Pirenne, como también de los planteamientos de la sociología durkheimiana y los Année Sociologique (en donde escribían muchos colegas de Bloch y Febvre en Estrasburgo), la publicación combinó la geografía, la historia y los planteamientos sociológicos; además, propugnaba una ampliación en los temas de estudio de la Historia, y rechazaba el énfasis predominante en la política, la diplomacia, y los hechos bélicos, enfoques a los que adherían muchos de los historiadores del siglo XIX y principios del XX.

No obstante el afán de renovación que buscaba la revista, el esfuerzo de sus editores debió esperar a que terminara la Segunda Guerra Mundial. Judío de nacimiento y miembro activo de la resistencia francesa, Bloch logró escribir durante la ocupación nazi el famoso Apología para la Historia o el oficio del historiador, lejos de su biblioteca y de cualquier centro de investigación. Murió torturado y asesinado por miembros de la Gestapo en 1943.

Ya en la posguerra, la Fundación Rockefeller buscó fundar un centro de estudios en Ciencias Sociales de alto nivel, con un enfoque alternativo al marxismo. Esta iniciativa resultó en la creación de la VI sección de la École Pratique des Hautes Études, abocada a las "ciencias económicas y sociales" . Lucien Febvre, el cual había ejercido la dirección de la revista en solitario desde la guerra, fue elegido para dirigir el instituto, liderando hasta su muerte la primera gran expansión de la corriente de Annales.

La segunda generación editar

 
Placa en el n.º 59 de la calle Brillat-Savarin, en París 13, donde vivió el historiador Fernand Braudel del año 1970 al año 1985.

La publicación de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II marca un punto de inflexión en la historia de Annales. Su autor, Fernand Braudel, había desarrollado la idea central del libro en prisión durante la guerra, y lo publicó como tesis doctoral en 1949. El instantáneo éxito y asombro que provocó en el campo historiográfico le dio un gran renombre, y acabó convirtiéndose en el sucesor obvio de Febre a tras su muerte en 1956.

Lo novedoso de la metodología ofrecida por Braudel consistió en primer lugar en su objeto: haciendo foco en las transformaciones globales del siglo XVI, eligió por presentar al Mar Mediterráneo como una totalidad que trasciende a los individuos, los reinos y las sociedades específicas. En su mirada, los cambios y continuidades se observan allí donde se cruzan la historia y la geografía, razón por la cual se vuelve necesario adoptar una perspectiva de la larga duración (longue durée) que contemple los lentos e imperceptibles -casi estáticos- movimientos de la geohistoria.

Esto lleva a la otra gran innovación. En El Mediterráneo, Braudel da cuenta de que el tiempo histórico no es lineal y uniforme: los fenómenos sociales tienen diferentes ritmos de cambio y duración, razón por la cual se vuelve necesaria una categorización que contemple la pluralidad del tiempo histórico. Así, tenemos el tiempo de larga duración o de las estructuras el tiempo de media duración o de las coyunturas, y el tiempo de corta duración o del acontecimiento. Mientras que la historia tradicional sólo se dedicaba a este último, Braudel buscó abarcar a los tres, realizando el mayor intento más logrado de una historia total que abarque todas las dimensiones de la vida social[4][5]​.

Junto a El Mediterráneo, los trabajos de Ernest Labrousse sobre los métodos de la historia de los precios llegaron a conformar el manifiesto de una segunda generación de los Annales formada en el estudio de la historia económica y socioeconómica, dándole primacía a la larga duración por encima de los cambios superficiales del acontecimiento. Otros grandes exponentes de la segunda generación serían Pierre Chaunu y Pierre Goubert, pioneros a su vez en el desarrollo de la historia demográfica. Por su parte, la historia cultural, o historia de las mentalidades, pasó a un segundo plano y ciertamente no fue predominante, pero halló continuidad en la obra del propio Febvre hasta su muerte, así como en la de Robert Mandrou, Georges Duby y Jacques Le Goff.

Progresivamente, Braudel tomará el control de las becas francesas y de algunas becas internacionales, consolidando su hegemonía académica en Francia y un imperio apoyado en satélites internacionales y en el mecenazgo de la Fundación Rockefeller. Ante la progresiva consolidación de su poder se producen escisiones voluntarias (Mandrou, Morenze) y depuraciones como la que lleva a cabo en 1969 sobre el comité editorial, imponiendo a sus discípulos más leales, como Marc Ferro o Jacques Le Goff.

Por otra parte, en 1979 Braudel publicaría Civilización material, economía y capitalismo (XVI-XVIII). En esta obra, en gran parte influenciada por las teorías de Immanuel Wallerstein, Braudel analiza la civilización europea con foco en las actividades económicas, aunque lo siga haciendo desde un esquema trino. Esta división se va a caracterizar por la base o “civilización material”, donde se sitúa toda la actividad de base que escapa al mercado, la “economía” propiamente dicha, que analiza desde la perspectiva de la competencia perfecta y la regularidad del mercado, y un tercer ámbito donde actúa el juego de las “jerarquías sociales activas”, el monopolio y el privilegio, que para Braudel es el de un “capitalismo” que escapa a las reglas del mercado y que es sinónimo de especulación. Al centrarse en las relaciones sociales desde el ámbito mercantil, ignora las relaciones de orden o jerarquía y vasallaje, desplazando de su análisis las relaciones de explotación.

Para Alain Guerreau, Braudel proporciona una salida a la difícil situación del abandono de la teoría con su “motor de tres tiempos”. En El Mediterráneo, Braudel ideó una estructura caracterizada por sus distintos ritmos de evolución. En su base se situaría la “geohistoria”, la relación del hombre con el medio que le rodea. Luego, la estructura social de los “destinos colectivos y movimientos de conjunto”, subdividida en economías, imperios, civilizaciones, sociedades y formas de guerra. Para terminar, Braudel sitúa a “los acontecimientos, la política y los hombres” como la espuma de las olas que chocan contra la roca de las estructuras. El problema de esta estructuración lo supone el hecho de que crea un esquema holista en el que no encontramos relación causal entre sus partes. Al enmarcarlo todo en una explicación determinista, apenas aporta datos de la transición del feudalismo al capitalismo.

La tercera generación editar

Al iniciar la década de los setenta Braudel se retira de Annales por discrepancias internas. Con su salida, se distingue a una tercera generación que se caracteriza por su heterogeneidad, en donde no hay consenso metodológico, político ni intelectual. Sin embargo, algunos rasgos se pueden subrayar: el incremento de la presencia académica y social y el interés por estudiar la cultura. Sus fuentes de inspiración son Lucien Febvre, Jules Michelet y Michel Foucault. Estos historiadores, encabezados por Jacques Le Goff y Pierre Nora, inventaron el término de nueva historia para clasificar a su propia producción. Según Le Goff, la Nueva Historia nace para responder a nuevas preguntas a un público más amplio, interiorizando los métodos de la antropología. Así, reaparece el interés por el acontecimiento y por la historia política. De estos años data la explosión de la historia de las mentalidades en trabajos como los de Philippe Ariès, Michel Vovelle, Georges Duby y el propio Le Goff.

Esta generación recibió severas críticas por su metodología, por lo difuso e impreciso del empleo de la categoría de las mentalidades, como también en algunos casos del de inconsciente colectivo. Más dura aún es la crítica a los exponentes del giro lingüístico en historiografía que llegaban a impugnar el ideal de la historia-ciencia. El progresivo abandono de la historia económica, de la larga duración y de las grandes síntesis fue visto como un empobrecimiento por críticos como François Dosse que denunciaban un "desmigajamiento" de la historia y la crisis de la historia.

La cuarta generación editar

El panorama hacia fines de la década de 1980 era el de una crisis de los grandes paradigmas que habían marcado la investigación en ciencias sociales, como el estructuralismo, el materialismo histórico o la historia cuantitativa. El éxito editorial de los nuevos historiadores no lograba disimular una caótica heterogeneidad de los enfoques, hecho que tendió a parcelar el campo historiográfico en detrimento de los grandes proyectos de "historia total" que habían caracterizado a la corriente.

En este contexto, los historiadores de Annales recogieron las críticas a la nueva historia, sin por ello volver a los orígenes, puesto que la innovación y la experimentación metodológica eran las banderas que habían dado a la revista su estatus como referencia de calidad en el desarrollo de la disciplina. En los editoriales de 1989 y 1990, Betrand Lepetit llamó a por un tournant critique que profundice la problematización en torno a los juegos de escalas y la escritura de la historia. Se buscó privilegiar las estrategias de los sujetos para significar y constituir su realidad social en contextos de cambio, en lugar de deducirlos en función de su pertenencia a estructuras sociales, económicas y culturales[6]​. Así, evitando el estructuralismo tanto como el individualismo metodológico, los historiadores de Annales se mostraron dispuestos a incorporar los desarrollos de la antropología simbólica y, principalmente, de la teoría de las prácticas culturales.

La cuarta generación de Annales tomó mayor visibilidad pública a partir del trabajo de Roger Chartier y sus colegas en torno al estudio de la cultura popular en la sociedad Antiguo Régimen y los orígenes de la Revolución francesa. En sus trabajos sobre la literatura popular francesa, Chartier se centró en las prácticas de lectura, edición, traducción, y distribución de los textos impresos, además de la escritura de los mismos, renovando completamente el antiguo campo de la historia del libro. Alain Corbin, por su parte, retomó a partir del enfoque microhistórico el llamado de Febvre a por una historia de las sensibilidades, dando cuenta de los cambios culturales reflejados en las representaciones sobre el olor, el ruido, las emociones y las sensaciones corporales en la sociedad francesa. Otra línea de investigación es la nueva historia urbana, que Bernard Lepetit fundó en Francia investigando la construcción del sistema de relaciones que constituye a la ciudad como espacio social y escala de análisis[1]. Finalmente, el trabajo de François Hartog en torno a los regímenes de historicidad dio legitimidad como campo a la historia de la experiencia del tiempo, en diálogo con la historia conceptual de Reinhart Koselleck[2].

Los historiadores de Annales contribuyeron fuertemente al desarrollo de nuevos abordajes como la microhistoria, la nueva historia política, los estudios de género, la historia de la memoria y, principalmente, la nueva historia cultural. Sin embargo, se rechazaron fuertemente las implicancias más radicales del giro lingüístico, con las que los narrativistas buscaron ligar el discurso histórico con los métodos de la ficción literaria, antes que a los de la ciencia. Esto fue expresado en la abierta crítica de Chartier al filósofo Hayden White [7]​, si bien otros historiadores de la EHESS como Hartog o Ivan Jablonka se mostraron más receptivos hacia las tesis narrativistas.

Miembros notables editar

Entre los académicos que suelen considerarse parte de la corriente de Annales, es posible destacar a los siguientes: Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel, Jean Meuvret, Pierre Chaunu, Robert Mandrou, Pierre Goubert, Ruggiero Romano, Alberto Tenenti, Georges Duby, Jean-Pierre Vernant, Jacques Le Goff, Marc Ferro, Emmanuel Le Roy Ladurie, Philippe Ariès, Pierre Vidal-Naquet, Michel de Certeau, François Furet, Nathan Wachtel, Michel Vovelle, André Burguière, Pierre Nora, Michelle Perrot, Roger Chartier, Lucette Valensi, Arlette Farge, Alain Corbin, Jacques Revel, Mona Ozouf, François Hartog, Maurice Agulhon, Bernard Lepetit, Serge Gruzinski y Daniel Roche. Por otra parte, figuras como Henri Berr, Maurice Halbwachs, Georges Lefebvre, Ernest Labrousse, Pierre Vilar, François Furet, Michel Foucault, y Pierre Bourdieu mantuvieron una relación de influencia mutua con varios annalistes, a la vez que tomas de distancia más o menos marcadas dependiendo el caso.

Fuera de Francia editar

Desde 1950 comenzó a aparecer una gran cantidad de investigadores fuertemente influenciados por la corriente annalista, que buscaron introducir en sus países los métodos de la historia social. Es el caso de Hugh Trevor-Roper en Inglaterra, pese a que allí el mayor avance historiográfico lo realizaran los historiadores marxistas con la llamada historia desde abajo. Por su parte, los historiadores de Bielefeld buscaron renovar en términos similares la historiografía en Alemania Occidental, un país marcado por una fuerte tradición de historia política. La historia conceptual de Reinhart Kosellecky la historia de la vida cotidiana de Alf Lüdtke se inscriben en un movimiento de la historiografía de fines del siglo XX que abarcó a la escuela de Annales. En Italia, historiadores destacados como Ruggiero Romano, Carlo Cipolla y Alberto Tenenti formaron parte del círculo braudeliano, antes de que Carlo Ginzburg y Giovanni Levi hicieran famoso su enfoque microhistórico.

La historiografía en Estados Unidos fue reticente a abandonar el crudo empirismo rankeano, y desarrolló una escuela de historia cuantitativa paralela a la de Annales. Sin embargo, historiadores marginales como Adam Schaff y Raymond Carr bregaron por un enfoque centrado en las preguntas del historiador. Ya desde los años 70, la new cultural history de Robert Darnton y Natalie Zemon Davis desarrolló un fructífero diálogo con la escuela de Annales, la historia social británica y la microhistoria italiana.

Bajo el exilio en Argentina, Claudio Sánchez-Albornoz fundó sus Cuadernos de Historia de España para continuar su empresa renovadora de la historiografía medieval, imposible de continuar en España bajo la dictadura franquista. Sánchez Albornoz también colaboró con José Luis Romero y sus discípulos para extender la historia social en el Río de la Plata, esfuerzo que culminó en los trabajos pioneros de académicos como Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Albornoz, Reyna Pastor y José Carlos Chiaramonte. De Halperín, el mismísimo Braudel llegó a decir que "fue el único que entendió" su intención al escribir El Mediterráneo. En otros países de Latinoamérica, cabe citar al historiador mexicano Enrique Florescano, al colombiano Germán Colmenares y al chileno Mario Góngora como seguidores de la corriente annalista.

Obras historiográficas de los miembros de los Annales editar

  • Ariès, Philippe. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen (1960).
  • Bloch, Marc. Los reyes taumaturgos (1924).
  • Bloch, Marc. La Sociedad Feudal (1939).
  • Bloch, Marc. Introducción a la Historia (1949).
  • Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949).
  • Braudel, Fernand. La Historia y las Ciencias Sociales (1967).
  • Braudel, Fernand. Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIII (1979).
  • Chartier, Roger. Los orígenes culturales de la Revolución francesa (1992).
  • Duby, Georges. Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200) (1973).
  • Duby, Georges. Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo (1978).
  • Duby, Georges y Ariès, Philippe (dirs.). Historia de la vida privada (5 vols.) (1985-1987)
  • Duby, Georges y Perrot, Michelle (dirs.). Historia de las mujeres en Occidente (5 vols.) (1990-1991).
  • Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. Rabelais (1947).
  • Febvre, Lucien. Combates por la historia (1957).
  • Goubert, Pierre. Beauvais et le Bauvaisis de 1600 à 1730 (1958)
  • Hartog, François. Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo (2003)
  • Le Goff, Jacques. La civilización del Occidente medieval (1964).
  • Le Roy Ladurie, Emmanuel. Montaillou, aldea occitana. De 1294 a 1324 (1975).
  • Nora, Pierre. (dir.) Los lugares de la memoria (3 vols.) (1984-1992)
  • Vernant, Jean-Pierre. Los orígenes del pensamiento griego (1962)

Bibliografía editar

  • Aguirre Rojas, Ca.rlos. La escuela de los Annales: ayer, hoy y mañana, Rosario: Prohistoria Ediciones, 2005 (incompleto).
  • Bourdé, Guy; Martin, Hervé. Las escuelas históricas.
  • Borguière, André. La escuela de los Annales. Valencia: Universidad de Valencia, 2008, ISBN 9788437075181
  • Burke, Peter. La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984, Barcelona: Gedisa, 1999, ISBN 84-7432-506-4.
  • Dosse, François. La historia en migajas.
  • Fontana, Josep. Historia, análisis del pasado y proyecto social.
  • Iggers, GG. Historiography in the Twentieth Century: From Scientific Objectivity to the Postmodern Challenge. Wesleyand University Press: Connecticut, EE. UU.
  • Pasamar, La Historia Contemporánea. Aspectos teóricos e historiográficos, Madrid: Síntesis, 2000. pp 69 - 217.

Véase también editar

Referencias editar

  1. Febvre, L ( 1993) Combates por la Historia
  2. Bloch, Marc (2010). Introducción a la historia. México: Fondo de Cultura Económica. p. 50. 
  3. Daniel Álvarez, [https://web.archive.org/web/20160129050239/http://www.medieval-spain.com/Daniel/Daniel2.htm Archivado el 29 de enero de 2016 en Wayback Machine. La aportación de la te revista "ANNALES"
  4. Israel Nungaray González, Los tiempos históricos de Braudel, mayo de 2009.
  5. María Victoria Menéndez Jiménez, Comentarios sobre la obra de Fernand Braudel titulada "Civilización material, economía y capitalismo", "Revista Complutense de Historia de América", vol 12 (1987), págs 231-236.
  6. López, Abel Ignacio (1999). «La historiografía francesa de los años noventa». Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Consultado el 19 de mayo de 2024. 
  7. Araujo, C., Álvarez, M. A., y Medina, C. G. (2013). «Verdad y ficción en la historia: el debate entre Hayden White y Roger Chartier». Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. Consultado el 19 de mayo de 2024. 

Enlaces externos editar