Diferencia entre revisiones de «Evolución biológica»

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En su libro ''[[The Descent of Man]]'' describió numerosos ejemplos, tales como la cola del [[pavo real]] y de la melena del [[Panthera leo|león]]. Darwin argumentó que la competencia entre los machos es el resultado de la selección de los rasgos que incrementan el éxito del apareamiento de los machos competidores, rasgos que podrían, sin embargo, disminuir las posibilidades de supervivencia del individuo. De hecho, los colores brillantes hacen a los animales más visibles a los depredadores, el plumaje largo de los machos de pavo real y de las aves del paraíso, o la enorme cornamenta de los ciervos son cargas incómodas en el mejor de casos. Darwin sabía que no era esperable que la selección natural favoreciera la evolución de tales rasgos claramente desventajosos, y propuso que los mismos surgieron por selección sexual, {{cita|la cual depende no de una lucha por la existencia en relación con otros seres orgánicos o condiciones externas, sino de una lucha entre los individuos de un sexo, generalmente los machos, por la posesión del otro sexo. Darwin, 1871.}}
 
Para Darwin, la selección sexual incluía fundamentalmente dos fenómenos: la preferencia de las hembras por ciertos machos ―''selección intersexual'', ''femenina'', o ''epigámica''― y, en las especies polígamas, las batallas de los machos por el harén más grande ―''selección intrasexual''―. En este último caso, el tamaño corporal grande y la musculatura proporcionan ventajas en el combate, mientras que en el primero, son otros rasgos masculinos, como el plumaje colorido y el complejo comportamiento de cortejo los que se seleccionan a favor para aumentar la atención de las hembras. Las ideas de Darwin en este sentido no fueron ampliamente aceptadas y los defensores de la teoría sintética (Dobzhansky, Mayr y Huxley) en gran medida ignoraron el concepto de selección sexual.{{cita requerida|}}
 
El estudio de la selección sexual sólo cobró impulso en la era postsíntesis.<ref name=Andersson>{{Cita libro |autor=Andersson, M. |año=1994 |url=http://books.google.es/books?id=lNnHdvzBlTYC |título=Sexual selection |editorial=Princeton University Press |ubicación=Princeton, N.J. |isbn=0-691-03344-7}}</ref> Se ha argumentado que, según propuso Wallace, los machos con plumaje brillante demuestran de ese modo su buena salud y su alta calidad como parejas sexuales. De acuerdo con esta hipótesis de la «selección sexual de los buenos genes», la elección de pareja masculina por parte de las hembras ofrece una ventaja evolutiva.<ref name=ref_duplicada_3/> Esta perspectiva ha recibido apoyo empírico en las últimas décadas. Por ejemplo, se ha hallado una asociación, aunque pequeña, entre la supervivencia de la descendencia y los caracteres sexuales secundarios masculinos en un gran número de taxones, tales como [[aves]], [[anfibios]], [[peces]] e [[insecto]]s).<ref>Møller, A. P., Alatalo, R. V. (1999) [http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1689641/pdf/9E4G1VJ0LX3Y94HK_266_85.pdf Good-genes effects in sexual selection.] ''Proc R Soc Lond'' B 266:85-91.</ref> Además, las investigaciones con [[Turdus|mirlos]] han proporcionado la primera evidencia empírica de que existe una correlación entre un carácter sexual secundario y un rasgo que incrementa la supervivencia ya que los machos con los más brillantes colores presentan un sistema inmune más fuerte.<ref>Pennisi, E. (2003) [http://www.sciencemag.org/content/300/5616/29.short Colourful males flaunt their health]. ''Science'' 300:29-30.</ref> Así, la selección femenina podría promover la salud general de las poblaciones en esta especie. Estos y otros datos son coherentes con el concepto de que la elección de la hembra influye en los rasgos de los machos e, incluso, que puede ser beneficiosa para la especie en formas que no tienen ninguna relación directa con el éxito del apareamiento.<ref name=Andersson/>