Isidoro de Sevilla

polímata y santo católico
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Isidoro de Sevilla (en latín: Isidorus Hispalensis; nacido probablemente en Sevilla, c. 560[5]​ – Sevilla, 4 de abril de 636) fue un eclesiástico católico erudito polímata hispano de la época visigoda. Fue arzobispo de Sevilla durante más de tres décadas (599-636). Es venerado como santo por la Iglesia católica y contado entre los Padres de la Iglesia.

San Isidoro de Sevilla
Isidor von Sevilla.jpeg
San Isidoro (1655), obra de Bartolomé Esteban Murillo, Sacristía mayor de la Catedral de Sevilla.

Arzobispo de Sevilla
599-636
Predecesor Leandro
Sucesor Teodisclo u Honorato

Doctor de la Iglesia
proclamado el 25 de abril de 1722
por el papa Inocencio XIII

Información personal
Nombre en latín Isidorus Hispalensis Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento Aproximadamente en 560
Sevilla
Fallecimiento 4 de abril de 636
Sevilla
Religión Iglesia católica Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Clérigo, escritor, musicólogo, filósofo e historiador
Información religiosa
Canonización Culto inmemorial
Festividad
Atributos Obispo latino, con un libro y a veces montado sobre un caballo blanco y sosteniendo una espada.
Venerado en Iglesia católica
Iglesia ortodoxa
Comunión anglicana
Iglesias católicas antiguas
Patronazgo Internet (no oficial),[4]humanidades, topógrafos, informática, estudiantes.
Obras notables
Basílica de San Isidoro de León, donde se encuentran sus restos.
San Isidoro de Sevilla, escultura de Lorenzo Mercadante de Bretaña, Portada del Bautismo, Catedral de Sevilla.

BiografíaEditar

OrigenEditar

En su tratado De uiris ilustribus, Isidoro afirma que "tuvo por padre a Severiano, de la provincia cartaginense de España". Severiano es un nombre romano. Tuvo como hijos a Leandro (que fue obispo de Híspalis), Fulgencio (que fue obispo de Astigi), Florentina (que fue monja) e Isidoro (que sucedió a su hermano como obispo de Híspalis). Leandro escribió una carta a Florentina a finales del siglo VI, conocida como De la educación de las vírgenes y del desprecio del mundo. En ella menciona a una figura maternal llamada Túrtur (tórtola), pero se desconoce si este era el nombre de la madre, si el nombre se utilizó a modo de recurso literario o si se estaba refiriendo a la abadesa del convento donde se encontraba Florentina.[5]

Del documento De la educación de las vírgenes y del desprecio del mundo también se extrae que la familia hispanorromana y católica tuvo que abandonar Cartagena por la llegada de unos extranjeros, que pudieran ser los godos o los bizantinos. Algunos autores piensan que el rey Agila I, ante la llegada de los bizantinos a esa zona de Hispania llamados por Atanagildo en 552, decidió expulsar a los hispanorromanos de la región para que no ayudasen al invasor.[5]​ En el mismo documento, se dice que la familia se trasladó cuando Florentina era muy pequeña e indica que Isidoro nació mucho después, porque era pequeño cuando su hermana ya era monja. Por todo ello, es muy posible que Isidoro hubiera nacido cuando la familia se encontraba ya en Híspalis (Sevilla).[5]​ Tras la muerte del padre, Leandro se encargó de sus hermanos menores.[5]

Antonio Hernández Parrales, archivero-bibliotecario del arzobispado de Sevilla, afirma también que Isidoro debió nacer en esta ciudad:[6]

en el año de 554, Severiano y su mujer, cuyo nombre se ignora, abandonan Cartagena, que había pasado al poder bizantino, y en un exilio forzoso o voluntario, vienen a establecerse en Sevilla acompañados de sus tres hijos, Leandro, Fulgencio y Florentina. Así nos lo cuenta el mismo San Leandro, al asegurar que la familia de Severiano y Turtur tiene que iniciar su exilio en el año 554 con sus tres hijos, con lo que nos viene a indicar que San Isidoro, el cuarto y menor de los hijos, no había nacido todavía”. Y escribe a continuación: “En Sevilla se señala hasta el sitio de la casa de su nacimiento, que es el lugar donde se levanta la parroquia de San Isidoro. Así lo hizo constar el padre Antonio de Quintana Dueñas, en su libro 'Santos de la ciudad de Sevilla y su Arzobispado', al decir: «Su insigne Parroquial, erigida en el sitio que presumen fue del Palacio de sus padres y de su nacimiento, es fundación del Santo Rey Don Fernando». Y el erudito Nicolás Antonio, en su ‘Biblioteca hispana vetus', dejó consignado que había nacido en Sevilla, porque generalmente se cree que todavía no había nacido Isidoro, cuando su padre Severiano vino exilado a esta ciudad: «Hispali natus vulgo creditur. In eam enim Urbem fama est exulen venisse, nondum eo nato, Severianum». Con lo que queda claro que, a pesar de los constantes e históricos intentos de negar la procedencia hispalense de San Isidoro, el filósofo fue sevillano.[6]

A pesar de los indicios que apuntan a que Isidoro nació en Híspalis,[6]​ a los hermanos Leandro, Fulgencio, Florentina e Isidoro se les conoce colectivamente como los Cuatro Santos de Cartagena, siendo los patrones de esa diócesis.

El nombre Isidoro es un nombre teóforo pagano que significa "don de Isis", pero puede que se lo pusiesen en referencia al santo cristiano Isidoro de Chio. La veneración a este santo está documentada en el siglo VI en el norte de África y se habría extendido al sur de Hispania.[6]

Leandro fue obispo de Sevilla y oponente del rey arriano Leovigildo. Este monarca fue sucedido por Recaredo, que se convirtió al catolicismo en 587.

FormaciónEditar

 
Isidoro de Sevilla presentando su obra a su hermana Florentina. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de Francia, hacia el año 800.

En el II Concilio de Toledo de 533 se establece que los niños que fuesen a entrar en el clero debían recibir enseñanzas obligatorias por clérigos especializados, vigilados por el obispo y en la casa del mismo.[5]

En las dependencias de la basílica de la Santa Jerusalén, ubicada en un lugar desconocido de Sevilla, debía hallarse la biblioteca episcopal.[5]

El historiador Jacques Fontaine utilizó dos vías para conocer el contenido de la biblioteca en la que se habría formado Isidoro. En primer lugar, los Versos, compuestos para figurar sobre las arcas de los libros, y las fuentes utilizadas en su obra.[5]

Los Versos presentan las Sagradas Escrituras, las obras de Orígenes (menos Tratado de los principios, que tenía errores doctrinales), los cuatro padres de la Iglesia latina (Hilario, Ambrosio, Agustín y Jerónimo), Juan Crisóstomo, Cipriano de Cartago, poetas clásicos (Virgilio, Horacio, Ovidio, Persio, Lucano y Estacio), poetas cristianos (Prudencio, Avito, Juvenco y Sedulio), historiadores cristianos (Eusebio, Orosio, Leandro de Sevilla y Gregorio Magno) y juristas (Teodosio I, Teodosio II, Paulo y Gayo).[5]

Con respecto a las fuentes utilizadas, parece ser que pudo informarse de los poemas clásicos a través de los comentarios de sus escoliastas. Leyó a Virgilio, Lactancio y Constantino. Los poetas aparecen clasificados en las Etimologías entre filósofos paganos y sibilas inspiradas. Con respecto a la prosa clásica, la consulta a través de los manuales de retórica (especialmente Instituciones oratorias de Quintiliano) y citas de los padres de la Iglesia (sobre todo Agustín, Jerónimo y Gregorio Magno). Tal vez consultó la obra Quadriga de Arusianos Meffus, con textos de Terencio, Virgilio, Salustio y Cicerón. También aprovechó fragmentos de enciclopedistas como Varrón, Suetonio, Marciano Capella y Casiodoro. En cuanto a textos religiosos, leyó sobre todo la Biblia, la liturgia de las horas y las lecturas que se hacían en las grandes fiestas del año litúrgico.[5]​ En los tres primeros libros de las Etimologías cita a los filósofos Aristóteles y Boecio.[7]

Isidoro era buen predicador.[5]Ildefonso de Toledo diría de él:[5]

Manifestó a través de sus dotes oratorias una riqueza desbordante, y tal encanto, que la abundancia admirable de su palabra dejaba estupefactos a los oyentes.[5]

Posiblemente aprendió a predicar con los consejos de Leandro, con De la Doctrina Christiana de Agustín, manuales antiguos de retórica y las colecciones de homilías de Orígenes, Hilario, Ambrosio, Agustín, Jerónimo, Juan Crisóstomo y Cipriano.[5]

Isidoro realiza una descripción en Etimologías VI de cómo debía ser una biblioteca. Sería una estancia con artesonados de color verde, con suelo de mármol y adornada con retratos de los mejores autores de cada disciplina (al igual que la biblioteca romana de Asinio Polión). Los libros estarían ordenados del siguiente modo: Antiguo y Nuevo Testamento, padres de la Iglesia (Orígenes, Hilario, Ambrosio, Agustín, Jerónimo, Juan Crisóstomo y Cipriano), poetas cristianos (Prudencio, Juvenco, Avito, Sedulio), historia (el galaico Osorio y Eusebio), teología (Leandro, Gregorio Magno y Agustín), derecho (Teodosio, Teodosio II, Paulo y Gayo) y medicina (Cosme, Damián, Galeno e Hipócrates).[5]

Salvo en las Etimologías, los autores más frecuentemente citados son los eclesiásticos y casi la totalidad de su conocimiento de los autores clásicos se debía a manuales, escoliastas, antologías, escritores posteriores y comentaristas.[5]

No consta que Isidoro fuese monje, pero debió conocer la vida monástica porque escribió la obra Regula monachorum, dedicada a un monasterio honorianense. Según algunos autores, este monasterio se encontraba en las proximidades de Sevilla y, según otros, en Fregenal de la Sierra (provincia de Badajoz).[5]

La maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputación de ser un estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos y el editor de su obra en el siglo XVII encontró 1640 de tales localismos, reconocibles en el español de la época.

EpiscopadoEditar

 
Estatua de Isidoro de Sevilla por José Alcoverro ubicada en la escalinata de acceso a la Biblioteca Nacional de España.

A la muerte de su hermano Leandro, hacia el año 600, le sucedió como obispo de Sevilla.[5]

La firma de Isidoro aparece en el Decreto de Gundemaro de 610, por el cual se le reconoce a Toledo la categoría de sede metropolitana. Sin embargo, este decreto es de autenticidad dudosa.[5]

El rey Sisebuto mantuvo una estrecha relación de amistad y colaboración con Isidoro. Fue este monarca el que le animó a escribir De natura rerum (que está dedicada a Sisebuto), la Chronica, la Historiae Gothorum y una primera redacción de las Etimologías.[5]

Convocó y presidió tres concilios en Sevilla. El primero de estos fue el II Concilio de Sevilla, en 619, y asistieron 8 obispos: Bisionio de Elvira, Rufino de Asido, Fulgencio de Atigi, Cambra de Itáñica, Juan de Egabro, Fidencio de Tucci, Teodulfo de Cabra y Honorio de Córdoba. Se trataron asuntos jurisdiccionales y de disciplina del clero, aunque no se conservan las actas. En el siguiente concilio en esta ciudad se refutó a un obispo llamado Sintario. Se sabe de la existencia de este concilio porque el obispo Braulio de Zaragoza le pidió a su amigo Isidoro que le enviase las actas. Finalmente, el tercer concilio presidido por Isidoro en su ciudad se reunió hacia 628-629 y, aunque tampoco se conservan sus actas, se sabe que en él fue depuesto el obispo Marciano de Astigi.[5]

Durante el reinado de Suintila, este obispo escribió la segunda redacción de la Chronica y de la Historiae Gothorum. En esta última, escrita hacia el 625, alaba la política interior desarrollada hasta entonces por Suintila.[5]

Isidoro mantuvo una estrecha relación con Braulio, obispo de Zaragoza desde 631. Ambos se conocieron cuando Braulio era solamente arcediano. En el 632 Isidoro mandó a Braulio todo el material de las Etimologías pidiéndole que revisase el texto antes de su difusión. Por ello, se cree que es Braulio el que distribuyó la obra en los veinte volúmenes actuales.[5]

El rey Sisenardo llegó al trono en 631 y quería mejorar su posición con el refrendo de la aristocracia y el clero. Para ello, con la ayuda de Isidoro, convocó un concilio general, lo cual no tenía lugar desde 589.[5]

De este modo, Isidoro dirigió el IV Concilio de Toledo, el 5 de diciembre de 633, que estuvo presidido por Sisenardo. Asistieron 62 obispos y siete presbíteros representando a obispados. Se promulgaron 75 cánones. En los cánones 24 y 25 Isidoro propuso a todos los obispos la obligación de crear escuelas junto a las sedes catedralicias para la formación del futuro clero. Estas escuelas tendrían un régimen de internado y dos ciclos. En el primero, para la infancia y la adolescencia, la formación sería elemental y podría énfasis en los aspectos morales. En el segundo ciclo se perseguiría que el alumno supiese leer los textos sagrados elementales.[5]

Los cánones trataban del símbolo de la fe, la unificación de las prácticas litúrgicas de la Iglesia visigoda, el patrimonio eclesiástico (sobre el clero y los fundadores y patronos de iglesias rurales), esclavos y libertos de la Iglesia (quedando estos bajo un perpetuo patrocinio eclesial), reforzar la disciplina y costumbres del clero, la exclusión de toda prerrogativa regia sobre el nombramiento de obispos y el trato a los judíos.[5]

El canon más importante fue el 75, que tenía el objetivo de fortalecer la autoridad del rey y la fidelidad de los súbditos a la corona, así como de regular el procedimiento electivo de sucesión al trono y de establecer garantías procesales para los reos sometidos a juicio por el tribunal real.[5]

La opinión de Isidoro sobre la monarquía es establecida en su libro Sentenciae:[8]

Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos. Por tanto, el principado debe ser provechoso a los pueblos, no nocivo; no debe oprimir mandando sino ayudar condescendiendo. El buen rey más fácilmente pasa del delito a la justicia que de la justicia al delito. Propósito suyo debe ser no apartarse nunca de la verdad. Es justo que el príncipe se atenga a sus leyes, pues sus derechos se guardarán por todos cuando él mismo los respete. Pues es justa la voz de su autoridad, si lo que prohíbe a los pueblos no se considera lícito para él.[8]

Muerte y canonizaciónEditar

Según los historiadores del siglo XVI Pedro de Medina y Pedro Barrantes Maldonado, Isidoro fue sepultado en un oratorio en Santiponce, provincia de Sevilla.[9]​ En 1063 el rey leonés Fernando I comisionó a los obispos Alvito de León y Ordoño de Astorga y al conde Nuño para obtener los restos de las santas Justa y Rufina del rey de la taifa de Sevilla, Al-Mutadid, tributario suyo. No encontraron los restos de estas santas pero sí los restos de Isidoro, que fueron trasladados entonces a la basílica de San Isidoro de León, donde permanecen.[10]

En el lugar donde se encontraba el oratorio de Santiponce se fundó, en 1301, el monasterio de San Isidoro del Campo.[9]

Existen también algunas reliquias suyas en la catedral de Murcia.[11]

En el altar mayor de la parroquia de la Anunciación de Abla (Almería) también se encuentra una reliquia de San Isidoro, donada por la Curia Romana en el mes de diciembre de 2008 con motivo de la consagración de dicho altar.

Fue canonizado en 1598,[12]​ y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia.

ObrasEditar

 
Mapamundi en una copia del siglo XI de una obra de Isidoro de Sevilla.

Producción literariaEditar

Fue un escritor prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos, así como Laus Spaniae (Alabanza de España).

Su obra más conocida son las Etimologías (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este texto, también llamado Orígenes y dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época (teología, historia, literatura, arte, derecho, gramática, cosmología, ciencias naturales...). Isidoro tenía acceso a las importantísimas obras eruditas, hoy perdidas, del romano Marco Terencio Varrón, la principal de su fuentes, por lo cual salvó de la destrucción una parte sustancial de la obra enciclopédica de aquel y gracias a su esfuerzo se hizo posible la perduración de la cultura clásica grecolatina y su transmisión no solo a la España visigoda, sino al resto de Europa durante los siglos siguientes.

Asimismo cabe destacar su Hispana, una colección de cánones conciliares y epístolas episcopales. Los cánones recogidos corresponden a concilios griegos, africanos, galicanos y españoles, mientras las epístolas episcopales, más de un centenar, quedan agrupadas por orden cronológico. La riqueza de contenido y universalidad de sus planteamientos confieren a la Hispana un papel de capital importancia, sin parangón posible con cualquier otra colección canónica de la misma época, perdurando su influencia durante siglos y llegándose a traducir al árabe. La Hispana fue precedida desde mediados del siglo VI por un índice formado por el extracto de los cánones, y constó de tres recensiones: la Isidoriana, correspondiente a la redacción primitiva, la Juliana (de la época de San Julián de Toledo) y la Vulgata, o edición más difundida y utilizada, que habría de ser bien conocida en las Galias y que influyó además en otras colecciones canónicas posteriores.

Casi diez siglos después de su muerte fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio XIII.

Producción historiográficaEditar

Isidoro de Sevilla escribió diversas obras históricas, siendo la más importante Etimologías, una extensa compilación en la que almacena, sistematiza y condensa todo el conocimiento de la época. Otra obra, pero de menor importancia es su Historia de los godos, vándalos y suevos.

 
Folio 26v miniado del Códice toledano (siglo IX) de las Etimologías (ahora en la Biblioteca Nacional de España, signatura: Vitr. 14-3). Escrito en minúscula visigoda de la escuela toledano-sevillana, procede de la Catedral de Toledo.

Las EtimologíasEditar

Una de las cuestiones que se abordan en este libro es definir el concepto de Historia y diferenciar los tipos de historia que pueda haber. Isidoro de Sevilla coloca a la historia dentro del género de la Gramática, ya que, al igual que en la Antigüedad, la trata como un género literario. Dice que la Historia es la narración de hechos acontecidos y que etimológicamente significa 'ver' o 'conocer'. Esto difiere de la concepción que tenía Heródoto, para el que significaba 'investigar'.

Para Isidoro, los escritores antiguos sólo escribían de lo que habían visto. Él hace una genealogía de la Historia y cita como primer historiador a Moisés, que es el que hace la historia sobre el principio del mundo. Entre los griegos, el primer historiador sería Dares Frigio, que realmente fue un personaje de la Ilíada, un sacerdote de Troya. Isidoro lo considera así porque en el siglo VI aparece una historia apócrifa de la Guerra de Troya, aparentemente escrita por este hombre, y será la fuente más valorada sobre este hecho durante la Edad Media (incluso más que Homero). El siguiente historiador griego en importancia considera que fue Heródoto.

En las Etimologías, Isidoro de Sevilla explica que los antiguos dividieron la Filosofía en tres partes, que según el formato de la tabla de tríadas se puede presentar así: Física, Lógica y Ética. Cada una de ellas se puede subdividir a su vez:

  • división de la Física: Geometría/Aritmética/Música,
  • división de la Lógica: Gramática/Dialéctica/Retórica,
  • división de la Ética: Justicia/Prudencia/Fortaleza/Templanza.

Luego, Isidoro de Sevilla habla de la utilidad de la Historia, que es para la enseñanza del momento presente. Este autor y esta obra serán muy influyentes durante toda la Edad Media.

Historia de los godos, vándalos y suevosEditar

Es la historia de los pueblos que se asientan en la Península durante el siglo V d. C. Ahora se da un paralelismo con lo ocurrido con Eusebio de Cesarea, porque escribe desde el lado de los visigodos, que son los pueblos que se enfrentan a los romanos. Su tarea debe ser que no se muestre a los visigodos como los malos y a los romanos como los buenos. Por eso dice que durante la conquista, todos los romanos que estuviesen en un lugar sagrado, como dentro de una iglesia, o que simplemente gritasen el nombre de Cristo, no fueron muertos ni hechos cautivos. Ésta Historia de los godos, vándalos y suevos incluye una preciosa alabanza de España Laus Spaniae.

De la fe católica contra los judíosEditar

En medio de un proceso de luchas internas y de reformulaciones ideológicas, la comunidad judía hispana de los siglos VI y VII fue objeto expiatorio de un deseo de consolidación de la monarquía alrededor del catolicismo.[13]​ En su obra De fide catholica contra Iudaeos amplía las ideas de San Agustín sobre la presencia judía en la sociedad cristiana. Se trata de un opúsculo escrito contra el judaísmo, aunque Isidoro estaba en contra del rey Sisebuto en su idea de que era necesario promover la conversión al cristianismo por la fuerza. Isidoro prefirió convencer a obligar, pero tampoco fue enérgico en rechazar la violencia que sobre los judíos se ejercía en este periodo.[14]​ Como Agustín, acepta la necesidad de no eliminar la población judía por su papel supuesto en la venida segunda de Jesús.

Isidoro de Sevilla recogió la más relevante tradición polémica antigua, convirtiendo su texto en uno de los más relevantes en materia apologética antijudía hasta bien entrada la Edad Media. La influencia del postulado del pensador hispalense fue esencial en el armazón ideológico que rodeó la reactivación del antijudaísmo europeo desde finales del siglo XI al siglo XIII.[15]

Como teórico de la músicaEditar

A lo largo de sus escritos encontramos una serie de menciones a diversas cuestiones musicales que resultan trascendentales para conocer tanto el pensamiento como las prácticas musicales de aquella época. En las Etimologías, la música se aborda en el libro III, dentro del Quadrivium, junto con las matemáticas, geometría y astronomía. Allí Isidoro de Sevilla habla sobre el valor de la memoria en música ante la falta de notación musical, al no poderse escribir los sonidos. En esta misma obra encontramos algunas afirmaciones sobre la música como: «Sin la música, ninguna disciplina puede ser perfecta, puesto que nada existe sin ella» (libro III. C. 15), que nos da una idea del valor que se confería a la música entonces. Junto con las Instituciones de Casiodoro constituyen una fuente de información esencial sobre las siete artes liberales, entre las que se incluye la música. Asimismo, Isidoro hace referencias excepcionales sobre el repertorio litúrgico hispano, más acordes con una visión práctica de la música. Esta perspectiva supone un primer paso hacia una nueva concepción de una teoría de la música más ligada a la realidad que a la especulación.

Al igual que otros teóricos como Boecio, San Agustín o Casiodoro, Isidoro recoge en sus escritos términos como sinfonía o diafonía, que podrían identificarse como el sonar de varias voces, pero siempre son casos muy oscuros. Parece que este tipo de denominaciones podría hacer alusión a la aparición de dos sonidos sucesivos, en vez de simultáneos. El minucioso estudio de estas fuentes es fundamental para determinar con exactitud el origen de la polifonía en la música clásica occidental.

Otras obrasEditar

Las Sentencias de San Isidoro es posiblemente su trabajo más leído durante la Edad Media ya que se hicieron numerosas copias antes de la invención de la imprenta. Consta de un sumario de fe (libro I) y de moral (libro II). La publicación parece creada en un primer momento para la formación del clero. Fue elaborada entre los años 612 y 615 en apogeo de su capacidad intelectual y pastoral.[16]

Sobre el ejercicio del poder de los príncipes:

Dios concedió a los príncipes la soberanía para el gobierno de los pueblos, quiso que ellos estuvieran al frente de quienes comparten su misma suerte de nacer y morir. Por tanto, el principado debe favorecer a los pueblos y no perjudicarlos; no oprimirlos con tiranía, sino velar por ellos, siendo condescendiente, a fin de que su distintivo del poder sea verdaderamente útil y empleen el don de Dios, para proteger a los miembros de Cristo.
S. Isidoro, Sententiae, 1.3C., 48-49[17]

El poder temporal, sujeto a sus propias leyes y al poder espiritual:

LA CRISTIANDAD 1) Es justo que el príncipe esté sujeto a sus propias leyes. Pues solo cuando también él respete las leyes podrán creer que éstas serán guardadas por todos. 2) Los príncipes deben someterse a sus propias leyes y no podrán dejar de cumplir las leyes promulgadas para sus súbditos. Y es justa la queja de los que no toleran que se les permita algo que le esté prohibido al pueblo. 3) El poder secular está sujeto a las leyes eclesiásticas y los príncipes aunque posean el gobierno del reino están sometidos sin embargo al vínculo de la fe, de tal manera que están obligados a predicar la fe de cristo en sus leyes y a conservar esta predicación con sus buenas costumbres.
S. Isidoro: Sententiae III, 51.4. [18]
 
Opera omnia, 1797
 
Chronica minora, 1482

Estos son algunos otros de sus trabajos, todos escritos en latín:

  • Chronica majora: una historia universal.
  • De differentiis verborum: un breve tratado teológico sobre la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo, del paraíso, los ángeles y los hombres.
  • De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas): un libro de astronomía e historia natural dedicado al rey visigodo Sisebuto.
  • Preguntas en el Antiguo Testamento.
  • De ordine creaturarum.
  • Regula monachorum.
  • Sententiae libri tres (Codex Sang. 228; siglo IX).[19]
  • De viris illustribus.
  • De ecclesiasticis officiis.
  • Un tratado místico sobre los significados alegóricos de los números.
  • Una serie de cartas breves.

Datos de interésEditar

LeyendasEditar

Según cuenta la leyenda, en 1063 Fernando I guerreó por tierras de Badajoz y Sevilla, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. De él consiguió la entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando su embajada llegó a Sevilla a recogerlas, no las encontró. Sin embargo, una vez en Sevilla, el obispo de León, miembro de la embajada, tuvo una visión mientras dormía, gracias a lo cual encontraron milagrosamente las reliquias de San Isidoro. El retorno se hizo por la Vía de la Plata. Cerca ya de León, la embajada se internó en tierras pantanosas, sin que los caballos pudieran avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, estos salieron adelante, dirigiéndose hacia la recién construida iglesia de los Santos Juan y Pelayo, que desde entonces se llamará de San Isidoro.[20]

InfluenciaEditar

El obispo Braulio de Zaragoza fue el gran amigo de Isidoro y el gran impulsor de sus obras. Los historiadores Vitalino Valcárcel y Juan Gil consideran que Braulio fue educado por Isidoro en la escuela episcopal de Sevilla pero el historiador Manuel Díaz y Díaz deshecha esta teoría.[5]

El VIII Concilio de Toledo (653) manifestó su admiración por la figura de Isidoro con las siguientes palabras elogiosas:

Nostri quoque sæculi doctor egregius ecclesiæ catholicæ, novissimum decus, præaecedentibus ætate postremus, doctrinæ comparatione non infimus, et qoud maius est, in sæculorum fine doctissimus, atque cum reverentia nominandus Isidorus [...][21]
El gran doctor de nuestro siglo, la gloria más reciente de la Iglesia católica, el último en el tiempo comparado con ellos, pero no el último comparado en la sabiduría y, lo que es más, el más docto de las últimas centurias, que ha de ser nombrado con toda reverencia, Isidoro...[22]

Este tributo fue ratificado por el XV Concilio de Toledo, celebrado en 688, al utilizar también el calificativo de doctor egregius para referirse a él.[23]

También fue elogiado en la obra anónima Vita Fructuosi, de finales del siglo VII.[5]

Los textos de Isidoro influyeron mucho en autores del siglo VII. El obispo Tajón de Zaragoza se vio especialmente influenciado por sus Sentencias, el obispo Eugenio de Toledo por sus versos, Ildefonso de Toledo por sus sinónimos, Valerio del Bierzo por las visiones alegóricas que relata, y Julián de Toledo por su obra en general.[7]

La obra de Isidoro influyó mucho en Alcuino de York, que alcanzó gran importancia en la corte de Carlomagno. También tomó influencias de Isidoro Rabano Mauro. Posteriormente, la obra isidoriana fue difundida también por clérigos irlandeses.[7]

En el siglo XII Domingo Gundisalvo prestó una especial atención a la astronomía, la astrología y la medicina en la obra de san Isidoro.[24]


Predecesor:
Leandro
Arzobispo de Sevilla
599-636
Sucesor:
Honorato

Véase tambiénEditar

ReferenciasEditar

  1. Missale romanum ex decreto sacrosancti Concilii tridentini restitutum, Kalendarium — Aprilis.
  2. Calendario litúrgico Archivado el 9 de febrero de 2014 en Wayback Machine. — Conferencia Episcopal Española, p. 337.
  3. Missale Gothicum secundum regulam beati Isidori, hispalensis episcopi: iussu Cardinalis Francisci Ximenii de Cisneros editum, Kalendarium mozarabicum sæpius auctum, december.
  4. Schneider, Matthew (2 de mayo de 2020). «A patron saint of the internet - unofficially, though». Aleteia. Aleteia. Consultado el 14 de mayo de 2020. 
  5. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z aa ab José Sánchez Herrero (2018). «San Isidoro de Sevilla. Biografía». San Isidoro de Sevilla en Sevilla: 13-29. ISBN 978-84-472-1950-6. 
  6. a b c d Antonio Hernández Parrales (1960). «El XIV centenario del nacimiento de san Isidoro, arzobispo de Sevilla». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (23): 9-34. ISSN 0561-3590. 
  7. a b c Jorge Mario Cabrera Valverde (1996). «San Isidoro de Sevilla. Puente entre la Antigüedad y la Edad Media». Filología y lingüística XXII (2): 203-213. 
  8. a b Libro de las Sentencias, recogido en: Fernández, Francisco Alejo et al. Cultura andaluza: geografía, historia, arte, literatura, música y cultura popular. MAD-Eduforma, 2003, p. 96.
  9. a b Pedro J. Respaldiza Lama (1996). El monasterio cisterciense de San Isidoro del Campo (9). Laboratorio de Arte. pp. 23-47. 
  10. Emma Falque Rey (2016). «De Sevilla a León: el último viaje de San Isidoro». Anuario de Historia de la Iglesia andaluza 9: 11-31. ISSN 1888-7368. 
  11. María Dolores Vivo Pina (2015). «El arca relicario de la Catedral de Murcia». Territorio de la memoria: arte y patrimonio en el sureste español. Selección de estudios presentados al I Congreso Nacional de Jóvenes Historiadores del Arte. 
  12. María Jesús Sanz Serrano (1999). «El culto a San Isidoro. Reliquias e imágenes. Iconografía sevillana». Estudios humanísticos. Geografía, historia y arte (21): 187-218. 
  13. Eva Castro Caridad y Francisco Peña Fernández, Isidoro de Sevilla. Sobre la fe católica contra los judíos, Universidad de Sevilla, 2012, p. 31.
  14. Joseph Pérez, Los judíos en España, Madrid: Marcial Pons Historia, 2005 (Biblioteca Clásica), p. 26. ISBN 978-84-96467-03-3.
  15. A. S. Abulafia, Christians and Jews in Dispute, Sydney, 1998, p. 517.
  16. «Documentos para el estudio de la historia de la Iglesia». Departamento de Historia de la Iglesia de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Archivado desde el original el 15 de abril de 2018. Consultado el 27 de febrero de 2018. 
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BibliografíaEditar

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