Democracia liberal

forma de gobierno caracterizada por la tolerancia y el pluralismo político
(Redirigido desde «Liberalismo democrático»)

La democracia liberal es una forma de gobierno que consiste en una democracia representativa. Se caracteriza por elecciones entre distintos partidos políticos, la separación de poderes, el Estado de derecho y la protección equitativa de los derechos humanos. Normalmente es moderada por una constitución que la regula en la protección de los derechos y las libertades individuales y colectivas.[1]​ Es la forma que revisten las democracias en la actualidad y se estructura en cinco pilares: soberanía popular, igualdad política, elecciones libres, voluntad de la mayoría y libertades individuales. Sin embargo, «no es aún la forma de gobierno mayoritaria» en el mundo.[2]

Democracias liberales.

Una democracia liberal puede tomar varias formas constitucionales como puede ser una monarquía constitucional.[3]​ Los derechos y las libertades garantizados por las constituciones de las democracias liberales son variados, pero normalmente incluyen gran parte de los siguientes derechos: a un debido proceso, a la intimidad, a la propiedad privada y a la igualdad ante la ley, así como las libertades de expresión, asociación y culto. En las democracias liberales esos derechos (a veces conocidos como "derechos fundamentales") suelen estar regulados bien constitucionalmente o bien mediante la ley. Además generalmente existen instituciones civiles con la capacidad de administrar o reforzar dichos derechos.

Las democracias liberales se suelen caracterizar por la tolerancia y el pluralismo político; las ideas sociales y políticas diferenciadas, incluso las más extremas, pueden coexistir y competir por el poder político siempre sobre una base democrática. Las democracias liberales celebran periódicamente elecciones donde los distintos grupos políticos compiten para alcanzar el poder.

El término "liberal" dentro de la expresión "democracia liberal" no implica que el gobierno de una democracia de este tipo deba seguir estrictamente la ideología política del liberalismo, si bien el concepto puro de "democracia liberal" nace de la corriente del liberalismo político.

Estructura: los cinco principios de la democracia liberal

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Según la politóloga de la Universidad de Barcelona Mariona Tomàs la democracia liberal se estructura en cinco pilares o principios: soberanía popular, igualdad política, elecciones libres, voluntad de la mayoría y libertades individuales.[4]

  1. Soberanía popular. Como el sentido etimológico de la palabra democracia indica (democracia es el «gobierno del pueblo») la titularidad última de los poderes del Estado se atribuye al «pueblo», es decir, al conjunto de los miembros de la comunidad política, el demos, sin distinción de ningún tipo (raza, sexo, religión, etc.). Cada uno de ellos tiene la capacidad de decidir (reconocimiento del pluralismo político), aunque el ejercicio del poder es cedido a una parte (democracia representativa).
  2. Igualdad política. Todos los ciudadanos tienen garantizado el derecho de decidir, de votar y de ser votados (sufragio universal).
  3. Elecciones libres. El mecanismo principal de ejercicio de la soberanía popular son las elecciones libres, imparciales, competitivas y periódicas, aunque pueden existir otras formas de participación ciudadana en la gestión pública (referéndum, plebiscito, etc.). Así pues, son los ciudadanos los que deciden quién gobierna a partir de las elecciones.
  4. Voluntad de la mayoría. La toma de decisiones se hace por mayoría, con distintos grados según el tipo de decisión (mayoría simple, mayoría absoluta, mayoría cualificada).
  5. Libertades individuales. Los derechos individuales y los derechos de las minorías están protegidos por la Constitución (o por las leyes cuando no existe una Constitución escrita, como en el caso de Reino Unido), lo que quiere decir que la voluntad de la mayoría no puede quebrantarlos ni vulnerarlos, atendiendo a que los individuos son portadores de iguales derechos.
 
Eduskunta. Existen varias naciones y territorios que afirman ser los primeros en establecer el sufragio universal. El Gran Ducado de Finlandia tenía sufragio universal completo en 1906.

La estabilidad política de las democracias liberales depende de un fuerte crecimiento económico, así como de instituciones estatales sólidas que garanticen elecciones libres, el estado de derecho y las libertades individuales.[5]​ Según Seymour Martin Lipset, aunque no son parte del sistema de gobierno como tal, un mínimo de libertades individuales y económicas, que dan como resultado la formación de una clase media significativa y una sociedad civil amplia y floreciente, se ven como condiciones previas para democracia liberal.[6]

Toda Constitución democrática liberal define el carácter democrático del Estado. El objetivo de una Constitución es frecuentemente el de fijar límites en la autoridad del gobierno. La tradición política americana enfatiza la separación de poderes, la judicatura independiente y un sistema de observación y control entre los distintos poderes. Muchas de las democracias europeas se centran más en la importancia de constituirse en un Estado de Derecho. La autoridad gubernamental es ejercida de forma legítima solamente en armonía con las leyes escritas y promulgadas de acuerdo con los procedimientos establecidos. Muchas democracias utilizan el federalismo (también conocido como separación vertical de poderes) que reparte el poder entre los gobiernos municipales, regionales y nacionales, para prevenir la concentración del poder e incrementar la participación ciudadana en cualquier lugar.

Requisitos

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¿Qué requisitos debe cumplir un país para ser considerado una democracia liberal?

Los ocho requisitos de Robert Dahl

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En ciencia política se siguen tomando como referencia para considerar a un país como democrático los ocho requisitos propuestos por Robert Dahl en su libro La poliarquía (1971) y que son los siguientes:[7]

  1. Libertad de asociación. Los ciudadanos deben poder unirse y formar grupos para defender sus intereses.
  2. Libertad de expresión. Los ciudadanos deber poder expresarse libremente sin ningún tipo de censura.
  3. Derecho de voto. Poder escoger libremente a sus representantes políticos.
  4. Derecho de elegibilidad para los cargos públicos. Poder presentarse para ser elegido.
  5. Elecciones libres e imparciales. Celebrar elecciones periódicas sin interferencias ni coacciones de ningún tipo y en las que los ciudadanos puedan escoger libremente entre distintas opciones políticas.
  6. Libertad de información. Que existan fuentes de información libres y plurales.
  7. Existencia de instituciones cuyas políticas sean dependientes del voto y otras formas de expresión de las preferencias. Es decir, tiene que estar garantizada la rendición de cuentas y la responsabilidad política.

Según Dahl de los ocho requisitos se derivan una decena de consecuencias deseables que convierten a la democracia liberal en el mejor de los sistemas políticos:[8]

Evita la tiranía, garantiza derechos esenciales, asegura una libertad personal más extensa, contribuye a las personas a proteger sus propios intereses, permite disponer leyes bajo elección, ofrece autonomía moral, promueve el desarrollo humano en mayor plenitud, fomenta un alto grado de igualdad política, logra que entre los países democráticos no existan guerras entre sí, y tiende a ser un sistema político con instituciones que favorecen que un país sea más próspero económicamente.

Por su parte Mariona Tomàs, actualizando la propuesta de Dahl, ha señalado que «la democracia [liberal] se ha ido estableciendo como el sistema más cercano al ideal de Gobierno del pueblo, gracias a distintas olas de democratización», pero que «no hay muchos países que puedan presumir de un sistema político democrático de larga duración y sin interrupciones». Según Tomàs sólo 21 países (de los cerca de 200 existentes en el mundo) tienen un sistema democrático sin interrupción desde 1945: quince europeos (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Países Bajos, Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Reino Unido, Suecia y Suiza), dos americanos (Canadá y Estados Unidos), dos asiáticos (Israel y Japón) y dos de Oceanía (Australia y Nueva Zelanda). De esta lista Tomàs matiza que Suiza no reconoció el sufragio femenino hasta principios de la década de 1970, y que en la República Democrática Alemana no hubo democracia hasta su unificación con la República Federal Alemana en 1991.[9]

La clasificación de Freedom House

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Mapa de la Libertad en el Mundo (Freedom in the World) en 2023, según Freedom House.      Libre      Parcialmente libre      No libre

Varias organizaciones y estudiosos políticos mantienen listas de países libres y no libres. De ellas, la más conocida es la "Polity Data Set"[10]​ de Freedom House.[11]​ Esta organización independiente publica anualmente la encuesta Freedom in the Wolrd sobre derechos políticos y libertades civiles en 195 países y 15 territorios, que son clasificados en países libres, parcialmente libres y sin libertad. En la encuesta publicada en 2023 84 países fueron catalogados como libres (donde habita el 20% de la población mundial), 54 como parcialmente libres (41% de la población mundial) y 57 como no libres (39%). Según esa encuesta sólo el 7% de la población de África vivía en un país libre y únicamente el 5% en Asia-Pacífico, mientras que en América el 72% y en Europa el 82%.[12]

Otros estudios coinciden en considerar como países libres en esas mismas fechas a los que integran la Unión Europea (con excepción de Polonia y Hungría), Reino Unido, Noruega, Suiza, Islandia, Japón, Corea del Sur, Taiwan, los Estados Unidos, Canadá, la India, Sudáfrica, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Costa Rica, Israel, Australia y Nueva Zelanda.[13][14][15][16][17][18]

El «Índice de democracia» de The Economist

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Mapa por países de la Unidad de Inteligencia de The Economist sobre su «Índice de democracia» en 2016. Los que están en azul son los que se consideran democracias plenas o democracias imperfectas (cuanto más intenso el azul, mayor grado de democracia). El resto de colores indican países no democráticos.

Desde 2006 la Unidad de Inteligencia del semanario británico The Economist publica cada año un «índice de democracia» sobre la base de 165 países y dos territorios. El índice se obtiene valorando cinco categorías: procesos electorales y pluralismo; libertades civiles; el funcionamiento del Gobierno; la participación política; y la cultura política. En función de los resultados obtenidos los países se clasifican en cuatro categorías: a) democracias plenas; b) democracias imperfectas; c) regímenes híbridos; d) regímenes autoritarios.[19]

En su informe de 2023 sólo consideró a 24 países como democracias plenas: catorce europeos (Noruega, Islandia, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Suiza, Irlanda, Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Suiza, Austria, Francia y España), cuatro americanos (Uruguay, Canadá, Costa Rica y Chile), dos de Oceanía (Australia y Nueva Zelanda), uno de África (República de Mauricio) y tres de Asia (Taiwan, Japón y Corea del Sur). Entre las 48 democracias imperfectas incluyó a Estados Unidos, Israel, Portugal, Italia y Bélgica. En cuanto al porcentaje de la población mundial, las democracias plenas solo representaban el 8% y las imperfectas el 37,3%, por lo que la mayoría de la población mundial (54,8%) vivía bajo regímenes no democráticos.[20]

Precondiciones

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Aunque no son partes del gobierno como tales, la presencia de una clase media y de una tolerante y floreciente sociedad civil suelen ser vistas como precondiciones para la democracia liberal.

En países sin una fuerte tradición democrática, la simple introducción de las elecciones libres raramente ha bastado para alcanzar la transición de la dictadura a la democracia; es necesario un cambio mucho mayor en la cultura política así como la formación gradual de las instituciones democráticas. Hay varios ejemplos, como en América Latina, de países que solo pudieron mantener la democracia de forma temporal o limitada hasta que sucedieron cambios culturales mayores que permitieron aplicar la voluntad de la mayoría.

Uno de los aspectos clave de la cultura democrática es el concepto de "oposición leal". Este es un cambio cultural especialmente complicado de alcanzar en naciones donde las transiciones de poder se han hecho históricamente mediante la violencia. La expresión viene a significar que todas las partes comparten unos mismos valores democráticos, de manera que un grupo político puede no estar de acuerdo con otro, pero debe siempre tolerar sus ideas y nunca intentar imponerlas por la fuerza. Las reglas de juego de la sociedad deben animar a la tolerancia y civismo en los debates públicos. En una sociedad así, los perdedores aceptan la decisión de los votantes una vez finalizadas las elecciones, y permiten una transferencia pacífica de poder. Los perdedores están seguros de que no perderán ni su vida ni su libertad, y que podrán continuar participando en la vida pública. Se oponen a la política específica del gobierno, pero son leales a la legitimidad fundamental del Estado y al proceso democrático.

Orígenes de la democracia liberal

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La democracia liberal toma sus orígenes (y el calificativo de liberal) de la época de la Ilustración europea. En aquel momento casi todos los estados de Europa eran monarquías, con el poder político ostentado por el rey o por la aristocracia. La posibilidad de la democracia no había sido considerada de forma seria por la teoría política desde la época grecorromana, y la creencia inherente a ella era la de la inestabilidad y el caos debido a los caprichos de la gente. Más adelante llegó a creerse que la democracia era algo antinatural, pues los humanos eran vistos como malvados por naturaleza, violentos y necesitados de un líder fuerte que reprimiera sus impulsos destructivos. Muchos de los reyes europeos mantenían que su poder era de derecho divino.

Estas ideas convencionales fueron desafiadas en un primer momento por un pequeño grupo de intelectuales ilustrados, quienes creían que los problemas humanos deberían ser guiados por la razón y los principios de libertad e igualdad. Argumentaban que todos los hombres habían sido creados iguales y por tanto la autoridad política no podía justificarse basándose en la "sangre azul", una supuesta conexión privilegiada con Dios, o cualquier otra característica que fuese alegada para hacer a una persona superior a otras. Finalmente pensaban que el gobierno estaba para servir al pueblo y no al revés, y que las leyes habían de ser aplicadas tanto a quienes gobiernan como a los gobernados (Estado de derecho).

A finales del siglo XVIII, estas ideas inspiraron la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa, que dieron a luz a la ideología del liberalismo e instituyeron formas de gobierno que intentaron llevar a la práctica los principios de los filósofos ilustrados.

Cuando fueron fundadas las primeras democracias liberales, sus simpatizantes eran vistos como un grupo extremista y peligroso que amenazaba la paz y estabilidad internacional. Los absolutistas que se oponían al liberalismo y a la democracia se consideraban los defensores de los valores tradicionales y del orden natural de las cosas, y su crítica a la democracia parecía justificada cuando Napoleón Bonaparte tomó el control de la joven Primera República Francesa, reorganizada como el Primer Imperio Francés y comenzó su proceso de conquista de Europa. Napoleón fue finalmente derrocado y se formó la Santa Alianza como medio de prevención de cualquier intento posterior de instaurar el liberalismo o la democracia en Europa.

A pesar de estos obstáculos los ideales liberales democráticos pronto se extenderían entre la población, y en el siglo XIX la monarquía tradicional entró en un estado de defensa continuada. Las reformas y revoluciones ayudaron a que la mayoría de los países europeos se acercasen al liberalismo, que dejó de ser una opción extrema y pasó a ser la corriente dominante en política. Al mismo tiempo, aparecieron ciertas ideologías no liberales que tomaron el concepto de democracia liberal y lo reformaron a su manera. El espectro político cambió: la monarquía tradicional se fue convirtiendo en una idea extremista mientras la democracia liberal fue calando en la gente hasta ocupar la posición dominante en la política. A finales del siglo XIX, la democracia liberal ya no era solamente una idea "liberal", sino que era apoyada por diferentes ideologías. Tras la Primera Guerra Mundial y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, la democracia liberal alcanzó una posición dominante entre las teorías de gobierno y hoy en día es apoyada por la inmensa mayoría del espectro político.

Tipos de democracias liberales

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Las democracias liberales se pueden agrupar en dos grandes tipos atendiendo al carácter hereditario o electivo de la Jefatura del Estado: las monarquías parlamentarias (Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Dinamarca, Suecia, Noruega, España y Japón; también Australia y Canadá) y las repúblicas . Estas últimas presentan tres variantes principales en función de la manera como se relacionan el poder ejecutivo y el poder legislativo: presidencialistas (Estados Unidos y las democracias de Latinoamérica), semipresidencialistas (Francia) y parlamentarias (las repúblicas europeas).[21]

Un sistema presidencialista es una forma de gobierno de una república donde el poder ejecutivo es elegido separadamente del legislativo. Un sistema parlamentario se distingue porque el poder ejecutivo depende de manera directa o indirecta del Parlamento, dependencia expresada por las mociones de confianza y de censura. El sistema presidencialista democrático se ha hecho popular en América Latina, África y algunos países de la antigua Unión Soviética, siendo el ejemplo más claro el de los Estados Unidos. El sistema parlamentario es popular en la Unión Europea y los países vecinos.

Las democracias liberales también se pueden clasificar según el tipo de sistema electoral: mayoritario o proporcional. El sistema de escrutinio uninominal mayoritario asigna puestos según las mayorías dentro de una circunscripción. El partido político o candidato que recibe más votos gana el puesto por esa circunscripción. Las distintas formas de representación proporcional asignan puestos según la proporción de votos individuales que un partido recibe en todo el país o en una determinada región.

Algunos países como Alemania y Nueva Zelanda resuelven el conflicto entre ambas formas de representación teniendo dos tipos de escaños en las cámaras bajas de sus parlamentos federales. Los escaños del primer tipo son asignados según la población de las regiones, y los restantes son asignados de acuerdo a la proporción de los votos obtenidos por los partidos en el país. Este sistema es conocido como representación proporcional mixta.

Críticas a la democracia liberal

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La democracia liberal ha sido criticada desde la derecha y desde la izquierda, coincidiendo a veces en sus posiciones antiliberales como cuando la califican peyorativamente como una plutocracia.[nota 1]​ Más específicamente, una parte de la izquierda ha considerado que la democracia directa o la democracia participativa son fórmulas superiores a la democracia representativa, identificada con la democracia liberal ya que esta sería una especie de oligarquía disfrazada.[nota 2]​ También se han señalado sus dificultades para enfrentar los conflictos étnicos y religiosos,[nota 3]​ así como la excesiva influencia de los lobbys.[nota 4]​ Asimismo se la ha calificado como una «democracia formal», como una «democracia burguesa» o como la «tiranía de la burguesía»,[nota 5]​ señalando al mismo tiemp su estrecha vinculación con el capitalismo,[nota 6]​ que no evita las hambrunas, ni asegura el desarrollo humano.[nota 7]

Desde la derecha, como en el caso de los liberales libertarios, se le atribuye a la democracia liberal una supuesta tendencia a limitar las libertades individuales.[nota 8]​ También se critica que los gobiernos solo actúan en el corto plazo, al estar siempre pensando en cómo ganar las siguientes elecciones.[nota 9]​ Asimismo se afirma que la democracia liberal es una oclocracia.[nota 10]​ y que se caracteriza por la «tiranía de la mayoría».[nota 11]​ También se cuestiona su capacidad para lograr la estabilidad política[nota 12]​ o para hacer frente a situaciones conflictivas como las guerras.[nota 13]

  1.  
    José Pardo Barreda y Manuel Candamo, dos de los principales miembros de Los veinticuatro amigos, un grupo de oligarquía que gobernó Perú durante la época aristocrática.
    Plutocracia (del Griego , ploutos 'riqueza' y kratos 'poder') es una forma de oligarquía en la que una sociedad está gobernada o controlada por la minoría formada por sus miembros más acaudalados. El primer uso conocido del término se debe a Jenofonte.[22]​ Al contrario que otros sistemas como la democracia, el capitalismo, el socialismo o el anarquismo, la plutocracia no está fundamentada en ninguna teoría de filosofía política. El concepto es habitualmente empleado en un sentido peyorativo,[23]​ para prevenir de los riesgos de un sistema de gobierno excesivamente influido por los estratos más acaudalados de una sociedad. En ese sentido, la plutocracia se presenta como una síntesis crítica que se hace a la democracia, el sufragio universal y al parlamentarismo, cuyo funcionamiento puede verse excesivamente distorsionado por los miembros más ricos de una sociedad.[24][25]
  2. Se argumenta que el poder es realmente ostentado por un grupo de representantes relativamente pequeño. Así, el argumento sigue con que la "democracia liberal" no es más que una oligarquía disfrazada, siendo lo preferible la democracia directa. Las nuevas tecnologías pueden permitir la implantación de sistemas como la democracia electrónica. Sin embargo, algunas democracias liberales tienen ciertos elementos de participación directa como pueden ser los referendos o plebiscitos. En países como Suiza o Uruguay se emplean para pulsar la opinión popular sobre infinidad de cuestiones legales, mientras que en otros quedan limitados a temas de extrema importancia como es, en España, la reforma de las llamadas "señas de identidad" de la Constitución de 1978, principios básicos en su elaboración (Título Preliminar; sección 1 del capítulo 2 del título I, referido a los derechos y libertades fundamentales; y el Título II, referido a la jefatura del Estado), así como algunos acuerdos de gran trascendencia en la vida pública (adhesión a tratados internacionales, por ejemplo).
  3. Por razones históricas, muchos estados no son homogéneos cultural ni étnicamente hablando, e incluso puede haber marcadas diferencias de raza, idioma, religión o cultura. De hecho, algunos grupos pueden ser activamente hostiles hacia otros. Una democracia, que por definición permite la participación masiva en la toma de decisiones teóricamente también permite el uso del proceso político contra los grupos "enemigos". Esto puede ser especialmente visible durante los procesos de democratización, si el gobierno autoritario anterior oprimió a ciertos colectivos. Esto se ve también en democracias ya establecidas, sobre todo en forma de populismo racista o contra la inmigración. Sin embargo, también es cierto que las peores represiones tuvieron lugar en estados en los que no estaba establecido el sufragio universal, como el apartheid en Sudáfrica o el caso de la Alemania nazi. A la caída de la socialista y totalitaria Unión Soviética y democratización parcial de los estados del bloque soviético siguieron guerras y guerras civiles en la antigua Yugoslavia, en el Cáucaso y en Moldavia. Sin embargo, las estadísticas muestran que a la caída del socialismo/comunismo y al aumento del número de estados democráticos acompañó un repentino aumento de las guerras entre estados, étnicas, revoluciones, pobreza... así como el número de refugiados y desplazados.[26]
  4. La teoría de la elección pública es una parte de la economía que estudia el comportamiento de los votantes, políticos y gobernantes durante la toma de decisiones desde la perspectiva de la teoría económica. Un problema estudiado es que cada votante por sí solo apenas tiene influencia y puede tener por tanto cierta "ignorancia racional" sobre temas políticos. Esto puede permitir a los lobbys conseguir subvenciones y cambios legales que les benefician pero que no son buenos para la sociedad en general. Sin embargo, estos grupos pueden tener la misma influencia o incluso más en sistemas no democráticos.
  5. Algunos marxistas, comunistas, socialistas y anarquistas argumentan que la democracia liberal está constitutivamente basada en clases, por lo que nunca puede ser democrática ni participativa. Se la conoce como democracia burguesa porque en última instancia los políticos luchan solo por los derechos de la burguesía. De acuerdo con algunos marxistas, la representación de los intereses de las diferentes clases es proporcional a la influencia económica que una clase particular puede comprar (a través de sobornos, la transmisión de la propaganda, el chantaje económico, la campaña de "donaciones", etc.) Por lo tanto, el interés público, en las llamadas democracias liberales, está dañado sistemáticamente por la riqueza de las clases lo suficientemente ricas para ganar (la aparición de) la representación. Debido a esto, las democracias multipartidistas bajo la ideología capitalista siempre se distorsionan y antidemocrático, su funcionamiento solo la promoción de los intereses de clase de los propietarios de los medios de producción.
    De acuerdo con Marx, la clase burguesa se convierte en ricos a través de una unidad de apropiarse de la plusvalía de las labores creativas de la clase obrera. Esta unidad obliga a la clase burguesa para amasar fortunas cada vez mayores al aumentar la proporción de la plusvalía mediante la explotación de la clase obrera a través de la limitación términos y condiciones lo más parecidas a los niveles de pobreza como sea posible de los trabajadores. (Por cierto, esta obligación demuestra el claro límite a la libertad burguesa, incluso para la propia burguesía.)
    Así, según Marx, las elecciones parlamentarias no son más que un cínico intento sistemático de engañar a las personas al permitirles, de vez en cuando, apoyar una u otra de las opciones predeterminadas por la burguesía de qué partido político puede defender mejor los intereses del capital. Una vez elegido, este parlamento, como dictadura de la burguesía, promulga reglamentos que apoyan activamente los intereses de su verdadera circunscripción, la burguesía.
    Vladímir Lenin afirmó que la democracia liberal, simplemente se había utilizado para dar una ilusión de democracia, mientras que mantenía la dictadura de la burguesía. En resumen, las elecciones populares no son más que la apariencia de tener el poder de decisión de quién de los de la clase dominante, es lo tergiversador del pueblo en el parlamento.
  6. Estadísticamente, un alto grado de democracia y el crecimiento del PIB per cápita están relacionados. Sin embargo, existe cierto desacuerdo sobre cuánto de cierto es esto. Una observación al respecto es que la democracia solo pudo extenderse por el mundo tras la revolución industrial y la introducción del capitalismo. Por otro lado, comentar que la revolución industrial se inició en Inglaterra, uno de los países más democráticos de la época.
    Varios estudios estadísticos apoyan la teoría de que cuanto más arraigado está el capitalismo (algo que se puede medir mediante los Índices de Libertad Económica empleados en ciertos de estudios por investigadores independientes)[27]​ mayor es el crecimiento económico y por tanto se incrementa la prosperidad general, se reduce la pobreza y se favorece la democratización. Esta es una tendencia estacional, y hay excepciones individuales como la India, país democrático pero que no podría decirse próspero económicamente, o Brunéi, que tiene un elevado PIB pero nunca ha sido democrático. Hay otros estudios que sugieren que la democracia hace aumentar la libertad económica aunque unos pocos encuentren pequeños efectos negativos.[28][29][30][31][32][33]​ Una objeción puede ser que países como Suecia o Canadá quedan encuadrados por debajo de otros como Chile y Estonia en los Índices de Libertad Económica, aun teniendo Suecia y Canadá mayor renta per cápita. Sin embargo, esto es un error de comprensión, los que los estudios indican son los efectos sobre el crecimiento económico y así esa futura renta per cápita será mayor con una mayor libertad económica. También debería tenerse en cuenta que según los índices Suecia y Canadá están entre los países más capitalistas del mundo gracias a factores como un consolidado Estado de derecho, un fuerte derecho a la propiedad y pocas restricciones al libre comercio. Los críticos afirman que el Índice de Libertad Económica y otros métodos empleados no miden el grado de capitalismo, prefiriendo otra definición.
    Algunos sostienen que el crecimiento económico asegura automáticamente la transición hacia la democracia, en países tales como China. Sin embargo, otros rechazan esta idea. Aunque el crecimiento económico ha sido en el pasado causa de procesos de democratización, puede que no sea así en el futuro. Además los dictadores saben cómo controlar sus países de modo que se produzca crecimiento económico sin apenas conceder libertades políticas.[34]
    Un alto nivel de exportaciones de petróleo y minerales está fuertemente asociado a regímenes no democráticos, algo que se aplica no solo a Oriente Medio si no a todo el mundo. Los dictadores cuyos países viven de estas industrias pueden gastar más en sus dispositivos de seguridad y proporcionar beneficios que disminuyen el malestar social. Además, esta bonanza económica no va seguida de los cambios sociales y culturales que posibilitan la transformación de las sociedades en crecimiento económico.[35]
    Un reciente meta-análisis concluye que la democracia no tiene efectos directos sobre el crecimiento económico. Sin embargo, sí que produce de forma indirecta efectos que contribuyen al desarrollo. La democracia está asociada con una mayor acumulación de capital humano, menor inflación, menor inestabilidad política y mayor Índice de Libertad Económica.[36]​Dejando el Lejano Oriente, durante los últimos 40 años las democracias pobres han visto crecer sus economías un 50% más rápido que los países autoritarios. La economía de democracias como las de los Países Bálticos, Botsuana, Costa Rica, Ghana o Senegal han crecido más rápidamente que las de otros países no democráticos como Angola, Siria, Uzbekistán o Zimbabue.[37]​ De las 80 peores catástrofes financieras de las últimas cuatro décadas, solo 5 ocurrieron en democracias. De forma similar, las democracias pobres tienen la mitad de probabilidades que un régimen no democrático de sufrir una caída del 10% en el PIB en un solo año.[37]
  7. Un importante economista, Amartya Sen, advirtió que las democracias ineficaces incluso han sufrido hambrunas a gran escala.[38]​ Esto incluye a las democracias que no han sido muy prósperas a lo largo de la historia, como la India, cuya última gran hambruna tuvo lugar en 1943 y que fue precedida de muchas otras durante el dominio británico del siglo XIX. Sin embargo, otros defienden que la hambruna de Bengala de 1943 fue consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las crisis humanitarias suelen ocurrir en países no democráticos. Analizando el flujo de refugiados en los últimos veinte años, se puede ver que casi 90 sucesos tuvieron lugar en regímenes autoritarios.[39]​ Además, también se ha subrayado que la democracia está correlacionada con una mayor puntuación en el índice de desarrollo humano y una menor relevancia en el índice de pobreza. Las democracias pobres tienen mejor educación, mayor esperanza de vida, menor mortalidad infantil, más fácil acceso al agua potable y mejor sanidad que las dictaduras pobres. Esto no es debido a mayores niveles de ayuda exterior o a mayores gastos sobre el PIB en educación o salud. Lo que realmente ocurre es que se gestionan mejor los recursos disponibles.[39]​ Ciertos indicadores de sanidad (esperanza de vida, mortalidades infantil y maternal) están más fuertemente relacionados con la democracia que otros económicos como el PIB per cápita, el porcentaje de sector servicios o la balanza de pagos.[40]​En las democracias post-comunistas, tras su declive inicial, se experimentó un importante aumento en su esperanza de vida.[41][42]
  8. Una crítica persistente que los liberales libertarios y de los monárquicos achacan a la democracia es que anima a los representantes electos a cambiar las leyes sin necesidad alguna para ir poco a poco cambiando todo el sistema legal. Esto es visto en cierto modo pernicioso. Las nuevas leyes recortan el alcance de las anteriores libertades privadas. Las leyes modificadas repetidamente dificultan a la gente respetuosa con las normas mantenerse al día. Esto puede incitar a las fuerzas del orden a hacer un uso incorrecto de su poder. La contestada complicación continua de las leyes puede ser contraria a la ley natural sencilla y eterna, aunque no hay un consenso sobre lo que esta "ley natural" es, incluso entre sus defensores. Aquellos que apoyan la democracia señalan que la burocracia compleja y las regulaciones eran propias de las dictaduras.
  9. Las democracias liberales modernas, por definición, permiten los cambios regulares de gobierno. Esto ha llevado a una crítica generalizada sobre su trabajo a corto plazo. En cuatro o cinco años los gobiernos deberán volver a afrontar unas elecciones, y deben pensar en como ganarlas. Este hecho hace que prefieran llevar a cabo políticas que les proporcionen beneficios a corto plazo al electorado (o a los propios políticos) antes de las siguientes elecciones, a otras acciones impopulares cuyos beneficios tarden más en ser apreciados. Esta crítica asume que es posible hacer predicciones a largo plazo acerca de la sociedad, algo que Karl Popper ha criticado con el nombre de historicismo.
  10. Oclocracia o gobierno de la muchedumbre (del griego ὀχλοκρατία ojlokratía ‘poder de la turba’) refiere a una forma indirectamente autoritaria de gobierno, surgida de la degeneración de la democracia, en la que el poder real es detentado por masas que ejercen una influencia ilegítima sobre las autoridades civiles.[43]

    El término fue acuñado por Polibio, historiador griego, en su obra Historias (6.3.5 a 6.4.10),[44]​ escrita en torno al año 200 a. C. Polibio desarrolló su propia teoría de la anaciclosis, basándose en las tres formas de gobierno aristotélicas y sus correspondientes formas impuras, sustituyendo la demagogia, como forma degenerada de la democracia, por el nuevo concepto de oclocracia. Así, la oclocracia es una de las formas de degeneración de la democracia, del mismo modo que la monarquía puede degenerar en tiranía o la aristocracia en oligarquía.[45]​ A veces se confunde con la tiranía de la mayoría, dado que ambos términos están íntimamente relacionados.[46]

    Mientras que, etimológicamente, la democracia es el 'gobierno del pueblo' que con la voluntad general legitima al poder estatal, la oclocracia es el 'gobierno de la muchedumbre',[47]​ es decir, «la muchedumbre, masa o gentío es un agente de producción biopolítica que, a la hora de abordar asuntos políticos, presenta una voluntad viciada, propensa a la evicción, confundida e irracional, por lo que carece de capacidad de autogobierno y, por ende, no conserva los requisitos necesarios para ser considerada como pueblo».[48]
  11. La "tiranía de la mayoría" es el miedo de que un gobierno democrático, reflejando el punto de vista de la mayoría, pueda tomar acciones que opriman a una minoría concreta. Teóricamente, la mayoría podría ser solamente una mayoría sobre los que votan y no una mayoría sobre los ciudadanos. En esos casos, una minoría tiraniza a otra en el nombre de la mayoría. Esto puede aplicarse tanto a la democracia directa como a la representativa. Algunos ejemplos serían: las minorías pueden ser propensas a las conspiraciones; varios países europeos han prohibido portar símbolos religiosos en colegios públicos (los opositores ven esto como una violación del derecho de libertad de culto; sus defensores lo ven como consecuencia de la separación Iglesia-Estado); la prohibición de la pornografía es típicamente determinada porque se supone que la mayoría está de acuerdo con ello; el uso recreativo de las drogas está típicamente legalizado (o al menos tolerado) hasta el grado de que la mayoría lo encuentra aceptable (los usuarios pueden verse a sí mismos como una minoría oprimida, víctima de una guerra injustificada contra la droga); el tratamiento que la sociedad hace de la homosexualidad también puede incluirse (hasta hace algunas décadas las acciones consideradas propias de homosexuales estaban duramente castigadas en las democracias, reflejando la moral religiosa o sexual de la mayoría); la democracia ateniense y la norteamericana en sus principios permitían la esclavitud; la mayoría a menudo grava a las minorías más pudientes con tramos impositivos más elevados, con la intención de que esos impuestos se conviertan en una carga para ellos en favor de la sociedad (sin embargo, esto normalmente queda contrarrestado hasta cierto punto por su más fácil acceso a consejeros expertos: asesores fiscales y abogados); en las democracias occidentales desarrolladas, los pobres forman una minoría de la población que queda en desventaja respecto de una mayoría que se queja cuando suben las comisiones bancarias (más grave es el caso en que, cuando los pobres forman una clase baja diferenciada, la mayoría puede aprovecharse del proceso democrático para reducir o eliminar las ayudas sociales del estado); un ejemplo citado con frecuencia de "tiranía de la mayoría" es la llegada al poder del dictador Adolf Hitler mediante procedimientos democráticos.[49]​ (el partido nazi consiguió el mayor número de votos de las elecciones al Reichstag efectuadas durante la República de Weimar en 1932 y luego Hitler utilizó este factor como una de sus armas para presionar en la obtención de la Cancillería (lo que obtuvo en 1933); algunos consideran que esto es un ejemplo de "tiranía de la minoría", debido a que nunca consiguieron la mayoría absoluta, pero es muy común que quien ha obtenido la mayoría relativa ejerza el poder en las democracias, así que la subida al poder de Hitler no puede ser considerada irrelevante. Sin embargo, sus violaciones a gran escala de los derechos humanos tuvieron lugar tras la abolición del sistema democrático. Además, la Constitución de Weimar permitía en caso de "emergencia" que el canciller tomase el poder absoluto y cancelar los derechos fundamentales sin necesidad de aprobación alguna, algo que no es posible en las democracias liberales actuales.
    Los defensores de la democracia presentan diversos argumentos en favor de la "tiranía de la mayoría". Uno es que la presencia de una Constitución que protege los derechos de todos los ciudadanos en la mayoría de los países democráticos funciona como salvaguarda. Generalmente, los cambios en estas Constituciones requieren la aprobación por parte de una mayoría cualificada de los representantes electos, de un juez y un jurado que opinen que se han seguido de forma evidente los procesos correctos, o la opinión de la cámara de representantes antes y después de unas elecciones o incluso un referéndum. Estos requisitos a menudo están combinados. La separación de poderes en poder legislativo, ejecutivo y judicial también dificulta a una pequeña mayoría imponer su voluntad. Esto significa que una mayoría puede coaccionar legalmente a una minoría (si bien es éticamente cuestionable), pero una minoría sería muy pequeña y, en la práctica, es más difícil obtener una mayor proporción de gente que aprueba tales acciones.
    Otro argumento es que las mayorías y las minorías pueden tomar posiciones marcadamente diferentes en diferentes temas. La gente a menudo está de acuerdo con la mayoría en algunas cosas y con la minoría en otras, pues la opinión de las personas varía. Así, los miembros de una mayoría pueden limitar la opresión de una minoría puesto que en el futuro ellos mismos pueden convertirse en minoría.
    Un tercer argumento muy empleado es que, a pesar de los riesgos, el uso de la voluntad de la mayoría es preferible a otros sistemas, y la "tiranía de la mayoría" es en todo caso mejor que la de la minoría. Todos los posibles problemas mencionados hasta ahora pueden tener también lugar en sistemas no democráticos con el problema añadido de que la minoría en el poder puede oprimir a la mayoría. Los defensores de la democracia sostienen que las estadísticas afirman de forma concluyente que un mayor grado de democracia lleva a experimentar menos problemas internos. Esto es formulado a veces como la Ley de Rummel, que afirma que cuanta menos libertad democrática tiene un pueblo, más probable es que se produzcan genocidios por parte de los poderosos.
  12. Un argumento en favor de la democracia es que creando un sistema donde el pueblo pueda cambiar gobiernos sin cambiar las bases legales, se reduce la incertidumbre e inestabilidad políticas y se asegura que si los ciudadanos no están de acuerdo con la política del gobierno de turno, podrán cambiarlo en las próximas elecciones o utilizar mecanismos como la revocatoria del mandato para terminar con ellos antes del periodo establecido. Esto es preferible a un sistema en que los cambios políticos tengan lugar a través de la violencia.
    Sin embargo, algunos piensan que la estabilidad política puede ser considerada como excesiva cuando el partido en el poder es el mismo durante mucho tiempo. Por otra parte, esto es algo más común en los sistemas no democráticos, aunque existen excepciones notables como el caso del PRI en México.
    Una característica notable de las democracias liberales es que sus oponentes (aquellos que buscan su abolición) rara vez ganan unas elecciones. Los defensores emplean esto como argumento para sostener su idea de que la democracia liberal es estable de forma inherente y que solo puede ser derrocada por la fuerza, mientras que sus oponentes argumentan que el sistema está en su contra por naturaleza pese a la supuesta imparcialidad. En el pasado, se temía que la democracia pudiese ser fácilmente aprovechada por líderes con aspiraciones dictatoriales que alcanzasen el poder en unas elecciones. Sin embargo, el número de democracias liberales que han elegido como gobernantes a futuros dictadores es bajo. Cuando esto ocurre, suele ser tras una gran crisis que ha provocado que el pueblo no confíe en el sistema o bien en democracias jóvenes o mal establecidas. Algunos ejemplos serían el ascenso al poder de Adolf Hitler en Alemania tras unas elecciones o cómo Napoleón III se convirtió en el primer Presidente de la Segunda República Francesa para luego proclamarse Emperador.
  13. En una democracia liberal, por definición, los poderes no están concentrados. Una crítica a esto es que podría suponer una desventaja para un estado en tiempo de guerra, cuando se necesita una respuesta rápida y unificada. Normalmente los Parlamentos deben dar su consentimiento antes de comenzar una ofensiva militar, aunque a veces el Gobierno puede ordenarlo por sí solo mientras mantenga informado a la cámara o cámaras. Sin embargo, en caso de ataque contra el país, no se necesita consentimiento para las operaciones defensivas. La gente puede votar en contra de un ejército popular. Los ejércitos de las monarquías y dictaduras pueden, en teoría, actuar de forma inmediata. Sin embargo, actuales estudios muestran que las democracias tienen más posibilidades de ganar las guerras que los países no democráticos. Una explicación lo atribuye en principio a la "transparencia de las políticas aplicadas y a la estabilidad de las preferencias de los gobernantes, de manera que una vez determinadas éstas, son más capaces de colaborar con sus aliados en el manejo de la situación de guerra". Otras investigaciones lo atribuyen a la superior movilización de recursos o que las democracias suelen entrar únicamente en guerras en que tengan altas probabilidades de ganar.[50]​ Stam and Reiter (2002, p. 64-70) también destacan que el énfasis en la individualidad propio de las sociedades democráticas lleva a que sus soldados luchen con más iniciativa y guiados por un fuerte liderazgo. Los oficiales en las dictaduras son a menudo seleccionados por su lealtad política más que por su capacidad militar, aparte de poder ser escogidos únicamente de entre una reducida clase poderosa o grupo religioso o étnico que apoye al régimen. Esto suele excluir a buena parte de los oficiales más capacitados. Los líderes no democráticos pueden responder de forma violenta a cualquier tipo de crítica o desobediencia. Esto puede hacer que soldados y oficiales teman alzar cualquier objeción o hacer algo sin autorización explícita. La falta de iniciativa puede ser particularmente negativa en las formas modernas de guerra. Los soldados enemigos pueden rendirse de modo más fácil a los ejércitos de las democracias puesto que esperan un buen trato como prisioneros de guerra. La Alemania Nazi mató a casi 2/3 de los soldados soviéticos capturados. El 38% de los soldados americanos apresados por Corea del Norte en la guerra de Corea fueron asesinados. Y por otro lado, un sistema democrático puede proveer mejor información para las decisiones políticas. La información que refute las ideas a estudiar puede ser más fácilmente ignorada en las dictaduras, incluso si advierte de problemas graves o a muy corto plazo. Además las democracias poseen medios para reemplazar a los líderes ineficientes. Por ello los problemas de larga duración y las crisis de todo tipo son más comunes en los regímenes autoritarios.[37]​ Por otro lado, investigaciones del Banco Mundial sugieren que las instituciones políticas son extremadamente importantes a la hora de determinar la prevalencia de la corrupción: la democracia, los sistemas parlamentarios, la estabilidad política y la libertad de prensa están asociadas a la baja corrupción.[51]

Referencias

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Bibliografía

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Véase también

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