Diferencia entre revisiones de «Fernando de Valenzuela»

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[[Mariana de Austria]] había planeado alejar a Don Juan José de su hijo en el instante en el que se produjera la proclamación de la mayoría de edad. Dio orden de que marchara a [[Italia]] con el nombramiento de [[virrey]] para aplacar el levantamiento de [[Mesina]] iniciado el año anterior, pero Don Juan dilató la salida. Esperaba que de un momento a otro llegara una señal que le indicara que había llegado el momento de su asalto al poder.
 
Meses antes de la proclamación de la mayoría de edad del Rey, gentes pertenecientes a los círculos cortesanos próximos a Valenzuela y la Reina consiguieron burlar el control que éstos ejercían sobre el Monarca y le convencieron para llamar a Don Juan a la gobernación. En la mañna del [[6 de noviembre]] cada consejero y grande residente en [[Madrid]] recibió una carta firmada por Don Juan en la que informaba que el Rey le había llamado a la Corte. Don Juan llegó al [[Real Alcázar de Madrid|Alcázar]], fue recibido como [[infante de España]] y mantuvo una entrevista con Carlos II a la hora convenida. Tras ella se alojó en el Buen Retiro mientras el monarca visitaba a su madre. La larga conversación que mantuvo con la Regente acabó con sus planes de "independencia". A las seis de la tarde el [[Juan Francisco de la Cerda|Duque de Medinaceli]] se encaminó al Retiro para entregar a Don Juan una Real Orden con su nuevo destino. Debía marchar a [[Italia]] de forma inmediata.
 
Tras el incidente, los [[Consejo de Estado|Consejos de Estado]] y [[Consejo de Castilla|de Castilla]] hicieron llegar sus consultas a Mariana de Austria. Opinaban que a partir de entonces el Rey debía firmar los decretos aunque la [[Junta de Regencia|Junta de Gobierno]] siguiera funcionando bajo la presidencia de Mariana de Austria, al menos durante dos años más. Además, tanto Valenzuela como Don Juan, tendrían que alejarse de la Corte. Don Juan debía partir a Italia pero Valenzuela tendría que salir también. Don Juan abandonó [[Madrid]] pero a través de una carta difundida por toda la Península hizo público su rechazo a trasladarse a cualquier destino o puesto de responsabilidad mientras su hermano el Rey se encontrase secuestrado en su voluntad. Por su parte, Valenzuela, destinado al principio como embajador en [[Venecia]], finalmente logró permanecer en la Península con el nombramiento de Capitán General de [[Granada]], además del de alcalde de la [[Rambla]]. En el palacio de la [[Alhambra]] espero que la situación política se tranquilizase.
 
Los rumores acerca de su gran influencia sobre la regente acabaron por apuntar al hecho de que ambos eran amantes, cosa que nunca ha podido ser fehacientemente demostrada (Valenzuela se casó mucho antes). Lo cierto es que el valido siempre tenía las puertas del Real Alcázar de los Austrias completamente abiertas, fuese de día o bien de noche, lo que no dejaba mucho margen para menores suposiciones. Estas sospechas socavaron todavía más la poca popularidad de doña Mariana, que ya con anterioridad había sido el blanco de mordaces críticas por su inestimable apoyo al anterior valido, el jesuita alemán [[Juan Everardo Nithard]], pésimo político e intrigante confesor de la soberana.
Su estancia en aquellas tierras, según los partidarios de Don Juan, se hizo notar:
 
Con Fernando de Valenzuela, el Consejo Real volvió a quedar completamente anulado, y las [[Cortes]] de [[Castilla]] tampoco intervinieron en nada ante las desastrosas gestiones del favorito.
{{cita|.''..la maldad que con diligencias de majestad soberana allí cometió todos lo saben. Él intentó confundir la autoridad del Rey, representada en la veneración de aquel senado, y en la grandeza de aquella ciudad...(contra todos los privilegios, y estados que siempre a observado) con su soberanía desvergonzada. Él agotó las cajas reales, alborotó el pueblo, de suerte que si la prudencia de los ministros no le hubieran templado se hubiera encendido un tumulto grande entre vecinos y la escolta de soldados y parciales que llevaba de guardia...Después puso sitial y puso teatino porque no le faltase circunstancias de rebelde de Dios y al Rey, y al reino, que le predicase proezas de coronas que imitar. Últimamente llegaron sus desafueros a tanto exceso porque hallaron defensa y armonía gustosa en el poder de la Reina (pues fueron castigos de suspensión a los oidores y condenación de dinero a los caballeros regidores) que puesto que el pueblo ya en la razón de desbocado si su excelencia no se escapa una noche, amanece su excelencia como la noche en la profundidad de los infiernos...''<ref>Archivo Histórico Nacional, Estado, Libro 880</ref>}}
 
Cabe destacar también la nula capacidad política de doña Mariana, que como extranjera nunca tuvo demasiada idea acerca de los auténticos problemas que padecía la monarquía hispánica. Nithard, extranjero como ella, fue igualmente un total desconocedor de lo que requería el Imperio.
A pesar de todo, en [[abril]] de [[1676]], Valenzuela volvía a la Corte con un cúmulo de nuevas funciones y honores. A su regreso, su programa de promoción personal mediante la intensificación de festejos palaciegos se aceleró más todavía, justificado oficialmente por la mayoría de edad del Rey. Aquella corte no podía ser ya la de un rey niño, sino la de un joven monarca que debía ofrecer una imagen de madurez en el exterior.
 
El valimiento de Valenzuela fue tanto o más funesto, si cabe, que el de su predecesor [[Juan Everardo Nithard]].
La estrategia de integración y promoción sociopolítica diseñada por Valenzuela a principios de los setenta tuvo unos límites que la Reina no supo apreciar cuando al poco de nombrar a su valido Intendente de Hacienda, Caballerizo Mayor y Primer Ministro, el 2 de diciembre,
 
Inventó el valido una serie de nuevos impuestos que querían aliviar en la medida de lo posible la bancarrota de la hacienda real (arrastrada desde el reinado de Felipe IV): empezó por vender beneficios eclesiásticos al mejor postor (suerte de simonía) y luego se apoderó de la renta del tabaco, de muy reciente creación, lo que le produjo pingues beneficios pero originó una enorme impopularidad (el consumo de tabaco se generalizaba en moda tomándolo en forma de rapé o en polvo).
 
Sólo una amenaza podía acabar con Valenzuela: el hermano natural de Carlos II, don Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV y de la conocida actriz «[[La Calderona]]»). El bastardo esperaba ser nombrado curador del enfermizo monarca para expulsar de una vez por todas al odiado primer ministro y a su denostada valedora, y como en diciembre de 1676 parte de la nobleza parecía darle su apoyo, se negó rotundamente a marchar como virrey al [[Reino de Nápoles]] (a donde lo querían «desterrar» la reina y su [[valido]]).
 
Lo cierto es que la política exterior española se hundía a peso de plomo; en 1674 se encendió —gracias a las intrigas francesas— la revuelta de [[Sicilia]], y fue imprescindible dejar de hostigar la frontera francesa del perdido [[Rosellón]] para trasladar más efectivos a la isla. La paz de Nimega de 1678 señalaría otro paso más en el inexorable declive de España como primera potencia mundial, aunque los franceses fueran rechazados en Sicilia se perdieron importantes ciudades de los [[Países Bajos]] y todo el [[Franco Condado]] (antigua herencia de la Casa de [[Borgoña]]), ocupado todo por el ejército francés de [[Luis XIV]].
 
=== Caída ===