Diferencia entre revisiones de «Edad Contemporánea»

Contenido eliminado Contenido añadido
m Revertidos los cambios de 200.109.163.22 a la última edición de Jorge c2010
Línea 85:
[[Archivo:Adolph-von-Menzel-Tafelrunde.jpg|thumb|''Voltaire en la corte de Federico II de Prusia'', de [[Adolph von Menzel]] (reconstrucción historicista, de hacia 1850; el hecho representado sucedió cien años antes).]]
 
Antes incluso de que las transformaciones yligadas esoa losla lleborevolución aindustrial unainglesa intensa lluviaafectasen de granizo que lo encabezaba el navegantes del magallanes y caia agua azul verde del cielo eso fue en el año 2.020forma notable a otros países, el poder económico creciente de la [[burguesía]] chocaba en las sociedades de Antiguo Régimen (casi todas las demás europeas, a excepción de los Países Bajos) con los [[privilegio]]s de los dos [[estamentos privilegiados]] que conservaban sus prerrogativas medievales ([[clero]] y [[nobleza]]). La [[monarquía absoluta]], como su precedente la [[monarquía autoritaria]], ya había empezado a prescindir de los aristócratas para el gobierno, llamando como ministros a miembros de la baja nobleza, ''letrados'' e incluso gentes de la burguesía, como por ejemplo [[Jean-Baptiste Colbert]], el ministro de finanzas de [[Luis XIV]]. La [[crisis del Antiguo Régimen]] que se gesta durante el siglo XVIII fue haciendo a los burgueses cobrar conciencia de su propio poder, y encontraron expresión ideológica en los ideales de la Ilustración, divulgados notablemente con ''[[L'Encyclopédie]]'' (1751-1772). Con mayor o menor profundidad, varios monarcas absolutos adoptaron algunas ideas del reformismo ilustrado ([[José II de Austria]], [[Federico II de Prusia]], [[Carlos III de España]]), los llamados ''déspotas ilustrados'' a quienes se atribuyen distintas variantes de la expresión ''todo por el pueblo, pero sin el pueblo''.<ref>Suele atribuirse a Carlos III la frase ''son como los niños, que lloran cuando se les lava'', referida a sus súbditos, o concretamente a los madrileños, con motivo del [[Motín de Esquilache]].</ref> Lo insuficiente de estas tibias reformas quedaba evidenciado cada vez que se mitigaban, postergaban o rechazaban las más radicales, que afectaban a aspectos estructurales del sistema económico y social (desamortización, desvinculación, libertad de mercado, supresión de fueros, privilegios, gremios, monopolios y aduanas interiores, igualdad legal); mientras que las intocables cuestiones políticas, que implicarían el cuestionamiento de la misma esencia del absolutismo, raramente se planteaban más allá de ejercicios teóricos. La resistencia de las estructuras del Antiguo Régimen sólo podía vencerse con movimientos revolucionarios de base popular, que en los territorios coloniales se expresaron en guerras de independencia.
 
En la ideología de estas revoluciones jugaron un papel importante dos nociones filosóficas y jurídicas íntimamente vinculadas: la teoría de los [[derechos humanos]] y el [[constitucionalismo]]. La idea de que existen ciertos derechos inherentes a los seres humanos es antigua ([[Cicerón]] o la [[escolástica]]), pero se asociaba al orden supramundano. Los ilustrados ([[Locke]] o [[Rousseau]]) defendieron la idea de que dichos derechos humanos son inherentes a todos los seres humanos por igual, por el mero hecho de ser [[seres racionales]], y por ende ni son concesiones del Estado, ni se derivan de ninguna condición religiosa (como la ser "[[hijos de Dios]]"). La [[secularización]] de la política no implicaba necesariamente el [[agnosticismo]] o el [[ateísmo]] de los ilustrados, muchos de los cuales eran sinceros cristianos, mientras otros se identificaban con las posturas [[panteístas]] próximas a la [[masonería]]. El principio de [[tolerancia religiosa]] fue defendido con vehemencia y compromiso personal por [[Voltaire]], cuyo alejamiento de la Iglesia católica le hizo ser el personaje más polémico de la época.