Iglesia de San Francisco de Paula (Uquía)

Uquía
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La iglesia de San Francisco de Paula se encuentra en Uquía, a 120 km de San Salvador de Jujuy en Argentina. Data del siglo XVII. Es de estilo americano, paredes de adobe de 1 m de grosor. La torre se encuentra separada del edificio principal. El altar está tallado a mano en madera y dorado a la hoja. Lo más llamativo en su interior son los cuadros de los ángeles arcabuceros llevados desde el Cuzco en la época colonial.[1]

Iglesia de San Francisco de Paula
Monumento histórico nacional de Argentina

capilla en 2012
Localización
País Bandera de Argentina Argentina
División Jujuy
Coordenadas 23°18′12″S 65°21′23″O / -23.303388888889, -65.356277777778
Información religiosa
Culto Iglesia católica
Año de inscripción 14 de julio de 1941
Altar de los Ángeles Arcabuceros

Antecedentes editar

Históricamente la población formó parte de la Encomienda de Humahuaca desde finales del siglo XVI hasta la extinción de la misma, que a lo largo de los siglos XVII y XVIII estuvo en manos de la familia Zárate, a excepción de unos pocos años al final de la existencia de la Encomienda. A finales del siglo XVIII la población de Uquia era de alrededor de 50 familias, lo que nos da un total de 236 personas, según el Libro de Matrícula de 1773 , tomando en cuenta la población residente en el mismo Uquía y sin tener en cuenta otros anejos cercanos. La población siempre tuvo Gobernador de Indios o Curaca propio, independiente del de Humahuaca, no así el Protector de Indios que era el mismo y la comunidad sostenía dos Cofradías, eligiéndose anualmente sus mayordomos y priostes, en la fiesta de San Francisco de Paula. La mayoría de los habitantes tenían sembradíos para riego de los cuales tenían acequias, todavía hacia la mitad del siglo XIX se entablará un pleito entre estos agricultores y el Sr. Eraso por la posesión y utilización del agua que viene por la acequia comunitaria.

Monumento Histórico Nacional editar

La iglesia de Uquía, declarada Monumento Histórico Nacional, el 14 de julio de 1941[2]​ fue levantada en honor de la Santa Cruz y bajo la advocación de San Francisco de Paula era una ayuda de parroquia de la de Humahuaca. Fue terminada de construir en el año 1691 por Domingo Vieyra de la Mota, quien fue vicario y juez eclesiástico en 1691 y que ocupó el Beneficio de Humahuaca, Cochinoca y Comisario de la Santa Cruzada. Por motivos de salud y por su dedicación a los otros cargos, pasaba gran parte del tiempo fuera de la jurisdicción de Humahuaca. La influencia jesuítica es notable, seguramente porque la familia Vieyra de la Mota, de la aristocracia tucumana, eran protectores de la Compañía de Jesús y a ellos constituye en heredero de los bienes, José Vieyra de la Mota, hermano de Domingo, cuando fallece.

Arquitectura editar

Arquitectónicamente, se conserva más o menos tal como fue concebida en 1691, salvo algunas excepciones, la Sacristía fue rehecha en 1856, según el libro de fábrica, debido a su destrucción y al año siguiente se rehízo el techo de la nave de la iglesia y se compusieron las aleras de fuera de la iglesia que estaban deterioradas. Sin embargo en el inventario de finales del siglo XIX y en el realizado en 1912, cuando se habla de la Torre, se dice expresamente “se encuentra con su Sacristía, Iglesia y torres muy deteriorada” y “…tiene además sus pequeñas torres y en una de ellas que está aislada de la Iglesia están colocadas las campanas, que son tres…”, lo que estaría indicando la existencia de dos torres al menos en el recinto de la Iglesia, sin embargo en 1944 ya se habla solo de una torre “en esquina derecha de 4,10 m × 4,1 m con cuatro campanas, dos totalmente rotas y otras dos en uso pero en mal estado”, por lo que si hubo más de una torre estas desaparecieron entre 1912 y 1944. La torre fue rehecha en el año 1864, ya que el 14 de junio en el libro de cuentas aparece una partida de 3$ por 400 adobes que costaron a 6 reales el centenar con los cuales se hicieron de nuevo las dos cornisas de la Torre de Uquia que estaba destruida en circunferencia y esta obra la realiza Dionisio Quispe. Este mismo compró también diez tablas de cardón a un real y otras diez más pequeñas a medio, lo que supuso un total de un peso con siete reales, además después se compraron otras cinco tablas. El contratista de la obra fue Paulino Corimayo, vecino de Uquía, que cobro 15 pesos, aportando el mismo el peón necesario.

Su entrada principal es resguardada por una curiosa cerradura que data de 1745, en la cual es un extraño mecanismo en donde la llave se coloca en posición invertida a las cerraduras modernas de hoy en día. Solo la llave que abre esta puerta pesa entre 600 y 800 gramos.

Patrimonio pictórico editar

En su interior, además de la colección de ángeles arcabuceros, se encuentran otras muchas obras de valor, como el retrato de San Ignacio de Loyola, de Matheo Pisarro, un pintor altoperuano del que se desconoce la mayor parte de su vida, salvo su maestría en el arte de la pintura y algunas de sus notables obras, repartidas por las Iglesias de la Puna, ya que fue el pintor de la corte del Marqués de Yavi. Este cuadro de san Ignacio es el único firmado por él, aunque se le atribuyen también otros lienzos presentes en la Iglesia. El notable retablo, realizado en madera dorada a la hoja, data de 1699 y fue donado por el Teniente Gobernador de Jujuy, Lázaro Murueta y en él se conserva también una hermosa talla de San Francisco de Paula, de influencia española.

En este retablo se encuentra también un cuadro con cuatro imágenes: una del Ecce Homo, otra de la Inmaculada y dos de la Virgen de la leche. Una muestra curiosa de como se transportaban los lienzos desde el Cusco, cortándose las imágenes en el destino final de las obras. En este caso ese recorte nunca se hizo, sino que se enmarcó tal cual llegó desde los talleres. La orla de flores que enmarca las pinturas cuzqueñas servía, además de adorno, como línea de corte.

Los "Ángeles Arcabuceros" de Uquía son, junto con la de los "Angeles Arcabuceros" de Casabindo, y los ángeles de Calamarca, una de las muchas series de pinturas de ángeles que durante el periodo hispánico se pintaron en toda la zona andina, teniendo como tema pictórico la representación de ángeles vestidos a la usanza de los Tercios de Flandes, militares españoles del siglo XVII, más concretamente de la época del rey Carlos II (el último de la dinastía de los Austrias hispanos) que evitaban el negro llevado por los civiles por mandato real, que indicaban expresamente la prohibición de las ropas lujosas. Los que formaban parte de las milicias estaban exentos de tales normas y sus ropas se caracterizaban por la profusión de detalles y vivos colores, ya que "nunca entre la infantería española ha habido premática para vestidos, porque sería quitarle el ánimo y brío que es necesario que tenga la gente de guerra".[3]

El carácter angélico de los seres representados en los cuadros está dado por los rasgos marcadamente andróginos de los rostros y por las alas. Sus nombres proceden de los textos bíblicos, curiosamente es de las pocas series que fueron pintadas identificando a los ángeles con nombres, aunque solamente tres ángeles: Miguel, Rafael y Gabriel hayan sido aceptados por la Iglesia Católica, pero a pesar de las prohibiciones, se siguieron pintando otros muchos con nombres como Uriel, Osiel, Yeriel, Eliel, Salamiel, Barakiel y otros, cuyos nombres probablemente proceden de diversos escritos judeocristianos.

Por la forma en que se han representado en estas pinturas, hay quienes piensan que guardarían una profunda relación con grabados alemanes y holandeses de esa época, en los que se enseñaba el correcto uso de las armas de fuego, pero no hay que olvidar la gran influencia que, sin duda, debieron tener las fiestas celebradas en Lima, la capital virreinal para celebrar las fiestas de San Miguel, en la que los indígenas salían disfrazados de ángeles, portando armas cedidas por el Arsenal, fiesta que estuvo en vigor hasta 1750 cuando los indígenas aprovecharon las mismas y el hecho de llevar armas para levantarse contra el Virrey.

La serie de los Ángeles Arcabuceros de Uquía, procedentes de la escuela cuzqueña y presentes en la Iglesia desde mediados del siglo XVIII hoy está incompleta, pues a través de los inventarios se puede conocer que desapareció uno de los diez cuadros originales, falta que es constatable desde hace más de cien años.

Como detalle curioso señalar que en el año 1752/3 falleció en Uquía el P. Pedro Lozano, un jesuita historiador autor de innumerables obras de Historia y a quien se considera el padre la historia científica argentina. De paso en Humahuaca, falleció entre los años citados, ya que ambas fechas se dan como posibles y según la tradición está enterrado en la nave de la Iglesia pero sin que se sepa el lugar exacto.

En 2019 se realizó un relevamiento del edificio, y entre 2020 y 2021 se llevó a cabo un trabajo de restauración realizado por un equipo de investigadores de Conicet, con financiamiento del Ministerio de Cultura y Turismo y el Ministerio de Infraestructura, inaugurándose en abril de 2021[4]​.

Galería editar

Referencias editar