En la filosofía escolástica y moderna, el teísmo clásico es una forma de teísmo en la que se concibe a Dios como ipsum esse subsistens (ser puro subsistente),[1]​ en contraste con otras concepciones como el panteísmo, el panenteísmo, el politeísmo y el teísmo procesual.

Mientras la mayoría de las concepciones monoteístas están de acuerdo en que Dios es, como mínimo, omnisciente, omnipotente y completamente bueno,[2]​el teísmo clásico concibe a Dios como absolutamente trascendente, impasible y con los atributos de simplicidad, inmutabilidad y eternidad.[3]

El teísmo clásico se asocia a la tradición de escritores como Platón, Aristóteles, Plotino, Agustín de Hipona, Anselmo, Maimónides, Averroes y Tomás de Aquino.[3]​ En oposición a esta tradición, hoy en día hay filósofos como Alvin Plantinga (que rechaza la simplicidad divina), Richard Swinburne (que rechaza la atemporalidad divina) y William Lane Craig (que rechaza la simplicidad divina),[4]​ quienes pueden ser vistos como teístas neoclásicos. Además, la defensa del hesicasmo de Gregory Palamas destaca la distinción esencia-energía, tal como lo entiende la Iglesia ortodoxa oriental. Filósofos como Frederick Copleston, Elizabeth Anscombe, Peter Geach, Edward Feser, Étienne Gilson y Giovanni Reale han defendido el teísmo clásico en los últimos tiempos.

Véase también editar

Referencias editar

  1. Bejarano, Walter Joel Valdivia. Ipsum Esse Subsistens (La esencia metafísica de Dios). Consultado el 16 de enero de 2024. 
  2. Pojman y Rea, 2011, p. 2.
  3. a b Craig, 1998.
  4. Craig, William Lane. God, Time, and Eternity. 23 de julio de 2002. Oxbridge Conference.

Bibliografía editar