Diferencia entre revisiones de «Religión en la Antigua Roma»

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Los primeros romanos rendían culto a fuerzas y seres sobrenaturales de carácter indefinido llamados ''[[numen|numina]]'' («presencia»; singular: ''numen'') como [[Flora (mitología)|Flora]], [[Fauno]], etc. Los de la vivienda familiar eran los ''[[Forculus]]'' (que guardaban las puertas), los ''[[Limentinus]]'' (que guardaban los umbrales), ''[[Cardea]]'' (de los goznes), etc. Roma en un principio tuvo dos divinidades principales: [[Vesta (mitología)|Vesta]] y [[Palas (mitología)|Pallas]] troyana, a las que pronto se sumaron Júpiter, cuyo culto se estableció en el [[Monte Capitolino]]; [[Jano]], el de los comienzos y los finales; Marte, gran inaugurador del tiempo y del antiguo año calendárico, y finalmente, [[Rómulo]], hijo de Marte, identificado con [[Quirino (mitología)|Quirino]], como fundador de la Urbe y del Estado.<ref name="libf">Juan Bautista Carrasco, Gaspar y Roig. ''Mitología universal'' (Imp. y Libr. de Gaspar y Roig, Madrid, 1864), p. 235</ref> Se cree que los romanos no construyeron templos ni estatuas sino hasta pasados unos doscientos años después de [[Numa Pompilio]], por influencia, principalmente, de etruscos y griegos.<ref>Urcullu, José. ''Catecismo de mitología'' (R. Ackermann. Londres, 1826), p. 169</ref>
 
=== Los bosques sagradosde mi pueblo ===
Es probable que los [[bosque sagrado|bosques sagrados]] (''Luci''), fueran los primeros lugares destinados al culto de los dioses hasta que se erigieron altares, pequeñas capillas y, por último, templos a cuyo alrededor se plantaban bosques, los cuales eran tan sagrados como los mismos templos. Los romanos solían ir en los días festivos a los bosques sagrados, donde podían bailar y tomar meriendas, siempre y cuando hubieran colgado ofrendas en las ramas de los árboles, que así dispuestos se llamaban ''coronatos ramos'', porque los adornaban con las ''teniae'' (vendas de lana, lino o seda), cuyas cintas podían luego adornar las estatuas de los dioses dentro de los templos. El respeto que se guardaba a los bosques sagrados fue tal, que se consideraba sacrílega a la persona que cortara uno de sus árboles, si bien se podía rozar la hierba y podar las ramas de los arbustos. Asimismo, los bosques sagrados fueron considerados asilos, al igual que los templos, donde las personas perseguidas por cualquier motivo podían refugiarse.<ref>Juan Bautista Carrasco, Gaspar y Roig. ''Mitología universal'' (Imp. y Libr. de Gaspar y Roig, Madrid, 1864), p. 237</ref>