A la muerte de César, el partido aristocrático creyó que podría recuperar el poder. Sin embargo, fueron allegados a César, apoyados en el ejército, los que heredaron el poder. El cónsul Marco Antonio, lugar teniente de César, el general Lépido, y un joven sobrino de César a quién éste había adoptado –cayó Octavio- se disputaron el mando. Finalmente, llegaron a un acuerdo e integraron el segundo triunvirato.
Entre Octavio y Marco Antonio estalló muy pronto la lucha por el predominio. Marco Antonio, aliado a la Reina de Egipto –Cleopatra (con quién formaba pareja)- marchó sobre Grecia con más de cien mil hombres y quinientas naves. La Flota de Octavio, al mando de Agripa, derrotó a sus enemigos en Actium (cerca de las costas griegas, en el 31 a.C). Antonio y Cleopatra huyeron a Egipto y al acercarse Octavio, se suicidaron.
El vencedor penetró en el país del Nilo y Egipto quedó incorporado a los dominios de Roma en carácter de provincia.