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[[Archivo:William Thetford.jpg‎ |thumb|William Thetford.]]
 
'''''Un curso de Milagros''''' ('''UCDM'''), (también llamado '''''"El Curso"''''') es elun unicolibro de libroestudio queespiritual haenfocado sidopara dictadoel directamente''ser porinterior'', Jesucristoel porcual medioes delconsiderado Espiritupor Santosus yestudiantes como ''"el cualCamino nodel contieneConocimiento pensamientosy humanospara oexperimentar desdedirectamente el egoAmor porque ende.somos''"<ref name="PerryPath">{{cita libro
| apellidos= Perry
fue dictado a Helen Schucman la cual pudo transcribirlo gracias a su conocimiento de la taquigrafia y el proposito fundamental del curso es ayudarnos a desvanacer toda ilusion para poder gozar de nuevo del conocimiento y por ende de la paz y Amor que emanan de Dios.
| nombre= Robert
 
| título= Path of Light
== Que Postula? ==
| editorial= Circle Publishing
 
| fecha= [[2004]]
 
| url = http://www.circleofa.org/articles/PolChapter2.php
Nada real puede ser amenazado.
| id= ISBN 1-886602-23-9
Nada irreal existe.
| fechaacceso= 03-08-2006 }}
En esto radica la paz de Dios.
</ref>
 
 
Así comienza Un Curso de Milagros. Hace una distinción fundamental entre lo real y lo
irreal; entre el conocimiento y la percepción. El conocimiento es la verdad, bajo una
ley, la ley del amor de Dios. La verdad es inalterable, eterna y sin ambigüedad. Puede
dejar de reconocerse, pero no puede ser cambiada. Se aplica a todo lo que Dios creó,
y solo lo que El creó es real. Esto está más allá de todo aprendizaje pues se halla más
allá del tiempo y los procesos. No tiene opuestos, ni principio ni fin. Simplemente es.
 
El mundo de la percepción, de otro modo, es el mundo del tiempo, de los cambios, de
los principios y los fines. Se basa en la interpretación no en los hechos. Es el mundo del
nacimiento y de la muerte, basado en la creencia en la escasez, la pérdida, la
separación y la muerte. Es aprendido en lugar de haber sido dado, es selectivo en su
énfasis perceptivo, inestable en su funcionamiento, e impreciso en sus interpretaciones.
 
A partir del conocimiento y de la percepción respectivamente, se levantan dos distintos
sistemas de pensamiento los cuales son opuestos en todos los respectos. En el ámbito
del conocimiento no existe pensamiento alguno aparte de Dios, porque Dios y Su
Creación comparten una sola Voluntad. El mundo de la percepción, sin embargo, está
hecho de la creencia en los opuestos y las voluntades separadas que se hallan en
conflicto perceptivo mutuo y con Dios. Lo que la percepción ve y oye aparenta ser real
porque permite en la conciencia tan sólo aquello que se conforma a los deseos del que
lo percibe. Esto conduce a un mundo de ilusiones, un mundo que necesita constante
defensa precisamente porque no es real.
 
Cuando te hallas atrapado en el mundo de la percepción, estás atrapado en un sueño.
No puedes escapar sin ayuda, porque todo lo que tus sentidos demuestran
simplemente da testimonio a la realidad del sueño. Dios ha provisto la Respuesta, la
única Salida, la verdadera Ayuda. Es la función de Su Voz, Su Espíritu Santo, mediar
entre estos dos mundos. El puede hacer esto porque, mientras que de un lado El
conoce la verdad, del otro El también reconoce nuestras ilusiones, pero sin creer en
ellas. Es la meta del Espíritu Santo ayudarnos a escapar del mundo de los sueños al
enseñarnos como invertir nuestro pensamiento y a "des-aprender" nuestros errores. El
perdón es la gran herramienta de aprendizaje del Espíritu Santo en hacer que se
produzca esta inversión del pensamiento. Sin embargo, el Curso tiene su propia
definición de lo que en realidad es el perdón, así como también define al mundo a su
manera.
 
El mundo que vemos meramente refleja nuestro marco interno de referencia – las ideas
predominantes, los deseos y las emociones de nuestras mentes. “La proyección da
lugar a la percepción” (T-21.Int.). Primero miramos adentro, decidimos qué clase de
mundo queremos ver y luego proyectamos ese mundo hacia afuera, convirtiéndolo en
la verdad a medida que lo observamos. Lo hacemos realidad a través de nuestras
interpretaciones de lo que aparentemente vemos. Si utilizamos la percepción para
justificar nuestros propios errores – nuestra ira, nuestros impulsos de ataque, nuestra
falta de amor en cualquier forma que esta pueda tomar – veremos un mundo de
maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación.
 
Debemos aprender a perdonar todo esto, no porque estemos siendo “bondadosos” ni
“caritativos”, sino porque lo que estamos viendo no es verdad. Hemos distorsionado el
mundo con nuestras retorcidas defensas y por consiguiente vemos lo que no está allí.
En la medida que aprendemos a reconocer nuestros errores de percepción,
aprendemos también a mirar más allá de ellos o a “perdonar”. Simultáneamente nos
estamos perdonando a nosotros mismos, mirando más allá de nuestro distorsionado
concepto del Ser Que Dios creó en nosotros y como nosotros.
 
El pecado se define como una “falta de amor” (T-1.4.7). Como el amor es todo lo
que es, el pecado en los ojos del Espíritu Santo es un error que debe ser corregido, en
vez de una maldad que debe ser castigada. Nuestra sensación de insuficiencia, de
debilidad, y de ser incompletos viene del fuerte interés que tenemos en el “principio
de la escasez” que gobierna el mundo entero de las ilusiones. Desde ese punto de
vista buscamos en otros lo que creemos que falta en nosotros mismos. Nosotros
“amamos” a otro con el fin de obtener algo para nosotros mismos. Eso, de hecho, es
lo que pasa por amor en el mundo de los sueños. No hay error más grande que ese,
pues el amor es incapaz de pedir nada.
 
Solo las mentes se pueden realmente unir, y "lo que Dios ha unido, ningún hombre
lo podrá desunir" (T-17.III.7). Es, sin embargo, solo en el nivel de la Mente Cristo
que la verdadera unión es posible, y de hecho, nunca se ha perdido. El “pequeño yo”
busca mejorarse con la aprobación externa, las posesiones externas, y el “amor”
externo. El Ser Que Dios creó no necesita nada. Es por siempre completo, seguro,
amado, y amoroso. Busca compartir en lugar de recibir, extenderse en lugar de
proyectar. No tiene necesidades y desea unirse a otros a partir de una mutua
conciencia de la abundancia.
 
Las relaciones especiales del mundo son destructivas, egoístas, e infantilmente
egocéntricas. Aunque, si se les ofrece al Espíritu Santo, estas relaciones pueden llegar a
convertirse en las cosas más sagradas de la Tierra -- los milagros que señalan el
camino de regreso al Cielo. El mundo utiliza sus relaciones especiales como un arma
final de exclusión y una demostración de la separación. El Espíritu Santo las transforma
en lecciones perfectas de perdón y en un despertar del sueño. Cada una es una
oportunidad para dejar que las percepciones sean sanadas y los errores corregidos.
Cada una es una nueva oportunidad para perdonarse a sí mismo al perdonar a otros. Y
cada una se convierte aún más en otra invitación al Espíritu Santo y al recuerdo de Dios.
 
La percepción es una función del cuerpo, y por ende representa una limitación de la
conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de los
oídos del cuerpo. Evoca las limitadas reacciones que el cuerpo emite. El cuerpo
aparenta ser altamente autónomo e independiente, sin embargo tan solo responde a las
intenciones de la mente. Si la mente desea utilizarlo para atacar de cualquier forma, se
convierte en presa de la enfermedad, del envejecimiento y del decaimiento. Si la mente
acepta el propósito del Espíritu Santo para este en su lugar, este se convierte en una
forma útil de comunicarse con otros, invulnerable en cuanto sea de utilidad, y para ser
dejado a un lado dulcemente cuando haya servido su propósito. De por sí, el cuerpo es
neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Bien sea que se utilice para los
propósitos del ego o del Espíritu Santo, esto depende enteramente del lo que la mente
desee.
 
Lo opuesto a ver a través de los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja la
fortaleza en lugar de la debilidad, la unidad en vez de la separación, y el amor en lugar
del miedo. Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es comunicarse con la Voz que
habla por Dios, el Espíritu Santo, el cual habita en cada uno de nosotros. Su Voz
parece distante y difícil de oír porque el ego, el cual habla a favor del pequeño ser
separado, parece ser mucho más audible. Esto en realidad es al revés. El Espíritu
Santo hable con una inconfundible claridad y una atracción sobrecogedora. Nadie que
no elije identificarse el cuerpo podría posiblemente ensordecerse a Sus mensajes de
liberación y esperanza, ni tampoco podría dejar de aceptar gozosamente la visión de
Cristo en un feliz intercambio por esa miserable imagen de sí mismo.
 
La visión de Cristo es el regalo del Espíritu Santo, alternativa a la ilusión de la
separación y a la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad, y la muerte. Es la
única corrección para todos los errores de percepción, la reconciliación de los
aparentes opuestos sobre los cuales se basa el mundo. Su dulce luz muestra todas las
cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que se eleva a
partir del conocimiento y haciendo el retorno a Dios no solo posible sino inevitable.
Lo que se percibía como injusticias perpetradas a unos por los otros, ahora se
convierte en llamados de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad, el ataque son
vistos como errores de percepción, clamando por el remedio a través de la dulzura y el
amor. Las defensas se dejan a un lado pues donde no hay ataque no hay necesidad de
ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se convierten en las nuestras propias,
pues ellos caminan el sendero con nosotros en nuestro camino hacia Dios. Sin nosotros
ellos perderían su camino, y sin ellos no podríamos nosotros nunca encontrar el nuestro.
 
El perdón es desconocido en el Cielo, donde la necesidad de este sería inconcebible.
Sin embargo, en este mundo, el perdón es una corrección necesaria para todos los
errores que hemos cometido. Ofrecer el perdón es la única manera que nos queda de
tenerlo, pues este refleja la ley del Cielo que dar y recibir son una misma cosa. El
Cielo es el estado natural de todos los Hijos de Dios tal como El los Creó. Esa es su
realidad por siempre. No ha cambiado aunque haya sido olvidada.
 
El perdón es el medio por el cual recordamos. A través del perdón el pensamiento del
mundo es invertido. El mundo perdonado se convierte en el portal del Cielo, porque a
través de su misericordia podemos finalmente perdonarnos a nosotros mismos. Al no
permitir que nadie permanezca prisionero de la culpabilidad, nos hacemos libres.
Reconociendo al Cristo en todos nuestros hermanos, reconocemos Su Presencia en
nosotros mismos. Olvidando todo error de percepción, y con nada del pasado que nos
arrastre hacia aquel, podemos recordar a Dios. Más allá no puede ir el aprendizaje.
Cuando estamos listos, Dios Mismo toma el paso final en nuestro retorno hacia El
 
* [http://www.curso-de-milagros.com Texto de Un Curso de Milagros; para leer en linea]
 
Cita de "'''Una introducción básica a UN CURSO DE MILAGROS'''. Editorial El grano de mostaza (2010) Resumen de la parte trasera del libro"