Diferencia entre revisiones de «Miguel de Unamuno»

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'''Miguel de Unamuno y Jugo''' ([[Bilbao]]; [[29 de septiembre]] de [[1864]] – [[Salamanca (España)|Salamanca]]; [[31 de diciembre]] de [[1936]]) fue un escritor y filósofo [[España|español]]. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios. Perteneció a la [[generación del 98]].
 
== Biografía ==
[[Archivo:Monumento a Unamuno en Salamanca.jpg|thumb|[[Pablo Serrano]]: Escultura de Unamuno en Salamanca. 1968.]]
[[Archivo:Banderas homenaje a Unamuno.jpg|thumb|230px|Banderas de [[Bilbao]] y flores rojas y blancas en el homenaje a Miguel de Unamuno, en la Plaza Unamuno, a unos cien metros de la casa natal del escritor, en el Casco Viejo de [[Bilbao]].]]
Miguel de Unamuno nació en la calle Ronda del casco viejo de [[Bilbao]]. Era el tercer hijo y primer varón, tras María Felisa y María Jesusa, del matrimonio habido entre el comerciante Félix de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, Salomé Jugo Unamuno. Más tarde nacerán Félix, Susana y María Mercedes. A los diez años, al acabar sus primeros estudios en el colegio de San Nicolás y a punto de entrar en el instituto, asiste como testigo al asedio de su ciudad durante la [[Tercera Guerra Carlista]] (lo que luego reflejará en su primera novela, ''Paz en la guerra'').
 
Estudió [[Filosofía]] y [[Letras]] en la [[Universidad de Madrid]], obteniendo la calificación de notable en [[1883]], a sus veintiun años. Al año siguiente se doctora con una tesis sobre la [[euskera|lengua vasca]]: ''Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca''. En ella anticipa su idea sobre el origen de los vascos, contraria a las afirmaciones del [[nacionalismo vasco]] que propugnaban una [[raza vasca]] no contaminada por otras razas.
 
En [[1884]] comienza a trabajar en un colegio como profesor de latín y psicología, publica un artículo titulado «Del elemento alienígena en el idioma vasco» y otro costumbrista, «Guernica», aumentando su colaboración en [[1886]] con el ''Noticiero de Bilbao''.
 
En [[1888]], se presentó a la cátedra de psicología, lógica y ética del Instituto de Bilbao convocadas por la [[Diputación de Vizcaya]], junto con [[Sabino Arana]] y el novelista y folclorista [[Resurrección María de Azkue]], adjudicándose la plaza éste último.
 
Polemizó con Arana, que iniciaba su actividad nacionalista, ya que consideraba a Unamuno como vasco pero «españolista» debido a que Unamuno, que ya había escrito algunas obras en [[euskera]], consideraba que ese idioma estaba próximo a desaparecer y que el bilingüismo no era posible. «''El vascuence y el castellano son incompatibles dígase lo que se quiera, y si caben individuos no caben pueblos bilingües. Es éste de la bilingüidad un estado transitorio''».<ref>{{cita web
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|título=Miguel de Unamuno <!--Generado por Muro Bot. Puedes ayudar a rellenar esta plantilla-->
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En [[1889]] prepara otras oposiciones y viaja a Suiza, Italia y Francia, donde se celebra la [[Exposición Universal]] y se inaugura la [[torre Eiffel]].
 
El [[31 de enero]] de [[1891]] se casa con Concha Lizárraga, de la que estaba enamorado desde niño. Pasa los meses invernales dedicado a la preparación de unas oposiciones para una cátedra de Griego en la [[Universidad de Salamanca]], la cual obtiene. Con motivo de estas oposiciones, entabla amistad con el granadino [[Ángel Ganivet]], amistad que se irá intensificando hasta el suicidio de aquél en [[1898]]. En [[1901]] es nombrado Rector de la [[Universidad de Salamanca]].
 
El [[11 de octubre]] de [[1894]] ingresa en la [[PSE-EE|Agrupación Socialista de Bilbao]] y colabora en el semanario ''Lucha de clases'' de esta ciudad, abandonando el partido socialista en [[1897]] y sufriendo una gran depresión.
 
En [[1914]] el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones políticas, convirtiéndose Unamuno en mártir de la oposición liberal. En [[1920]] es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Es condenado a dieciséis años de prisión por [[Injurias a la Corona|injurias]] al [[Alfonso XIII de España|Rey]], pero la sentencia no llegó a cumplirse. En [[1921]] es nombrado vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al dictador [[Miguel Primo de Rivera|Primo de Rivera]] hacen que éste lo destituya nuevamente y lo destierre a [[Fuerteventura]] en febrero de [[1924]]. El [[9 de julio]] es indultado, pero él se destierra voluntariamente a [[Francia]]; primero a [[París]] y, al poco tiempo, a [[Hendaya]], en el [[País Vasco francés]], hasta el año [[1930]], año en el que cae el régimen de [[Miguel Primo de Rivera|Primo de Rivera]]. A su vuelta a [[Salamanca (España)|Salamanca]], entró en la ciudad con un recibimiento apoteósico.
 
Miguel de Unamuno se presenta candidato a concejal por la conjunción republicano-socialista para las elecciones del [[12 de abril]] de [[1931]], resultando elegido. Unamuno proclama el [[14 de abril]] la [[Segunda República Española|República]] en [[Salamanca (España)|Salamanca]]. Desde el balcón del ayuntamiento, el filósofo declara que comienza «''una nueva era y termina una dinastía que nos ha empobrecido, envilecido y entontecido''». La [[Segunda República Española|República]] le repone en el cargo de Rector de la Universidad salmantina. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la conjunción republicano-socialista en [[provincia de Salamanca|Salamanca]]. Sin embargo, el escritor e intelectual, que en [[1931]] había dicho que él había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al rey y al dictador, con su exilio...— al advenimiento de la República, empieza a desencantarse. En [[1933]] decide no presentarse a la reelección. Al año siguiente se jubila de su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la [[Universidad de Salamanca]], que crea una cátedra con su nombre. En [[1935]] es nombrado ciudadano de honor de la República. Fruto de su desencanto, expresa públicamente sus críticas a la reforma agraria, la política religiosa, la clase política, el gobierno, Azaña.<ref name="mitos">Fernando García de Cortázar, ''Los mitos de la Historia de España'', capítulo «La tercera España», pp. 294–295, ISBN 84-08-05714-6.</ref>
 
[[Archivo:University of Salamanca.jpg|thumb|230px|[[Universidad de Salamanca]], de la que Unamuno fue rector.]]
 
Al iniciarse la [[Guerra Civil Española|guerra civil]], apoyó inicialmente a los rebeldes. Unamuno quiso ver en los militares alzados a un conjunto de [[regeneracionismo|regeneracionistas]] autoritarios dispuestos a encauzar la deriva del país. Cuando el [[19 de julio]] la práctica totalidad del consistorio salmantino es destituida por las nuevas autoridades y sustituida por personas adictas, Unamuno acepta el acta de concejal que le ofrece el nuevo alcalde, el comandante Del Valle. En el verano de [[1936]] hace un llamamiento a los intelectuales europeos para que apoyen a los sublevados, declarando que representaban la defensa de la civilización occidental y de la tradición cristiana, lo que causa tristeza y horror en el mundo, según el historiador [[Fernando García de Cortázar]].<ref name="mitos" /> Azaña lo destituye, pero el gobierno de Burgos le repone de nuevo en el cargo. Sin embargo, el entusiasmo por la sublevación pronto se torna en desengaño, especialmente ante el cariz que toma la represión en Salamanca. En sus bolsillos se amontonan las cartas de mujeres de amigos, conocidos y desconocidos, que le piden que interceda por sus maridos encarcelados, torturados y fusilados. A finales de julio, sus amigos salmantinos, [[Casto Prieto Carrasco|Prieto Carrasco]], alcalde republicano de Salamanca y [[José Andrés y Manso]], diputado socialista, habían sido asesinados, así como su alumno predilecto y rector de la [[Universidad de Granada]], [[Salvador Vila Hernández]]. En la cárcel se hallaban recluidos sus íntimos amigos el doctor [[Filiberto Villalobos]] y el periodista [[José Sánchez Gómez]], éste a la espera de ser fusilado. Su también amigo, el pastor de la Iglesia anglicana y masón [[Atilano Coco]], estaba amenazado de muerte y de hecho fue fusilado en diciembre de [[1936]]. A principios de octubre, Unamuno visitó a [[Francisco Franco|Franco]] en el palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos.<ref name="franco">Paul Preston, ''Franco'', capítulo 7: «La forja de un Caudillo: agosto–noviembre de 1936», pp. 242–243, ISBN 84-397-0241-8.</ref>
 
Unamuno se arrepintió públicamente de su apoyo a la sublevación durante el acto de apertura del curso académico (que coincidía con la celebración de la [[Día de la Raza|Fiesta de la Raza]]), el [[12 de octubre]] de [[1936]], en el Paraninfo de la Universidad. Varios oradores soltaron tópicos acerca de la «anti-España». Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso en pie y pronunció un apasionado discurso. «''Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (...) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...''».
 
En ese punto, el general [[José Millán-Astray]] (el cual sentía una profunda enemistad por Unamuno, que le había acusado inopinadamente de corrupción), empezó a gritar: «''¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?''». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «''¡Viva la muerte!''». En lo que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente calculado, Millán habló: «''¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!''». Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de «''¡Viva España!''». Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo: {{cita|Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de «¡Viva la muerte!». Esto me suena lo mismo que «¡Muera la vida!». Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. (...) El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...}}
 
Furioso, Millán gritó: «''¡Muera la inteligencia!''». En un intento de calmar los ánimos, el poeta [[José María Pemán]] exclamó: «''¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!''». Unamuno no se amilanó y concluyó: «''¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España''».
 
La esposa de [[Francisco Franco|Franco]], [[Carmen Polo]], toma del brazo a don Miguel y le acompaña a su casa, rodeados de su guardia personal,<ref>Paul Preston, ''Las tres Españas del 36'', capítulo 2: «José Millán Astray. El novio de la muerte», pp. 91–92, ISBN 84-01-54068-2.</ref> lo que evita que el incidente acabe en tragedia. Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno. El proponente, el concejal Rubio Polo, reclamó su expulsión «''...por España, en fin, apuñalada traidoramente por la pseudo-intelectualidad liberal-masónica cuya vida y pensamiento [...] sólo en la voluntad de venganza se mantuvo firme, en todo lo demás fue tornadiza, sinuosa y oscilante, no tuvo criterio, sino pasiones; no asentó afirmaciones, sino propuso dudas corrosivas; quiso conciliar lo inconciliable, el Catolicismo y la Reforma; y fue, añado yo, la envenenadora, la celestina de las inteligencias y las voluntades vírgenes de varias generaciones de escolares en Academias, Ateneos y Universidades''».<ref>[http://www.elpais.com/articulo/espana/Unamuno/continua/siendo/celestina/antipatriota/elpepuesp/20061229elpepinac_20/Tes «Unamuno continúa siendo "celestina" y "antipatriota". El PP rechaza dejar sin efecto el acuerdo municipal que expulsó al escritor de su escaño de concejal en Salamanca»], reportaje del diario ''[[El País (España)|El País]]'', 29 de diciembre de 2006</ref> El 22 de octubre, Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector.<ref>[http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/13572721092135830532279/hisp03_urrutia07.pdf Un documento excepcional: el ''manifiesto'' de Unamuno a finales de octubre–principios de noviembre de 1936], por Manuel María Urrutia, de la [[Universidad de Deusto]].</ref>
 
Los últimos días de vida (de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa, en un estado, en palabras de Fernando García de Cortázar, de resignada desolación, desesperación y soledad.<ref name="mitos" /> A los pocos días, el 20 ó 21 de octubre, en una entrevista mantenida con el periodista francés Jérôme Tharaud (común y erróneamente atribuida al escritor [[Nikos Kazantzakis]]):
 
{{cita|Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra internacional. (...) En tanto me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono no socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni anarquistas, sino bandas de malhechores degenerados, excriminales natos sin ideología alguna que van a satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología alguna. Y la natural reacción a esto toma también muchas veces, desgraciadamente, caracteres frenopáticos. Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el miserable gobierno de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la presión del salvajismo apelado marxista, debemos tener la esperanza de que el gobierno de Burgos tendrá el valor de oponerse a aquellos que quieren establecer otro régimen de terror. (...) Insisto en que el sagrado deber del movimiento que gloriosamente encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental cristiana y la independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado de Rusia ni de otra potencia extranjera cualquiera, puesto que aquí se está librando, en territorio nacional, una guerra internacional. Y es deber también traer una paz de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de todos los españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando, desangrándose, envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los reaccionarios se vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar sindicatos nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el terror a que se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste cosa sería que el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo.}}
 
Y a los pocos días, en esta ocasión sí con Kazantzakis:
 
{{cita|En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario.}}
 
[[Archivo:Plaza Unamuno.jpg|thumb|200px|Plaza de Unamuno, en su barrio natal, durante el homenaje anual que le rinde el Ayuntamiento de Bilbao.]]
 
El 21 de noviembre, escribe a Lorenzo Giusso:<ref name="mitos" />
 
{{cita|La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los ''<u>h</u>unos y los <u>h</u>otros''. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo...}}
 
Murió en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936, de forma repentina, en el transcurso de la tertulia vespertina que mantenía regularmente con un par de amigos. A pesar de su virtual reclusión, en su funeral fue exaltado como un héroe falangista.<ref name="franco" /> A su muerte, [[Antonio Machado]] escribió:<ref name="mitos" /> «''Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo''».
 
== Obra ==