Usuario:Elena Villanueva Lopez/Spanish translation in the Golden Age

                               LA TRADUCCIÓN EN EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL
    Durante el siglo de Oro de la cultura y literatura española (S.XVI y S.XVII) las buenas traducciones eran muy apreciadas ya que era el mecanismo principal de acceso a los clásicos griegos y latinos. También servían como medio transmisor  de los mejores escritos españoles al resto de Europa. Al mismo tiempo, el respeto a los textos médicos y científicos árabes (y la necesidad de traducirlos) continuaba,  a pesar de que los moros y los judíos habían sido expulsados de España el fatídico año 1942. Estos aspectos del Humanismo español durante el Renacimiento determinaron la actitud española hacia la traducción literaria. Durante este periodo la lengua inglesa se enriqueció con palabras españolas. Los lexicógrafos ingleses empezaron a acumular listados de palabras españolas, el primero de ellos John Thorius en 1950, y a lo largo de dos siglos el interés británico por la lengua española facilitó la traducción entre las dos lenguas así como el préstamo mutuo de palabras.
    La gloria de la Escuela de Traductores de Toledo había disminuido con la expulsión de los moros y los judíos de España el año 1492, pero en muchos de los viejos barrios árabes de las ciudades españolas la tradición de traducir del árabe al latín o al español todavía continuaba, aunque de forma clandestina para evitar las sospechas de la Inquisición. La primera traducción española del libro sagrado de los musulmanes, el Corán, se hizo en 1456, pero después de 1492 la situación de los árabes que permanecieron en España cambió drásticamente. A los que eligieron permanecer en España se les conocía por moriscos, y se les obligó a aceptar el bautismo cristiano como condición indispensable para quedarse. Cualquier ritual religioso islámico se hacía en secreto y las Sagradas Escrituras tenían que permanecer ocultas. Tal y como pasaban los años  crecía su la incapacidad de leer el Corán en árabe y cada vez más leían traducciones  del  Libro Sagrado al español, pero esto violaba uno de los principios de la fe musulmana que obliga leer  y recitar sus escrituras en árabe. La solución era escribir en español pero usando caracteres arábigos conocidos como “aljamiado”. Aunque muchas de estas palabras fueron destruidas por la Inquisición, algunas han llegado hasta nuestros días y han sido testigo de la laboriosa tarea de traducción y posterior copia a mano en el Libro Sagrado Musulmán. 

En el año 1606, un copista del Corán en España hizo esta anotación en un margen, mezcla de castellano, aljamiado y árabe: “Esta eskrito en letra de kristyanos… ruega y suplica que por estar en dicha letra no lo tengan en menos que lo kes, antes en mucho; porque pues esta asi declarado, esta mas a vista de los muçlimes que saben leer el cristiano y no la letra de los muçlimes. Porque es cierto que dixo el annabî Muhammad que la mejor lengwa era la ke se entendía.” La traducción sería: “está escrito en letra de cristianos: (el escritor) ruega y suplica que no se le menosprecie por estar escrito en estas letras, sino que se le respete; porque, así se ha declarado, lo pueden ver mejor esos musulmanes que saben leer letras cristianas pero no árabes. Porque es cierto que el Profeta Muhammad dijo que es la mejor lengua que uno puede entender.”

La relación entre el árabe y el cristiano (y el problema de la traducción) se muestra claramente en numerosos puntos de la obra maestra de la literatura española de esa época: Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Cervantes atribuye la autoría de este libro a una variedad de personajes y traductores, algunos moriscos, otros cristianos y expresaba sus opiniones a través de ellos. En un punto exacto de su libro Cervantes nos proporciona una metáfora de traducción la cual es citada a menudo por teóricos contemporáneos y profesionales de la traducción: “Pero con todo eso, me parece que el traducir una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés: que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz”. Cervantes nos dice que (con la excepción del griego y el latín, cuya belleza clásica no puede arruinar ni si quiera una mala traducción), el desafío de traducir es tratar de evitar que en el traducción apreciemos figuras distorsionadas como si miramos por detrás de un tapiz flamenco, con sus imágenes oscuras e hilos deshilachados.