Diferencia entre revisiones de «Castillo de Salvatierra (Ciudad Real)»
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[[Archivo:Castillo de Salvatierra y Poblacion de Calzada de Calatrava.jpg|miniaturadeimagen|Vista aérea.]]
La misión de Salvatierra como elemento de control del territorio siempre fue importante, aunque su verdadero protagonismo como vanguardia de la cristiandad llegó como consecuencia de la derrota cristiana en la [[batalla de Alarcos]] (1195) tras el desastre de [[Alfonso VIII]] y las tropas cristianas. Esto supuso un importante retroceso de las huestes cristianas en la zona, llegando a perder el castillo de [[Calatrava La Vieja]], centro de la Orden de Calatrava, que había sido reconquistado a mediados del siglo XII. La Orden de Calatrava quedó al borde de la extinción, moralmente hundida y territorialmente reducida a su mínima expresión. Sin embargo, en 1198, el maestre [[Martín Pérez de Siones|D.
Durante los años siguientes, el castillo de Salvatierra se convirtió en un referente para el occidente cristiano y los calatravos, lo fortificaron y poblaron ante la comprensible inquietud de los musulmanes: "''la fortaleza llamada de Salvatierra había caído en manos de los adoradores de la cruz, y la presencia de un campanario en la torre de su iglesia, era una afrenta para los musulmanes que, en los cuatro puntos cardinales alrededor de esta plaza, oían a los muecines glorificar a Allah, y llamar a la oración...''" Se trataba por tanto de una guerra psicológica.
En el año 1211 de la Encarnación de Nuestro Señor, durante los preliminares de la [[batalla de Las Navas de Tolosa]], el califa Al-
Durante la heroica defensa del castillo, frey Ruy Díaz de Yanguas habló así a sus hombres: "''Bien freires, vamos a demostrar a esos sarracenos de qué están hechos los calatravos. Vamos a dejarles claro que les resultará difícil tomar Salvatierra y que han de prepararse para un asedio largo, como nosotros lo estamos. Haremos una carga y regresaremos. Es preciso que nadie se desmande ni rompa la formación. Eso les meterá miedo en el cuerpo y nos salvará. Dejad a un lado los peones, son los más dispuestos a morir y los más fáciles de matar, no perdáis el tiempo con ellos. Atacaremos a la caballería almohade. Nos guiaremos por las enseñas verdes. Muchos apenas lleváis meses en la Orden, mas habéis sido probados por el ayuno y la obediencia, endurecidos por la vigilia y humillados por la genuflexión. Que cada hermano sea la fortaleza para el otro, porque el hermano ayudado por el hermano es como una ciudad amurallada. Alabemos al Señor de los ejércitos que nos ha concedido el honor de cabalgar en su milicia y nos premia con este día de júbilo, dispuestos como estamos a ver su rostro.''" Dicho esto, Ruy Díaz de Yanguas invocó a Santa María, pues los calatravos eran muy devotos de la Madre de Dios, y recibida la absolución salieron del castillo dispuestos a atacar, con 300 hombres. Dada la orden y en tres haces, manteniendo estricta formación, pusieron sus cabalgaduras a trote con las lanzas enhiestas y embrazadas, con los escudos bien sujetos. Van pendiente abajo, aprovechando la mejor posición. Ruy Díaz de Yanguas hizo girar su montura hacia la derecha buscando las grandes banderas del califa, a su concurso, le siguieron todos en perfecto orden de combate. El suelo sediento retumbaba bajo las herraduras de los trescientos nobles caballos. Entraron como afilado cuchillo, produciendo estragos. Eran como una mancha blanca en una marea negra sangrante. Sacaron a relucir sus aceros y descargaron tajos a diestro y siniestro. El maestre, seguido por el confalón, se zafó del combate y con disciplina mil veces ensayada todos se desembarazaron y formaron de nuevo. Hubo una nueva carga y otra y otra más, ante el desconcierto creciente mahometano, hasta que la caballería pesada andalusí trató de rodearlos. Ruy Díaz de Yanguas volvió grupas y cabalgaron hacia el castillo, con la caballería sarracena dispuesta a darles caza. Un grupo escogido de calatravos se dispuso a cubrir la retirada. Se volvieron a presentar batalla, se lanzaron de nuevo ladera abajo. Las capas de los calatravos fueron cayendo en un remolino de odio y de venganza. Su sacrificio no había sido en vano. El puente levadizo crujía poniendo a salvo a la mayor parte de cuantos habían protagonizado la heroica carga.
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