México durante la Segunda Guerra Mundial

Participación de Mexico en la segunda guerra mundial

La participación de México en la Segunda Guerra Mundial tuvo su primer antecedente con las gestiones diplomáticas realizadas por el gobierno ante la Liga de las Naciones a raíz de la segunda guerra italo-etíope. No obstante, este se intensificó con los hundimientos de buques petroleros por ataques de submarinos alemanes, declarando en mayo de 1942 la guerra a las Potencias del Eje. El conflicto internacional influyó profundamente en la política y economía del país.

México durante la Segunda Guerra Mundial
Guerra del Pacífico y del Teatro de operaciones de América del Norte y el Caribe
Parte de historia de México
Fecha 1942-1945
Lugar Filipinas
Resultado Victoria Aliada
Beligerantes
Aliados:

Bandera de México México


Bandera de Estados Unidos Estados Unidos

Brasil
Reino de Etiopía
Bandera de Checoslovaquia Checoslovaquia
Bandera de Bélgica Bélgica
Bandera de los Países Bajos Países Bajos
Bandera de Luxemburgo Luxemburgo
Bandera de Polonia Polonia
Bandera del Reino Unido Reino Unido
Bandera de la Unión Soviética Unión Soviética (1941-1945)
Francia Libre (1940-1944)

Bandera de Filipinas Mancomunidad Filipina
Eje:

Bandera de Alemania Alemania Nazi
Bandera de Italia Italia Fascista (1940-1943)
Bandera de Italia República Social Italiana (1943-1945)
Bandera de Francia Francia de Vichy (1940-1944)
Bandera de Japón Japón
Bandera de Rumania Rumania (1941-1944)
Bandera de Hungría Hungría (1941-1944)
Bandera de Bulgaria Bulgaria (1941-1944)


Comandantes
Manuel Ávila Camacho,
Antonio Cárdenas Rodríguez.
Lázaro Cárdenas del Río
Bandera de Alemania Adolf Hitler

Bandera de ItaliaBandera de Italia Benito Mussolini
Bandera de Japón Hirohito

Bandera de Japón Hideki Tōjō
Fuerzas en combate
Escuadrón 201 y otros contingentes con licencia del Congreso.

A diferencia de la mayoría de las naciones involucradas, los efectos de la guerra fueron en gran medida positivos para México.

Historia editar

Antecedentes editar

Antes del comienzo de la guerra, el gobierno mexicano mostró desaprobación por las naciones fascistas en distintas ocasiones. El 6 de noviembre de 1935, México se sumó a los bloqueos económicos de la Liga de las Naciones contra el Reino Italiano por la invasión y anexión del Reino de Etiopía.[1]​ Unos años más tarde, el 19 de marzo de 1938, México protestó ante la Sociedad de las Naciones el atropello a la soberanía austríaca tras la anexión de Austria a la Alemania nazi. Sin embargo, el Reino Unido, Francia y Estados Unidos mantuvieron silencio.[2]

El caso más célebre de rechazo mexicano al fascismo fue el reconocimiento de la República Española en el exilio. El 17 de junio de 1939, el gobierno de México retiró su embajada del territorio español, dejando los asuntos diplomáticos en manos de la embajada cubana.[3]​ Desde 1937, refugiados españoles –especialmente republicanos– empezaron a llegar a las costas mexicanas y siendo recibidos por las autoridades mexicanas en el Puerto de Veracruz, donde llegaban los barcos cargados de españoles y de algunos judíos perseguidos en Europa por los nazis.

A pesar de la tensión contra el expansionismo fascista, las relaciones diplomáticas de México con las naciones democráticas tampoco eran envidiables. Desde la expropiación petrolera el 18 de marzo de 1938, el Reino Unido rompió relaciones con México,[4]​ y Estados Unidos mantenía un bloqueo comercial contra México. Además, la Unión Soviética había retirado su embajador desde que el gobierno cardenista brindó asilo político a León Trotski quién era enemigo del régimen que mandaba Iósif Stalin.[5]​ Las relaciones con el Reino Unido y la Unión Soviética no se reestablecieron hasta 1942.[6]

Sin embargo la neutralidad de México en la Segunda Guerra Mundial tuvo que cambiar y decidir su posición al incidir situaciones de carácter geográfico, político y económico, como fueron la vecindad con los Estados Unidos, la solución dada por el presidente Franklin Delano Roosevelt al problema petrolero de México, la necesidad de los países aliados de contar con el petróleo mexicano para la guerra y la recuperación económica del país.

Situación social interna editar

La situación social que se vivió en México durante el final del sexenio de Lázaro Cárdenas, y la totalidad del sexenio de Manuel Ávila Camacho, fue de una profunda desigualdad socioeconómica. Para 1940, la clase alta de México representaba tan sólo el 1.05 %, la clase media el 15.87 % y la clase baja el 83.08 %. En pocas palabras era un país de campesinos.[7]​ La mayoría de la población del país era agricultora, vivía en el campo y empezaba el surgimiento de una clase trabajadora del emergente sector del desarrollo industrial. Para garantizar que hubiera instituciones ante el estado que defendieran los intereses de los trabajadores de distintos sectores, existían distintas organizaciones gremiales como la Confederación de Trabajadores de México, la Unión Sinarquista de México, entre otras, que componían la izquierda en México. Los líderes gremiales eran, el Partido Comunista de México (Partido Comunista de México), representando la izquierda más radical, y Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez Sánchez como la izquierda más moderada.[8]​ Por otra parte la derecha estaba representada por un amplio sector conservador y pro-clerical, el sector empresarial, sobre todo financiero e industrial y el nuevo partido, fundado en 1939 por Manuel Gómez Morín, Partido Acción Nacional. Los enfrentamientos entre izquierda y derecha siempre eran una constante que causaba conflictos violentos, sin embargo, se pudo lograr una relativa estabilidad social ante la Guerra gracias a que Cárdenas reunió a las organizaciones gremiales ante el Estado,[9]​ volteó a ver a los campesinos y además calmó a la derecha por medio del aplazamiento de las reformas sociales. Esta estabilidad relativa se consolidó con la expropiación petrolera realizada en 1938, que elevó universalmente la popularidad de Lázaro Cárdenas. Estados Unidos, al ver la estabilidad de México, decidieron cesar las presiones por los perjuicios de la expropiación, llegaron a un acuerdo y se inclinaron definitivamente hacia la Política del Buen Vecino, que determinaría después la cooperación panamericana.[10]

Inicio de la guerra editar

El 1 de septiembre de 1939, Alemania inicia la invasión de Polonia y comenzó así la Segunda Guerra Mundial. El 4 de septiembre, el presidente Lázaro Cárdenas, fiel a la política pacifista mexicana, declaró la neutralidad en el conflicto europeo que se veía venir como una guerra nunca antes vista.[11]​ Sin embargo, la neutralidad no impedía al gobierno mexicano condenar la agresión contra la soberanía de naciones democráticas. México reconoció el gobierno polaco en el exilio y en diciembre de 1939 criticó la invasión soviética a Finlandia. Ya en 1940 y 1941 rechazaría las invasiones alemanas a Noruega, Holanda, Bélgica, Grecia y la Yugoslavia.[12]​ Ante la agresión de Alemania contra Holanda y Bélgica, Cárdenas declaró el 13 de mayo de 1940 que:

A nombre de la nación mexicana envío mi mensaje de protesta ante todos los países del mundo por los nuevos atropellos cometidos por el imperialismo militarista que ha agredido a Bélgica y Holanda, sin encontrar más obstáculos que la heroica defensa de los pueblos invadidos mientras que otros países, olvidando su responsabilidad, han asumido una actitud expectante e indolente.
[13]

Al tomar posesión como Presidente de México en diciembre de 1940 el general Manuel Ávila Camacho, la neutralidad mexicana se mostraba menos firme. Tras las invasiones de Grecia y Yugoslavia en abril de 1941, el nuevo presidente declaró:

Una vez más, los ejércitos alemanes han invadido por la fuerza el territorio de un país neutral abusando de su potencialidad militar. (...) Para quienes siguen pensando que la neutralidad es garantía de paz y de salvación, el caso de estas dos naciones, pequeñas por su territorio, pero grandes por su sentido de la dignidad y por su generoso amor a la independencia y soberanía, debe servir de ejemplo y también de estímulo.
[14]

En abril de 1941, el gobierno de Ávila Camacho ordenó la incautación de los barcos alemanes e italianos en puertos nacionales, entre los buques así incautados estaba el buque cisterna de bandera italiana Lucifero que luego sería denominado Potrero del Llano. Se hizo evidente que el gobierno de Ávila Camacho sostenía una "neutralidad simulada";[15]​ el apoyo material de México era claramente para el bando aliado. Dos meses después, se publicó otro decreto que prohibía la exportación de productos mexicanos a países que no pertenecieran al continente americano[16]​, tal decisión primeramente afectaba al petróleo mexicano cuyo único gran comprador sería entonces los Estados Unidos, país con quien la tensión política comenzaba a disiparse en tanto la industria armamentística estadounidense requería ya la materia prima de México.

El 7 de diciembre de 1941, la Armada Imperial Japonesa atacó la base naval estadounidense en Pearl Harbor, precipitando que Estados Unidos abandonara la neutralidad y participara como contendiente en la guerra que, de puramente europea, se tornaba así en mundial. México, respetando los acuerdos de la Reunión de Consulta de La Habana de 1940, la Conferencia de Río de Janeiro de 1942 y en un movimiento de lealtad, rompió relaciones con Japón e interrumpió todo intercambio comercial con los países del Eje.[17]​ Esta fue la conclusión de las relaciones entre México y Alemania, que se habían estado debilitando desde el bloqueo comercial británico contra el Eje.[18]​ Simultáneamente reanudó sus relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, rotas desde la Expropiación Petrolera del 18 de marzo de 1938.

Declaración de guerra editar

 
Mapa de los hundimientos de siete buques mexicanos. Seis por ataques alemanes en 1942 y uno, el Juan Casiano, por colisión contra un barco escolta durante una tormenta.

México vendía petróleo a varios países siendo su principal cliente Estados Unidos y sus buquetanques navegaban por el Golfo de México. Este comercio naturalmente no convenía a las potencias del Eje, motivo por el cual los submarinos alemanes amenazaron a los buques mercantes de México, advirtiendo que esta actividad podría tener severas consecuencias.

El 13 de mayo de 1942, un submarino nazi hundió un buque petrolero mexicano, el Potrero del Llano.[19]​ El gobierno mexicano protestó la agresión inmediatamente:

Si para el próximo jueves 21 del corriente (mayo de 1942), México no ha recibido del país responsable de la agresión una satisfacción completa, así como las garantías de que le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y perjuicios sufridos, el gobierno de la República adoptará inmediatamente las medidas que exija el honor nacional.
[20]

México no recibió respuesta salvo por un nuevo atentado el 20 de mayo. Otro buque petrolero, el Faja de Oro, quedó bajo el Golfo de México por un torpedo alemán.[21]​ El 22 de mayo, el presidente convocó una sesión extraordinaria del Congreso de la Unión para otorgar al ejecutivo la facultad para declarar un estado de guerra entre México y los países del Eje.[22]​ Ante el congreso, Ávila Camacho dijo lo siguiente:

La actitud que México toma en la presente eventualidad tiene como base el hecho de que nuestra determinación emana de una necesidad de legítima defensa. Conocemos los límites de nuestros recursos bélicos y sabemos que, dada la enormidad de la masas internacionales en pugna, nuestro papel en la actual contienda no habrá de consistir en acciones de guerra extracontinentales, para las que no estamos preparados.
[23]

La "neutralidad simulada" había quedado atrás. México estaba explícitamente del lado de los aliados como país beligerante.[24]Lázaro Cárdenas fue nombrado Secretario de la Defensa, se creó el Servicio Militar Nacional, Estados Unidos entregó armamento para mejorar la capacidad del ejército Mexicano, y las propiedades de ciudadanos alemanes, japoneses e italianos fueron incautadas.[25]​ Pero el presidente reconocía que su papel en el conflicto no estaba en el campo de batalla, sino preparar sus defensas y proporcionar recursos a sus nuevos aliados –principalmente a Estados Unidos–.

Entre junio y septiembre de 1942 los U-Boot hundirían 4 barcos más: Túxpan, Las Choapas, Oaxaca y Amatlán. Ante dicha situación, Estados Unidos pretextando la posibilidad de una agresión por parte del Japón en las costas del Océano Pacífico, inició discretas gestiones para que se le pemitiera instalar una base militar en la península de Baja California; como no tuvieron éxito, nos dice el historiador Humberto Musacchio, que se especuló con la posibilidad cierta de que tratara de ocupar por la fuerza esa parte del territorio mexicano.[cita requerida]

El presidente de México, Gral. Manuel Ávila Camacho, se reunió de inmediato con su gabinete, quienes analizando la situación, tomaron medidas precautorias reforzando la vigilancia y defensa de las costas del Pacífico. La responsabilidad de esta misión se le encargó al Gral. Lázaro Cárdenas del Río quien dio la orden de disparar ante cualquier intento estadounidense de ocupar tierra mexicana.[cita requerida]

Barcos mexicanos hundidos por submarinos alemanes que provocaron la participación de México en la II Guerra Mundial:

Fecha y barco Nombre italiano Nombre alemán Posición Hora U-Boot Comandante
13-mayo-42

Potrero del Llano

Lucifero 80° 06’ W

25° 35’ N

23:55 UTC=MX

07:17 UTC=DE

U-564 tipo VII C Kapitänleutnant Reinhard Suhren
20-may-42

Faja de Oro

Genoano. 84° 25’ W

23° 30’ N

20:15 UTC=MX

04:21 UTC=DE

U-106 tipo IX B Kapitänleutnant Hermann Rasch
26-jun-42

Túxpam

Americano 96° 20’ W

20° 15’ N

23:50 UTC=MX

07:24 UTC=DE

U-129 tipo IX C Kapitänleutnant Hans-Ludwig Witt
27-jun-42

Las Choapas

Atlas 96° 20’ W

20° 15’ N

07:22 UTC=MX

15:25 UTC=DE

U-129 tipo IX C Kapitänleutnant Hans-Ludwig Witt
27-jul-42

Oaxaca

Harlem 96° 08’ W

28° 23’ N

04:28 UTC=MX

11:23 UTC=DE

U-171 tipo IX C Kapitänleutnant Günther Pfeffer
5-sep-42

Amatlán

Vigor 97° 20’ W

23° 10’ N

23:00 UTC=MX

05:35 UTC=DE

U-171 tipo IX C Kapitänleutnant Günther Pfeffer

Reacción nacional editar

Sin embargo, no toda la población estaba de acuerdo con participar en la guerra. Una encuesta de la revista Tiempo reveló que más de la mitad de la población prefería no involucrarse en una guerra: 40.7 % apoyaba la declaración y 59.8 % se oponía. Para cambiar la opinión pública, el gobierno comenzó, con apoyo de Washington, una campaña propagandística para justificar su decisión. Usaron a Rodolfo Chacón, un sobreviviente del Potrero del Llano como punto central de la propaganda.

El aparato burocrático gubernamental había difundido con miles de magnavoces por todo el país, el discurso en que el presidente hacía referencia a los agravios contra México, el ultimátum a los países del Eje y la decisión de declarar la guerra.

"Será una guerra total, pero las Fuerzas Armadas estarán destinadas a la defensa del territorio nacional."
Gral. Manuel Ávila Camacho

La prensa y la opinión popular, estaba de un lado la simpatía con los aliadófilos y del otro la corriente germanófila. Por el primero las gacetas y periódicos en general se deshacían en elogios "con la seguridad plena de conquistar los laureles del triunfo".

Por otro lado, en el periódico La Nación, órgano de difusión del Partido Acción Nacional, Efraín González Luna señaló:

"El gran peligro de nuestra situación consiste en que por una parte, ésta es una guerra cuya dirección y decisión están en manos de las grandes potencias comprometidas en ella a vida o muerte, y al mismo tiempo, no tenemos un repertorio de objetivos tangibles que señale y rija nuestra trayectoria...ninguna disputa territorial pendiente... una invasión... ni siquiera tenemos una frontera común con los países enemigos... Corremos el riesgo de entrar en una guerra más bien ideológica, de solidaridad con Estados Unidos de América... En estas condiciones estamos gravemente expuestos a una mortal anulación de nuestra personalidad nacional."

El pueblo reaccionaba igual. Así lo dice el historiador Luis González*:

"La actitud personal de muchos mexicanos,que no de sus líderes generalmente proaliados, admite muchas explicaciones: la previa propaganda fascista que había denunciado Lombardo, el lío petrolero, la fobia antiyanqui y antibritánica, el sadismo popular, las ganas de moler a los dirigentes nacionales... Lo cierto es que eso sucedió y que hubo partidos proclives al Eje... El influjo nazi se hizo sentir en diversos sectores sociales y en personas de las más disímbolas ideologías."

Así había sido, el líder de los trabajadores, Vicente Lombardo Toledano, cabeza visible de la izquierda, apoyaba en las tribunas la causa aliada y aconsejaba al presidente el no refugiarse en la prudencia pues había llegado la hora de que México hiciera honor a sus tradiciones.

Muchos insistieron (falsamente como ha quedado demostrado puntualmente) en que los barcos mexicanos habían sido torpedeados por submarinos yanquis.

Como sea, prevaleció la idea de la Unidad Nacional y 1942 fue bautizado como el "Año del Esfuerzo", con la multiplicación en todos los medios de mensajes alusivos acompañados siempre de una bandera mexicana como:

Mexicano: piensa en tu patria y trabaja para ella,

Las Américas Unidas unidas vencerán, Estamos en Guerra,

Espíritu de Victoria,

La radio constantemente emitía informes bélicos y radionovelas alusivas: Contraespionaje, Las ideas no se matan. Agustín Lara estrenó su Cantar del Regimiento y el cine logró sonados éxitos que a la fecha gustan a todos: ¡Mexicanos al Grito de Guerra!, de Álvaro Gálvez y Fuentes, La Isla de la Pasión y Soy puro mexicano de Emilio "El Indio" Fernández. Así fue el sentir popular.

El aporte de México a la Guerra editar

 
Un P-47D perteneciente al Escuadrón 201 sobrevolando las Filipinas en 1945.

Aparte de la defensa civil, otras medidas aportadas por el gobierno mexicano fueron la incautación y administración de las propiedades que los ciudadanos alemanes, italianos y japoneses poseían en México, se instituyó el servicio militar obligatorio, se organizó un Consejo Supremo de la Defensa Nacional y se estrecharon los lazos de amistad y ayuda que lo unían con los países democráticos aliados. Para el efecto se efectuó en Monterrey una entrevista entre el presidente Ávila Camacho y el presidente Roosevelt en abril de 1943 donde este último declaró:

"México ha contribuido principalmente a la derrota del fascismo con minerales para las industrias bélicas y con millares de trabajadores que en calidad de braceros (ejército de brazos de trabajo) han levantado las cosechas agrícolas y conservan las vías férreas en los Estados Unidos mientras nuestros soldados pelean en la guerra"

Militarmente, la participación mexicana se había limitado a la defensa bélica de las costas de Baja California, pero Estados Unidos presionaba para que México mandara una "fuerza simbólica" al campo de batalla.

En 1943, debido a la situación militar en Europa, el régimen de Ávila Camacho empezó a reconsiderar su rechazo por participar en la guerra con tropas mexicanas. Para estos años, los aliados ya estaban a la ofensiva en todos los frentes y la posibilidad de un ataque alemán o japonés al continente americano parecía cada vez más remota. Así que el gobierno de México decidió mandar al frente de guerra una "fuerza simbólica" que luchara bajo la bandera mexicana, disponiendo que se tratase de un contingente de fuerza aérea que apoyase a Estados Unidos en la campaña del Pacífico. Así en 1944, el Escuadrón 201 llegó a Estados Unidos para entrenar en aviación. Un año después, en 1945, el escuadrón mexicano estaba listo para la batalla;[26]​ este escuadrón de aviones de combate participó directamente en la Campaña de Filipinas (1944-1945) junto a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.

Así, el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, integrado por alrededor de 300 hombres, 30 pilotos y 25 aviones P-47D Thunderbolt de fabricación estadounidense, combatió contra fuerzas del Ejército Imperial Japonés durante la Batalla de Luzón en la campaña estadounidense en Filipinas, realizando 53 misiones de combate encuadrado en la organización bélica de la Fuerza Aérea estadounidense. Los aparatos P-47D llevaron insignias de la USAAF pero con los colores mexicanos en el timón de cola.

Pero la participación de México en la Segunda Guerra Mundial no fue exclusivamente del Escuadrón 201. Miles de mexicanos combatieron en el campo de batalla como voluntarios en ejércitos extranjeros o como residentes de otros países. Por ejemplo, el ejército de Estados Unidos incorporó a más de 250 mil jóvenes de origen mexicano durante la guerra.[26]​ Incluso se formalizó, en 1943, el enrolamiento de ciudadanos mexicanos al ejército de Estados Unidos.[27]​ Y en ciudades de todo el país –pero sobre todo en la Ciudad de México– se hicieron "ejercicios de oscurecimiento", en los cuales la población civil debía participar apagando todas las fuentes de luz, para dificultar posibles bombardeo a las ciudades.[28]

Víctimas editar

  • Buque Potrero del Llano (1941): 15 marinos muertos
  • Campos de concentración: 4 mujeres judías-mexicanas muertas y 74 hombres mexicanos
  • Escuadrón 201: 5 hombres muertos en combate, 1 hombre muerto por enfermedad, 4 hombres muertos en entrenamiento

Consecuencias editar

Política editar

 
El presidente de México, Manuel Ávila Camacho, y el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, en México el 20 de abril de 1943.

El cambio político más importante en México durante los años de la guerra fue en las relaciones con los Estados Unidos. Nunca antes se había formado una relación bilateral tan estrecha y positiva entre ambos países. Los reclamos estadounidenses por la expropiación petrolera quedaron atrás y una era de hostilidad entre vecinos quedó resuelta. Es revelador del cambio en la relación que la primera visita de un presidente estadounidense en funciones a México ocurrió durante este período: el 20 de abril de 1943, Franklin D. Roosevelt hizo una "visita relámpago" a México.[29]​ Mario Ojeda describió la relación entre ambos países así:

Con la Segunda Guerra Mundial, el panorama general de las relaciones entre los dos países –México y Estados Unidos–, caracterizado por el conflicto permanente, sufriría un cambio drástico y una nueva era de cooperación sería inaugurada. En efecto, la Segunda Guerra Mundial constituye el parteaguas claro en las relaciones México-norteamericanas. Los Estados Unidos cambiaron su antigua política hacia América Latina, caracterizada por el intervencionismo del gran garrote y de la diplomacia del dólar, por una nueva: la política del buen vecino. Los Estados Unidos buscaban la cooperación de los países latinoamericanos en tres diferentes aspectos. En el aspecto militar, a fin de obtener autorización para el establecimiento de bases para sus fuerzas armadas y también para reforzar la capacidad de los ejércitos latinoamericanos en contra de un posible intento que fue de la subversión interna inducida desde el exterior por las potencias del Eje, En el ámbito político para poder contrarrestar la propaganda y la quinta columna nazifascista en el continente y en el aspecto económico, para mantener abiertas las fuentes latinoamericanas de materias primas estratégicas para la causa aliada y evitar el acceso de las mismas a las potencias del Eje.
[30]

Aunque la participación de México en la guerra fue limitada, cuando los aliados alcanzaron la victoria, México se contaba entre los vencedores. Por lo tanto, México fue un miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas; a diferencia de la fundación de la Sociedad de las Naciones en 1919, donde no fue invitado por haber permanecido neutral durante la Primera Guerra Mundial.[31]​ En el ámbito internacional, México se mostró más presente; estuvo presente en la Conferencia de Dumbarton Oaks, el Tratado de San Francisco, en la Conferencia de Bretton Woods, y consiguió que se aprobara su iniciativa para que la España franquista no fuera reconocido ni admitido como gobierno legítimo ante la ONU, por haberse formado con la ayuda militar de potencias nazi-fascistas.[32]

Economía editar

La posición geográfica de México directamente al sur de Estados Unidos y la crisis global a la que se enfrentaba el mundo colocaron a México en un papel estratégico para el abastecimiento y la seguridad de Estados Unidos. La fuerza productiva estadounidense estaba incompleta y el comercio internacional obstaculizado; México tenía una "elevada capacidad de negociación" con Estados Unidos y estaba obligado a elaborar productos que antes importaba.[33]​ El país contaba con recursos naturales indispensables para la industria bélica –como cobre, zinc, grafito, minerales, plata, ganado, cerveza y productos agrícolas–,[34]​ que incrementaron sus exportaciones y estimularon su desarrollo. Rafael Velázquez explica la profunda influencia económica que tuvo la guerra en el siguiente párrafo:

En el periodo de estudio, las exportaciones mexicanas se duplicaron; la industria creció, la agricultura se desarrolló y se consiguieron créditos para las obras de infraestructura. Al inicio de la guerra mundial, México exportó 788.7 millones de pesos corrientes; al finalizar la guerra el monto fue de 1357 millones. En 1939 se dirigía a Europa un tercio de las exportaciones mexicanas y a Estados Unidos le correspondía el 60 % del total de ellas. Para 1945 sólo se vendía un 2% a Europa y más del 90% a Estados Unidos; el resto se dirigía a América Latina. En lo que se refiere a las inversiones extranjeras, en 1939 existían aproximadamente 480 millones de dólares; para 1945 había aumentado a casi 600 millones. De las nuevas inversiones, el 65% eran de origen estadounidense.
[35]

Fueron años de prosperidad inaudita, entre 1939 y 1945, el producto interno creció en 10 %[36]​ y se fundó el IMSS.[37]​ Los beneficios económicos de la guerra trajeron también algunos perjuicios: fue durante este período que México se volvió completamente dependiente de Estados Unidos, desaprovechando la oportunidad de ligarse más profundamente con América Latina.[38]​ México vivía en circunstancias idóneas para la industrialización. Las condiciones que permitieron el acelerado crecimiento de le economía fueron el origen del modelo de sustitución de importaciones –también presente en Brasil y Argentina– que México mantuvo por varias décadas desde el fin de la guerra.[37]

Braceros editar

La entrada de Estados Unidos a la guerra causó un intenso incremento en su producción industrial y agrícola. Pero la partida de soldados estadounidenses dejó escasa mano de obra para su economía; la fuerza de trabajo estadounidense restante era insuficiente para satisfacer la demanda del campo y la industria. Entonces México y los Estados Unidos firmaron un acuerdo en 1942 para regular el flujo de migrantes mexicanos (braceros) hacia Estados Unidos y compensar la carencia de trabajadores estadounidenses.[39]​ El acuerdo establecía que los braceros no podían ser empleados en el servicio militar; no podían sufrir actos de discriminación, no podían ser utilizados para desplazar trabajadores estadounidenses y se debían asegurar sus necesidades básicas.[40]​ El programa bracero se mantuvo vigente hasta 1964[37]​ y benefició a ambos países, asegurando la mano de obra necesaria para Estados Unidos y reduciendo el desempleo en México.[41]

Entretenimiento editar

Una situación poco conocida es el auge que tuvo la música, la radio y sobre todas el cine mexicano durante la guerra. Por un lado, la escasez de mano de obra encareció los costos de las producciones estadounidenses, lo que motivó su traslado a foro y estudios mexicanos –como los Estudios Churubusco y los Estudios Azteca de la Ciudad de México y los desiertos de Durango. Por otro, la constante presencia de estrellas de Hollywood en los frentes de guerra obligó a la industria fílmica a usar elencos mexicanos. Sumado a la baja producción de cine estadounidense durante la guerra, el Cine Mexicano se difundió por todo el mundo, donde imprimió una huella permanente.[42]

Referencias editar

  1. Casasola Zapata, Gustavo (1960). Historia gráfica de la Revolución Mexicana 1900-1960. México: F. Trillas. p. 2251. 
  2. Ortiz Garza, José Luis (2007). «Estado de expectación». Ideas en tormenta: La opinión pública en México y la Segunda Guerra Mundial. Naucalpan, Estado de México, México: Ediciones Ruz. p. 18. ISBN 968-5151-60-1. 
  3. Casasola Zapata, Gustavo (1960). Historia gráfica de la Revolución Mexicana 1900-1960. México: F. Trillas. p. 2372. 
  4. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial (en 138). México: Plaza y Valdés. p. 144. ISBN 978-970-722-614-2. 
  5. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. México: Plaza y Valdés. p. 140. ISBN 978-970-722-614-2. 
  6. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. México: Plaza y Valdés. p. pp. 140-141. ISBN 978-970-722-614-2. 
  7. Velázquez Flores, Rafael (2007). La Política Exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. México, D.F.: Plaza y Valdés, Universidad del Mar. ISBN 9789707226142. 
  8. Leal, Juan Felipe (2012). Agrupaciones y burocracias sindicales en México, 1906/1938. México, D.F.: Juan Pablos. ISBN 9786077110873. 
  9. Krauze, Enrique (2009). Biografía del poder : caudillos de la Revolución Mexicana (1910-1940). México, D.F.: Tusquets Editores. p. p.463. ISBN 9786070745157. 
  10. Torres, Blanca (1979). L. González y González, ed. Historia de la Revolución Mexicana, período 1940-1952 : México en la segunda guerra mundial. México D.F.: El Colegio de México. ISBN 9681200195. 
  11. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. México: Playa y Valdés. p. 106. ISBN 978-970-722-614-2. 
  12. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. D.F., México: Plaza y Valdés. p. pp. 108-111. ISBN 978-970-722-614-2. 
  13. Cárdenas, Lázaro (1972). «La lucha por la paz y la concordia entre las naciones». Ideario político. D. F., México: ERA. p. 298. ISBN 968-411-249-1. 
  14. Memoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores 1940-1941. México. p. 152. 
  15. Torres Ramírez, Blanca (1979). «La colaboración militar». Historia de la Revolución Mexicana: México en la Segunda Guerra Mundial. México: El Colegio de México. p. 65. ISBN 968-12-0019-5. 
  16. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. D.F., México: Plaza y Valdés. p. 120. ISBN 978-970-722-614-2. 
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  18. Velázquez Flores, Rafael (2007). «La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial». La política exterior de México durante la Segunda Guerra Mundial. México: Plaza y Valdés. p. 144. ISBN 978-970-722-614-2. 
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Bibliografía editar

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