Habis

rey de Tartessos

Habis,[1]​ también llamado Habido[2]​ o Abido, así como también Habidis [3]​, fue un mítico rey de Tartessos. Hijo de Gárgoris y de una de sus hijas.

Predecesor:
Gárgoris
Reyes míticos de
Tartessos

Sucesor:
Argantonio

Historia editar

Al final del libro sobre Hispania de sus Historiae Pompeyo Trogo (s. I d. C.), recogió este mito fundacional de los tartesios de Asclepíades de Mirlea, quien al impartir Gramática en la Turdetania debió de escucharlo de viva voz al pueblo iberorromano.

Gárgoris rey de Tartessos, había enseñado a los hombres como obtener la miel pero, pese a su sabiduría y en un momento de turbación, violó a su hija.

Cuando nació el fruto, intentó hacerlo desaparecer exponiéndolo a las fieras del bosque. Y he aquí que cuando mando buscar sus restos, lo encontraron insólitamente sano. Entonces, Gárgoris lo abandonó en un sendero donde lo pisoteasen los ganados, y tampoco allí murió así que lo arrojó entre una jauría de perros hambrientos, y nada; y luego en una pocilga de cerdos con la sorpresa de que lo alimentaban. Así que desesperado Gárgoris lo lanzó al Océano. Y he aquí que las olas, mansas por obra divina, lo depositaron en la orilla donde una cierva lo amamantó.

Entre los venados se crio hasta que, sorprendidos los cazadores por su habilidad y velocidad para triscar los montes, lo capturaron a lazo para ofrecérselo a Gárgoris como gran presente. El rey, tanto por su parecido como por unas marcas de nacimiento, lo reconoció de inmediato, y claro es, avergonzado y conmovido, lo nombró su sucesor y le dio el nombre de Habis.[4]

Se le atribuye el invento de la agricultura con arado, las leyes de Tartessos, la distribución de la población en siete ciudades y la prohibición de las labores de esclavo.

A su muerte, su dinastía reinó durante siglos sobre los tartesios.

Cita de Pompeyo Trogo editar

Por otra parte, los bosques de los tartesios, en los que los Titanes, se dice, hicieron la guerra contra los dioses, los habitaron los cunetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris fue el primero que descubrió la utilidad de recoger la miel. Éste, habiendo tenido un nieto tras la violación de su hija, por vergüenza de su infamia intentó hacer desaparecer al niño por medios diversos, pero, salvado de todos los peligros por una especie de fortuna, finalmente llegó a reinar por la compasión que despertaron tantas penalidades. Ante todo, ordenó abandonarlo y, pocos días después, al enviar a buscar su cuerpo abandonado, se encontró que distintas fieras lo habían alimentado con su leche. Después de llevarlo a casa, manda arrojarlo en un camino muy estrecho, por el que acostumbraba a pasar el ganado; hombre verdaderamente cruel, ya que prefería que su nieto fuera pisoteado en vez de darle muerte simplemente. Como también entonces había salido ileso y no estuvo falto de alimentos, lo arrojó primero a unos perros hambrientos y torturados por la privación de muchos días y después también a los cerdos. Así pues, puesto que no sólo no recibía daño, sino que además era alimentado por las ubres de algunas hembras, mandó por último arrojarlo al Océano. Entonces claramente por una manifiesta voluntad divina, en medio de las enfurecidas aguas y el flujo y reflujo de las olas, como si fuera transportado en una nave y no por el oleaje, es depositado en la playa por unas aguas tranquilas, y no mucho después se presentó una cierva, que ofrecía al niño sus ubres. Más tarde, por la convivencia con su nodriza el niño tuvo una agilidad extraordinaria y durante mucho tiempo recorrió montañas y valles en medio de los rebaños de ciervos, no menos veloz que ellos. Finalmente, apresado con un lazo, es ofrecido al rey como regalo. Entonces, por el parecido de las facciones y por las señales que se habían marcado a fuego en su cuerpo cuando pequeño, reconoce al nieto. Después, admirando tantas penalidades y peligros, él mismo lo designa su sucesor al trono. Se le puso el nombre de Habis, y después de haber recibido la dignidad real, fue de tal grandeza, que parecía no en vano arrancado a tantos peligros por la majestad de los dioses. De hecho, sometió a leyes a un pueblo bárbaro y fue el primero que enseñó a poner a los bueyes bajo el yugo del arado y a procurarse el trigo con labranza y obligó a los hombres, por odio a lo que él mismo había soportado, a dejar la comida silvestre y tomar alimentos más suaves. Sus vicisitudes parecerían fabulosas si no se contara que los fundadores de los romanos fueron alimentados por una loba y que Ciro, rey de los persas, fue criado por una perra. Prohibió al pueblo los trabajos de esclavo y distribuyó la población en siete ciudades. Muerto Habis, sus sucesores retuvieron el trono durante muchos siglos.[5]

La leyenda, recogida por el historiador romano Pompeyo Trogo,[6]​ fue narrada en verso en el culto poema Las Abidas (1566) de Jerónimo de Arbolanche.

Véase también editar

Referencias editar

  1. De Molina, J. M. «Habis, rey Tartesso. El mito del rey Tartesso Habis». España. 
  2. «Cuadernos de Trabajo de Historia de Andalucía. Carpeta V. Tema 3». Gran Enciclopedia de Andalucía. 
  3. Sánchez Dragó, Fernando (1978). Gargoris y Habidis. 
  4. «Tarteso, del mito a la realidad histórica (I)». La Biblioteca de Pergamo. 28 de noviembre de 2022. Consultado el 21 de marzo de 2023. 
  5. Justino. Epítome de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo. Fragmentos, Madrid, Gredos, 1995, edición y trad. de José Castro
  6. Arnaldos, Manuel (I - II a.C.). «Mito de Habis y Gárgoris». Enciclopedia Mercabá de Arqueología.