La bóveda de cañón termina con la representación del Juicio Final según el Apocalipsis de Juan:
En la mandorla Cristo, en majestad, levanta su mano izquierda abierta para significar que la hora del juicio ha llegado, mientras que su mano derecha señala al Altísimo en cuyo nombre el Hijo hace el juicio. Como último recurso para los resucitados, la Virgen y San Juan Bautista ruegan implorar clemencia para los nobles y notables del lugar que esperan su juicio, abajo. Cristo rompe la espada de la justicia con sus dientes para significar que el bien ha sido separado del mal y que el juicio ha sido hecho. San Pedro, que puede ser reconocido por sus llaves de oro y plata, puede entonces conducir la procesión de los elegidos a la Jerusalén celestial. ¡La segunda muerte de los reprobados, arrojados al lago de fuego y azufre, no merece ser representada!...