Diferencia entre revisiones de «José Antonio Primo de Rivera»

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"José Antonio Primo de Rivera no llegó a alcanzar una significativa influencia política mientras vivió; sólo contribuyó negativamente a acelerar y aumentar el desastre español. Su fama y apoteosis sólo llegaron de modo póstumo y probablemente no lo hubieran hecho nunca de otro modo. [...] Sin embargo, muerto llegó a ser objeto del más extraordinario culto al mártir de toda Europa contemporánea, lo que, a la larga, le ha garantizado una posición, un estatus, y un papel que nunca podría haber consumado en la vida real".<ref> Payne 1997, Pgs. 372-373.</ref>
 
 
"Ojalá Fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia"
José Antonio Primo de Rivera
Noviembre de 1936
 
== Ideología y pensamiento ==
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Es también innegable la influencia en él de la [[Generación de 1898|generación del 98]] con su pesimista visión de la sociedad española,<ref>''"España se ha perdido a sí misma; esa es su tragedia. Vive un simulacro de vida que no conduce a ninguna parte. Dos cosas forman una patria: como asiento físico una comunidad humana de existencia; como vínculo espiritual, un destino común. España carece de las dos cosas. Gil Pecharromán 1996. Pg. 382.</ref> y la especial influencia de [[Ortega y Gasset]];<ref>Gibson 2008. Pg. 21.</ref> encontrándose en éste el referente a su ''"Unidad de destino en lo universal"''<ref> ''"¿Qué es el nacionalismo particularista? Es un sentimiento de contornos vagos, de intensidad sumamente clara que se apodera de un pueblo o colectividad y la hace desear ardientemente vivir aparte de los demás pueblos y colectividades. Mientras éstos anhelan lo contrario: a saber, adscribirse, integrarse, fundirse en una gran unidad histórica, en esa radical comunidad, de destinos que es una gran nación"''. Ortega y Gasset. Gibson 2008. Pg. 27.</ref> Una constante en su pensamiento fue la añoranza de la España Imperial<ref>''La nostalgia por el imperio era un rasgo común a todos los grupos derechistas en la década de los treinta, pero mucho más acusadamente en la falange, que abiertamente proclamaba que la conquista imperial era una manera de desviar la lucha de clases''. Preston 1986. Pg. 21.</ref> desilusionado por una España que pensaba caminaba hacia la "invasión bárbara", como calificaba al socialismo y especialmente al comunismo.
 
===El pensamiento joseantoniano y la ideología fascista===
 
Para comparar el pensamiento joseantoniano con la ideología fascista, primero debemos hacer algunas consideraciones sobre las características del fascismo. En primer lugar, señalar que no utilizamos el término “fascista” en sentido despectivo[4], sino que pretendemos denotar sus características fundamentales de manera objetiva e imparcial. Sin embargo, caracterizar el fascismo no es tarea fácil. El fascismo genérico es una entidad política etérea, puesto que los diversos movimientos fascistas fueron muy distintos entre ellos. Existen dos “fascismos paradigmáticos”, que son el italiano y el alemán, mas hay fuertes divergencias incluso en la cuestión de si el nacionalsocialismo fue realmente un movimiento fascista. De todas formas, parece ser que hay una serie de comunes denominadores que se dan en todos los movimientos fascistas, los cuales han sido estudiados en profundidad por Renzo de Felice, Ernst Nolte, Stanley Payne y Gentile entre otros. Aun así, el debate no está del todo cerrado, y consideramos que el juicio de Angelo Tasca (juicio muy hegeliano) es muy acertado: “Definir el fascismo es, ante todo, escribir su historia"[5].
 
Ernst Nolte propuso unos “mínimos fascistas” que consistían en antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, principio del liderazgo, un ejército del partido y el totalitarismo como objetivo. Sin embargo, estos mínimos son demasiado vagos, algunos fueron adoptados por movimientos comunistas (antiliberalismo, anticonservadurismo, el principio del liderazgo y el ejército del partido en la Rúsia de Lenin y, más acentuadamente, en la de Stalin, por poner un ejemplo), y el último “mínimo”, referente al totalitarismo, resulta demasiado ambiguo, puesto que el totalitarismo ha generado un debate aparte que genera tanta divergencia (o más) que el propio debate sobre el fascismo.[6] Así pues, hay que desarrollar esos mínimos para caracterizar de forma correcta el fascismo, así que apelaremos a las autoridades en esta materia para esclarecer la exposición. Paralelamente, iremos sentando las diferencias esenciales entre el fascismo y el pensamiento joseantoniano.
 
<ref>http://filosofiaehistoricidad.blogspot.com/2009/08/jose-antonio-primo-de-rivera-y-el.html </ref>
 
 
=== Antiparlamentarismo ===
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{{cita|Cuando, en marzo de 1762, un hombre nefasto llamado [[Jean-Jacques Rousseau|Juan Jacobo Rousseau]], publicó ''[[El contrato social]]'' dejó de ser la verdad política una entidad permanente.[...] Suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tiene un alma superior, de jerarquía diferente a cada una de nuestras almas, y que ese ''yo'' diferente está dotado de infalible, capaz de definir en un instante lo justo y lo injusto, el bien y le mal. [...] De ahí vino el [[sistema democrático]], que es, en primer lugar, el más ruidoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que sustanciar el ochenta o el noventa por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejaciones de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle.|Discurso de la fundación de la Falange Española (Teatro de la Comedia. 29 de octubre de 1934)<ref>''Obras'' (del Río 1974) Pg. 61.</ref>}}
 
=== El Estado y el Individuo ===
 
Primo de Rivera preconizaba un Estado autoritario en el que supuestamente el hombre alcanzaría su verdadera libertad; ya que ésta sólo sería verdadera ''si se conjuga en un sistema de autoridad y de orden''.<ref>Discurso de la Comedia. ''Obras'' (del Río 1974). Pg. 67.</ref> Un sistema reminiscente del [[absolutismo ilustrado]]:
 
{{cita|La patria es una unidad de destino en lo universal. [...] El Estado no puede ser traidor a su tarea, ni el individuo puede dejar de colaborar con la suya en el orden perfecto de la vida de su nación. [...] La idea de destino, justificador de la existencia de una construcción (Estado o sistema), llenó la época más alta que ha gozado [[Europa]]: el siglo XIII, el siglo de [[Santo Tomás]]. Y nació de mentes de frailes. Los frailes se encararon con el poder de los reyes y les negaron ese poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin: el bien de sus súbditos.|Conferencia en un curso de FE de las JONS. 28 de marzo de 1935.<ref>''Obras'' (del Río 1974). Pg. 476.</ref>}}
 
Insistiendo en numerosas ocasiones en esa visión [[paternalismo|paternalista]] del sistema autoritario: ''"Toda la organización, toda la revolución nueva, todo el establecimiento del Estado y toda la organización de la economía, irán encaminados a que se incorporen al disfrute de las ventajas esas masas enormes desarraigadas por la economía liberal y por el conato comunista"''.<ref> Conferencia en el Círculo Mercantil de Madrid. 9 de abril de 1935. ''Obras'' (Del Río 1974). Pg.511</ref>
 
La autoridad del Estado quedaría justificada por una misión superior a cumplir. España, como nación civilizada, tendría el deber de imponer su cultura y su poder político fuera de sus fronteras.<ref> Defendiendo la invasión de Abisinia (actualmente [[Etiopía]]) por parte de la [[Italia]] de [[Mussolini]], en octubre de 1935, pronunció en [[Parlamento]]: ''"El colonizar es una misión, no ya un derecho, sino un deber de los pueblos cultos.[...] Creo que ya es demasiado tarde para que nos vayamos a escandalizar por una empresa colonial. En colonizar estuvo la gloria de España. En colonizar estuvo la gloria de Inglaterra."'' Pecharromán 1996. Pg. 396.</ref> También, el Estado, y su líder, estarían al servicio de la persona.
 
Para Primo de Rivera, ''la dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles''; considerando que el hombre, únicamente adquiría su calidad humana dedicando su vida a una gran empresa colectiva; el Estado sería esa gran empresa.<ref>''Cada ser humano era "un portador de valores eternos", pero no meramente como individuo; sus derechos y valores sólo podrían ser definidos, expresados y defendidos en una sociedad nacional fuerte y unificada''. Payne 1997. Pg. 248</ref><ref>''"Nosotros consideramos al individuo como unidad fundamental, porque éste es en sentido de España, que siempre ha considerado al hombre como portador de valores eternos. El hombre tiene que ser libre, pero dentro de un orden"''. ''Obras'' (del Río 1974). Pgs. 425-426.</ref>
 
=== Izquierdas y derechas ===
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=== Economía y sindicato ===
 
Contrario a Capitalismo (entendido éste como la concentración de la riqueza y los medios de producción) y al liberalismo económico (critica a [[Adam Smith]]), creía en un sistema económico totalitario, adhiriéndose al [[nacional-sindicalismo]] de [[Ramiro Ledesma Ramos]]. Un sistema más allá del [[corporativismo]] italiano<ref>''"Eso del corporativismo es un [[buñuelo de viento]]. [[Mussolini]] que tiene alguna idea de lo que es un Estado corporativo, cuando instaló las veintidós corporaciones, hace unos meses, pronunció un discurso en el que dijo: "Esto no es más que un punto de partida; pero no es un punto de llegada""''. ''Obras'' Conferencia en el Círculo Mercantil de Madrid, 9 de abril de 1935. (del Río 1974). Pg. 510.</ref> en el que un sindicato agruparía a todos los empresarios, todos los trabajadores y todos los medios de producción. El fin de este sindicato sería conseguir la justicia social que Primo de Rivera enunciase con: ''"Patria, pan y justicia"''.<ref>''"Por eso la [[FE de las JONS|Falange]] no quiere ni la Patria con hambre ni la hambruna sin Patria; quiere inseparablemente la Patria, el pan y la justicia"''. Mitin en [[Madridejos]] ([[Toledo]]), 29 de julio de 1935. ''Obras'' (del Río 1974). Pg. 626.</ref> José Antonio Primo de Rivera consideraba que "lo social es una aspiración interesante aun para mentalidades elementales".<ref> ''Ahora'', 16 de febrero de 1934. ''Obras'' (del Río 1976).</ref>
El fascismo siempre se ha jactado de ser anticapitalista. Los fascistas, para corroborar eso, apelan a las mejoras en las condiciones de trabajo que instauraron, al menos formalmente, Mussolini y Hitler. Derecho a paro, vacaciones pagadas, más descansos, pagas extras, etc. Incluso afirma Tannenbaum que, en ocasiones, los sindicatos fascistas consiguieron ciertas ventajas para el obrero respecto al empresario. El fascismo se proponía elevar el nivel de vida del trabajador. Dice Mussolini
 
“En el terreno económico, el objetivo de nuestra marcha es la realización de una más alta justicia social para el pueblo italiano”
“Nosotros no queremos oprimir al proletariado(...), lo queremos elevar material y espiritualmente...”
 
El fascismo italiano se constituyó en un sistema corporativo, del que Ernst Nolte dirá que “es el sistema del Estado de partido en el que el proletariado se encuentra a la disposición de su dirigente como una masa que obedece”. El fascismo, pues, instauró una revolución estética, moral y espiritual, pero dejó intacto el modo de producción capitalista, si bien camuflado bajo concesiones a las demandas sociales de la clase trabajadora. Para comprender en profundiad el sistema capitalista, sus fundamentos y por qué es injusto, es necesario leer a Marx.
 
El capitalismo se basa en el enriquecimiento por unos a costa del trabajo de otros, lo que en economía se traduce en la autovalorización del capital mediante la compra de la fuerza de trabajo del obrero. En efecto, tanto en la Italia fascista como en la Alemania nazi se siguieron dando estas mismas relaciones de producción. Seguía habiendo una masa de trabajadores a los que se les sustraía el valor producido durante su jornada de trabajo, entregándoseles el precio de su fuerza de trabajo en forma de salario, pero nunca retribuyéndoles el valor producido durante su jornada laboral. El fascismo se ganó a una parte de la clase trabajadora y campesina debido a la mejora en las condiciones laborales y, como hemos dicho, a concesiones cedidas a las demandas de los trabajadores. Pero, bajo esa fachada de justicia social, la maquinaria capitalista seguía intacta, y el capital seguía alimentándose de la fuerza de trabajo de los obreros, si bien con dificultades debidas a la fuerte centralización económica intrínseca del fascismo. Conviene recordar las palabras de José Antonio que ya hemos citado más arriba: “Este recurso [el corporativismo] mantiene hasta ahora intacta la relación del trabajo en los términos en que la configura la economía capitalista; subsiste la posición del que da el trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir”. Esto coincide plenamente con las críticas que han dirigido al fascismo tanto los teóricos marxistas (que, obviamente, no pueden ser imparciales) como con las constataciones de historiadores especializados en materia de fascismo. La política socio-económica del fascismo es, pues, populista. Las reformas pueden ser más o menos significativas, pero para hacer una revolución anticapitalista no basta con modificar las relaciones de producción; hay que cambiarlas. ¿Qué opinaba José Antonio al respecto?
 
“El que con la economía capitalista, tal como está montada, nos dediquemos a disminuir las horas de trabajo, a aumentar los salarios, a recargar los seguros sociales, vale tanto como querer conservar una máquina y distraerse echándole arena en los cojinetes. Así se arruinarán las industrias y así quedarán sin pan los obreros.
 
En cambio, con lo que queremos nosotros, que es mucho más profundo, en que el obrero va a participar mucho más, en que el Sindicato obrero va a tener una participación directa en las funciones del Estado, no vamos a hacer avances sociales uno a uno, como quien entrega concesiones en un regateo, sino que estructuraremos la economía de arriba debajo de otra manera distinta, sobre otras bases, y entonces sucederá, señor Gil Robles, que se logrará un orden social mucho más justo”
 
Queda soberanamente claro que José Antonio era enemigo del populismo y de las migajas que los capitalistas dejan caer de sus mesas para que los trabajadores puedan comer y sobrevivir para tenerlos cada día a las puertas de las fábricas. José Antonio aceptaba la colaboración entre clases sociales que postulaba el fascismo (aunque no es exclusivo de éste, Ortega y Gasset también abogava por tal colaboración en miras al bien común). Ahora bien, hay una diferencia sustancial: el fascismo quiere basar la colaboració de clases en los intereses nacionales entendidos éstos como el enriquecimiento de la nación. La justicia social es un medio para el enriquecimiento de la Patria. Para José Antonio, en cambio, la justicia social no es un medio, sino un fin. Al abolir la propiedad privada en sentido capitalista y al realizar el ideal de “la empresa es de quien la trabaja” asignando la plusvalía al trabajador mismo y no al empresario[25], el capitalismo muere, pues las empresas son propiedad privada comunitaria, de todos los trabajadores. José Antonio no negaba una jerarquía en las empresas, ni diferencias retributivas. Pero negaba la alienación del trabajo. En este aspecto, el pensamiento joseantoniano conecta con el pensamiento de Marx en la crítica al capitalismo, ofreciendo soluciones distintas pero destruyendo igualmente las bases del capitalismo: la propiedad privada capitalista de la empresa y la apropiación de la plusvalía producida por el obrero por parte del empresario.
 
Así pues, mientras que el fascismo se quedaba en un populismo encarnado en reformas sociales más o menos notables pero nunca radicales, José Antonio logra comprender la esencia del capitalismo (probablemente gracias a la lectura de El Capital, tarea que muchos marxistas se han dispensado) y propone soluciones fecundas y auténticamente revolucionarias. En el libro de Mussolini “El espíritu de la revolución fascista”, libro clave de la ideología fascista, no hay ninguna referencia a la plusvalía, ni a la propiedad privada capitalista (ni, por supuesto, la necesidad de abolir ambas). Más bien dice cosas como que “ahora comienza la verdadera historia del capitalismo, pues éste no es tan sólo, como decís, un sistema de opresión, sino también una selección de valores, una coordenación de jerarquías y un sentido más amplio de la responsabilidad personal”[27]. Mussolini también dice:
“(...)hay un límite para el capital y un límite para el trabajo. El capital, de no ir al suicidio, no puede pasar más allá de una cifra en el dato trabajo, y éste no puede ir más allá de un cierto signo con respecto al capital”
Y, teniendo en cuenta la diferenciación entre capital y trabajo:
“(...)sólo en la unión armoniosa y sistemática de todas las fuerzas productivas encontrarán alivio las condiciones materiales de vida de todas las clases...”
La ideología fascista, pues, presenta la propiedad privada del capital como algo que puede conciliarse con el bienestar material de la clase trabajadora. Y aunque es cierto que con una sabia política socio-económica podría conseguirse, no menos cierto es que eso no sería justicia social, porque en tal caso, por muchas mejoras laborales y por mucho nivel adquisitivo que ganaran los trabajadores, el sistema seguiría siendo injusto: unos se enriquecerían a costa del trabajo de otros. Por eso el fascismo no es anticapitalista, porque el capitalismo vive en su seno mismo, ya que no cambia las relaciones de trabajo. ¿Qué piensa José Antonio de la armonización entre capital y trabajo?
“¿Qué es esto de armonizar el capital y el trabajo? El trabajo es una fución humana, como es un atributo humano la propiedad. Pero la propiedad no es el capital: el capital es un instrumento económico, y como instrumento, debe ponerse al servicio de la totalidad económica, no del bienestar personal de nadie. Los embalses de capital han de ser como los embalses de agua; no se hicieron para que unos cuantos organicen regatas en la superficie, sino para regularizar el curso de los ríos y mover las turbinas en los saltos de agua. <ref>http://filosofiaehistoricidad.blogspot.com/2009/08/jose-antonio-primo-de-rivera-y-el.html </ref>
 
 
 
Al sindicato le atribuye la especial misión de articular la Nación, compartiría esa misión con a la familia y el municipio.
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José Antonio Primo de Rivera también viajó, en mayo de 1934, a [[Alemania]] para procurarse el apoyo del [[Tercer Reich]]. En la petición al embajador alemán se hace constar su interés por ''la nueva Alemania'' y especialmente por la organización de las SA y las SS. En este viaje visita a Hitler; aun que la entrevista y el viaje resultó para él desalentador ya que fue organizado por un miembro secundario de partido nazi. No se le dio la mínima relevancia a su estancia en [[Berlín]] y la visita a Hitler fue simplemente protocolaria.<ref>Gil Pecharromán 1996. Pgs. 265-267.</ref>
 
“[Los fascismos] reclamaban el monopolio del poder político y el control total de las masas, envolviendo a la sociedad en las espiras de un régimen totalitario que subordinaba individuo y colectividad al partido único en nombre de mitos nacionalistas y racistas, de potencia y de expansión”
 
En efecto, el fascismo aspiraba a la dominación total del Estado, que es lo que se dio a conocer con el nombre de “totalitarismo”. Sin embargo, existen, como ya hemos dicho, divergencias en torno a este término, por ejemplo, Gentile y la mayoría de historiadores no dudan en calificar la Italia fascista de régimen totalitario, pero Hanna Arendt y Payne no consideran que el régimen de Mussolini fuera totalitario, lo cual ha sido corroborado por el estudio de Tannenbaum del régimen fascista italiano en su obra “La experiencia fascista”. Pero existe un acuerdo más o menos consensual en afirmar que el fascismo es, esencialmente, totalitario (y, por lo tanto, todo régimen fascista es totalitario o potencialmente totalitario). José Antonio, no puede negarse, utilizó el término “totalitario” para exponer la doctrina del Estado nacional-sindicalista. Ahora bien, ¿se refería a lo mismo que se referían Mussolini o Hitler?
 
Para Mussolini y Hitler, el Estado debía ser el máximo guía de la nación. Defendían un panestatismo absoluto y una sumisión total de los ciudadanos a la maquinaria estatal, única garante del bienestar así como fin último del pueblo (en el nazismo, la perpetuación de la raza aria). En el fascismo, la nación se identifica totalmente con el Estado, y éste rige la vida del pueblo, el cual no tiene que decidir nada, puesto que el Estado decide por él. Ya hemos visto cómo José Antonio criticaba la absorción del individuo por parte del Estado en el fascismo. Como veremos, José Antonio afirmaba la libertad invididual y el respeto al hombre, portador de valores eternos. Más adelante veremos cómo reconcilia la individualidad con la colectividad eludiendo el panteísmo estatal. En el nazismo, en cambio, el Estado es el conservador de la raza aria, única heredera legítima de la soberanía mundial. El Estado nazi, pues, ejerce un control absoluto sobre los ciudadanos y los reduce a una colectividad homogénea cuyo único destino es afianzar el dominio ario. No hace falta señalar nada en este caso: José Antonio concebía España como una unión de pueblos diferenciados entre sí, y no la consideraba una unidad lingüística ni racial, sino una unidad de destino. De hecho, llegó a expresar su repulsa hacia el racismo.
 
Vayamos ahora con la concepción de José Antonio del Estado y lo que para él era el totalitarismo. Ya en los 27 Puntos programáticos de Falange surge este término:
 
“ Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical (...).” (la cursiva es nuestra)
Para José Antonio, el totalitarismo no significaba el control total del Estado sobre los ciudadanos, sino la participación total de la totalidad de los ciudadanos en el Estado. Los ciudadanos no son sólo el cuerpo del Estado, sino que son su espíritu. Ellos deben formar parte, a través de las organizaciones familiares, municipales y sindicales, del Estado nacional-sindicalista, y participar en él mediante dichas organizaciones, y no a través de los partidos políticos. Ahora bien, eso no significa que José Antonio abogara por un Estado relativista y que aceptara cualquier decisión. Afirmaba la existencia de verdades eternas y de unos mínimos establecidos que no eran sujetos de discusión: el respeto por el hombre y la unidad de España:
 
“La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e intangibles.
Pero sólo es de veras libre quien forme parte de una nación fuerte y libre.
A nadie le será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria. Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los españoles o a moverlos contra el destino de la Patria”
José Antonio, pues, postulaba un sagrado respeto por el individuo[13], y reconciliaba la colectividad de individuos que conforman la nación en la idea de España como unidad de destino. Cuando dice que España está por encima de todos los individuos no se refiere a una abstracción vaga de reminiscencias mitológico-románticas como hace el fascismo, sino que tiene en mente la idea metafísica concreta de España como unidad de destino. Unidad de pueblos y, por tanto, de individuos. Unidad que debe establecerse espiritualmente a través del bienestar material de los hombres y una profunda justicia social. Y esto es importante. La Patria es un fin en sí mismo, y lo es en tanto que es la unidad de las personas en un mismo destino colectivo. No es que el Estado o la Nación (entendiendo ésta de manera abstracta) estén por encima del pueblo (como en el fascismo), sino que la colectividad está por encima del individuo, pero dicha colectividad no puede ser feliz si no lo son todos y cada uno de sus individuos.
En el fascismo, Italia como Estado está por encima de los ciudadanos; en el falangismo, España como unidad de individuos está por encima de los individuos. Cuando José Antonio dice que la Patria es una entidad metafísica superior aun al conjunto de todos los individuos tiene en mente una entidad metafísica que incluye implícitamente a los individuos, porque una unidad (unidad de destino en lo universal) es unidad de pueblos, y los pueblos están constituídos por individuos. Es una exaltación a la fraternidad y a la hermandad entre los españoles, unidos por el transcurso de la Historia. Para José Antonio, la unidad de España no se reivindica porque sí (como hace la derecha), sino porque en ella es como puede erigirse un sistema justo y solidario. Hay, pues, una reciprocidad entre interés individual e interés común. Pero el interés común prevalece sobre el privado. Por eso José Antonio es anticapitalista y antiliberal. Más adelante nos ocuparemos de su anticapitalismo. Esta simbiosis entre bienestar colectivo-bienestar individual sólo puede darse en el Estado, el cual debe defender con determinación los principios básicos del modelo nacionalsindicalista de respeto al hombre, unidad de la Patria y justicia social (anticapitalismo), pero no debe ser el intérprete de las necesidades individuales ni el administrador de la vida y bienes de los ciudadanos:
 
“Y el Estado español puede ceñirse al cumplimiento de las funciones esenciales del Poder descargando no ya el arbitraje, sino la regulación completa, en muchos aspectos económicos, a entidades de gran abolengo tradicional: a los Sindicatos, que no serán ya arquitecturas parasitarias, según el actual planteamiento de la relación de trabajo, sino integridades verticales de cuantos cooperan a realizar cada rama de producción”
 
Vemos pues, que, en el pensamiento joseantoniano, el Estado tiene una función y una esencia completamente distinta del Estado fascista. No es el “intérprete de las necesidades del pueblo”. Es un conciliador de la colectividad con la individualidad, un firme defensor de la unidad nacional y un pilar que mantenga las relaciones laborales con justicia, es decir, un muro inquebrantable que impida que el capitalismo pervierta las relaciones de producción. No puede negarse que hay un autoritarismo intrínseco en José Antonio, muy marcado durante los años 1933-34, pero que a finales del 34 va evolucionando hacia la concepción que acabamos de exponer, más cercana a la democracia orgánica que a un régimen autoritario, si bien sigue siéndolo respecto a lo que él considera las verdades eternas. Curiosamente, en su pensamiento político puede rastrearse un cierto rousseaunismo (pese a la poca estima en que tenía a Rousseau) en las cuestiones de participación ciudadana al margen de los partidos políticos y en la defensa de la individualidad y la libertad del pueblo, pero dentro de unos límites marcados por verdades indiscutibles[16]. Obviamente, no puede clasificarse a José Antonio como un seguidor de Rousseau (¡ni mucho menos!). Estas similitudes, al examinarlas atentamente, son sutiles y tienen matices. Pero ahí están. Curiosamente, José Antonio jamás abogó explícitamente por la pena de muerte, como sí hizo el demócrata Rousseau.
 
Sea como sea, nada tiene que ver el humanismo pro-individualista (a la vez que colectivista) joseantoniano con el afán dominador y antiindividualista del fascismo:
“Históricamente, sólo el fascismo, de entre los regímenes de partido único del siglo XX, se autodefinió como Estado totalitario, refiriéndose con esto a su concepción de la política y a su régimen de tipo nuevo, fundado en la concentración del poder en las manos del partido y del Duce, y en la organización capilar de las masas, con el propósito de “fascistizar” la sociedad a través del control del partido en todos los aspectos de la vida individual y colectiva, con el fin de crear una nueva raza de conquistadores y de dominadores”
<ref>http://filosofiaehistoricidad.blogspot.com/2009/08/jose-antonio-primo-de-rivera-y-el.html</ref>
 
 
== José Antonio Primo de Rivera y la violencia ==
Primo de Rivera, en lo personal, protagonizó numerosos actos de violencia. De carácter agradable y de trato cortes, caía en accesos de violencia cuando se sentía contrariado. En sus tiempos de estudiante, acabó a puñetazos numerosas discusiones y, más tarde, esa violencia la llevó a las Cortes, al Colegio de Abogados y a los cafés.<ref> ''Detrás de la apariencia amable y educada de Primo de Rivera, subyacía una violencia apenas controlable que en ocasiones le convirtió en un simple alborotador''. Preston 1986. Pg. 104.</ref><ref>''Poseía una personalidad atractiva y encantadora que sólo en casos extremos cedía paso a accesos de furia y ataques físicos''. Payne 1997. Pg. 153.</ref><ref> Gibson (2008. Pg. 180) referencia dos peleas; una en el Colegio de Abogados contra el político conservador Rodríguez de Viguri y otra en un café con el general Hurguete.</ref> En 1931 protagonizó un grave incidente al agredir al [[Gonzalo Queipo de Llano|General Queipo de Llano]]. Queipo de Llano no se privaba de hablar despectivamente sobre el [[Miguel Primo de Rivera|dictador Primo de Rivera]] (padre de José Antonio). Enterado José Antonio de alguno de esos comentarios, se presentó en compañía de uno de sus hermanos y de sus amigos en el café donde Queipo de Llano frecuentaba una tertulia, llamó su atención y sin darle tiempo a reaccionar, estando Queipo de Llano sentado, le propinó un golpe con una llave inglesa. Queipo de Llano sufrió una herida en la frente que le dejó marcado y José Antonio Primo de Rivera, que era alférez de complemento, fue expulsado del ejército por un tribunal militar.<ref>Gibson 2008. Pgs. 181-182.</ref>
 
En su actividad parlamentaria, en dos ocasiones, agredió a puñetazos a dos diputados. En uno de los casos, las criticas del diputado a la dictadura de su padre sirvieron de detonante. Cuando fue juzgado por tenencia de armas, en el momento que se leyó la sentencia que lo condenaba a cinco meses de arresto, tuvo un acceso de cólera, insultó y amenazó a los magistrados; actuaba como su propio defensor y se rasgó la toga y arrojó al suelo el birrete. Un oficial del juzgado comentó: ''"Tan chulo como su padre"'', a lo que Primo de Rivera respondió propinándole un puñetazo que fue respondido por éste lanzándole un tintero que le alcanzó la frente. En la [[cárcel Modelo de Madrid]], cuando se le comunicó su traslado a la de Alicante, estando encerrado en su celda, se encolerizó hasta tal punto que otros falangistas se alarmaron y, creyendo que a su líder le estaban sometiendo a malos tratos, protagonizaron un conato de motín.<Ref>Gil Pecharromán 1996.</ref>
Otra de las caracteríticas del fascismo es la evaluación positiva y glorificación de la violencia. Aunque esto no sea exclusivo del fascismo (Marx consideraba la violencia como la partera de la Historia), lo cierto es que en él se da de una forma más acentuada que en otros movimientos, aunque hay que decir que ha habido regímenes comunistas mucho más salvajes y despiadados que la Italia de Mussolini. Como dice Payne:“Lo exclusivo del fascismo, en relación con la violencia, fue su evaluación teórica por muchos movimientos fascistas, para los cuales la violencia poseía por sí misma y en sí misma un cierto valor positivo y terapéutico, y que estimaban necesaria cierta dosis de lucha violenta y continua., a la manera soreliana y del darwinismo social extremo, para la salud de la sociedad nacional”[31]
 
Suele achacársele a la Falange y a José Antonio una actitud extremadamente violenta. Para ello se recuerda una y otra vez lo de “la dialéctica de los puños y las pistolas”. Esta frase, sacada de contexto, no fue pronunciada como una apología de la violencia desenfrenada contra los adversarios, sino como un alegato a la opción de la violencia como último recurso, porque “bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”[32]. Leída la frase entera y contextualizada (el clima de violencia en esa época estaba generalizado) y, sobretodo, comparada con otras declaraciones de anarquistas, comunistas y socialistas (en especial, Largo Caballero), se ve que la violencia de José Antonio no sobrepasaba a la violencia reivindicada (y practicada) por otros. Cabe señalar, además, que José Antonio siempre fue reticente respecto de la violencia mortal. La primera represalia que mandó tomar contra los socialistas era una respuesta a la undécima víctima falangista (Juan Cuéllar) a manos de los socialistas. Después de tomar la decisión, muy difícil para él, le dijo a Ernesto Giménez Caballero: “yo no he nacido para esto, Ernesto. Yo he nacido para matemático del siglo XVII”. O, como le dijo a Indalecio Prieto en el parlamento:
 
“Yo no pensé ni por un instante que estas cosas se tuvieran que mantener por la violencia, y la prueba es que mis primeras actuaciones fueron pacíficas(...), se iniciaron contra nosotros agresiones cada vez más cruentas, y por manos movidas, seguramente con intención tan limpia como la de mis amigos, tal vez movidos después a represalias. Pero estas represalias vinieron mucho después, tanto después que (...) incluso en periódicos conservadores nos afeaban que no nos entregásemos al asesinato [...]
Yo no me hubiese dedicado para nada, no a usar la violencia, sino ni siquiera a disculpar la violencia, si la violencia no hubiera venido a buscarnos a nosotros”[33]
 
José Antonio no era especialmente violento. Consideraba la violencia, más que nada, como un instrumento para defenderse en caso de agresión o para utilizarla en casos excepcionales y justificados. Nunca abogó por la lucha física sistemática contra sus adversarios políticos, a muchos de los cuales consideraba equivocados con buena fe e, incluso, movido po ideales justos. No en vano definió el comunismo como “una versión infernal del afán hacia un mundo mejor”. Por eso estaba abierto al diálogo con sus adversarios políticos, y por eso muchos de los que le conocieron, pese a ser adversarios políticos, le recuerdan como una buena persona. En efecto, hay testimonios de socialistas y anarquistas como Prieto, Zugazagoitia, Teodomiro Menéndez o Abad de Santillán que remarcan el humanismo de José Antonio, su voluntad de diálogo e, incluso, las grandes coincidencias ideológicas. Payne, que no duda en calificar a José Antonio como líder fascista, dice de él que “fue el que más repulsión sentía por la brutalidad y la violencia relacionadas con el quehacer fascista”[34]. En efecto, en los puntos iniciales de la Falange leemos:
“La violencia puede ser lícita cuando se emplee por un ideal que la justifique.
 
La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o por la insidia– se las ataque.
Pero Falange Española nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.
Mienten quienes anuncian –por ejemplo– a los obreros una tiranía fascista.
 
Todo lo que es HAZ o FALANGE es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.”[35]
Podría pensarse que todo esto es habladuría y creer lo que dice la izquierda actual, a saber, que José Antonio era un fascista violento, un monstruo sanguinario y despiadado que no dudaba en pegar tiros a los que se oponían a él. Curiosamente, los izquierdistas que dicen esto son todos actuales. Hemos apuntado ya que varios socialistas y anarquistas de su época, que le conocieron, no corroboran estos juicios, antes al contrario, le respetaban y apreciaban. ¿Y por qué? Pues porque José Antonio sabía ver detrás de todo socialista, de todo comunista y de todo anarquista a un ser humano que, si bien estaba equivocado, se movía por aspiraciones sociales justas.
 
Respecto a los historiadores, ya hemos visto cómo Payne recalca la reticencia de José Antonio hacia la violencia fascista. Ian Gibson, que hace una afirmación tan gratuita como: “Con Hitler y Mussolini, José Antonio cree que la violencia utilizada contra los enemigos del fascismo es legítima”[36], dedica un capítulo entero a la violencia de José Antonio, [37] narrando sus episodios de “cólera bíblica” en los que se valió de los puños. En la biografía de José Antonio no existen episodios de violencia mortal ni de ensañamiento contra sus adversarios. No tenía más voluntad de violencia que de diálogo.
 
José Antonio no renunciaba a la violencia. La consideraba justa y necesaria en ciertas ocasiones. Mas no puede decirse que su propensión a la violencia era la misma que sentían los fascistas. José Antonio no era más violento que cualquier político revolucionario de los años 30, y aun podríamos decir que guardaba un respeto y una consideración para la vida humana que no se daban en muchos otros. Ante las demandas furibundas de los falangistas más extremistas de responder con violencia dura los asesinatos de sus camaradas, José Antonio alegó que la vida es milicia y que no hay que caer en una espiral de violencia con los compatriotas, sino que hay que aceptar que, en aras de una España mejor, habrá que llorar a varios camaradas. En esto se parecía mucho al anarquista Melchor Rodríguez, llamado “el ángel rojo” por salvar a derechistas y falangistas de las checas durante la guerra civil, el cual pronunció las palabras “se puede morir por un ideal, pero nunca matar”. José Antonio empezó con esa misma mentalidad y, pese a que no pudo sustraerse a la espiral de violencia (que, por cierto, él no empezó) de la época, su horror hacia el inicio de la guerra civil le hizo reflexionar y luchar como pudo, desde la cárcel, por una reconciliación entre ambos bandos, proponiendo un gobierno de reconciliación en el que figuraban ministros de todas las tendencias, excepto comunistas y (¡ojo al canto!) falangistas. Un gesto de sincera voluntad de reconciliación y de suavización del extremismo. Un gesto que le honra.
 
Otra de las caracteríticas del fascismo es la evaluación positiva y glorificación de la violencia. Aunque esto no sea exclusivo del fascismo (Marx consideraba la violencia como la partera de la Historia), lo cierto es que en él se da de una forma más acentuada que en otros movimientos, aunque hay que decir que ha habido regímenes comunistas mucho más salvajes y despiadados que la Italia de Mussolini.
 
Como dice Payne:
 
“Lo exclusivo del fascismo, en relación con la violencia, fue su evaluación teórica por muchos movimientos fascistas, para los cuales la violencia poseía por sí misma y en sí misma un cierto valor positivo y terapéutico, y que estimaban necesaria cierta dosis de lucha violenta y continua., a la manera soreliana y del darwinismo social extremo, para la salud de la sociedad nacional”[31]
Suele achacársele a la Falange y a José Antonio una actitud extremadamente violenta. Para ello se recuerda una y otra vez lo de “la dialéctica de los puños y las pistolas”. Esta frase, sacada de contexto, no fue pronunciada como una apología de la violencia desenfrenada contra los adversarios, sino como un alegato a la opción de la violencia como último recurso, porque “bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”[32]. Leída la frase entera y contextualizada (el clima de violencia en esa época estaba generalizado) y, sobretodo, comparada con otras declaraciones de anarquistas, comunistas y socialistas (en especial, Largo Caballero), se ve que la violencia de José Antonio no sobrepasaba a la violencia reivindicada (y practicada) por otros. Cabe señalar, además, que José Antonio siempre fue reticente respecto de la violencia mortal. La primera represalia que mandó tomar contra los socialistas era una respuesta a la undécima víctima falangista (Juan Cuéllar) a manos de los socialistas. Después de tomar la decisión, muy difícil para él, le dijo a Ernesto Giménez Caballero: “yo no he nacido para esto, Ernesto. Yo he nacido para matemático del siglo XVII”. O, como le dijo a Indalecio Prieto en el parlamento:
“Yo no pensé ni por un instante que estas cosas se tuvieran que mantener por la violencia, y la prueba es que mis primeras actuaciones fueron pacíficas(...), se iniciaron contra nosotros agresiones cada vez más cruentas, y por manos movidas, seguramente con intención tan limpia como la de mis amigos, tal vez movidos después a represalias. Pero estas represalias vinieron mucho después, tanto después que (...) incluso en periódicos conservadores nos afeaban que no nos entregásemos al asesinato [...]
Yo no me hubiese dedicado para nada, no a usar la violencia, sino ni siquiera a disculpar la violencia, si la violencia no hubiera venido a buscarnos a nosotros”
 
José Antonio no era especialmente violento. Consideraba la violencia, más que nada, como un instrumento para defenderse en caso de agresión o para utilizarla en casos excepcionales y justificados. Nunca abogó por la lucha física sistemática contra sus adversarios políticos, a muchos de los cuales consideraba equivocados con buena fe e, incluso, movido po ideales justos. No en vano definió el comunismo como “una versión infernal del afán hacia un mundo mejor”. Por eso estaba abierto al diálogo con sus adversarios políticos, y por eso muchos de los que le conocieron, pese a ser adversarios políticos, le recuerdan como una buena persona. En efecto, hay testimonios de socialistas y anarquistas como Prieto, Zugazagoitia, Teodomiro Menéndez o Abad de Santillán que remarcan el humanismo de José Antonio, su voluntad de diálogo e, incluso, las grandes coincidencias ideológicas. Payne, que no duda en calificar a José Antonio como líder fascista, dice de él que “fue el que más repulsión sentía por la brutalidad y la violencia relacionadas con el quehacer fascista”[34]. En efecto, en los puntos iniciales de la Falange leemos:
“La violencia puede ser lícita cuando se emplee por un ideal que la justifique.
La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o por la insidia– se las ataque.
Pero Falange Española nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.
Mienten quienes anuncian –por ejemplo– a los obreros una tiranía fascista.
Todo lo que es HAZ o FALANGE es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.”
 
Primo de Rivera admitía la violencia como algo normal en las relaciones sociales y políticas. Se educó en un ambiente militarista y vivió una época en la que la violencia formaba parte de la actividad política.<ref> ''A pesar de que la violencia sería corriente en la política española de los años treinta, ningún político la incorporó tan líricamente como elemento de su retórica''. Preston 1986. Pg. 135.</ref> Estuvo influenciado por la obra de [[Georges Sorel]] ''reflexiones sobre la violencia'', referente de la extrema derecha europea de aquella época, y era admirador de [[Mussolini]] y sus métodos para combatir a la izquierda y acceder al poder mediante acciones violentas.<ref> Gil Pecharromán 1996. Pgs. 273-274</ref>
Podría pensarse que todo esto es habladuría y creer lo que dice la izquierda actual, a saber, que José Antonio era un fascista violento, un monstruo sanguinario y despiadado que no dudaba en pegar tiros a los que se oponían a él. Curiosamente, los izquierdistas que dicen esto son todos actuales. Hemos apuntado ya que varios socialistas y anarquistas de su época, que le conocieron, no corroboran estos juicios, antes al contrario, le respetaban y apreciaban. ¿Y por qué? Pues porque José Antonio sabía ver detrás de todo socialista, de todo comunista y de todo anarquista a un ser humano que, si bien estaba equivocado, se movía por aspiraciones sociales justas.
Respecto a los historiadores, ya hemos visto cómo Payne recalca la reticencia de José Antonio hacia la violencia fascista. Ian Gibson, que hace una afirmación tan gratuita como: “Con Hitler y Mussolini, José Antonio cree que la violencia utilizada contra los enemigos del fascismo es legítima”[36], dedica un capítulo entero a la violencia de José Antonio, [37] narrando sus episodios de “cólera bíblica” en los que se valió de los puños. En la biografía de José Antonio no existen episodios de violencia mortal ni de ensañamiento contra sus adversarios. No tenía más voluntad de violencia que de diálogo.
 
Primo de Rivera sufrió varios atentados contra su vida. Está documentado uno en el que, el 10 de abril de 1934, tirotearon su coche y el conductor y su acompañante salieron detrás de los terroristas, manteniendo con ellos un tiroteo. El atentado contra un parlamentario era un hecho infrecuente y tuvo una gran repercusión. También, en otra ocasión, confundieron un coche con el suyo y le arrojaron un petardo.<ref> Gil Pecharromán 1996. Pgs. 271-272</ref>
José Antonio no renunciaba a la violencia. La consideraba justa y necesaria en ciertas ocasiones. Mas no puede decirse que su propensión a la violencia era la misma que sentían los fascistas. José Antonio no era más violento que cualquier político revolucionario de los años 30, y aun podríamos decir que guardaba un respeto y una consideración para la vida humana que no se daban en muchos otros. Ante las demandas furibundas de los falangistas más extremistas de responder con violencia dura los asesinatos de sus camaradas, José Antonio alegó que la vida es milicia y que no hay que caer en una espiral de violencia con los compatriotas, sino que hay que aceptar que, en aras de una España mejor, habrá que llorar a varios camaradas. En esto se parecía mucho al anarquista Melchor Rodríguez, llamado “el ángel rojo” por salvar a derechistas y falangistas de las checas durante la guerra civil, el cual pronunció las palabras “se puede morir por un ideal, pero nunca matar”. José Antonio empezó con esa misma mentalidad y, pese a que no pudo sustraerse a la espiral de violencia (que, por cierto, él no empezó) de la época, su horror hacia el inicio de la guerra civil le hizo reflexionar y luchar como pudo, desde la cárcel, por una reconciliación entre ambos bandos, proponiendo un gobierno de reconciliación en el que figuraban ministros de todas las tendencias, excepto comunistas y (¡ojo al canto!) falangistas. Un gesto de sincera voluntad de reconciliación y de suavización del extremismo. Un gesto que le honra.
 
Fundó [[Falange Española de las JONS|Falange Española]], partido político de corte [[Fascismo|fascista]] que, como tal, contemplaba el acceso al poder por métodos violentos; y la práctica de la Falange corroboró estos métodos llegando al pistolerismo.<ref> ''Con el desarrollo de una organización específica, la Primera Línea o la Falange de la Sangre, que bajo la dirección práctica de José Antonio Ansaldo habría de dedicarse a una dinámica muy próxima al pistolerismo que se había denunciado, y que tendría su expresión más turbadora en el asesinato de la excursionista de las Juventudes Socialistas Juanita Rico, tiroteada el 10 de junio desde un automóvil, como represaría por el asesinato de un joven falangista de quince años, Juan Cuellar. Los enfrentamientos armados, tiroteos a fachadas de los locales y actos de intimidación se multiplicaron a partir de ese momento, siguiendo una verdadera estrategia de terror sobre el adversario del que habían carecido los incidentes aislados producidos anteriormente''. Ferran Gallego. Pgs. 246-247.</ref> No obstante, entre los líderes fascistas españoles, fue el menos proclive a la práctica sistemática de la violencia y el asesinato. Para Primo de Rivera el uso de la violencia era lícito si se ejercía para conseguir un fin superior. El acceso al poder de Falange para instaurar un [[régimen totalitario]] que garantizara la unidad de una España que él veía amenazada, era ese fin superior que justificaba la violencia: ''"Teníamos que demostrar que no éramos una banda de mercenarios dedicados a eliminar a sus adversarios. Yo hablé en el Teatro de la Comedia de la dialéctica de de los puños y las pistolas sin pensar en las emboscadas en las que murieron los mejores muchachos de la primera hora, sino pensando en la conquista del Estado y en la defensa de la [[Patria]]"''.<ref name=autogenerated1> Discurso en las Cortes el 3 de Julio de 1934. En Aguinaga 2003. Pg.74</ref> Ésta sería una violencia que no entraría en conflicto con sus convicciones religiosas ya que ''"la violencia no es censurable sistemáticamente. Lo es cuando se emplea contra la justicia. Pero hasta [[Santo Tomás]], en casos extremos, admitía la rebelión contra el tirano"''.<ref>Carta al camarada Julián Pemartín, 2 de abril de 1933. ''Obras'' (del Río 1974). Pg. 49.</ref> Aceptando sus propias palabras, para asumir la violencia que llegó a ejercer la Falange, habría tenido que vencer su convicción religiosa: ''"Cuando se derramó la sangre de estos jóvenes comprendí que era necesario defendernos. Mis escrúpulos morales y religiosos se hicieron retortijones y, tras una larga lucha interior, la fe en nuestro ideal venció a toda desilusión y a todo remordimiento"''.<ref name=autogenerated1 />
<ref>http://filosofiaehistoricidad.blogspot.com/2009/08/jose-antonio-primo-de-rivera-y-el.html </ref>
 
Se mostró indeciso en el momento que Falange se planteó el paso de las razzias en la calle y la Universidad al uso sistemático de la violencia para amedrentar a la izquierda; pero, al fin dio ese paso. Es indudable que los numerosos disturbios y asesinatos que Falange protagonizó después de que el [[Frente Popular (España)|Frente Popular]] ganara las elecciones, lo fueron con su conocimiento y bajo sus directrices; sin embargo, en abril de 1936, enterado del plan para atentar contra [[Largo Caballero]], lo desautorizó.<ref>''Al igual que en la extrema izquierda, en la Falange de aquellos días imperaba la creencia de que en nombre de los principios era lícito decidir sobre la vida o la muerte de los adversarios. […] Desde su celda, José Antonio actuaba a veces como elemento moderador para evitar actos de consecuencias imprevisibles''. Gil Pecharromán 1996. Pg. 467.</ref> Podría concluirse que no aceptaba la violencia por la violencia; pero ''"si no hubiera otro medio que la violencia, ¿qué importa? Todo sistema se ha implantado violentamente, incluso el blando liberalismo"''.<ref>Carta al camarada Julián Pemartín, 2 de abril de 1933. Obras (Del Río 1974). Pg. 49.</ref>
 
== Títulos ==
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* [http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/2/REP_212_283.pdf Evocación filosófica y política del pensamiento de José Antonio]
* [http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/sobre31.pdf Antecedentes filosóficos del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera]
 
* [http://filosofiaehistoricidad.blogspot.com/2009/08/jose-antonio-primo-de-rivera-y-el.html]
 
{{BD|1903|1936|Primo de Rivera, José Antonio}}