Diferencia entre revisiones de «Escuela granadina de pintura»

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Vuelto Cano a Granada, en 1652, atrajo hacia sí a todos los artistas; a los que comenzaban y a los ya maduros. Casi se podría decir que los rasgos que caracterizan a la escuela son los rasgos de su estilo. Se impone así, en todos, la búsqueda de lo ideal y elegante en los tipos, la huida de lo realista y de la escena de género, la poca atención al retrato y la casi total al bodegón. Abundan también en todos las ricas entonaciones de color, con concretas preferencias de paleta, como el empleo del asfalto, y asimismo el gusto por la pintura flamenca, que impulsó Pedro de Moya. Los tipos de Cano se repiten por todos, aunque los maticen y desarrollen otros rasgos apuntados en su arte. Así hacen Bocanegra, Juan de Sevilla y Niño de Guevara. El citado Gómez de Valencia (1637-79), buen dibujante, como Cano, gusta de repetir con acierto el tema del Descendimiento que incorporó aquél procedente de Van Dyck. Los demás siguen el estilo de Cano, directa o indirectamente. Así ocurre con los hijos de Cieza, Juan, José y Vicente.
 
El mejor, [[José de Cieza]] (1652-92), destacó en los paisajes y perspectivas y llegó a ser pintor del rey, luciendo con los decorados para el teatro del Buen Retiro. Otros, como Juan de Salcedo y Miguel Pérez de Aibar, apenas destacan aislados. La mayor parte se relaciona con Juan de Sevilla, así [[Juan de Bustamante]], Francisco Lendinez, Melchor de Guevara, Manuel Ruiz Caro de Torres, Gerónimo de Rueda y Francisco Gómez de Valencia, hijo de Felipe. El que se aparta, para unirse a lo murillesco, es Diego García Melgarejo.
 
El gran artista que reafirma esa estética de Cano en el [[siglo XVIII]] es Risueño. A él se unen recibiendo su influencia Domingo Echevarría (Chavarito), Jacinto Molina y Mendoza y Benito Rodríguez Blanes. También los muralistas como [[Juan de Medina]] recuerdan a Cano. Lo canesco persiste, a través de Risueño, en todo el siglo. Así, en la segunda mitad lo vemos en Luis Sanz Jiménez que, con Juan Sánchez Sarabia, crea la academia para la enseñanza artística. Aún después, el arte canesco influye en Fernando Marín y hasta en su discípulo Francisco Jurado, que entra en el s. XIX y todavía parece un barroco. Por persistencia, o por vuelta atrás, la pintura granadina del XVIII es una supervivencia del estilo de Cano.