Diferencia entre revisiones de «Psicología comunitaria»
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Las ideas base de esta nueva visión de la [[psicología]] se evidencian en el constructo "[[Sentido de Comunidad]] o Pertenencia" (Sense of Community), introducido el año 1974 por [[Seymour B. Sarason]], un destacado psicólogo educativo profesor emérito de la Universidad de Yale. Por estos mismos años se produjo la propuesta del modelo educativo piramidal hecha por Edward Seidman y Julian Rappaport, donde se proponía que psicólogos expertos en [[consejería]] trabajaran en forma conjunta con psicólogos de menor experiencia y '[[promotores comunales]]' realizando un trabajo educativo comunitario que permitiera aliviar los [[problemas]] de las personas y prevenir sus dificultades. Además, se produciría un intercambio de saberes que a [[futuro]] permitiría a las personas solucionar por si solas sus dificultades, es decir serían autónomos para ejercer poder sobre su [[bienestar]] emocional. Este [[Modelo social|modelo]] fue un [[planteamiento]] osado y revolucionario para la [[época]], siendo la piedra fundacional del enfoque de [[empoderamiento]].
En el año 1986, luego de 22 años de trabajo tras la senda de la propuesta de
La psicología comunitaria ha tenido un amplio desarrollo en América Latina, lo cual tiene sus raíces en las reflexiones académicas y prácticas de la década del ochenta. Entre sus principales representantes se encuentra [[Maritza Montero]], [[Irma Serrano-García]], [[Gerardo Marín]] e [[Ignacio Martín-Baró]] (S.J.), entre muchos otros. Sus principales referentes son la educación popular, la investigación acción participante de [[Orlando Fals Borda]], la [[teología de la liberación]], la [[sociología]] militante, la [[tecnología]] social de [[Jacobo Varela]], la [[sociología del desarrollo]], el trabajo comunitario, y las influencias de la [[psicología social]] aplicada europea de finales de los setenta. Junto a ello, las críticas de diversos profesionales en torno al auge de una psicología de corte empiricista, técnica y alejada del estudio de los problemas de desarrollo y justicia social en América Latina (que durante al menos tres décadas habían marcado el desarrollo de las ciencias sociales en el continente), terminaron por sentar las bases para la apertura de un campo profesional de marcada orientación al terreno y al contacto directo in-situ con las situaciones de precariedad.
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