Diferencia entre revisiones de «Leonardo Infante»

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Línea 74:
Herido y derrotado por el capitán José María Obando, quien ordenó que tratasen a los prisioneros "como si fueran su propia persona", durante la campaña del Sur, escapó con la pierna destrozada, y volvió a la capital de Colombia, en donde fijó su residencia. Distinguiéndose por continuos excesos, más tarde a Infante se le acusó de haber asesinado al teniente Francisco Perdomo. Daniel Florencio O' Leary describió al coronel Infante como un: “…hombre de color que por su extraordinario valor había sido ascendido al rango que tenía y que por su notoria mala conducta se había hecho odioso”. Según el comisionado de Su Majestad Británica ante el Gobierno de Colombia: "El coronel Infante había sido esclavo en Venezuela; al estallar la revolución civil él huyó de su amo y entró al servicio de Colombia. Debido a su valor había sido elevado al rango de coronel. Mientras estuvo al servicio de los lanceros de corps bajo el mando del general Bolívar, su disposición feroz lo convirtió en el terror de todos los lugares donde había sido estacionado, y en particular, en el del cuartel de la ciudad de Bogotá, donde residía hacía un tiempo. Se decía comúnmente que el coronel tenía una cuadrilla de malhechores negros como él, que a toda hora estaban listos para actuar como instrumentos de su venganza contra cualquier persona que tuviera la desgracia de incitar su disgusto. Se suponía generalmente que Infante había estado en la capital bajo la vigilancia de su gobierno […] aunque tenía fama de valiente guerrillero, era, por lo demás, sanguinario y sin principios, y a ser cierta la mitad siquiera de lo que llegó a mis oídos, debía habérsele ejecutado mucho tiempo antes". Por si fuera poco, el propio Libertador decidió protegerlo cuando recomendó al doctor venezolano Miguel Peña, que fue presidente de la corte, que evitara una acusación formal pero también agregó: "Dígale Ud. que nadie lo amaba ni estimaba más que yo; pero que tampoco nadie era más feroz que él; que mil veces había dicho antes que su instinto único y universal era matar a los vivientes y destruir a lo inanimal; que si veía un perro, o un cordero, le daba un lanzazo, y si a una casa, la quemaba. Todo en mi presencia. Tenía una antipatía universal. No podía ver nada parado. A Rondón, que valía mil veces más que él, lo quiso matar mil veces".
 
Acostumbrado a la guerra, con una experimentada hoja de servicios y frustrado por una carrera militar afectada por sus lesiones físicas, el coronel Infante sentía un gran resentimiento por sus compañeros que eran ascendidos al rango de general. En un incidente con una quinceañera vendida por su madre, que se había negado a pagar azotando a la madre cuando fue a reclamar el dinero y prentendida por un joven oficial venezolano, fue acusado de asesinar al teniente Francisco Perdomo, que estaba atrincherado en la residencia de su amada, y sin poder penetrar la fortaleza, el coronel Infante regresó acompañado por su amigo Jacinto Riera, que recibió la orden de subirse al mostrador de la tienda. El atacante gritó que saliera a luchar, y que si no tenía un arma, entonces que ofrecía una; el defensor respondió suplicando que no lo matara. El coronel desenvainó su sable y ordenó que el teniente fuera sacado de su refugio; la orden fue cumplida: "...con cariños, con persuasiones y promesas de que Infante no le haría nada y que primero lo mataría a él mismo". Aparentemente cumplió su promesa, pues los tres hombres salieron hacia el puente de San Francisco; temiendo por su vida, el teniente Perdomo llamó a su medio hermano materno, el oficial venezolano Tiburcio Sáenz, quien alcanzó a salir de la residencia que estaba alojándolo pero temeroso volvió a cerrar la puerta. Pocos segundos después, el indefenso teniente recibió un sablazo en la cabeza. Un testigo conque tenía el rango de teniente declaró que: "...sintió que la carrera llegó hasta el puente donde se pararon, que allí oyó unas voces que no distinguió y que más de 5 minutos después oyó una risotada del coronel Infante en el puente". El cadáver fue arrojado en el río.
 
Amaneciendo, los ciudadanos avisaron a la policía apenas descubrieron el cadáver. El cómplice, que fue condenado a la muerte, escapó de la cárcel y desapareció para siempre; el victimario, que fue capturado el mismo día del asesinato, negó cualquier responsabilidad en el crimen. Teniendo en cuenta la condición de militar del coronel Infante, la justicia castrense tenía competencia; el acusado fue juzgado por un consejo de guerra con parte de los mejores oficiales que podía ofrecer la Unión y que fue reconformado porque el tribunal militar estaba integrado por coroneles, y según las disposiciones legales vigentes para el juicio de un coronel, se requería la presencia de dos generales y por este error de procedimiento, la Corte Marcial declaró nulo el primer consejo de guerra. El segundo consejo de oficiales pronunció su veredicto: nuevamente, la condena del coronel Infante era la muerte; en este fallo salvó su voto el coronel venezolano Judas Tadeo Piñango, pues consideró que el único tribunal competente era la Alta Corte de Justicia reunida en calidad de Alta Corte Marcial, y que no había pruebas suficientes para un veredicto condenatorio. La sentencia fue consultada ante la Alta Corte de Justicia en calidad de Alta Corte Marcial. El presidente de la Alta Corte de Justicia a quien le correspondía el turno era el doctor Miguel Peña. En un juicio con formalidades en que fue defendido por un veterano militar español pero sin tecnismos jurídicos a pesar de la oposicón del doctor Peña, fue juzgado, encontrado culpable y condenado a muerte.