Batalla de Sauce (1870)

Desarrollada el día de Navidad de 1870, la Batalla de Sauce fue una de las batallas más sangrientas de la Revolución de las Lanzas (1870-1872), en Uruguay. Se libró a orillas del arroyo del Sauce, en el actual Departamento de Canelones, entre los revolucionarios blancos de Timoteo Aparicio y el ejército nacional que comandaba Gregorio Suárez.

Batalla de Sauce (1870)
Parte de Revolución de las lanzas
Fecha 10 de diciembre de 1800
Beligerantes
Gobierno colorado Rebeldes blancos
Comandantes
Gregorio Suárez Timoteo Aparicio
Fuerzas en combate
5.000[1]

Antecedentes editar

Durante la Revolución de las Lanzas, luego de que el ejército revolucionario comandado por el general blanco, Timoteo Aparicio, consiguiera derrotar sucesivamente a los ejércitos gubernistas en la Batalla de Paso Severino y la Batalla de Corralito, se dirige hacia la Capital, implementando un sitio sobre la ciudad de Montevideo, y luego de 50 días de sitio, los revolucionarios logran hacerse con el control del Fuerte del Cerrito, después de esa victoria el general Timoteo Aparicio y Anacleto Medina, acordaron alejarse de Montevideo, enterados de que el general Gregorio Suárez se aproximaba por su retaguardia, para poder rodear a Gregorio Suárez estacionado en el arroyo Solís Grande. Lo sorprendió en el arroyo Solís Grande, y esperaba destrozarlo al día siguiente, pues tenía fuerzas superiores. Pero Suárez, en una hazaña militar, escapo por la noche del cerco de sus enemigos, y ganó campo abierto para marchar hacia Montevideo. En Montevideo, el general Suárez, se proveyó de hombres y suministros y luego se dirigió para enfrentar a los revolucionarios, a la altura del arroyo del Sauce.

Formaciones de los ejércitos beligerantes editar

El ejército revolucionario presentó su acostumbrada línea en ángulo cóncavo, comprendía en sus posiciones una distancia estimada entre los extremos del dispositivo que ascendía a los 4.000 metros, con un número cercano a los 6 mil hombres. Por su parte, el ejército nacional, dotado de un número de combatientes muy similar al de su adversario, dominaba el terreno desde las alturas y había adoptado una formación que ofrecía una buena resistencia disponiendo de cuadros triangulares de infantería. A un primer impulso, las fuerzas revolucionarias llevan el ataque y obtienen resultados favorables, mientras que las fuerzas del gobierno adoptan una postura netamente defensiva.

Desarrollo de la contienda editar

Timoteo Aparicio trata de envolver a las fuerzas gubernistas llevando el ataque por ambos flancos, mientras que la infantería se defendía en cuadros. A las 13 h un batallón gubernista dispone las armas, mientras que la caballería seguía siendo arrollada. Aquí comienza a perder Aparicio la batalla, fue tal el ímpetu de los primeros movimientos del combate que escuadrones enteros revolucionarios abandonaron el campo de batalla persiguiendo a los escuadrones gubernistas. El batallón que se había rendido pasa a ser mayor en número que sus custodias. Incluso el propio Aparicio sale del campo de batalla persiguiendo a sus enemigos. Mientras tanto Suárez se hace fuerte con sus infanterías y logra suprimir los ataques por el fuego de artillería. Reforzada la posición y rehechos los escuadrones de caballería, la infantería gubernista carga a la bayoneta sobre los escuadrones revolucionarios.

Consecuencias editar

El combate fue reñidísimo y se definió, después de cuatro horas, a favor de los gubernistas que, según el parte, capturaron al enemigo 6 cañones, siete carros de municiones, 500 fusiles, 18 carretas, banderas y una banda de música. El jefe colorado Gregorio Suárez dispuso el degüello de todos los prisioneros e hizo pasar la caballada por sobra los cadáveres. Según algunas versiones, ordenó tocar a la banda de música capturada y, como juzgó que desafinaba, mandó degollar a sus integrantes.

Escribía luego el joven Eduardo Acevedo Díaz a sus padres, desde el frente de batalla:

“La batalla del Sauce no se define en dos palabras; el clásico heroísmo de esta patria infortunada, patentizado a mi vista, grabado indeleblemente en este archivo del tiempo que se llama memoria, me ha conmovido profundamente (…) No olvidare los sitios donde mi vida pendió vente veces de un hilo (…) A Antonio [su hermano] lo subí a la grupa de mi caballo cuando el enemigo quemaba nuestra valerosa retaguardia; tenia tres balazos en el sombrero y uno en las bombachas, pero nada mas”.[2]

Referencias editar

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  2. Peirano, Ricardo (2000 - 2002), Gran Enciclopedia del Uruguay, Barcelona: Sol 90.