Diferencia entre revisiones de «Mal holandés»

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Básicamente hay dos estrategias para reducir las amenazas del mal holandés: controlar el incremento de la [[tasa de cambio]] e incrementar la competitividad del sector manufacturero.
 
Un enfoque sería [[esterilizaciónEsterilización (economía)|esterilizar]] el súbito incremento de divisas, evitando repatriarlas de una sola forma masiva, conservando una parte en el exterior en fondos especiales para después repatriarlas en forma gradual y progresiva. Esta estrategia repercutirá en una reducción del efecto gasto público. Otro beneficio es la estabilización del flujo de divisas; situación preferible respecto a no saber cual sería el flujo anual relativo sujeto a las variaciones de mercado. Además, el país estaría ahorrando para las generaciones futuras. En los países en vía de de desarrollo este comportamiento pudiera resultar políticamente difícil, a causa del las frecuentes presiones a gastar en forma inmediata tales divisas para abatir la pobreza, pero esto no considera las más amplias implicaciones macro-económicas. Entre estos fondos soberanos se pueden citar los siguientes: el Fondo de Pensiones del gobierno de Noruega, el Fondo de Estabilización de la Federación Rusa, el Fondo Petrolífero Estatal de Azerbaiyán o el Fondo para las Generaciones Futuras del Estado de Kuwait fundado en 1976. Recientemente, estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Camboya han focalizado la necesidad de mejorar la instrucción de los funcionarios estatales y optimizar los cuadros operativos en el sector energético, en conexión con la creación de un posible Fondo de Riqueza Súbita (Sudden Wealth Fund) para evitar la paradoja de la bonanza. Una estrategia adicional consiste en incentivar el ahorro a fines de reducir el amplio flujo de capitales para evitar el incremento descontrolado de la tasa de cambio real. Una forma de estimular el ahorro sería mediante la reducción del impuesto sobre la renta. Incrementando el ahorro, el país puede reducir su necesidad de endeudarse para financiar el déficit público y las inversiones foráneas.
 
Invertir en educación e infraestructuras puede incrementar la competitividad del sector manufacturero. Esta estrategia podría aplicarse incluso en países en vías de desarrollo, aunque algunos de ellos son exportadores de cerebros.