Diferencia entre revisiones de «Camille Lemonnier»

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Se apartó de los temas locales durante algún tiempo para producir una serie de novelas psicológicas, libro de crítica de arte, etc., de considerable valor, pero asimilando más estrechamente con la literatura contemporánea en francés. Lo más destacado de sus últimas novelas incluyen ''Happe-chair'' (1886), a menudo comparada con la obra de [[Émile Zola|Zola]] ''Germinal'', ''L'Arche, journal d'une maman'' (1894) y ''Le Vent dans les moulins'' (1901), que vuelve a temas flamencos.
 
En 1888 Lemonnier fue perseguido en París por ofensas contra la moral pública por una historia en ''[[Gil Blas (periódico)|Gil Blas]]'', y fue condenado a pagar una multa. En una persecución posterior en Bruselas fue defendido por Edmond Picard, y absuelto; y aún fue demandado una tercera vez, en [[Brujas]], por su ''Homme en amour'', pero de nuevo absuelto. Representó su propio caso en ''Les Deux consciences'' (1902). ''L'Ile vierge'' (1897) fue la primera de una trilogía que se llamaría ''La Légende de la vie'', que iba a trazar, a través de los acontecimientos de la vida del héroe, el peregrinaje de un héroe a través del sufrimiento y sacrificio a la concepción de la divinidad dentro de él. En ''Adam et Eve'' (1899) y ''Au Coeur fra'is de la forêt'' (1900), predicó para un regreso a la naturaleza como la salvación no sólo de los individuos sino también de la comunidad. Entre sus otras obras importantes están ''G. Courbet, et ses œuvres'' (1878); ''L'Histoire des Beaux-Arts en Belgique 1830-1887'' (1887); ''En Allemagne'' (1888), que trata específicamente de la [[Alte Pinakothek]] en [[Múnich]]; ''La Belgique'' (1888), una obra descriptiva elaborada con muchas ilustraciones; ''La Vie belge'' (1905) y ''[[Alfred Stevens]] et son œuvre'' (1906).
[[File:Emile Claus 010.JPG|thumb|225px|Retrato de Camille Lemonnier por [[Emile Claus]].]]
Lemonnier pasó gran parte de su tiempo en [[París]], y fue uno de los primeros contribuyentes al ''[[Mercure de France]]''. Comenzó a escribir en una época en que las letras belgas carecían de estilo; y con bastante trabajo duro, y algunas extravagancias iniciales, creó un medio para la expresión de sus ideas. Explicó algo del proceso en un prefacio contribuyendo al ''Labeur de la prose'' de Gustave Abel (1902). Su prosa es magnífica y sonora, pero abunda en neologismos y extrañas metáforas.