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Ya para 1860 Francisco Javier de Céspedes había adquirido la máquina de vapor referida, 3 buenos trenes jamaiquinos (Sistema de Calderas que en número de 5 cada una -una tras otra- desde la mayor y hasta la más pequeña llamada tacho- servían para producir el mascabado en el proceso fabril).
 
En 1858, con sólosolo 14 esclavos y 16 caballerías de tierra, equivalente a 544 hectáreas, de las cuales solo 3 estaban cultivadas de caña, se alcanzó una producción final de 150 bocoyes de miel o melaza (mascabado). En la próxima zafra, la producción alcanzada superó en un tonel más la anterior: 151, mientras que para la de 1860, ya con la máquina de vapor instalada se logró una producción de 212 barriles, 62 más que en 1858 y 61 más que en 1859, lo cual demuestra la importancia de la introducción de la tecnología en la industria cañera en Cuba y las ventajas que trae desde el punto de vista económico.
 
El 14 de marzo de 1866 el patricio bayamés Carlos Manuel de Céspedes compró a su hermano Francisco Javier la finca. A estos efectos estableció hipoteca con la firma Venecia Rodríguez y Compañía por escritura pública Nº 10 ante el escribano Don Antonio Figueredo, la que debía pagar en la cantidad de 163.076 escudos (81.538 pesos), y abonar en los plazos que corrían desde el 2 de marzo de 1868 y hasta igual fecha en 1873.
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Y realmente, el estado de preparación de la “comarca” era tal, que cuando el 24 de febrero de 1895 se reinicia la guerra, uno de los lugares donde el resurgir patriótico tiene más bríos es en Manzanillo. En Bayate, finca de Masó y lugar del alzamiento, aparte de izarse la bandera cubana y dar gritos a ¡Cuba Libre!, el General escribe dos proclamas: una a los españoles y otra a los cubanos, donde las coincidencias con el Manifiesto de Montecristi, Programa de la Revolución, firmado por Martí y Gómez en marzo de ese año, resultan evidentes. Pero si grande fue el General Masó por haberse lanzado a la manigua con 65 años, enfermo, sacrificando familia y caudales, más lo fue cuando rechazó proposiciones de paz que no llevaban como base la independencia absoluta.
 
Este hecho viril le valió el halago justo de Martí, no sólosolo porque con su actitud evitó que la revolución muriese al nacer; sino, por la entereza patriótica con la cual dignificó el decoro de los cubanos; por eso Martí, cuatro días antes de morir, le dice encomiásticamente “[...] un hombre en quien veo entera la abnegación y la república de nuestros primeros padres, y la energía moral que cerró paso a las debilidades, y al impúdico consejo [...]”. Pero hay más; la marcada civilidad de Masó, la conspicua respuesta dada al Partido Revolucionario Cubano (PRC) con el alzamiento de Bayate, y la probada actitud patriótica de los manzanilleros, hicieron pensar a Martí en algún lugar del término municipal de Manzanillo donde realizar la reunión que dotara a la naciente revolución de un gobierno que fuera para la guerra y raíz para la república. Quería Martí ya desde abril de 1895, porque la obra de la revolución así lo exigía, reunirse con uno de los mejores hombres de la revolución, con aquel que la había mantenido hasta la llegada de los grandes jefes; desea por tal motivo llegar hasta Manzanillo donde puede encontrarlo; pero Bartolomé Masó le ahorra el viaje, finalmente, el día 18 en la noche se ven los dos Masó y Martí, hablan de la guerra, del modo de hacerla más rápida. El 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, Martí pronuncia su último discurso, y los hombres que extasiados le escuchan, marchando momentos después a su lado al combate y a la gloria eran la mayoría, hombres de la región Manzanillera.
 
Durante toda la campaña del 95, Manzanillo fue pivote del suministro logístico español para toda la región del Cauto-Guacanayabo, y aunque con éxito fueron atacados y destruidos varios asentamientos y algunas poblaciones aledañas abandonadas, la ciudad como tal se mantuvo inexpugnable; tanto es así, que la política de reconcentración de Weyler tuvo su expresión práctica en 302 reconcentrados y cerca de 72 caballerías de tierra repartidas dentro del cordón defensivo para el abastecimiento citadino. Manzanillo fue también parte del territorio de operaciones de la I División del Segundo Cuerpo del Ejército Libertador, compuesta de dos Brigadas y seis regimientos, uno de los cuales llevaba por nombre: Regimiento de Caballería Manzanillo. El Jefe de la División era el Mayor General Salvador Hernández Ríos, Manzanillero.