Diferencia entre revisiones de «Constitución argentina de 1853»

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La inestabilidad constitucional de la Argentina se extendería desde 1930 hasta 1994, cuando los dos principales partidos del país, acordaron realizar una [[Reforma de la Constitución Argentina de 1994|reforma constitucional que puso fin definitivamente al texto básico de la Constitución de 1853]]. El [[peronismo]] lograría sancionar una importante [[Constitución Argentina de 1949|reforma constitucional en 1949]], que fue derogada por la dictadura militar que derrocó a [[Juan D. Perón]] en 1955.
 
Cuando el revisionismo histórico —criticando la devastación de la industria nacional, el surgimiento de enormes latifundios, y el colonialismo interno que habían resultado de la política liberal de los hombres de la [[generación del '80]]—80— remontó los orígenes de esa ideología hasta encontrarlos inspirando elal texto constitucional, siguió en términos generales los mismos criterios de juicio que habían empleado éstosestos, aunque de signo inverso. Los escritos de Sarmiento o Roca ven a la Constitución como arma para la modernización del país, mediante el libre comercio, el fomento de la inmigración europea, la abolición de los liderazgos políticos provinciales y la dislocación de las culturas tradicionales, heredadas de España y adaptadas durante arduos siglos a las peculiaridades locales; los revisionistas por el contrario vieron en ella el arma para la destrucción de la identidad nacional —mediante el aplastamiento de la industria nacional por la desigual competencia con el imperio manufacturero británico, el desplazamiento de las poblaciones de sus propias tierras y sus hábitos de vida por el aluvión extranjero y la consecuente turbulencia en lo social y económico, y la restricción de la representación política a las burguesías mercantiles y letradas.
 
Ambas alternativas adoptan la misma estructura, expuesta con magistral retórica en la exhortación sarmientina: ''Civilización o barbarie''. Los revisionistas no la revisaron, limitándose a señalar el carácter bárbaro de la "civilización" sarmientina: fundada en la expoliación de los indígenas, el sacrificio masivo de los gauchos y los morenos conscriptos en las sucesivas guerras contra el Paraguay y las tribus de la Patagonia, la brutal acumulación primitiva de tierras para la conformación de los latifundios agroexportadores, la destrucción de la naciente industria nacional y el fraude electoral sistemático; [[José María Rosa|Rosa]] señaló el juego de manos lingüístico del lema recordando que
{{cita|Civilización —que gramatical y lógicamente quiere decir "perteneciente a nuestra ''cives'', a nuestra ciudad"—, fue entendida en un sentido opuesto: como lo propio de extranjeros; y barbarie —de ''bárbaros'', extranjeros— vino a significar, a su vez, en el lenguaje liberal, "lo argentino" contrapuesto a "lo europeo"|J. M. Rosa, ''Análisis de la dependencia argentina'', IV:36}}
 
Autores posteriores, algunos de ellos próximos al revisionismo, han señalado sin embargo que al aceptar la oposición en sus términos generales, el revisionismo perdió la oportunidad de reevaluar losla gruposoposición humanosen la que laésta se originanbasa: la liberal burguesía porteña y de las capitales provinciales por un lado, y la semiiletrada población rural y mediterránea por el otro.<ref>Feinmann (1982), p. 164ss; p. 184ss</ref> Los ''doctores unitarios'' —Rivadavia, Echeverría, Alberdi— representarían la primera opción, de cuyas plumas habría fluido la Constitución; los ''caudillos federales'' —Quiroga, Güemes, Rosas— la otra, renuente a fijar desde arriba y de una vez para siempre los lineamientos políticos.
 
Para estos autores, la alternativa refleja uno de los clivajes efectivamente existentes en la política argentina del momento: aquel que separaba a las clases ilustradas, formadas en los principios del derecho teórico en la milenaria tradición europea, de los más pragmáticos líderes provinciales, hombres de acción más que de teoría. Dado el clima intelectual del momento, en el que el [[ideologismo]] de los revolucionarios franceses había dado paso al [[positivismo]] iluminista, era natural que el pensamiento de los primeros se inclinase por la defensa de un orden liberal, en el que la abolición de los límites históricos y tradicionales diese paso a una nueva era de cooperación entre los pueblos.<ref>Alberini (1966)</ref> La libertad de mercado daría lugar a la especialización de los países en sus áreas de ventaja comparativa, dando como resultado la común mejora. La traducción que hacen los revisionistas de esta postura a términos de "interés personal directo" —la burguesía ilustrada era a la vez la poseedora del capital mercantil porteño, que lucraba directamente con la importación de bienes; en no pocos casos, la ''mano visible'' de los cónsules y encargados de negocios británicos colaboraba con la invisible del mercado, estableciendo tratados y ofreciendo apoyos a los elementos políticamente más favorables a los intereses comerciales de los súbditos de Su Majestad Británica— resulta en esta óptica, veraz, pero ingenua. Las interpretaciones marxistas —que, aunque centradas en explicar la lógica de los acontecimientos más que la de las individualidades, no han desdeñado tampoco ese criterio<ref>Chávez (1961), p. 70ss; Peña (1968), p. 48ss</ref>— dejan también de lado numerosos aspectos.
 
Para comprender las facciones que convinieron en la fijación de la Constitución del '53 se ha hecho distinguido, por el contrario, dos aspectos que la historiografía convencional fundió en la dicotomía entre federales y unitarios. Por un lado, reconocer que la clase pudiente tenía varias facciones en inestable equilibrio: la burguesía comercial del puerto, la burguesía ganadera del litoral, las pequeñas capas burguesas de las ciudades del interior mediterráneo; por otro, comprender que el proceso de integración en la economía y la cultura mundial —pues ya entonces, 150 años antes del auge del término, los problemas de estado tenían ya la óptica de la globalización, en virtud de la expansión del mercado mundial de las potencias industriales europeas— no implicaba necesariamente, como efectivamente lo hizo en la historia argentina, el abandono de la producción interior, y que la por lo tanto la modernización del país podía acometerse sin la pérdida de la identidad nacional. Aún si el ideal de la Constitución del '53, y de los escritos alberdianos que le dieron origen, dependió en buena medida del proyecto de integrar la Argentina a los procesos mundiales, el compromiso con el liberalismo económico no estaba necesariamente codificado en éstosestos.<ref>Feinmann (1982), p. 74-5</ref>
 
El objetivo expreso del proyecto constitucional, como el de otros proyectos políticos expuestos poco antes y después, era el de modernizar la nación; lo que, en un [[Estado]] naciente, quería decir poco más o menos crearla.<ref>Andrade, (1957), p. 53ss</ref> Buena parte de los pensadores nacionales consideraron que el proyecto de modernización imponía una ruptura más o menos total con el pasado colonial hispánico; desde [[Esteban Echeverría]] hasta Sarmiento y la [[generación del '80]], la búsqueda de la inserción argentina en el mundo moderno pasaba por la importación de teorías, prácticas y aún pueblos. Una ruptura así, sin embargo, exigía un determinado tipo de condiciones y disposiciones; la complementación con los mercados europeos beneficiaría a los comerciantes portuarios y a las clases superiores, capaces de consumir los bienes materiales y simbólicos de lujo que este comercio aportaba, pero en detrimento de las clases rurales o subordinadas, a las que se desplazó de sus medios de vida y del entramado productivo en el que se situaban.<ref>Andrade (1957), p. 75ss</ref> Conscientes de ello, los líderes más opuestos al programa rivadaviano concibieron la tarea de formación del Estado como una "restauración" del estado que las reformas rivadavianas habían roto:<ref>Feinmann (1982), p. 60</ref> de ahí el título de Rosas de ''Restaurador de las Leyes'', que apuntaba no a las [[ley positiva|leyes positivas]] del derecho de Indias, sino a la [[ley de gentes]] de las tradiciones nacionales. El problema de esta óptica fue la imposibilidad, durante el largo período rosista, de desarrollar efectivamente el Estado nacional; la recuperación del orden, que en los años anteriores a éste se había desguazado en las contiendas sucesivas de los caudillos en pugna contra la hegemonía de la nueva metrópoli porteña, se había logrado al coste de la paralización del proceso de estatalización.
 
Cuando la sanción de la Constitución rompió con esta fase, buscando introducir el nuevo sistema de gobierno, la cuestión volvió a plantearse en toda su agudeza. La posición de Buenos Aires resultó clara desde un principio: rica sobre todo por sus ingresos aduaneros, y con su principal clase productiva, la burguesía saladerista, comprometida también con el intercambio mercantil con Europa, tendió a inclinar la balanza hacia la apertura irrestricta. El compromiso federal de las provincias permitía augurar un fin diferente, aún con la adopción de un régimen de gobierno basado fundamentalmente en ideas foráneas. El declive definitivo del ideal federal no vendría de la Constitución, sino de la claudicación, en la [[batalla de Pavón]], de las fuerzas del litoral mesopotámico, cuyos máximos líderes prefirieron sumarse a los intereses comerciales —siendo ellos mismos grandes estancieros— antes que defender la formación de un mercado interno de consumo. Alberdi, al que los revisionistas consideran por lo general un liberal, y por lo tanto un enemigo de la patria, criticó duramente desde el exilio a Urquiza, que dejó en manos de los porteños la estructura nacional, y a Mitre, que la usufructuó en los años de ''guerra de policía'' contra las provincias; en esta acción, triunfó el liberalismo a ultranza de la capital sobre el liberalismo ''integracionista'' de las provincias litorales.<ref>Feinmann (1982), p. 104</ref> La política mitrista eliminaría la posibilidad de resistencia de las provincias, haciendo del intento de Alberdi, Andrade o [[José Hernández]] de garantizar la unión un imposible; cuando, bajo [[Julio Argentino Roca]], la Argentina unificada se hizo realidad, fue a costa de la desaparición virtual del tejido social de las provincias y de su capacidad productiva. La forma federal de la Constitución fue, durante los años de la Argentina moderna, simplemente la coalición de las clases ilustradas de todo el país; lono sería hasta que la inmigración masiva produjese sus efectos:. En ese tiempo, Argentina llególlego a ser el primer destino del mundo de inmigrantes europeos, los cuales por dificultades de insercióninsercion muchas veces guardaban recelos con la poblaciónpoblacion local, lo que movilizó a importantes enfrentamientos, que destruyeron finalmente la vigencia de aquella Constitución de 1853.
 
== Notas ==