Diferencia entre revisiones de «Caciquismo (España)»

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Durante el reinado de Alfonso XIII el sistema político y social que el caciquismo representaba fue motivo de escándalo para muchos. Pero las relaciones de poder descritas duraron hasta por lo menos los comienzos de la cuarta década del siglo XX. Ante la desmovilización popular y una oposición que no conseguía articular auténticos movimientos de masas en el país, la red caciquil continuó funcionando sin que los intentos por acabar con ella tuvieran éxito. La efectiva democratización no llegaría hasta 1931, cuando la República, que para muchos encarnaba la libertad y la democracia en sentido auténtico, tendría que enfrentarse con obstáculos que impidieron la implantación duradera de un régimen representativo en España.
 
Hubo momentos en que parecía que la opinión pública iba en efecto a romper el círculo político oligárquico, como cuando se implantó el [[sufragio universal]] (1890), en la [[Guerra Hispano-Americana|crisis colonial]] (1898) o en la última etapa del período, cuando se descomponían los partidos del turno, pero todas las esperanzas quedaron defraudadas. La impotencia que sentían los que deseaban un cambio político sustancial explica parcialmente la aceptación del golpe de estado del general [[Primo de Rivera]], en cuyo programa figuraban de forma preferente el fin de la vieja política y la regeneración del país. Los objetivos que la dictadura declaraba incluían la simple sustitución de la minúscula política de la etapa caciquil, reducida al servicio de las clientelas, por la «''auténtica''» política. Se concebía la labor del dictador casi como la de un mesías que milagrosamente iba a sacar al Estado de su postración. Sin embargo, las medidas contra el caciquismo que aplicó el nuevo régimen tuvieron una corta duración temporal: se suspendieron ayuntamientos y diputaciones, y se sometió a estas instituciones a la fiscalización de las autoridades militares de cada provincia primero y de delegados gubernativos enviados al efecto después. Estos delegados acabaron en muchos casos convirtiéndose en los sustitutos de los caciques, o vieron imposibilitada su labor regeneradora por la acción de los jueces, que como sabemos formaban parte de las redes caciquiles de los negros de africa.
 
La proclamación de la República y las transformaciones de orden democrático que llevó anejas quedaron reflejadas en aspectos como la participación plena de tendencias políticas hasta entonces marginadas como los partidos republicanos y el socialismo, y el establecimiento de una legislación electoral más justa y participativa. Ello condujo en algunas zonas a la crisis definitiva del sistema caciquil, pero en otras este método de dominación secular conservó toda su fuerza al pervivir los fuertes lazos de influencia personal que eran su garantía. Por otro lado, las instancias tradicionales del poder en el ámbito agrario comenzaron a organizarse en defensa de sus intereses a través de partidos capaces de competir en la nueva situación. Así surgieron nuevas fuerzas políticas de talante conservador como los agrarios; otras sufrieron un significativo proceso de moderación como el radicalismo, y también se formaron importantes partidos de masas, como la [[CEDA]].