Cillerero

oficio de mayordomo de un monasterio

El cillerero (del latín cellerarius, cellarius, cantinero y cocinero mayor) era el ecónomo o "cantinero" del monasterio, según la Regla de San Benito.[1]​ Siendo el encargado del abastecimiento de alimentos, bebida y leña para los hermanos y los huéspedes que pernoctasen en la abadía, buscaba todo lo necesario en los huertos del monasterio, lo almacenaba y calculaba las provisiones necesarias para resistir durante la escasez invernal.[2]

Era el religioso encargado de las provisiones y alimentos de los monasterios y llevaba el gobierno de todo lo temporal: entre sus responsabilidades estaba el conocimiento de los bienes y derechos del monasterio y de su valor, lo que implicaba el control de los arrendamientos y sus cláusulas, el cobro de las rentas o el mantenimiento y la reparación de los edificios.[3]

Según el Compendio de los exercicios y obligaciones de los monges cistercienses de Nuestra Señora de la Trapa (1802), el padre abad, conforme a la Regla de San Benito, dividía "una parte de sus solicitudes, principalmente entre el Prior, Superior, y Cillerero, con total dependencia en sus diversas funciones, y oficios de la voluntad, y arbitrio del mismo P. Abad, a fin que lo sirvan de auxîlio sin disminuir su autoridad reciba de Dios para gobernar, y regir a los demás con prudencia, caridad, y justicia". Señala que los religiosos que cuidaban de la ropería, sacristía, enfermería, panadería, el refectorio y demás oficinas, recibían del cillerero "todo lo que han menester para sus respectivos encargos, y nada debe darles, fuera de lo que es de su uso ordinario, y costumbre, sino con aprobación y orden del P. Abad". En invierno se ocupaba de que los religiosos hicieran los utensilios e instrumentos necesarios para las labores y cultivos de las tierras, y debía presenciar la distribución cotidiana del trabajo, para informar al abad de lo que debían hacer los monjes.[4]

Literatura editar

El término cillerero aparece con harta frecuencia en los detectivescos relatos de la novela El nombre de la Rosa, cuyo escenario es un monasterio medieval y la pretensión de proteger el patrimonio de su biblioteca.[5]

Referencias editar

  1. Schwaiger, Georg (1998). La vida religiosa de la A a la Z: desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial San Pablo. p. 141. ISBN 9788428520331. 
  2. Blaschke, Jorge (2004). El enigma medieval. American Bar Association. p. 122. ISBN 9788479276898. 
  3. André, Michel (1847). Diccionario de Derecho Canónico. Imp. de José C. de la Peña. p. 284. 
  4. Trapencs, Dorca (1802). Compendio de los exercicios y obligaciones de los monges cistercienses de Nuestra Señora de la Trapa. Vic: Oficina de Dorca. pp. 52-53. 
  5. Umberto Eco. El nombre de la rosa ISBN 978-950-07-4006-7