Anexo:Mitos y leyendas de Guaitarilla

Este anexo recoge los mitos y leyendas del municipio de pasto en el departamento de Nariño Colombia.

Origen del Río Guaitara editar

En un guaico de la región de huntallacta, habitada por familias de la población quillacenca, vivía la familia de los guitaros, aferrados a la tierra que explotaban en pequeñas parcelas y recolectaban frutos silvestres para su alimentación.[cita requerida]María fernanda

Estos originaios adoradores de ídolos de la naturaleza como la ñucallacta (madre tierra) intiguasy (sol), nunca pensaron que a su región le “llegarían los malos tiempos”, siendo por entonces atacados por clanes de otras regiones de las que hacía mucho tiempo no tenían mayores datos; tal vez fue en los tiempos de la invasión inca a la región del Pilcomayo. Se llenaron de pavor cuando esto ocurrió, sintieron su mundo derrumbarse creyendo que los cencas del chota, caníbales, guerreristas crueles, descendientes de los incas de tiuantisuyo, habían llagado a exterminarlos. Al saberse de la gran cantidad de intrusos armados decidieron huir, no tuvieron tiempo para organizarse, se desparramaron por un desfiladero al Yunguita camino de Ancoya y Sandoná.[cita requerida]

Fueron perseguidos, apresados, obligados a trabajar la tierra como esclavos, subyugada su libertad y tranquilidad. Entre los prisioneros cayó su cacique Guaitara, que se decía era un hombre gran trabajador, rudo pero insigne defensor de su pueblo.[cita requerida]

EL Guaitara, rendido y humillado por los implacables incas, mantenía la mirada vaga hacia el Sol, le vieron triste y que su vida se apagaba lentamente, las noches se le volvían negras, nubladas y lluviosas lo que lo llevó a profunda tristeza, lo embargó la impotencia al no poder defender a su pueblo, lloraba de manera incansable y copiosa sin que los suyos pudieran hacer algo para rescatarlo, no contó con la piedad de los invasores que se dedicaron a colonizar sus tierras.[cita requerida]

En el lugar de cautiverio su llanto era tan profuso que de sus ojos salían riachuelos que al juntarse sobre su colérico y agitado pecho formaron un río que bajó como fuente inagotable, rugiente y tormentosa como clamando venganza.[cita requerida]

Ese río es el mismo Guaitara, cuyo caudal se creció como en temporal de invierno. Río en el que la propia mirada del indio se desvaneció sin esperanzas, su cuerpo languideció, perdió las energías y se dejó llevar en sus propias aguas hasta llegar al Pilcomayo donde formó un remolino que lo impulsa hasta el mar donde logró ganar su libertad para nunca más volver. Los guerreros incas invasores jamás lo volvieron a encontrar.[cita requerida]

Esta rebeldía parece ser la que lleva años después a que sus descendientes GUAYROS, (indios de Guaitarilla) reconocidos por su espíritu indómito afloraran un 18 de mayo, todo ese caudal de rebeldía liderados por Francisca Aucu y Manuela Cambal, para protestar contra los extraños Clavijo.[cita requerida]

El duende editar

Ser descrito como un pequeño hombrecito, regordete y jovial; siempre pícaro, atractivo, astuto, sencillo y juguetón.

Vive errante entre cañones y cascadas; muchos son los que lo han visto entre las chorreras, donde canta y baila al son de guitarras y tambores, en la espesura de los montes cambiando lamentos y ay ay a yayayes. empezaban a amarrar las colas a los caballos

La vieja de la bandera negra editar

Entre la maraña espesa que bordea el peñasco del Guaitara, entre los poblados de Bombona, el Yunguita, Ales y El Cid, no se deja de respirar el olor a tierra fresca y flores nativas, se oye el zumbido de los abejones, el croar de los sapos y el rechinar de los árboles. Hasta que vientos fuertes azotan la ciudad y todos se refugian, con la excepción de una vieja que deambula por la parte más azoteada y sostiene una bandera negra. Se dice que esta bandera es la que causa tales vientos

El guagua auca editar

En tiempos no muy antiguos las gentes de la región creían que extraños dioses gobernaban el universo, más cuando la tradición de los abuelos enseña estas historias con las recomendaciones de lo que debían hacer para adorar a las divinidades, es toda una «religión» o idolatría; el culto es indispensable hacerlo para recibir bendiciones y favores de lo contrario los dioses se enfurecían y mandaban castigos insospechados a la gente.

Los temblores dejaron solo ruinas entre las gentes, la fumarola del volcán se elevó hasta el infinito como un gigante amenazador. De sus vidas no se supo, y los que sobrevivieron recordaron el cueto de que “por infieles el galeras se ponía bravo” y pidieron perdón.

El Volcán es su dios y tenían que agradarlo y recordaron que debían ofrendarle un guagua auca, es decir un niño recién nacido y sin bautismo, el que debían botar vivo por su cráter para que este se apaciguara.

Partieron de Chaucha, los mayores con varios guaguas (bebes) entre brazos, llegaron al Guaitara, subieron el Cariaco, llegaron al GALERAS, arrojaron a sus hijos al fondo del volcán al darle sus ofrendas y como por encanto este se dejó de rugir y de temblar, se calmó porque los indios volvieron a creer en él , desde ese entonces El Galeras no ha vuelto a molestar.

El padre descabezado editar

En Pasto, por los alrededores del templo de San Felipe, las personas mayores cuentan que han visto a un sacerdote (cura o fraile) sin cabeza conocido como el sacerdote sin cabeza o padre descabezado, es el fantasma de un cuerpo sin cabeza que deambula por sus alrededores, vestido con sotana en cuya cintura da vueltas un cordón blanco, doblado y que cae sobre sus piernas en forma de lazo con peluche también es alguien que andaba con caballo mirando hacia atrás pero a veces dicen que no solo es un padre sino que también es un soldado que fue decapitado en una guerra.

La vieja del monte editar

En anteriores épocas, en que para viajar de la sierra a la costa se hacían largas travesías a lomo de mula, por agrestes caminos, pedregosos y polvorientos; los arrieros pasaron muchas desventuras; una de ellas se daba por los lados de JUNIN, punto del partidero donde el camino se abre a Barbacoas y Tumaco, lugares de selva tropical de cuyas marañas y espesura de bosque no solamente salían insectos bravos y serpientes venenosas sino bandidos y piratas unos negros y otros indios que los asaltaban y robaban sus mercancías, cuando menos si no los dejaban maniatados o heridos de muerte.

Don Salomón Solarte, viejo poblador de Guaitarilla, carreteriano en principio, sobrestante después, del Ministerio de Obras Públicas; cuenta que “perdió un ojo” porque en esta época dura y trágica, a los campamentos llegaba en medio del croar de grandes sapos y ranas, aullidos de animales y graznidos de aves la Vieja del Monte. Que en su modo de descripción la presenta como una mujer bestial de largo cabello como si fueran crines, ojos saltones, cejas pronunciadas, boca y quijada sobresalientes y mentones y mejillas con un sinnúmero de arrugas, flaca hasta el extremo y su “tetas” largas y desproporcionadas, que para facilitar su movimiento echaba sobre los hombros sin mayor escrúpulo.

Otros carreterianos compañeros del viejo cuentero, como pachito el “Norca” Portilla, confirmaron los hechos y dice que “la vieja atacaba también en La Guayacana, La Espriella y Candelillas, indicando que muchos obreros perdieron sus piernas por fracturas al salir huyendo del espanto y caer entre abismos quedando inválidos o muertos o ahogados.

El gritón del cid editar

Se trata de un ser invisible que en cada centuria de la vida del mundo cumple con el rito sagrado de las divinidades de anunciar a los humanos el inicio de un nuevo ciclo de la vida.

De este extraño ser se dice que vive en las cuevas del río Guaitara, entre los promontorios que sirven de base al puente colgante de la carretera Pasto Ipiales. Que se pasea como todo un señor en los lugares inhóspitos de El Cid, Yunguita y Yanagala, llegando al Pedregal, Pilcuán y Arguello. Otros le atribuyen domicilio en las partes altas de las montañas de La Burrera, cerca de la finca el hospital y la hacienda de los Mora perteneciente a Túquerres y Cuma.

A quien mal habla de este terrible espanto lo condena a gritar con él por toda la vida o a perder la voz para siempre poniéndole un coto en la garganta. No es raro encontrar por los guaicos gentes con su coto lo que confirma su existencia.

El fraile de la guacas editar

En esta región poblada por los Guitaros, familia de los cencas, vivieron algunas no muy ricas y pudientes, pero fieles a su tradición cumplieron con visitar a calimas y quimbayas y de estos aprendieron a amasar el oro que moldeaba con habilidad asombrosa y elaboraron sus joyas y collares.

Estos trashumantes recorrieron miles de kilómetros y mercadearon con los incas de Perú y Bolivia, y conocieron de la magia algunos secretos como transformar el oro en tierra bruta. Cuentan que a la llegada de «los blancos» creyéronlos sus dioses los concitieron y alabaron, pero con los años se dieron cuenta de que no eran sino bandidos explotadores y que les quitaban sus riquezas por lo cual decidieron enguacar sus fortunas que no eran para hombres sino para sus dioses y con su magia convirtieron inmensas cantidades de oro en montañas del Azuay.

Como venganza contra los ambiciosos blancos que buscaron sin suerte los entierros, los indios dejaron un mago cuidador, que protegía la cuaca y evitaba como un espanto, la sacasen si la encontraban.

Los más conocedores del arte de la guaquería lo hacen con barras de azogue que obran como imanes e indican el lugar, no con mucha precisión, otros lo hacen porque dicen haber visto entre la tierra arder de azul el suelo y esto es señal de una guaca, otros saben por referencia los lugares que en forma de pequeños promontorios sospechosos son lugares de entierro de guacas y allí hacen las excavaciones. | Cuenta Don José Leyton que la lomita, punto de Guaitarilla, cerca al pueblo, fue con sus amigos a guaquear, con tan mala fortuna que se les apareció el fraile, viejo cura español al que los indios condenaron a cuidar la guaca por su desmedida ambición, este fraile levantó del hueco su cadavérica figura, hábito derruido y de con sus manos huesudas levantó un rejo y les castigó hasta dejar desmayados.

Véase también editar

Referencias editar