Discusión:José de Anchieta

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José de Anchieta: el primer literato de Brasil, enfermero, misionero y fundador de ciudades

Escribió en portugués, latín y la primera gramática de lengua tupí, fundó Sao Paulo, hospitales; es beato y un humanista de enorme altura.

¿Conoce usted, lector de Forum Libertas, a algún hombre de principios del siglo XXI que sea a la vez poeta, actor de teatro, dramaturgo, diplomático, maestro, filólogo, gramático, naturista, enfermero, promotor de hospitales, fundador de ciudades, asceta, misionero y profeta?

En el s.XVI había gente así. José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534, año de la fundación de la Compañía de Jesús, en las Islas Afortunadas, concretamente en San Cristobal de la Laguna, isla de Tenerife. Hijo de un padre rico, hidalgo vascuence que participó en el levantamiento de los comuneros contra Carlos I, fue enviado a la por entonces prestigiosa Universidad de Coimbra a la edad de 15 años junto con su hermano Pedro, mayor que él. Allá estudió latín, retórica y filosofía en la Escuela de Bellas Artes, donde pronto destacó por sus composiciones poéticas.

Con escoliosis, a las misiones

De temprana vocación religiosa, el 1º de mayo de 1551 ingresó en la Compañía de Jesús, fundada en 1540. Su salud era quebradiza debido a que su fervor ascético no beneficiaba en nada una escoliosis que venía sufriendo desde niño. Sus superiores pensaron que el clima de Brasil le beneficiaría y fue enviado allá junto con otros seis hermanos de orden, llegando a Bahía en el año 1553.

A los dos meses de su llegaba a Brasil, se le envió a San Vicente, hoy Santos, situada en el sur del país. Durante la travesía, una tormenta hizo zozobrar su barco a la altura de Las Carabelas. Mientras se arreglaba el navío, el joven jesuita naufragado contactó con indígenas amistosos y se dedicó a aprender su idioma.

Al año siguiente, Anchieta fundó junto al padre provincial Manuel de Nóbrega una aldea misional en Piratininga, que habría de ser el germen de la ciudad más grande de Sudamérica en nuestros días: Sao Paulo, que actualmente tiene casi 20 millones de habitantes.

Clases para todos, y gramáticas de tupí-guaraní

Precisamente en la fiesta de San Pablo se inaugura allá un modesto colegio, en el cual José de Anchieta enseñó gramática tanto a los hijos de los portugueses como a los nativos. De gran facilidad para los idiomas, Anchieta aprendió rápidamente el tupí-guaraní hablado por los indios.

No contento con eso, escribió la primera gramática de la lengua tupí, así como un catecismo en dicho idioma, siendo el mismo el primer catecismo cristiano escrito en una lengua nativa del continente americano. También hizo el primer diccionario. Poesía, obras dramáticas (teatro que combinaba lo visto en Portugal y propuestas guaraníes), cantos, sermones... el Beato José de Anchieta tuvo una gran actividad literaria en portugués, latín y tupí-guaraní.


El primer escritor médico de Brasil... y taumaturgo

Muy mejorada su salud, siquiera temporalmente, José de Anchieta se convierte en un trabajador incansable. Estudia todo lo relacionado con las plantas y la fauna de la región, e incluso aprende a usar con éxito la medicina natural practicada por los indígenas. De hecho se convierte en el primer autor de literatura médica en el Brasil, con unas extraordinarias descripciones de enfermedades y técnicas indígenas de curar.

También enseñó a los nativos a fabricar casas de adobe y a obtener fibras textiles de los cardos con las que fabricar alpargatas. En el orden espiritual, empezaban a darse testimonios de hechos sobrenaturales alrededor de su persona. Sus hermanos de orden aseguran que llega a levitar en sus momentos de oración. Los indígenas le tienen por mago cuando ven que en varias ocasiones logra amainar fuertes tormentas con su oración.

Contra el canibalismo y el alcoholismo

Sin todavía haber sido ordenado sacerdote, es ya un verdadero apóstol que no duda en jugarse la vida intentando cambiar algunas de las costumbres más salvajes de los indios. Y así un día, al ver que sus amigos indígenas habían atrapado a un miembro de una tribu enemiga y se disponían a comérselo, se lanzó en medio de ellos para disuadirles de tal acción. Evangelizados los hijos de los indígenas, los pequeños se convirtieron a su vez en evangelizadores de sus padres y de su pueblo, de tal forma que se atrevían incluso a derramar en el suelo la chicha fermentada que tenía alcoholizada a buena parte de la población.

Tanta fecundidad espiritual y material se vio amenazada en 1555 por la llegada del hugonote francés Villegagnon. Establecidos contra la voluntad de los portugueses en la región cercana a la actual Río de Janeiro, los franceses se alían con la tribu de los indios tamoios, o tamoyas, a quienes incitan a lanzar un ataque contra la población fundada por Anchieta. Empieza entonces una guerra que parece no tener fin y el Provincial, Manuel de Nóbrega, se hace acompañar de José como embajador de paz.

Rehén entre los indios

Retenido en Iperoig, capital de la tribu india enemiga, es usado como rehén en las conversaciones de los tamoyas con los portugueses. Pero el jesuita aprovecha la ocasión para predicarles el evangelio durante los siete meses que fue retenido. Una predicación que es acompañada de milagros, algunos espectaculares como la resurrección de un niño pequeño.


Y por si no fuera suficiente, el tiempo libre que le queda lo dedica a escribir poemas en la arena de la playa con una rama. Allá compone su famoso poema o Canto a la Virgen titulado “De Beata Virgine Dei Matre María”, pero al no disponer de papel para escribirlo, lo memoriza.

Ordenado sacerdote en 1566, acompaña de nuevo a Nóbrega en la fundación de Río de Janeiro. Muerto el Provincial, Anchieta se convierte en rector del Colegio de Río, funda el Hospital de la Misericordia y evangeliza a nuevas tribus indígenas, algunas ciertamente violentas como la de los tapuyas. Roma le nombra Provincial de todos los jesuitas de Brasil en 1577.

Señales y milagros

Desde entonces hasta su muerte, su labor apostólica fue inmensa, recorriendo la “provincia” a pie en varias ocasiones, a pesar de que nuevamente la dolencia de su espalda le había dejado muy incapacitado. Es asombrosa la cantidad de profecías cumplidas, señales y milagros que siguieron acompañando su ministerio en estas fechas, como reforzando la promesa de Jesucristo en Juan 14,12: "El que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará".

Murió el 9 de junio de 1597. Venerable desde 1617 por sus virtudes heróicas, el jesuita canario fue beatificado por Juan Pablo II el 22 de junio de 1980, celebrándose su memoria en la Iglesia todos los 9 de junio.

José de Anchieta en Brasil, como Vasco de Quiroga en México o José de Acosta en Perú, fue uno de esos asombrosos humanistas cristianos que vieron los siglos XVI y XVII. Tan sabio como santo, tan artista como apóstol, su apasionante e intensa vida es una de las glorias de la orden fundada por San Ignacio de Loyola y de la Iglesia universal.


Algo sobre los años siguientes en Sao Paulo

Al morir José de Anchieta, Sao Paulo apenas tenía 2.000 habitantes blancos. Se convirtió en una ciudad especializada en la "bandeira", es decir, la caza de indios en masa para vender como esclavos. Los jesuitas de la ciudad no podían hacer nada para frenar a las bandeiras pese a las continuas denuncias que efectuaban en Asunción y en España.

A partir de 1610 los jesuitas, dirigidos por el padre Ruiz de Montoya, establecen unas 15 misiones de indios en la zona de Guayra, a medio camino entre la Asunción española y el Sao Paulo portugués. Los bandeirantes paulistas violaron las leyes de la Corona española una y otra vez llevándose miles y miles de indios, vaciando ciudades españolas como Vila Rica, Ciudad Real y las misiones jesuitas.

En 1641, con autorización del Rey y después de años de solicitarlo, los jesuitas armaron y organizaron a los indios de sus reducciones como un ejército e infligieron una gran derrota a los bandeirantes paulistas. Se salvaron así durante otros 150 años las misiones del interior. En cambio, las aldeas indias de los jesuitas en la costa y cerca de Sao Paulo -herederas del trabajo de José de Anchieta- fueron desmanteladas con la expulsión de los jesuitas de esa región entre 1640 y 1653. Los que pudieron huyeron a las reducciones del Paraguay y Argentina.

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