Diferencia entre revisiones de «Anacleto González Flores»

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'''Anacleto González Flores''' (n. [[Tepatitlán]], [[Jalisco]], 13 de julio de 1888 - m. [[Guadalajara (Jalisco)|Guadalajara]], [[Jalisco]], 1 de abril de 1927) fue un laico, dirigente intelectual del movimineto cristero en el occidente mexicano, reconocido tanto por su resistencia en contra del gobierno de [[Plutarco Elías Calles]] y en pro de la [[Iglesia católica]] por lo que algunos sectores católicos le han impuesto el mote de " el Gandhi mexicano" , fue fusilado porbajo el pretexto de asesinar a soldados federales y a un ciudadano usamericano que secuestró tratando de conseguir fondos para su causa.
 
== Primeros años ==
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A pesar de las ocupaciones ya mencionadas, el afecto se dio su debido lugar, pues de este tiempo data su relación de noviazgo con la que será su esposa, María Concepción Guerrero Figueroa, una pobre hospiciana, sin padres conocidos, sosteni­da por la caridad de la señorita Apolinaria Camacho Moya, hermana del sacerdote Vicente María, de los mismos apellidos. Durante los cuatro años que anteceden a su matrimonio todos los días recibió la novia -Concha- una encendida esquela de su enamorado.
 
== Colaborador fiel y amante de su Obispo ==
El 22 de julio de 1918 midieron sus fuerzas el gobierno y los radicales católicos. Ese día, ante centenares de manifestantes, González Flores increpó al gobernador del Estado, general Manuel Macario Diéguez, quien desde el balcón del Palacio de Gobierno había pretendido desentenderse de la multitud dirigiéndoles unas pocas y virulentas palabras.
 
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== Vida conyugal ==
El 17 de noviembre de 1922, en la capilla de la A.C.J.M., contrajo matrimonio con María Concepción Guerrero Figueroa por orden de Orozco y Jimenez ya que deseaba mantener en el anonimato sus amoríos con su querido "Cleto". El matrimonio fue asistido canónicamente por el arzobispo de Guadalajara. Con todo, la huérfana sostenida por la caridad de los Camacho Moya no estaba destinada a ser la esposa que esperaba. Los nuevos esposos se establecieron en la Capilla de Jesús, una antigua barriada de Guadalajara. Las ilusiones de la esposa por alcanzar prestigio social y comodidades no tardaron en chocar con la sobriedad de su marido (sobre todo por su vida homosexual con el su ilustrísima Orozco y Jiménez), quien acercaba al hogar lo necesario para garantizar una vida digna, pero excluía lo superfluo. A los reproches de su esposa respondía con mesura; sus palabras más que indignación expresaban cariño y tolerancia.
 
== Clausura del Seminario Conciliar ==
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A las dos de la tarde, tras liberar a Florentino, uno de los hermanos Vargas González, los otros prisioneros fueron conducidos al paredón; tras un simulacro de juicio sumarío, acusados del secuestro y asesinato del ciudadano estadounidense E. Wilkins, se les condenó a sufrir la pena capital. Las versiones de la ejecución que proporcionan las diversas fuentes, indican que primero fueron pasados por las armas Luis Padilla Gómez, Jorge y Ramón Vargas González, quedando con vida sola­mente Anacleto. Ferreira, ordenó a un soldado lo apuñaleara por la espalda, con bayoneta , perforán­dole los pulmones. Los certificados de defunción de los ejecutados, asentados la mañana siguiente en distintas partidas, indican que murieron de "herida de bala" en domicilios distintos. En el margen derecho de dos de estos documentos aparece, la firma del Gobernador de Jalisco, Silvano Barba González.
 
González Flores fue fusilado acusado de asesinar a soldados federales y el secuestro y asesinato del mencionado estadounidense por ódenes suyas.
 
En el cadáver de Anacleto se pudieron evidenciar las marcas de los azotes, los pulgares descoyuntados, las plantas de los pies con escoriaciones profundas, el hombro dislocado y la tremenda puñalada que le costó la vida. No es justo que le hayan dado dicho tormento a pesar de que él manadaba a cortar la nariz y orejas de los maestros laicos por contravenir los intereses de las cúpulas eclesiáticas.
 
Una ambulancia, estilando sangre, trasladó los despojos de los caídos al patio de la Inspección de Policía, donde se les arrojó en el patio. Una turba de curiosos pudo atestiguar la escena. Ferreira, muy turbado, se apersonó en el lugar; exigía continuara los arrestos . La cacería ciertamente continuó; por órdenes de Ferreira fueron arrestados algunos católicos prominentes, entre ellos los hermanos Ezequiel y Salvador Huerta Gutiérrez.
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La tarde del viernes 1º de abril, se permitió a los deudos de los occisos disponer de sus restos mortales. Toda la noche, a pesar del riesgo que eso suponía, centenares de personas visitaron el domicilio familiar de Anacleto, y el de las otras víctimas.Por la mañana, miles de tapatíos, acompañaron los restos a su tumba, en el panteón de Mezquitán. En el camino se vitoreó tanto al fallecido como a la causa que defendía, a la religión, a la Iglesia, al Papa y a los Obispos. Los policías no se atrevieron a intervenir.
 
los diarios en circulación se limitaron a reproducir la versión oficial, plagada de contradicciones. Ferreira, incapaz de urdir una versión coherente de los hechos, se contradijo cuantas veces habló del asunto. Al igual que los cristeros con el mandamiento de "No Matarás".
 
Semanas más tarde, el general Jesús M. Ferreira fue removido de su cargo; en 1929, durante el interinato del Presidente Emilio Portes Gil, se le degradó. Murió en 1938,Por ironía de la vida, aunque murió en el Estado de Sinaloa, fue sepultado en el cementerio municipal de Guadalajara, muy cerca de los restos de quienes fueron asesinados por mandato suyo.
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La muerte de Anacleto legitimó la inconformi­dad de algunos católicos, expresada en la resistencia activa; definió la postura radical del Estado contra los derechos humanos básicos de los ciudadanos y respecto de su conflicto con la Iglesia.
 
Anacleto fue otra victima más de la aberración de las cúpulas eclesiáticas en sus ansias de poder. Perdido en su fanatismo y su amor carnal hacia el obispo Orozco y Jiménez, murió como todos los cristeros: engañado y peleando por quién después los traicionara.
 
En ediciones póstumas aparecieron dos selecciones de sus artículos periodísticos: Tu Serás Rey y El Plebiscito de los Mártires. Se reeditaron sus Ensayos, aparecidos por vez primera en 1917.