Diferencia entre revisiones de «Carl Diem»

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== Legado ==
En marzo de 1945, durante la [[Batalla de Berlín]] en las últimas semanas de la [[Segunda Guerra Mundial]], Diem organizó otro famoso evento en el [[Estadio Olímpico de Berlín]]. En él, alentó a los jóvenes de las [[Juventudes Hitlerianas]] a defender la capital a muerte. Estos hicieron exactamente lo que Diem les dijo, pero aun así Berlín cayó pocas semanas después.
 
Poco más tarde de concluir la guerra fue rehabilitado en la corriente principal de la nueva [[República Federal de Alemania]], regresando a su carrera como [[historiador]] del deporte de [[Alemania]] y de los Juegos Olímpicos. Por esta época, exactamente en 1960, un libro de gran importancia en el deporte, titulado ''Weltgeschichte des Sports und der Leibeserziehung'', considerado el mejor libro de historia general del deporte, donde desarrolla la teoría del origen del ejercicio físico.
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Si hay algo que se le reprocha a la figura de Diem, es su proximidad al movimiento nazi, instaurado en 1936. Desde un inicio acepto el patrocinio nazi y sus primeros escritos guardan una evidente relación con las ideas populares sobre el [[Supremacismo blanco]]. Durante el período de [[Adolf Hitler]] en el poder, se aferró a su posición nacional y participó en la [[Kriegsschuldfrage|propaganda de guerra]], incluyendo el mitin de Berlín (antes citado), cerca de final de la guerra.
 
A tanto llegó la polémica sobre su vinculación con el [[Régimen nazi]] que en la década de los 90 se produjo en Alemania un debate público sobre su legado, y si las calles en su honor deberían cambiarse de nombre o no. Además en relación con la ceremonia de la antorcha olímpica, hay opiniones que ven ésta cierto simbolismo con el deseo nazi de explorar y reivindicar los orígenes de la [[raza aria]].
 
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La teoría que desarrolla este autor está expuesta en su libro sobre la historia del deporte, ''Weltgeschichte des Sports und der Leibeserziehung''. Trata sobre los orígenes del ejercicio físico, que según Diem “tiene un origen cultual”, concretamente lo muestra y relaciona a través de las fiestas religiosas de nuestros antepasados (tanto las de los indios, como las de los chinos, etc.), en las cuales se introducían una serie de “juegos”. Esta consideración del autor resulta lógica al advertir la imagen que tiene del [[hombre primitivo]], al cual describe con entusiasmo poético (al hombre “toda la existencia se le antoja un regalo de los dioses”). Para estos hombres que sienten toda su existencia espiritual y física como un regalo de los dioses, el ejercicio físico estará en cualquier caso vinculado con la divinidad. Diem afirma que incluso en la actualidad encontramos ejemplo claros, como cuando vemos a un atleta que reza antes de una competición importante para él. Aún con la gran cantidad de ejemplos, no queda totalmente demostrado que los juegos vinculados con el culto hayan nacido de él y Diem se apresura a reconocer que los ejercicios corporales físicos fueron inicialmente actos de supervivencia, posteriormente, de confrontación para el liderazgo y la demostración de superioridad y, finalmente, se convirtieron en actos de culto, tradiciones, juegos, etc.
 
Según Diem, en un momento concreto el hombre superó las acciones necesarias únicamente para su existencia y dio paso al “juego”. En ese mismo instante comienza a vincularse ese “juego”, esas fuerzas excedentes (actividades libres del hombre primitivo entre las que destacan para este tema las formas y movimientos del cuerpo) con el culto.
 
Diem considera que el culto es “un sistema ordenado, con base espiritual, de acciones iterables (capaces de repetirse) tendentes a atraer el favor de los dioses o a darles las gracias por su asistencia”. Aunque en un comienzo este sistema se basaba en gestos y movimientos sencillos y rudimentarios, a medida que se desarrollaba, fue evolucionando, dando lugar a las danzas, las cuales seguían unos determinados ritmos. De estas danzas y ejercicios podemos ver abundantes ejemplos desde los tiempos más primitivos hasta hoy, en tribus de distintas partes del mundo, que con ellas pretenden causar el agrado de los dioses. Para Diem, estas danzas no solo expresan la conciencia del hombre de hallarse dependiente de unos poderes superiores, sino también su deseo de influir en la realidad por una especie de hechizo analógico, que solo puede ser vivido por la persona que lleva a cabo el movimiento corporal. Éste se produce debido a que la repetición monótona y de cierta duración que provoca una estimulación o mayor sensibilización de los sentidos y lleva a pensar al sujeto que es posible actuar sobre la realidad.
 
Diem considera que este misterio de los movimientos y juegos cultuales sigue aún presente en el deporte. Afirma también que el juego de los miembros es siempre una especie de lenguaje que, en forma no lógica, revela los misterios de un mundo trascendente. De esto último pone una serie de ejemplos, destacando por su claridez en la relación religiosa, los ritos de fecundidad de las fiestas de primavera en la sociedad prehistórica. También hace alusión a celebraciones que no tienen un carácter cultual, como las familiares y tribales.
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El último capítulo de su teoría sobre el origen de los ejercicios físicos se centra en el culto a los muertos donde surgen una gran cantidad de juegos y competiciones. En este apartado expone la teoría de los 3 niveles humanos (idea que compartía con Ortega y Gasset).
 
Esta teoría distingue entre un 1er1.<small><sup>er</sup></small> nivel que consistía en matar a quien se encontraba culpable de asesinato, un 2º nivel en el que se daba al culpable una oportunidad de librarse de la muerte mediante una especie de juicio de Dios consistente en un combate entre dos a vida o muerte y un 3º, que surge para Diem en el momento en que aparece la idea de los juegos deportivos y explica que en los ritos funerarios se intentaba cantar a la vida que continuaba, eran una confesión de vida, de las ganas de vivir. “El joven que luchaba junto al féretro tomaba posesión de la fuerza del héroe difunto, sentía como se colaban en él la valentía y el espíritu de victoria de los antepasados, se robustecía con el recuerdo de un muerto glorioso, cuyas cualidades él se sentía obligado a realizar en el futuro”.
 
Para concluir Diem afirma que “la idea cultual de todas estas fiestas deportivas pueden resumirse en una única fórmula: estaban dedicadas a la eterna juventud”. Para demostrarlo, Diem hace referencia al fuego perpetuo que ardía en los lugares cultuales de los Juegos Olímpicos. En este sentido, los juegos deportivos, nacidos de un culto funerario cruel, reciben una interpretación totalmente distinta a la de su origen.