Diferencia entre revisiones de «Regencia de María Cristina de Habsburgo»

Contenido eliminado Contenido añadido
CEM-bot (discusión · contribs.)
m Pequeñas correcciones WP:CEM.
Línea 79:
Así pues, «aunque formalmente equivalía a la implantación de la democracia, [la aprobación del sufragio universal (masculino)] en términos prácticos nada cambió».{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=130-131 }} «Los diputados siguieron siendo, más o menos, los mismos; ningún grupo social, salvo contadas excepciones, accedió al poder legislativo. Tampoco ocurrió la transformación de la estructura de partidos, que continuaron siendo ''[[partido de notables|partidos de notables]]''; no fue promovido ningún tipo de organización de base que sirviera para captar el voto de los ciudadanos a quienes se acababa de reconocer el derecho electoral».{{Harvnp|Dardé|1996|p=84}} Además la Constitución no fue reformada, por lo que siguió sin reconocerse el principio de la [[soberanía nacional]], y sólo un tercio del [[Senado (España)|Senado]] era elegido —tampoco fue reconocida la [[libertad de cultos]], otro de los principios de un sistema democrático—.{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=131 }}
 
Por otro lado, la prueba de que que el objetivo de la ley no era la instauración de la democracia fue que no se adoptaron garantías para asegurar la transparencia del sufragio y evitar así el fraude electoral, como la actualización del censo por un organismo independiente, la exigencia de una acreditación a la persona que iba a votar o el control de todo proceso que siguió en manos del Ministro de la Gobernación, conocido como el «gran elector», pues era quien se ocupaba de asegurar que su gobierno gozara de una amplia mayoría en las Cortes. «El hecho de que en algunos núcleos urbanos la oposición pudo invertir esa realidad, no deja de ser un hecho casi testimonial. El control político desde arriba, la [[turnismo|práctica del turno]] mediante el fraude electoral es lo que constituye la esencia de las prácticas políticas de la España de final de siglo», concluye [[Manuel Suárez Cortina]].{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=131-132}} Un punto de vista que es compartido por Carlos Dardé:{{Harvnp|Dardé|1996|p=83-84}} «En algunas ciudades —Madrid, Barcelona, Valencia…— las cosas cambiaron efectivamente, a favor de una política ''moderna'', basada en la opinión pública; como prueba de ello, la representación republicana fue más numerosa y constante, llegando en ocasiones a alcanzar la mayoría de diputados que elegían estos grandes núcleos de población; con el paso del tiempo, los [[PSOE|socialistas]] también saldrían elegidos; en Cataluña, los [[Lliga Regionalista|nacionalistas]] consiguieron enviar una representación significativa al [[Congreso de los Diputados|Congreso]] en Madrid; lo mismo cabe decir de los carlistas en Navarra. Pero esta representación de diputados se perdía irremediablemente en el conjunto nacional: de unos 400 escaños del Congreso, el máximo de diputados republicanos fue 36, en 1903, y el de socialistas, 7 en 1923». Los [[distrito electoral|distritos electorales]], todos ellos uninominales, siguieron siendo la mayoría —280 diputados—, mientras que los urbanos estaban unidos a amplias zonas rurales ya que se trataba de distritos plurinominales o circunscripciones —114 en total— en los que se elegían entre tres y ocho diputados, en función de la población, de forma que los votos de las zonas rurales «ahogaban» a los votos urbanos menos controlables por las redes caciquiles.{{Harvnp|Dardé|1996|p=84}}
 
Una cuarta reforma fue la aprobación en mayo de 1889 del [[Código Civil de España|Código Civil]], que junto con el [[Código Penal de España|Código Penal]] de 1870 y el [[Código de Comercio]] de 1885, configuró definitivamente el «el edificio jurídico del nuevo orden burgués», al sellar «en el ámbito privado lo que la [[Constitución de 1876|Constitución]] había establecido en lo público». En el mismo se incluyó el [[derecho civil foral]] y se respetó el [[derecho canónico]] respecto del [[matrimonio]].{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=128-130}}
Línea 124:
Durante esos mismos años ochenta fue cuando comenzó la difusión de los símbolos del [[catalanismo]], la mayoría de los cuales no tuvieron que ser inventados, sino que ya existían previamente a su ''nacionalización'': la [[bandera catalana|bandera]] —''les quatre barres de sang'', 1880—, el himno —''[[Els Segadors]]'', 1882—, el día de la patria —''[[Diada de Cataluña|l'11 de setembre]]'', 1886—, la danza ''nacional'' —la [[sardana]], 1892—, los dos patronos de Cataluña —[[Día de Sant Jordi|Sant Jordi]], 1885, y la [[Virgen de Montserrat]], 1881—.{{Harvnp|De la Granja|Beramendi|Anguera|2001|p=67-70}}
 
En 1887 el Centre Català vivió una crisis producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban, una más izquierdista y federalista encabezada por Almirall, y otra más catalanista y conservadora aglutinada en torno al diario ''[[La Renaixença]]'', fundado en 1881. Los integrantes de esta segunda corriente abandonaron el Centre Catalá en noviembre para fundar la [[Lliga de Catalunya]], a la que se unió el [[Centre Escolar Catalanista]], una asociación de estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del nacionalismo catalán: [[Enric Prat de la Riba]], [[Francesc Cambó]] y [[Josep Puig i Cadafalch]]. A partir de ese momento la hegemonía catalanista pasó del Centre Català a la Lliga que en el transcurso de los ''[[Jocs Florals]]'' de 1888 presentaron un segundo [[memorial de greuges]] a la reina regente en el que en otras cosas le pedían «que vuelva a poseer la nación catalana sus Cortes generales libres e independientes», el servicio militar voluntario, «la lengua catalana oficial en Cataluña», enseñanza en catalán, tribunal supremo catalán y que el rey jurara «en Cataluña sus constituciones fundamentales».{{Harvnp|De la Granja|Beramendi|Anguera|2001|p=70-71}}
;País Vasco
[[Archivo:ArturoCampión.jpg|thumb|right|[[Arturo Campión]], la figura más destacada de la foralista Asociación Euskara de Navarra.]]
Línea 133:
;Galicia
[[Archivo:MurguiaCorunha.jpg|thumb|right|150px|Busto de [[Manuel Murguía]] en [[La Coruña]].]]
En Galicia entre 1885-1890 y en paralelo con lo que sucedía en Cataluña, el ''provincialismo'', que había nacido en la década de los años cuarenta en las filas del [[Partido Progresista (España)|progresismo]] y que basaba el particularismo de Galicia en el supuesto origen celta de su población, a lo que se unían su lengua y su cultura propias —revalorizadas con el ''[[Rexurdimento]]''—, se transforma en regionalismo. Hacia esa posición de defensa de los «intereses generales de Galicia» y de una «política gallega» confluyen personas procedentes de ámbitos dispares lo que conduce a la existencia de tres tendencias en este incipiente [[galleguismo]]: una liberal, heredera directa del ''provincialismo'' progresista, y cuyo principal ideólogo es [[Manuel Murguía]]; otra federalista, de menor peso; y una tercera [[tradicionalismo|tradicionalista]] encabezada por [[Alfredo Brañas]]. Estas tres tendencias confluirán a principios de la década siguiente en la creación de la primera organización del galleguismo, la [[Asociación Regionalista Gallega]], que sin embargo desarrolló una escasa actividad política durante los pocos años que duró (1890-1893) debido sobre todo a las tensión existente entre tradicionalistas y liberales, especialmente aguda en [[Santiago de Compostela]].{{Harvnp|De la Granja|Beramendi|Anguera|2001|p=99-102}}
 
=== La «depresión agraria»: librecambistas vs. proteccionistas ===
Línea 156:
Culminado su programa de reformas con la aprobación del sufragio universal (masculino), Sagasta dio paso a Cánovas del Castillo que formó gobierno en julio de 1890, sólo unos días después de haberse votado la ley en las Cortes. Al parecer el motivo inmediato del relevo fue la amenaza a Sagasta por parte de [[Francisco Romero Robledo]] de hacer públicos ciertos documentos sobre la concesión de un ferrocarril en Cuba, en los que aparecía implicada su esposa —«un potentado cubano pagó más de 40.000 pesetas oro por los documentos que, meses más tarde, destruyó Moret»—. También influyó el escándalo de la Cárcel Modelo de Madrid —en manos de los liberales, así como el ayuntamiento de la capital— cuando se supo, a raíz de las investigaciones realizadas con motivo del [[crimen de la calle Fuencarral]], que los presos entraban y salían de la prisión con libertad —el diputado conservador [[Francisco Silvela]] acusó al gobierno de no conseguir «hacer obligatorios los presidios a aquellos penados que disfrutaban de recursos para tener abono de tendido»—.{{Harvnp|Dardé|1996|p=82}}
 
El nuevo gobierno no modificó las reformas introducidas por los liberales. Así lo confirmó en el Mensaje de la Regente en la inauguración de las Cortes elegidas en 1891: «No tiene el gobierno el propósito de presentar a vuestro examen restricción ninguna de las reformas políticas y jurídicas que, llevadas a término en los primeros días de la Regencia, constituyen un estado legal digno de respeto».{{Harvnp|Dardé|1996|p=82}}
 
De esta forma, según Suárez Cortina, «quedaba así sellada una nota básica del [[sistema canovista]]: los avances liberales eran respetados por el conservadurismo, de modo que el régimen se consolidaba a partir de un equilibrio entre la conservación y el progreso».{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=132-133}} Por ello fue el gobierno de Cánovas el que presidió las primeras elecciones por sufragio universal celebradas en febrero de 1891, en las que la maquinaria del fraude volvió a funcionar y los conservadores obtuvieron una amplia mayoría en el Congreso de los Diputados (253 escaños, frente a los 74 de los liberales, y los 31 de los republicanos). {{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=133}} Cánovas ya había manifestado que no le asustaba «el manejo práctico» del sufragio universal a pesar de que se pasó de 800.000 electores a 4.800.000.{{Harvnp|Dardé|1996|p=82-83}}
Línea 191:
[[Archivo:Flag of the Basque Country by Sabino Arana.svg|thumb|250px|[[Ikurriña]] con las proporciones del diseño original de los hermanos [[Luis Arana|Luis]] y [[Sabino Arana]].]]
*El ''pueblo vasco'' —definido racialmente, no lingüística ni culturalmente— ha ido «degenerando» en un dilatado proceso que culmina en el siglo XIX con la desaparición de los Fueros. En ese proceso los inmigrantes españoles que han llegado —«invadido», según Arana— al País Vasco a trabajar en sus minas y en sus fábricas —los ''[[maqueto]]s''— son los culpables de todos los males: de la desaparición de la sociedad tradicional —con la industrialización, de ahí el anticapitalismo inicial y la idealización del mundo rural de Arana: «Fuese pobre Bizcaya y no tuviera más que campos y ganados, y seríamos entonces patriotas y felices»— y de su cultura basada en la religión católica —con la llegada de ideas modernas antirreligiosas, como «la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo...»— y del retroceso del la lengua vasca.
*La única forma de acabar con la «degeneración» de la raza vasca es que recupere su independencia de España, volviendo a la situación anterior a 1839 —lo fundamental, según Arana, era reclamar la derogación de la ley de 1839, no la de 1876—. Una vez conseguida la independencia se constituiría una Confederación de Estados vascos con los antiguos territorios forales de ambas vertientes de los Pirineos —Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Navarra, de la parte sur; [[Baja Navarra|Benabarra]], [[Lapurdi]] y [[Zuberoa]], de la parte norte—. Esta Confederación que denominó [[Euskadi]] se basaría en la «unidad de raza, en lo posible» y en la «unidad católica», por lo que en ella sólo tendrían cabida los vascos de raza y los católicos confesionales, quedando excluidos no sólo los inmigrantes ''maquetos'' sino también los vascos de ideología liberal, republicana o socialista.
 
=== La caída de los conservadores y la vuelta de los liberales (1893-1895): el terrorismo anarquista ===
Línea 197:
En el gobierno conservador de Cánovas convivieron dos tendencias opuestas del [[conservadurismo]] representadas por [[Francisco Romero Robledo]] —que había vuelto a las filas del [[Partido Conservador (España)|Partido Conservador]] tras su experiencia fallida con el Partido Liberal-Reformista— y [[Francisco Silvela]]. El primero encarnaba «el dominio de las [[clientelismo político|prácticas clientelares]], de la [[fraude electoral|manipulación electoral]] y del triunfo del [[pragmatismo]] más crudo», mientras que el segundo representaba el «[[reformismo]] conservador», que pretendía «restablecer el prestigio de la ley y cortar todo abuso, toda infracción». El presidente Cánovas del Castillo se inclinó hacia el «pragmatismo» de Romero Robledo ante la nueva situación creada por la implantación del sufragio universal, por lo que Silvela salió del gobierno en noviembre de 1891 {{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=133}} y su marcha provocó la mayor crisis interna de la historia del [[Partido Conservador (España)|Partido Conservador]].
 
En diciembre de 1892 un caso de corrupción en el ayuntamiento de Madrid provocó la crisis del gobierno de Cánovas, que la regente solventó llamando de nuevo a Sagasta —en el debate que tuvo lugar en el Congreso se consumó la ruptura entre Cánovas y Silvela cuando éste mencionó la obligación de «soportar al jefe», lo que motivó la respuesta airada de aquél—{{Harvnp|Dardé|1996|p=86}}. Sagasta siguiendo los usos del [[sistema canovista]] obtuvo el decreto de disolución de las Cortes y de convocatoria de nuevas elecciones para dotarse de una mayoría amplia que apoyara al nuevo gobierno. Las [[Elecciones generales de España de 1893|elecciones se celebraron en marzo de 1893]] y como era de esperar supusieron un rotundo triunfo de las candidaturas gubernamentales (los liberales consiguieron 281 diputados, frente a 61 de conservadores —divididos entre ''[[Antonio Cánovas del Castillo|canovistas]]'', 44, y ''[[Francisco Silvela|silvelistas]]'', 17—, más 7 carlistas, 14 republicanos ''[[Partido Republicano Posibilista|posibilistas]]'' y 33 republicanos ''[[Nicolás Salmerón|unionistas]]''.{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=134}}
 
Sagasta formó un gobierno llamado de ''notables'' porque incluía a todos los jefes de facción del partido liberal, incluido el general López Domínguez que se reintegró a sus filas, y los republicanos ''posibilistas'' de Emilio Castelar —a quienes Cánovas obligó a abjurar públicamente de su fe republicana, por voz de [[Melchor Almagro]]—, y tuvo que esforzarse en conciliar las posiciones «derechista» y «proteccionista» de [[Germán Gamazo]] con las «izquierdistas» y «librecambistas» de [[Segismundo Moret]]. Gamazo al frente de la cartera de Hacienda se propuso alcanzar el equilibrio presupuestario pero su proyecto se vio frustrado por el aumento del gasto causado por la breve [[guerra de Margallo ]] que tuvo lugar en los alrededores de Melilla entre octubre de 1893 y abril de 1894. El motivo de la guerra fue el conflicto surgido por la construcción de un fuerte en una zona próxima a [[Sidi Guariach]] en la que existía una mezquita y un cementerio, lo que fue considerado por los [[Rif|rifeños]] como una profanación. Se produjeron duros combates, en los que destacó el sitio del fuerte de [[Cabrerizas Altas]] en el que quedaron cercados alrededor de 1000 hombres y que se saldó con 41 muertos y 121 heridos entre las fuerzas españolas.{{Harvnp|Dardé|1996|p=86-87}}
 
Por su parte el [[Ministerio de Ultramar|ministro de Ultramar]] [[Antonio Maura]], yerno de Gamazo, puso en marcha la reforma del régimen colonial y municipal de Filipinas para dotarlos de una mayor autonomía administrativa —a pesar de la oposición que despertó entre ciertos sectores del nacionalismo español y de la Iglesia—, pero fracasó en su intento de hacer lo mismo en Cuba, a causa de que a la españolista [[Unión Constitucional]] la reforma le pareció demasiado avanzada, mientras que no satisfizo las aspiraciones del [[Partido Liberal Autonomista]] cubano. El proyecto fue rechazado por las Cortes donde fue tachado de ''antipatriótico'', y el ministro Maura llegó a ser calificado de ''[[filibustero]]'', ''beodo'' y ''energúmeno''. Maura y su suegro Germán Gamazo dimitieron abriendo una grave crisis en el gobierno de Sagasta.{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=134-136}}
 
[[Archivo:Liceubomb.jpg|thumb|Ilustración de ''[[Le Petit Journal]]'' sobre la [[bomba del Liceo]] lanzada por un anarquista el 7 de noviembre de 1893 y que causó 22 muertos y 35 heridos.]]
Un grave problema al que tuvo que hacer frente el gobierno fue el del terrorismo anarquista de la «[[propaganda por el hecho]]» justificado por sus partidarios como una respuesta a la violencia de la sociedad y del Estado burgueses, que hacía desesperada la vida de muchos trabajadores, además de ser una forma de ''replesalia'' contra la brutal represión de la policía. Su escenario principal fue la ciudad de Barcelona. El [[Atentado de la Plaza Real|primer atentado importante]] había tenido lugar en febrero de 1892 en la [[Plaza Real]] de Barcelona, resultando muerto un trapero y heridas varias personas. El [[atentado contra el general Martínez Campos|primero que tuvo un objetivo marcadamente político]] se produjo el 24 de septiembre de 1893 al estar dirigido contra el general [[Arsenio Martínez Campos]], capitán general de Cataluña y uno de los personajes claves de la [[Restauración borbónica en España|Restauración]]. Martínez Campos sólo resultó herido levemente, pero murió una persona y otras resultaron heridas de diferente consideración. El autor del atentado, el joven anarquista [[Paulino Pallás]] —que fue fusilado dos semanas más tarde—, lo justificó como una ''represalia'' por los incidentes ocurridos año y medio antes en [[Jerez de la Frontera]] cuando en la noche del 8 de enero de 1892 unos 500 campesinos trataron de tomar la ciudad para liberar a unos compañeros presos en la cárcel y dos vecinos y uno de las asaltantes murieron, desatándose a continuación una represión indiscriminada sobre las organizaciones obreras andaluzas —cuatro obreros fueron ejecutados tras un consejo de guerra, y dieciséis más fueron condenados a cadena perpetua; todos ellos habían denunciado que las confesiones habían sido obtenidas mediante [[tortura]]—. La venganza anunciada por Paulino Pallás poco antes de ser fusilado, se cumplió tres semanas después, cuando el 7 de noviembre el anarquista [[Santiago Salvador]] lanzó [[bomba del Liceo|dos bombas al patio de butacas del Teatro del Liceo]] de Barcelona, aunque sólo una explotó, y mató a 22 personas e hirió a otras 35. «Las escenas de horror que se sucedieron y la sensación de alarma que se propagó entre la población barcelonesa, són fácilmente imaginables».{{Harvnp|Dardé|1996|p=93-96}}
 
Finalmente el gobierno cayó en marzo de 1895 porque Sagasta dimitió al negarse a la pretensión del general Martínez Campos de que fueran juzgados por tribunales militares los periodistas de dos diarios cuyas redacciones habían sido asaltadas por un grupo de oficiales descontentos con las noticias que habían publicado que consideraban injuriosas. Cánovas volvió a ocupar la presidencia del gobierno. Un mes antes había comenzado la [[guerra de Independencia cubana|guerra de Cuba]].{{Harvnp|Dardé|1996|p=87}}
 
== La crisis de final de siglo (1895-1902) ==
[[Archivo:Bombacorpus.jpg|thumb|260px|Dibujo reproduciendo el momento de la explosión de la bomba en la procesión del [[Corpus Cristi]] de 1896 en la calle ''Canvis Nous'' de Barcelona. La represión posterior conocida como el [[proceso de Montjuic]] levantó una oleada de protestas nacional e internacional.]]
La crisis de final de siglo estuvo provocada por la [[guerra de Independencia cubana]] iniciada en febrero de 1895 y que concluyó con la derrota española en la [[guerra hispano-estadounidense]] de 1898. {{Harvnp|Dardé|1996|p=100}} Pero a nivel interno también desempeñó un papel importante el terrorismo anarquista, cuyo atentado de mayor repercusión tuvo lugar en Barcelona el 7 de junio de 1896 durante el [[atentado de la Procesión del Corpus|paso de la procesión del Corpus por la calle Canvis Nous]] en el que seis personas murieron en el acto, y otras cuarenta y dos resultaron heridas. La represión policial que se desató a continuación fue brutal e indiscriminada y dio lugar al famoso [[proceso de Montjuic]], durante el cual 400 «sospechosos» fueron encarcelados en el [[castillo de Montjuic]], donde fueron brutalmente torturados —«uñas arrancadas, pies aplastados por máquinas prensoras, cascos eléctricos, puros habanos apagados en la piel…»—.{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=152}} A continuación varios consejos de guerra condenaron a muerte a 28 personas —cinco de las cuales fueron ejecutadas— y a otras 59 a cadena perpetua —63 fueran declaradas inocentes pero fueron deportadas a Río de Oro—.{{Harvnp|Dardé|1996|p=96}} El proceso de Montjuic tuvo una gran repercusión internacional, dadas la dudas que había sobre las pruebas en que se habían basado las condenas —básicamente las confesiones de los acusados obtenidas mediante torturas—, que también fue seguida por una campaña de parte de la prensa española en contra del gobierno y de los «verdugos», en la que destacó el joven periodista [[Alejandro Lerroux]], director del diario madrileño republicano [[El País (1887-1921)|El País]] que con el título de ''Las infamias de Montjuïc'' publicó durante meses los relatos de los torturados —además Lerroux emprendió una gira de propaganda por La Mancha y Andalucía—.En ese ambiente exaltado de protestas por los procesos de Montjuic se produjo el [[Asesinato de Cánovas del Castillo|asesinato del presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo]] por el anarquista italiano [[Michele Angiolillo]] el 8 de agosto de 1897. Práxedes Mateo Sagasta se tuvo que hacer cargo del gobierno.{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=151-152}}
 
=== La guerra de Cuba (1895-1898) ===
Línea 255:
[[Archivo: Camilo García de Polavieja, de Edgardo Debás.jpg|thumb|left|General [[Camilo Polavieja]].]]
[[Archivo:Francisco Silvela y de la Vielleuze.jpg|thumb|[[Francisco Silvela]] (1903), sucesor de [[Antonio Cánovas del Castillo]] al frente del [[Partido Conservador (España)|Partido Conservador]].]]
En marzo 1899 el nuevo líder conservador, [[Francisco Silvela]], se hizo cargo del gobierno, lo que supuso un gran alivio para Sagasta a quien le había tocado estar al frente del Estado durante los días del ''desastre del 98''. {{Harvnp|Dardé|1996|p=124}} Silvela se hizo eco de las demandas de "[[regeneracionismo|regeneración]]" de la sociedad y del sistema político —él mismo caracterizó la situación como la de un país «sin pulso»—, lo que se tradujo en una serie de medidas reformistas. El proyecto de Silvela — y del [[general Polavieja]], ministro de la Guerra— consistía en «una fórmula de regeneración conservadora que trataba de salvaguardar los valores patrios en un momento de crisis nacional".{{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=154}}
 
La reforma más importante fue la [[reforma tributaria de Fernández Villaverde|tributaria]] llevada a cabo por el ministro de Hacienda [[Raimundo Fernández Villaverde]] que estaba diseñada para hacer frente a la difícil situación financiera del Estado como consecuencia del aumento del gasto público provocado por la guerra y para frenar la depreciación de la peseta y el alza de precios —con el consiguiente aumento del descontento popular—. {{Harvnp|Suárez Cortina|2006|p=155}} Esta reforma estuvo acompañada de la aprobación en 1900 de las dos primeras [[cuestión social|leyes sociales]] de la historia española, impulsadas por el ministro [[Eduardo Dato]]: una sobre accidentes laborales y otra sobre el trabajo de mujeres y niños. Además Silvela intentó integrar en su gobierno al nacionalismo catalán representado por la [[Lliga Regionalista]] que acababa de irrumpir en la vida pública —pero el ministra de Gracia y Justicia, [[Manuel Duran i Bas]], acabó dimitiendo—.{{Harvnp|Dardé|1996|p=124}}