Diferencia entre revisiones de «José López Portillo»

Contenido eliminado Contenido añadido
m Deshecha la edición de 189.144.183.75 (disc.)
Línea 71:
El [[1 de septiembre]] de 1982, día de su último informe de gobierno, habría de encarar a la ciudadanía para anunciarle el caos. Culpó de la debacle a los banqueros y a los "sacadólares", no admitió tener que ver en el hundimiento financiero del país ("Soy responsable del timón, pero no de la tormenta") y, de un plumazo, nacionalizó la banca y decretó el control de cambios, más en el tenor de una rabieta desesperada, de un golpe de efecto, que en el de medidas sopesadas y necesarias, lo que se vislumbró en su argumentación: "Ya nos saquearon. México no se ha acabado. ¡No nos volverán a saquear!". En los siguientes años los resultados de dichas ocurrencias (cuyo costo al erario por los conceptos de compra e indemnización del entramado bancario se estimó en unos tres billones de pesos) fueron más que funestos, como se patentizó al poco tiempo con el apogeo de una banca paralela encubierta en casas bursátiles e instituciones financieras diversas que incentivaron la especulación, con la negligente reprivatización bancaria que puso otra vez a la nación a un paso de la ruina a mediados de la década de los [[años noventa|noventa]], y con el abuso y fracaso del [[Fondo Bancario de Protección al Ahorro]], que en su reestructuración como deuda pública, pactada legislativamente desde 1998, absorbe hasta la fecha enormes cantidades presupuestarias.
 
Luego, al recordar a los desposeídos y marginados, aquellos a quienes en su primer mensaje como mandatario había pedido perdón, José López Portillo lloró frente a millones de mexicanos y golpeó impotente con su puño el atril de la tribuna principal del [[Palacio Legislativo de San Lázaro]], aceptando al menos su "responsabilidad personal" al fallarles; un despliegue histriónico que conmovió a muy pocos, enfureció a los más y fue motivo de parodias y burlas para poner punto final a seis años de expectativas tan altas como su frustración que completaron, sumados a los del periodo de Luis Echeverría, la coloquialmente denominada "docena trágica" del [[populismo]] (en un juego de palabras que evocaba a la [[Decena Trágica]]: diez días de asesinatos e inestabilidad en febrero de [[1913]] que concluyeron con la renuncia y el fusilamiento del presidente [[Francisco I. Madero]] y del vicepresidente [[José María Pino Suárez]]). Amén de lo peyorativo de la comparación, con estas dos administraciones fue evidente para la opinión pública, los empresarios, la comunidad internacional, la [[Iglesia]] e incluso para buena parte de la clase priísta lo peligroso y lo imposible que resultaría por mucho tiempo más dejar el destino del país bajo el criterio de un solo hombre. Desde entonces y echando mano de la misma reforma política que López Portillo estimuló (aún con todas sus carencias y trabas que, con los años, se han superado), el cambio gradual de los fundamentos del sistema de poder en México, la pérdida de fuerza del partido oficial y el crecimiento de una oposición que penetraría con ímpetu firme en los distintos niveles de gobierno ya no se detuvieron, todo ello alentado siempre por una fdssociedad justificadamente molesta y cansada.
 
=== La sucesión presidencial ===