Diferencia entre revisiones de «Minorización del idioma catalán»

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El propio cardenal primado [[Isidro Gomá]], progresivamente distanciado de las nuevas autoridades, se opuso a las pretensiones de Serrano, defendiendo la que era su propia lengua y el derecho de la iglesia a predicar en ella, pues «las regiones de lengua distinta a la castellana —decía en su respuesta al ministro— indudablemente comprenden mejor su lengua nativa y por ello mismo debe esta ser el medio normal de predicación».<ref>[[#Carcel|Cárcel Ortí (2002)]], p. 212.</ref><ref>[[#Raguer|Raguer (1977)]], p. 250.</ref> Con todo, la actitud de la iglesia en este orden distó de ser unánime. En una dirección contraria a la defendida por el cardenal primado, el administrador apostólico de la diócesis de Barcelona, [[Miguel de los Santos Díaz Gómara]], el 27 de mayo de 1939, en el acto de entronización del [[Sagrado Corazón]] en las oficinas de la Inspección de Primera Enseñanza, se dirigió a los maestros pidiéndoles que enseñasen siempre en castellano: «En esa lengua debéis enseñar (...) en ella debéis enseñar a escribir, y a rezar a Dios». Conforme a ello, pocos meses después ordenó que en los actos públicos del seminario de Barcelona se emplease únicamente el castellano y que el latín fuese pronunciado «a la española».<ref>[[#Solé|Solé y Villarroya (1993)]], pp. 73 y 92.</ref>
 
En marzo de 1940 el subsecretario del ministerio de la Gobernación remitió una nueva circular confidencial a los obispos catalanes y vascos, en la que admitía cierta elasticidad en la interpretación de la norma que establecía el uso con carácter general del castellano y reconocía, con el debido acatamiento al magisterio de la Iglesia, la posibilidad de emplear la lengua «familiar» allá donde mayoritariamente los fieles desconociesen el castellano.<ref name="Sole_1">[[#Sole|Solé y Villarroya (1993)]], pp. 115-116.</ref> Pero la utilización del catalán en la predicación y la catequesis siguió siendo fuente de conflictos, lo que puede explicar el progresivo distanciamiento del régimen protagonizado por importantes sectores de la Iglesia catalana.<ref name="Sole_1">[[#Sole|Solé y Villarroya (1993)]], pp. 115-116.</ref> Fue sonado el incidente provocado por [[Luis de Galinsoga]], director del diario por entonces llamado ''[[La Vanguardia Española]]'', cuando en junio de 1959, tras asistir a una misa en la iglesia de SantSan IldefonsIldefonso en la TravesseraTravesera de GràciaGrcia, en la que el párroco había predicado en catalán, se dirigió a protestar a la sacristía y exclamó «¡Todos los catalanes son una mierda!». Aunque se le invitó a asistir a otras misas en la misma iglesia con predicación en castellano, el periodista insistió en su desplante y, con arrogancia, dejó su tarjeta de visita, lo que desencadenó una campaña de boicot al diario encabezada por [[Jordi Pujol]] y los jóvenes católicos catalanes de C.C., hasta forzar el cese de Galinsoga al frente del diario en el que había permanecido, nombrado gubernativamente, desde 1939.<ref>[[#Martinez|Martínez y Oliveres (2005)]], pp. 105-108.</ref>
 
También tuvo amplia repercusión en este orden la entrevista de José Antonio Novais al abad de Montserrat [[Aureli Maria Escarré]], publicada por el diario ''Le Monde'' el 14 de diciembre de 1963. Bajo el titular: «Le régime se dit chrétien mais n’obéit pas aux príncipes de base du christianisme» (El régimen se dice cristiano, pero no obedece los principios básicos del cristianismo), Escarré afirmaba, sobre la cuestión de la lengua y la cultura catalanas: «Cataluña es una nación entre las nacionalidades españolas. Tenemos derecho como cualquier otra minoría a nuestra cultura, a nuestra historia, a nuestras costumbres que tienen su propia personalidad dentro de España. Somos españoles, no somos castellanos». En respuesta a estas declaraciones, una semana después un grupo de falangistas prendió fuego a los locales del Casal de Montserrat en Barcelona y rubricó su acción con pintadas en las paredes que decían «España, una patria, una bandera, una lengua».<ref>[[#Arasa|Arasa (2008)]], p. 254.</ref> La polémica suscitada, con recogida de adhesiones y algún reproche llegado desde sectores eclesiásticos afines al régimen, solo concluiría meses más tarde con el exilio del prelado a Roma.<ref name="Sole_1">[[#Sole|Solé y Villarroya (1993)]], pp. 115-116.</ref>