Diferencia entre revisiones de «Teatro de la Antigua Grecia»

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Fue el tirano [[Pisístrato]] ([[543 a. C.|543 a. C.]]), cuando la palabra tirano aún no estaba tintada de las connotaciones negativas que para nosotros tiene, quien instituyó los primeros certámenes dramáticos buscando en cierta manera atraerse el favor del pueblo ateniense. Tras las primeras tentativas a cargo de [[Solón]] y [[Clístenes]] (''c''. [[500 a. C.|500 a. C.]]), fue perspicacia del estadista [[Pericles]] (en pleno '''Siglo de Oro ateniense''') llegar al convencimiento de que el ciudadano de [[Atenas]] podía ser educado políticamente mediante el teatro, y fue él precisamente quien ilusionó al pueblo con los ideales de coparticipación en la toma de decisiones y la correponsabilidad en las mismas, esto es, con los conceptos de "igualdad ante la ley" (isonomía) y de "libertad de expresión" (parresía, isegoría). Así, frente a los antiguos ideales aristocráticos de un poeta como [[Píndaro]], que ensalzaban los triunfos de las clases nobles y adineradas, en el teatro se naturaliza el nuevo régimen democrático. Los integrantes del coro dramático son ciudadanos corrientes de Atenas, que reciben un módico salario por participar en los concursos que se celebran como parte de unos festivales igualmente populares. De otro lado, durante las representaciones de las tragedias la ciudad de Atenas se convertía en un auténtico escaparate para el resto del mundo, ya que a ella acudían vecinos de la región del [[Ática]] y del resto de las ciudades estado de toda [[Grecia]]. En ocasiones el poeta, de acuerdo con los dirigentes políticos y para halagar a los ciudadanos, traslada el escenario de la acción a la ciudad de Atenas. Por ejemplo, las dos primeras piezas de la trilogía de [[Esquilo]], [[Agamenón]] y [[Las Coéforos]], se desarrollan convencionalmente en [[Argos (Grecia)|Argos]], en un pasado alejado y en relación con aspectos más primitivos del mito; en cambio la tercera pieza, ''[[Las euménides]]'', representa un decorado ateniense, ante unos espectadores atenienses y en defensa de una institución ateniense tan noble como son los nuevos y más humanos tribunales de justicia.
 
Así, desde fechas muy tempranas los ciudadanos iban a disponer de un auténtico [[Ministerio de Cultura]] y de educación cívica gracias al teatro. Merced a las representaciones teatrales, tanto de la tragedia como de la tragicomediacomedia, géneros literarios esencialmente ciudadanos y específicos atenienses, el teatro fue un importante vehículo que contribuyó a difundir y hacer enraizar los nuevos ideales democráticos entre el pueblo. Por ejemplo, en una obra tan temprana como ''[[Los persas]]'', puesta en escena por [[Esquilo]] en el año [[472 a. C.|472 a. C.]] y costeada probablemente por el propio Pericles, se trasladó al pueblo ateniense el sentimiento de honor político/ cívico de la polis, frente a los antiguos, insolidarios y particulares honores y privilegios aristocráticos del siglo anterior. Un breve fragmento de ''Los persas'' de Esquilo dice así:
 
{{cita|La noche adelantaba, pero la armada de los griegos no realizaba en parte alguna una salida oculta, mas cuando sin embargo, el día con sus corceles blancos ocupó la tierra toda, esplendente de ver, primero un grito resonó con clamor, como un canto, del lado de los griegos y, al tiempo, un eco agudo contestó desde la roca isleña: un terror invadió a todos los bárbaros al fallar en su cálculo; pues no cantaban como para huir los griegos el peán sagrado, sino aprestándose al combate con animoso ardor: la trompeta hacía arder con su grito todo aquello. Al punto, al acordado embate del remo resonante golpearon las hondas aguas al compás de los jefes de remeros y pronto todos estuvieron visibles a los ojos. La división de la derecha marchaba con buen orden la primera, con disciplina, y luego seguía toda la flota y se podía oír al tiempo un gran clamor: "Oh hijos de los griegos; id, liberad a la patria, liberad a vuestros hijos, mujeres, los templos de los dioses ancestrales, los sepulcros de los mayores; es la lucha por todo". De nuestra parte les respondía un clamor en lengua persa, ya no era tiempo de tardarse. Y al punto una nave clavó en otra su broncíneo espolón; la embestida la inició una nave griega y arrancó todo lo alto de la proa de una nave fenicia: cada uno dirigía ya su leño contra otro. El río de la flota persa hacía frente primero; mas cuando en un espacio breve se reunió gran número de naves y no podían ayudarse unas a otrass y se embestían a sí mismos con las proas de boca armada por el bronce, ya entonces arruinaban el aparejo todo de los remos, y los navíos griegos, muy calculadamente, arremetían en torno, se vocaban los cascos de las naves, y el mar no podía verse ya, lleno de restos de naufragio, de sangre de los hombres; las riberas y escollos se llenaban de muertos. En la huida, sin orden remaba toda nave, cuantass había en la flota bárbara. Y ellos, como a atunes o a alguna otra redada de peces, con restos de los remos y tablas de los pecios, les herían, el espinazo les quebraban: un lamento acompañado de gemidos se extendía por el mar, hasta que el ojo de la negra noche lo estorbó. La multitud de males, aunque diez días hablara sin parar, no te la diría entera. Porque, sabe bien esto: jamás en un día solo multitud de hombres por el número, murió|''[[Los persas]]'' (''vv''. 385-432)}}