Diferencia entre revisiones de «Pompeyo»

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== Biografía ==
 
=== Primeros años ===
Siete soñadores.
El padre de Pompeyo, [[Cneo Pompeyo Estrabón]], fue un rico terrateniente italiano provinciano de [[Piceno]], el primero de su familia que entró en el [[Senado romano|senado]]. Era lo que la nobleza romana llamaba despectivamente «un hombre nuevo», es decir, proveniente de la nobleza rural y provinciana cuya influencia fue dominando progresivamente la política romana a finales de la República.<ref>Truman, 62-67.</ref> Pompeyo Estrabón ascendió por el tradicional ''[[cursus honorum]],'' convirtiéndose en [[cuestor]] en 104 a. C., [[pretor]] en 92 a. C. y cónsul en el 89 a. C., y adquirió una reputación por su avaricia, su duplicidad política y carácter despiadado en lo militar. Murió en 87 a. C., bien alcanzado por un rayo, o como una baja de una plaga pandémica, o posiblemente ambos, durante la [[Primera Guerra Civil de la República de Roma|guerra civil entre Mario y Sila]].<ref>[http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Appian/Civil_Wars/1*.html [[Apiano]], ''Guerras civiles'', 1.9.80, (Loeb) en Thayer]</ref> En el relato de [[Plutarco]], su cuerpo fue arrastrado desde su ataúd por la muchedumbre.<ref>Plutarco, ''Vida de Pompeyo'', 1. (Loeb) en Thayer: [http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Plutarch/Lives/Pompey*.html]:véase también [[Veleyo Patérculo]], ''Historia romana'' 2, 21. (Loeb) en Thayer: [http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Velleius_Paterculus/2A*.html#21]</ref> Su hijo de diecinueve años, Cneo Pompeyo, heredó su patrimonio y aparentemente, la lealtad de sus [[legión romana|legiones]].
Entiéndase que no eran soñadores profesionales. Los soñadores profesionales reciben buena paga, respeto, son talentos muy bien cotizados. Como casi todos nosotros, estos siete soñaban sin esfuerzo ni disciplina. Soñar profesionalmente, de modo que los propios sueños puedan ser registrados y repetidos para entretener a otros es algo mucho más difícil: requiere la capacidad de regular los impulsos creadores semi-conscientes y de estratificar la imaginación, combinación extraordinariamente difícil de lograr. Un soñador profesional es, simultáneamente, el más organizado de todos los artistas y el más espontáneo. Trama sutil de espectaculación no directa y torpe como la de usted o la mía. O la de estos siete soñadores.
 
Entre todos, Ripley fue la que llegó más cerca de alcanzar ese potencial especial. Tenía cierto innato talento para el sueño y más flexibilidad de imaginación que sus compañeros. Pero carecía de verdadera imaginación y de esa poderosa madurez de pensamiento característica del pro-soñador.
Pompeyo se formó como militar en el ejército por su padre, prestando dos años de servicio bajo el mando de su padre, y participó en los momentos finales de la [[Guerra Social (91–88 a. C.)|Guerra Social (91-88&nbsp;a.&nbsp;C.)]] contra los itálicos. De esta época data su mote de ''adulescentulus carnifex'' (el «adolescente carnicero»)<ref>Holland, Rubicón, pág. 115, que cita como referencia a [[Valerio Máximo]], ''Hechos y dichos memorables'', 6.2.</ref>por su frialdad y crueldad en el campo de batalla.
Ripley era excelente para organizar almacenes y carga, para perforar tarjetas A en una cámara de almacenamiento B, o para organizar convoyes. Era en el almacén de la mente donde su sistema de archivo se confundía. Esperanzas y temores, especulaciones y creaciones a medias pasaban libremente de un compartimiento a otro.
 
La oficial de cédulas Ripley necesitaba más dominio de sí misma. Pensamientos en bruto, exuberantes y confusos yacían esperando ser llamados, apenas bajo la superficie de la realización. Un poco más de esfuerzo, una mayor intensidad de auto-reconocimiento y Ripley sería una excelente pro-soñadora. Al menos, así pensaba ella ocasionalmente.
Pompeyo, como un ''[[Optimates|optimas]]'', se vio obligado a no llamar la atención. Regresó a Roma y fue perseguido por malversación de botín: su compromiso con la hija del juez, [[Antistia]] le aseguró una rápida absolución.<ref>Plutarco, ''Vida de Pompeyo'', p. 126</ref>
En cambio, el capitán Dallas parecía perezoso y era, por contraste, el mejor organizado de todos. Y tampoco le faltaba imaginación. De ello daba prueba su barba. Nadie llevaba barba en los congeladores. Nadie más que Dallas. Era parte de su personalidad, como había explicado a más de un curioso compañero de vuelo. Y no se separaría del anticuado vello facial como no se separaría de ninguna otra parte de su anatomía. Dallas era capitán de dos naves: el remolcador interestelar Nostromo, y su propio cuerpo. Y ambos permanecerían intactos en el sueño, así como en la vigilia.
 
Así pues, Dallas tenía la capacidad reguladora con un mínimo deseable de imaginación. Pero un soñador profesional requiere bastante más que un mínimo y esa es una deficiencia que sólo puede compensarse mediante una cantidad desproporcionada de aquella. Dallas no era un prosoñador más realista que Ripley.
Durante los años siguientes, el partido [[Mario|mariano]] estuvo en posesión de Italia.<ref>Boak, ''History of Rome'', págs. 145-6</ref> En el año 83 a. C., [[Sila]] regresó de su campaña en Grecia, y Pompeyo alzó tres legiones en Piceno en apoyo de Sila contra el régimen mariano de [[Cneo Papirio Carbón]].<ref>Dión describe la leva de tropas por Pompeyo como una «pequeña banda»: Dión Casio, 33, fragmento 107 (Loeb) en Thayer:[http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Cassius_Dio/30-35*.html]</ref>
Kane controlaba menos su pensamiento y su acción que Dallas, y tenía mucho menos imaginación. Era un buen funcionario ejecutivo, pero nunca sería capitán. Eso requiere cierto impulso, aunado a la capacidad de mandar a otros, y Kane no tenía ninguno de estos dones. Sus sueños eran sombras amorfas, translúcidas en comparación con las de Dallas, así como el propio Kane era como un eco más tenue, menos vibrante, del capitán. Esto no le impedía ser agradable. Pero pro-soñar requiere cierta energía extra, y Kane apenas tenía suficiente para la vida diaria.
 
Los sueños de Parker no eran ofensivos, pero eran menos pastorales que los de Kane. En ellos había poca imaginación. Eran demasiado especializados, y rara vez se relacionaban con seres humanos. No podía esperarse otra cosa del ingeniero de la nave.
Cuando Pompeyo, mostrando grandes habilidades militares a la hora de oponerse a los generales de Mario que lo rodeaban, logró unirse a Sila a través de una mezcla de chantaje y arrogancia, Sila lo aclamó como ''[[imperator]]''. Sila, entonces el [[dictador romano|dictador]] de Roma, ordenó a Pompeyo que se divorciara de su esposa Antistia y se casara con [[Emilia Escaura]], la joven hijastra de Sila, que estaba embarazada de su primer marido (Sila les obligó a divorciarse porque el esposo lo había criticado). Esto le unió al joven aliado más estrechamente y lanzó la carrera de Pompeyo.<ref>Plutarco, ''Vida de Pompeyo'', pg. 136</ref> Después de casarse con Pompeyo, no obstante, Emilia falleció en un parto.
Sus sueños eran directos y de vez en cuando desagradables. Estando despierto, este sedimento profundamente enterrado se mostraba algunas veces cuando el ingeniero estaba de mal humor o irritado. La mayor parte del limo y el desprecio que fermentaban en lo más hondo de la cisterna de su alma se mantenían bien ocultos. Sus compañeros de la nave nunca veían más allá del Parker destilado que flotaba en la superficie, nunca tenían un atisbo de lo que en sus profundidades fermentaba burbujeante.
Lambert era más inspiración de soñadores que soñadora en sí. En el hipersueño, sus inquietas meditaciones estaban llenas de conspiraciones intersistemáticas y factores de carga que se cancelaban al tomar nota del combustible. Ocasionalmente, había imaginación en aquellas estructuras oníricas, pero nunca en la manera apropiada para hacer latir el corazón de otros.
Parker y Brett a menudo imaginaban sus propios sistemas, mezclando sus tramas con las de ella. Ambos consideraban la cuestión de los factores de carga y las yuxtaposiciones espaciales de una manera que habría enfurecido a Lambert si ella lo hubiese sabido. Se guardaban para ellos tales meditaciones no autorizadas, en la seguridad de su sueño, diurno y nocturno, para no enfurecerla. No habría convenido perturbar a Lambert; como navegante del Nostromo, era la principal responsable de llevarlos a todos sanos y salvos, y esa era la tarea más emocionante y deseable que cualquiera pudiese imaginar.
Brett sólo aparecía como técnico en ingeniería; tal es una curiosa manera de decir que era tan inteligente y enterado como Parker, pero que le faltaba antigüedad. Y los dos formaban una pareja extraña, pues eran totalmente distintos a los ojos de los demás; sin embargo, coexistían y trabajaban juntos a la perfección. En gran parte, su triunfo como amigos y colaboradores se debía a que Brett nunca se metía en los terrenos mentales de Parker. El técnico era tan solemne y flemático en su aspecto y habla, como Parker voluble y caprichoso. Parker podía hablar durante horas acerca de la falla de un circuito de micronave, maldiciendo a sus antepasados hasta llegar a la madre tierra, de la que originalmente habían salido sus constituyentes; y Brett comentaría pacientemente: "correcto".
Para Brett, esa sola palabra era mucho más que una expresión de su parecer; era una expresión de sí mismo, y el silencio era la forma más limpia de comunicación. En la locuacidad estaba la demencia.
Y Ash, por otra parte, que era el oficial de ciencias; pero no era esto lo que hacía tan curiosos sus sueños. Curiosos, no cómicos. Sus sueños eran los más profesionalmente organizados de todos los de la tripulación; entre todos era él quien estaba más cerca de alcanzar a su yo despierto. En los sueños de Ash no había absolutamente ningún engaño.
Eso no resultaba sorprendente para los que en realidad conocían a Ash. Sin embargo, ninguno de sus seis compañeros de tripulación lo conocía. Ash sí se conocía bien. De haber sido interrogado, habría podido contestar por qué nunca podría llegar a ser un pro-soñador. Nadie pensó jamás en preguntárselo, pese al hecho de que el oficial en ciencias claramente encontraba el pro-sueño más fascinador que cualquiera de ellos.
¡Ah! Y también estaba el gato. Su nombre era Jones; era un gato corriente de casa, o mejor dicho, gato de nave. Jones era un gran macho amarillento, de padres desconocidos y hábitos independientes, acostumbrado a los avatares de los viajes de la nave y la idiosincrasia de los humanos que viajaban por el espacio. También su dormir era frío, y soñaba simples sueños de lugares cálidos y oscuros y ratones sujetos a la gravedad.
De todos los soñadores que había a bordo, Jones era el único contento, aunque no habría podido llamársele inocente.
Era una vergüenza que ninguno de ellos hubiera calificado como pro-soñador, pues cada uno tenía más tiempo para soñar en el curso de sus labores que una docena de profesionales, pese a lo lento del ritmo de sus sueños por obra del dormir frío. La necesidad había hecho que el sueño fuese su principal vocación. Una tripulación del espacio sideral no puede hacer en los congeladores nada más que dormir y soñar. Acaso siguieran siendo para siempre simples aficionados, pero desde hacía tiempo eran aficionados competentes.
Eran siete. Siete apasibles soñadores en busca de una pesadilla.
Aunque tenía una especie de conciencia propia, el Nostromo no soñaba. No lo necesitaba, así como no necesitaba el efecto de conservación de los congeladores. Si soñaba, tales reflexiones sin duda eran breves y pasajeras, ya que nunca dormía. Trabajaba y se mantenía, y lograba que su complemento humano en hibernación siempre estuviese un paso adelante de la muerte acechante que seguía al dormir frío, como un tiburón gris sigue a un barco en el mar.
Pruebas de la incesante vigilancia mecánica del Nostromo se hallaban por doquier en la tranquila nave, en los tenues zumbidos y las luces que eran como su aliento, la prueba de su sensibilidad instrumental. Aquello imbuía la textura misma de la nave, extendía sensores para revisar cada circuito y cada pieza de compresión. También afuera había sensores, palpando el pulso del cosmos. Y aquellos sensores habían descubierto una anomalía electromagnética.
Una parte del cerebro del Nostromo era peculiarmente capaz de descubrir el sentido de toda anomalía. Y diríase que ya había masticado esta anomalía. Su sabor le había resultado tan extraño que había examinado los resultados del análisis y llegado a una conclusión. Activó instrumentos que antes dormían; circuitos que poco antes habían estado en reposo volvieron a regular el flujo de los electrones. Como para celebrar aquella decisión, bancos enteros de luces brillantes parpadearon, señales de vida de un aliento mecánico e inquieto.
Sonó un "bip-bip" característico, como si hasta entonces sólo hubiese estado presente un tímpano artificial para oír y reconocer. Era un sonido que no se había oído en el Nostromo durante algún tiempo y eso indicaba un acontecimiento extraño.
Dentro de esta inquieta botella que despertaba, ola de sonidos tenues y de luces, de aparatos que conversaban entre sí, había un compartimiento especial. Y en aquella habitación de metal blanco había siete capullos de metal y plástico, color de nieve.
Un nuevo ruido llenó esta cámara, una exhalación explosiva que creó una atmósfera nueva, fresca, respirable. La humanidad se había colocado voluntariamente en esta posición, confiando en pequeños dioses de metal, como el Nostromo, para que le dieran aliento vital cuando no podía obtenerlo por sí mismo.
Las ramificaciones de ese ser electrónico semi-consciente probaron entonces el aire recién exudado y lo declararon satisfactorio para sostener la vida de organismos tan frágiles como los de los hombres. Brillaron nuevas luces, se cerraron más circuitos. Sin ruido se abrieron las capas de las siete crisálidas y las formas que había dentro, semejantes a gusanos, empezaron a salir, una vez más, a la luz.
Vistos fuera de sus sueños, los siete miembros de la tripulación del Nostromo eran aún menos impresionantes que en el hipersueño. Por una parte, sus cuerpos escurrían gotas del líquido conservador del críosueño con que los habían llenado y untado. Por muy analéptico que sea, el limo de cualquier clase no favorece la buena presentación.
Por otra parte, estaban desnudos y el líquido no era buen sustituto de los efectos de esas pieles artificiales llamadas ropas que dan elegancia y esbeltez.
—¡Diablos! —Murmuró Lambert, viendo con repugnancia cómo caían gotas de sus hombros y costados—. ¡Tengo frío!
Salió entonces del féretro conservador de la vida, en lugar de la muerte, y empezó a buscar algo en un compartimiento cercano. Valiéndose de la toalla que encontró allí, empezó a quitarse de las piernas aquel jarabe transparente.
—¿Por qué diablos no puede Madre calentar la nave antes de sacarnos del depósito?
Lambert había logrado ponerse de pie y trataba de recordar dónde había dejado sus ropas.
—Bien sabes por qué —dijo Parker, demasiado ocupado con su cansancio y con el jarabe para pensar siquiera en contemplar a la navegante desnuda—. Política de la Compañía; conservación de energía que puede entenderse por vil avaricia. ¿Para qué desperdiciar el exceso de energía calentando la sección congelada hasta el último segundo posible? Además, al salir del hipersueño, siempre hace frío. Ya sabes que el congelador también baja tu temperatura interna.
—Sí, lo sé. De todos modos, estoy helada.
Lambert sabía que Parker tenía toda la razón, pero le disgustó reconocerlo. Nunca había sentido gran simpatía hacia el ingeniero.
"¡Maldita sea, Madre!", pensó viéndose en su brazo la carne de gallina. "¡Hagamos un poco de calor"
Dallas estaba enjugándose, limpiándose en seco los restos de aquel jarabe del críosueño y tratando de no contemplar nada que los otros no pudiesen ver. Lo había notado desde antes de salir de la congelación. Así estaba todo dispuesto por la nave.
—El trabajo nos calentará rápidamente —dijo Lambert en voz alta—. ¡Todos a sus puestos! Supongo que recuerdan para qué se les paga, además de dormir para olvidar sus preocupaciones.
Nadie sonrió ni se molestó en hacer comentarios. Parker echó una mirada a su compañero quien aún estaba sentado en su congelador.
—Buenos días. ¿Todavía estás con nosotros, Brett?
—Sí.
—Tenemos suerte —dijo Ripley, estirándose y haciendo unos movimientos más estéticos que los demás—. Me alegra saber que nuestro mejor conversador está tan charlatán como siempre.
Brett se limitó a sonreír, sin decir nada.
Brett hablaba tanto como las máquinas a quienes atendía; es decir, nada, y aquella era una broma corriente entre la tripulación. En momentos como esos se reían con él, no de él.
Dallas estaba haciendo ejercicios calisténicos con los codos paralelos al suelo y las manos unidas frente al esternón. Le pareció oír tronar sus músculos por tanto tiempo en reposo. La deslumbrante luz amarilla, tan elocuente como cualquier voz, monopolizaba sus pensamientos. Aquellos pequeños cíclopes eran el modo que la nave tenía de decirles que los había despertado por algo que no era el fin de su viaje. Dallas se preguntaba por qué.
Ash se sentó y miró a su alrededor, sin ninguna expresión. Por la animación que denotaba su rostro, bien habría podido estar aún en el hipersueño.
—Me siento como muerto —dijo, observando a Kane. El oficial ejecutivo estaba bostezando, aún no completamente despierto. La opinión profesional de Ash era que al ejecutivo en realidad le gustaba el hipersueño y que si se lo permitieran, se pasaría toda su vida como narcoléptico.
Ignorante de la opinión científica del oficial, Parker le echó una mirada y habló en tono agradable.
—Pareces muerto.
Estaba consciente de que sus propios rasgos probablemente no eran los mejores. El hipersueño agotaba la piel, así como los músculos. Su atención se volvió hacia el ataúd de Kane. El ejecutivo finalmente estaba sentándose.
—Me alegro de haber regresado —dijo parpadeando.
—Para lo que te tardas en despertar, bien podíamos haber regresado.
Kane pareció ofendido.
—¡Esa es una calumnia, Parker! Simplemente, tardo un poco más que ustedes, eso es todo.
—De acuerdo.
El ingeniero no insistió en el punto; se volvió al capitán que estaba absorto estudiando algo por la ventanilla.
—Antes de atracar, quizá sea mejor ver la situación de los bonos.
Brett mostró ciertas señales de entusiasmo, sus primeras desde que despertaba.
—Sí.
Parker continuó colocándose las botas:
—Brett y yo creemos merecer una parte completa. Bonificación completa por misión cumplida, además de salario e intereses.
Al menos sabía que el sueño profundo no había dañado a su cuerpo de ingenieros, pensó Dallas cansadamente. No hacía ni dos minutos que habían despertado y ya estaban quejándose.
—Ustedes dos recibirán aquello por lo que se les contrató. Ni más ni menos, como todos nosotros.
—Todos reciben más que nosotros —murmuró Brett suavemente.
Para él, aquello había sido todo un discurso. Sin embargo, no surtió ningún efecto sobre el capitán. Dallas no tenía tiempo para trivialidades ni juegos de palabras semi serios. Aquella luz parpadeante requería toda su atención y él coordinó sus pensamientos con exclusión de todo lo demás.
—Cualquiera merece más que ustedes dos. Quéjate, si quieres, ante el pagador de la Compañía. Ahora, ve allá abajo.
—Quejarme ante la Compañía —murmuró Parker tristemente, observando a Brett salir de su ataúd y empezar a enjugarse las piernas—. Sería lo mismo que tratar de quejarme directamente a Dios.
—Es lo mismo —dijo Brett, observando una débil luz de servicio en su propio compartimiento congelado. Apenas consciente, desnudo y goteando líquido, ya estaba trabajando arduamente. Era el tipo de persona que podía caminar durante días con una pierna rota, pero era incapaz de soportar un excusado que funcionara mal.
Dallas echó a andar hacia la sala central de computadoras y habló por encima de su hombro:
—Uno de ustedes dos, bromistas, traiga al gato.
Fue Ripley quien levantó una forma suelta y amarillenta de uno de los congeladores. Su expresión era de ofendida.
—No tienes que mostrarte tan indiferente hacia él —dijo dando palmaditas cariñosas al animal empapado—. No es una pieza del equipo. Jones es tan miembro de la tripulación como cualquiera de nosotros.
—Y más que muchos —dijo Dallas, observando a Parker y a Brett ya completamente vestidos que se alejaban en dirección de la sala de ingeniería—. No viene a quitarme el tiempo en mis ratos de vigilia a bordo para quejarse de salarios ni de bonificaciones.
Ripley se alejó con el gato envuelto en una gruesa toalla limpia. Jones iba ronroneando irregularmente mientras se lamía con gran dignidad. No era la primera vez que lo sacaban del hipersueño. Por el momento, toleraría la ignominia de ser llevado así.
Dallas había terminado de secarse; luego oprimió un botón que había al lado de su ataúd. Un cajón se proyectó silenciosamente hacia adelante, sobre molduras casi a prueba de fricción. Contenía sus ropas y algunos objetos personales.
Mientras se vestía, Ash se acercó sin hacer ruido. El funcionario de ciencias bajó la voz y habló mientras acababa de ajustarse una camisa limpia.
—Madre quiere hablarte —cuchicheó, y con la cabeza señaló en dirección de la luz amarilla que parpadeaba continuamente en el cercano tablero suspendido.
—Ya la vi —dijo Dallas metiendo los brazos en su camisa—. Es amarilla viva, cuestión de seguridad, no de advertencia. No digas a los demás. Si pasa algo grave, ya lo descubrirán muy pronto.
Se deslizó dentro de una chaqueta color marrón sin planchar y la dejó abierta.
—No puede ser algo muy grave, sea lo que sea —dijo Ash con esperanza y volvió a señalar hacia la luz que no dejaba de parpadear—. Es sólo amarilla, no roja.
—Por el momento —repuso Dallas, no tan optimista— habría preferido un bonito y tranquilizante verde.
Se encogió de hombros y trató de mostrarse tan optimista como Ash.
—Quizás el autochef esté al habla; eso sería una bendición, si consideramos lo que aquí llaman comida.
Trató de sonreír pero no lo logró. El Nostromo no era humano. No jugaba bromas a su tripulación, y no la habría despertado del hipersueño con una luz amarilla de advertencia si no hubiese tenido una razón perfectamente válida. Un autochef de cocina que funcionara mal no habría sido una buena razón.
 
=== Sicilia y África ===
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== Perspectiva histórica ==
Para los historiadores de su propia época, así como de posteriores períodos romanos, la vida de Pompeyo era simplemente demasiado buena para ser verdad. No existía otro modelo más satisfactorio de un gran hombre que logró unos triunfos extraordinarios a través de sus propios esfuerzos, y aún así cayó del poder y fue al final, asesinado a traición.
No debiste borrarme, ahora te jodere >=(
 
Era un héroe de la República, quien parecía una vez sostener al mundo romano en su palma sólo para caer por su propio mal juicio y César. Pompeyo fue idealizado como un héroe trágico casi inmediatamente después de Farsalia y su asesinato: Plutarco lo retrata como un [[Alejandro el Grande]] romano, puro de corazón y mente, destruido por las ambiciones cínicas de aquellos que lo rodeaban. Era este retrato lo que sobrevivió en los retratos renacentistas y barrocos de él, como en la obra de [[Corneille]] ''[[La muerte de Pompeyo]]'' (1642).
Esto es por "Operation Javier"... Pudiste haber borrado solo un poco, no todo ¬¬
 
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