Diferencia entre revisiones de «Cibernética de segundo orden»

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La '''cibernética de segundo orden''' nace unos treinta años después de la cibernética de primer orden, en los principios de [[1970]]. El término fue acuñado por [[Heinz Von Foerster]] en el discurso a la [[Sociedad Americana de Cibernética]], titulado “Cybernetics of Cybernetics”. Este “manifiesto constructivista” dio los fundamentos para una teoría del observador y es a partir de aquí, que se puede entender la profunda influencia en el campo de las teorías sociales.
 
La cibernética social, señala [[Heinz Von Foerster]], debiera ser una cibernética de segundo orden, una cibernética de la cibernética, de modo tal que, el observador que entra en el sistema pueda estipular su propio propósito: él es autónomo. En su presentación “Cybernetics of Cybernetics” señala al respecto: “Si no lo hacemos así, algún otro determinará un propósito para nosotros. Más aún, si no lo hacemos así, les daríamos excusas a aquellos que quieren transferir la responsabilidad de sus propias acciones a algún otro”.
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Finalmente, si no se reconoce la autonomía de cada uno de los miembros de este sistema, advierte el peligro que la sociedad se puede transformar en una sociedad que procura honrar las realizaciones y olvidarse de sus responsabilidades.
Pese a que varios biólogos como [[Ludwig von Bertalanffy]], uno de los fundadores de la [[Teoría general de sistemas]], impulsaron a la cibernética de segundo orden, sus principales entusiastas provinieron principalmente de la [[neurofisiología]], pero sobre todo de la [[epistemología]].
 
La cibernética tiene interés por diseñar [[máquinas]] o [[heteroorganizaciones]], donde alguien organiza el sistema. Esta concepción se expandió para incluir un nuevo objetivo: entender “máquinas”(sistemas) que se encuentran hechas, que no han sido organizadas por nosotros, los organismos vivientes, o que nosotros formamos como integrantes o participantes, por ejemplo, sistemas sociales, los cuales tampoco organizamos nosotros, aúnque participemos de su organización; es decir, sistemas autoorganizadores que no son necesariamente vivientes –por ejemplo: estrellas, remolinos, etcétera-.
 
Este interés por los sistemas autoorganizadores llevó a una atención cada vez mayor sobre dos nociones: la de [[autonomía]], el hecho de estar estos sistemas regidos por sus propias leyes; y la de [[autorreferencia]], una operación lógica por la cual una operación se toma a sí misma como objeto, como sucede cuando, por ejemplo, hablamos del lenguaje, pensamos el pensamiento, o somos conscientes de nuestra conciencia.
 
Las nociones centrales de la cibernética ([[circularidad]], [[información]], [[retroalimentación]], [[meta]], [[regulación]], etcétera) así como nociones conexas que habían sido incorporadas a la red conceptual de la disciplina: [[orden]], [[organización]], [[azar]], [[ruido]], etcétera, comenzaron a usarse para la compresión de sistemas autoorganizadores, biológicos y sociales, con especial atención a su autonomía y a los fenómenos de autorreferencia implicados.
 
El escenario estuvo entonces preparado para dar un paso que resultaría fundamental para encontrarse de lleno en el campo de la epistemología: cuestionar el principio de la [[objetividad]], para asumir que todas las nociones antes dichas no eran independientes de nosotros los observadores de los fenómenos observados.
 
No sólo podíamos describir enlaces circulares autorreferenciales, que generaban o delimitaban un sistema autónomo, allí en el sistema observado; también nosotros, los observadores, podíamos ser entendidos en los mismos términos y, más aún, el proceso de observación delimitaba en sí mismo otro sistema autónomo, en el cual, observadores y sistema observado interactúan a través de procesos autorreferenciales, a través de los cuales todo lo dicho sobre un sistema resultaba relacionado con nuestras propias propiedades para hacer tal observación.
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Así, nuestra propia cultura se volvía importante para poder hacer ciertas observaciones, generaba restricciones para el tipo de observaciones que éramos capaces de hacer. Y en esa estructura se incluye, desde las restricciones impuestas por la corporalidad (por ejemplo la sensibilidad a los rayos de luz, y no a los infrarrojos o rayos x, o a un sonar, como un murciélago), hasta restricciones impuestas por el lenguaje, su estructura gramatical, las limitaciones del proceso representativo, los intereses culturales específicos, etc.
 
El efecto de la inclusión del sujeto observador y el desvío de la atención de las observaciones a los usuarios de las observaciones (lo cual enriqueció a las observaciones mismas) transformó a la cibernética en una epistemología, una disciplina que tenía algo que decir no solamente sobre la estructura ontológica de la realidad sino sobre el conocimiento de esa realidad, sus limites y posibilidades, sus dificultades y condicionamientos. [[Heinz Von Foerster]] y [[Margaret Mead]] diríanseñalaron que se inició el periodo de la cibernética de segundo orden, siendo sistemas de segundo orden aquellos que, como mencionamos anteriormente, tienen capacidad autorreferencial y autológica.

La cibernética se volvía sobre sí misma y usaba sus conceptos para ver a los usuarios de dichos conceptos y la relación que a través de esos conceptos establecían con su entorno. En pocas palabras, la cibernética estudiaba ya no solo al sistema o concepto cibernético, sino al cibernetista como parte del sistema mismo. El cibernetista no se preguntaba ya: ¿dónde están los enlaces circulares en este sistema? Sino que se empezaba a preguntar: ¿cómo generamos nosotros este sistema, a través de la noción de circularidad?.