Diferencia entre revisiones de «Derechos de los animales»

Contenido eliminado Contenido añadido
Archanda (discusión · contribs.)
Comparación entre la esencia de ser del hombre y del animal
Akhran (discusión · contribs.)
Deshecha la edición 26443650 de Archanda (disc.) Es la opinión del editor, investigación original y no está referenciado mínimamente
Línea 194:
 
{{cita|“Es indecoroso de nuestra parte, insistir que sólo los humanos sufren, si nosotros mismos nos portamos de una manera tan indiferente frente a los demás animales. El comportamiento de otros animales vuelve falsas tales pretensiones. Ellos se parecen demasiado a nosotros”.|[[Carl Sagan]]}}
 
 
=== El ser de los animales ===
Cuanto más santo es uno, más conciencia tiene de las cosas, es más persona y menos animal. El animal no tiene conciencia; es solamente un detector de apetencias. Es puro instinto con complejidad diferente según la especie. Y por no tener conciencia no tiene libertad y, por tanto, ni responsabilidad ni mérito. De modo que ni sufre ni goza, porque le falta la consciencia de sí mismo; sólo es manifestación de apetencia irreflexiva: semejante en parecidos con el hombre porque éste también es un ser de apetencias; pero que en el hombre deben ser trascendidas hacia el fin para que ha nacido: Dios.
 
Como vemos, lo animales no tienen el sello de la trascendencia. Es decir, sus actos no le llevan al salto de otra vida como fin de sus méritos o deméritos. ¿Cómo podría Dios dejar sufrir a un animal, si no tiene libertad, quid del mérito, cara a la otra vida? Sería una injusticia por parte de Dios de permitir a un ser ese sufrimiento que no tiene ningún valor trascendente para sí mismo. No sólo el debido al hombre, sino al de la depredación entre los animales. En una palabra, el animal no puede sufrir, porque Dios es Justo. Y es que el animal no tiene “yo”.
 
Entre todas las criaturas de este mundo sólo el hombre ha sido creado por sí mismo. El animal no tiene un fin para sí mismo. Su presencia en este mundo se halla como fin para el hombre, que para esto los ha creado Dios. No en vano el hombre es llamado el rey de la Creación. Y el Creador ha dado al hombre impunidad para degollar al animal y servirse de él como alimento. Lo mismo que usar de ellos para trabajos forzados para la subsistencia humana, como para matarle sin más cuando resulta agresivo o simplemente no nos sirva.
Los animales no sufren ni gozan por no tener conciencia, donde se verifica la mismidad del sentimiento; pero ello no implica que podamos tomar cualquier postura de tipo apetencia del maltrato por el maltrato, que va, además, contra nuestra propia dignidad de hombres. Nuestra relación con el animal debe realizarse en un clima de consideración ética. Los animales son criaturas que participan de la dignidad de la Creación de Dios y manifiestan y proclaman la belleza y la gloria de Dios.
¿Y el caso de la corrida de toros? – ¿No es una escena con una finalidad?: un lance de la suerte entre el señorío de dominio del hombre sobre el animal, en que el hombre incurre también en riesgo; y la lucha entre el hombre y el toro se convierte en un arte, en que el hombre se cubre de valor, inteligencia y de gloria como rey de la Creación, sobre ese animal, el toro, bravo en su instinto y resistente a la lucha fiera y sin igual. ¿No podríamos asistir a un drama mitológico?
 
Indudablemente que las manifestaciones de dolor de los animales (como el de su gozo instintivo) conmueven el corazón del hombre; como en los dibujos animados, sus dramas conmueven también nuestros corazones, pero habremos de saber que no precisamente sufren esos dibujos animados. Y lo mismo en las películas de humanos, en las que sus actuaciones representan sufrimientos y gozos, que nos afectan a nuestro corazón, mas también debemos saber que no sufren, pues son apariencias de la interpretación. Como nos puede conmover el correr de un arroyuelo en su dulce tintinear con las piedras del lecho.
En cierto modo, todo tiene vida o se nos comunica como una vida, porque es lo existente que proclama una grandeza creadora y poética.
Las plantas - un nivel de vida inferior - las podemos podar y cortarlas pero no maltratarlas. Que también, según se dice, dan gloria a Dios como los animales.
Al árbol, cuando se le tala, y a la flor, cuando se la arranca de su raíz, no se les oye el gemido por su escala inferior de complejidad. Pero se hallan en la misma escala de instinto e intrascendencia: no tienen conciencia ni de su sentir ni de su operatividad, y, por tanto, son seres sin libertad. Un ser en el que no radica el mérito receptor de la gracia para ser: que se es en el Ser.
 
Por otro lado, nos hallamos en una época en que los animales – no precisamente los mosquitos u otras alimañas, que no son menos animales – gozan de un favor especial del hombre como nunca lo ha habido. Se trata más bien de los llamados animales domésticos como el perro, nuestro amigo can, y los gatos, etc.
Se les trata – es cuestión de observación en muchas personas - como una “longa manus” de nuestra humanidad. Con unos cuidados y caricias que ni el mejor hijo pueda recibir de su madre.
Es que con esto de la evolución, cualquier animal pertenece a nuestra estirpe, y tienen su alma dorada como la nuestra; y así como los niños pequeñitos no están en disposición de una comunicación total con sus mayores, por el mismo modo se podría decir que a un perro sólo le falta hablar por las manifestaciones que da lugar a la manera de un niño. ¿Quién ha dicho que no tenga un alma como la nuestra? Sólo cabe pensar que sus manifestaciones no son tan elaboradas como las nuestras.
Pues no, mi querido amigo, que dice Ud. que tiene un perro que lo entiende todo: sólo le falta hablar. Sí que entre los animales hay gran diferencia en la percepción de las cosas en su instinto meramente orgánico. Ya que no del conocimiento abstracto de las cosas, y menos de su trascendencia a la otra vida.
Ya lo dice un tal Millán Puelles, del cual daré algunos extractos: “El animal conoce. Y conoce formas reales, mas no conoce la realidad. Carece de la capacidad de conocer “el ser”, pues conocerá un medio, pero no que este medio lo es. Lo que le falta no es otra cosa que la idea del ser. Ni siquiera es capaz de conocer que esa idea es algo que le falta.
El animal sólo es capaz de conocer lo sustancial y concreto. Y lo conoce por sus accidentes, sin saber qué son los accidentes pues le falta la idea del ser. Conoce los objetos, pero no en tanto que entes o seres. En resumen, que los objetos sobre los cuales versa el conocimiento del animal son las formas corpóreas singulares y concretas”. No es consciente de la cualidad y fin de sus actos.
 
Un cuidado excesivo de los animales como si fuera una criatura humana no deja de ser una desviación con carácter de idolatría. “Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos” ( n.2418, Catec. de la Igl. Cat.).
¿Cómo podríamos calificar a esas asociaciones que se dedica a la protección de animales, hoy día hasta patrocinada por los gobiernos? Pues todo, según como se haga, como el comer. La fórmula mágica es la de que el animal es para el hombre y no el hombre para el animal. Y el animal no es un fin en sí mismo como lo es el hombre, aunque sabemos que el fin del hombre para su bien es Dios.
Hay que querer todo lo existente, pues todo lo existente es por Dios, de lo cual no hay que hacer ningún remilgo. Pero el pecado original y nuestros propios pecados han trastocado la naturaleza y no “todo en el monte es orégano”. Y aquí se ha declarado una justicia en el grado de querer. En principio todo lo que nos produce un bien es digno de ser querido.
Mas como hemos dado a entender hay rebeliones en la naturaleza. El mismo hombre se ha pervertido y los hay, por ladrones y asesinos y duchos en otras malas hierbas, a los que no se puede tolerar en nuestra convivencia, sin por ello dejar de quererles como criaturas llamadas a ser hijos de Dios.
Por lo mismo, hay animales que no pueden convivir con nosotros por su instinto peligroso para el hombre. Así que, por ejemplo, la pulga será muy querida por nosotros – no en vano tiene un encanto su existencia para contarlo -, pero habrá que matarla a la primera de cambio que se deposite en nuestra piel. No estamos para que seamos molestados por un animal.
Y lo mismo el perro, nuestro amigo can, que cuando se pone peligroso, lo mejor es darle la “puntilla”.
Leía el otro día en el periódico cómo unos perros salvajes – que se hicieron salvajes por el abandono de sus amos – mataron a bastantes ovejas y los tuvieron que reducir después de grandes esfuerzos. La solución no fue otra, que llevarlos a la perrera por la vía legal obligada de la Asociación protectora de animales. Y a asistirles de por vida. Como se ve, merecen un trato humano como los humanos que prevarican las leyes de la convivencia. Bueno, esto es lo que se dice “pasarse de rosca”.
Sí que tenemos a San Francisco de Asís, el cual nos dio una lección de amor a todas las criaturas por amor al Creador. Ese amor que no se quedaba en la criatura, pues se quedaría en idolatría, sino que le encauzaban amar más a Dios.
Es que toda criatura, desde la más ínfima hierba, y desde el más ínfimo animal hasta llegar al hombre, no hacen más que cantar las maravillas del Creador: el verdadero amor: nuestra verdadera vida.
Creo que está dicho todo respecto al animal y nuestra relación con él, en cuanto al campo moral y razones de existencia y de realidad, que es nuestro objetivo.
 
Comenzaba con el hombre santo como paradigma del ser hombre. El que posee la fina conciencia que adecua su comportamiento a la ley divina directora de la vida y destino del mundo.
Bueno, pues de modo antagónico, se da el hombre, que alejado de Dios, ha perdido en un grado grave la conciencia, que es un verdadero tesoro por el que el hombre dirige sus pasos a su verdadero destino.
Podrá ser muy culto, muy listo y erudito, pero no sabio en el verdadero sentido de la sabiduría que es el conocimiento del verdadero fin del ser humano.
Y en esa conciencia degradada se acorta su distancia con el animal. Porque el hombre es un ser de fe, que vive de la fe, y estos hombres alejados de la fe se parecen a los animales que indudablemente no viven de fe, sino sólo de instinto.
Y así, muchos humanos se van quedando en una mera inteligencia instintiva. Es un “tejas abajo” puro, como el animal. Sin trascendencia hacia la otra vida.
 
“La ciencia calificada es que el hombre en gracia acabe,
porque al fin de la jornada, aquel que se salva sabe
y el que no, no sabe nada”.
 
== Liberación animal ==