Diferencia entre revisiones de «Guerra Cristera»

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Al hacerlo así, se constituyó en México lo que distintos analistas de las relaciones Estado-Iglesia han calificado como un ''modus vivendi'', un "modo de vivir" entre las autoridades civiles que optaban por no aplicar las leyes y las autoridades religiosas que decidieron no disputar de manera pública las condiciones que les habían sido impuestas.
 
Durante este periodo, las relaciones Iglesia-Estado en México oscilaron de buenas con [[Manuel Ávila Camacho]], el primer presidente en mucho tiempo en declararse públicamente como católico, a excelentes con [[Miguel Alemán]] (monseñor Luis María Martínez se convirtió en una figura omnipresente en las giras y actividades públicas del presidente veracruzano), a ser de colaboración con [[Adolfo López Mateos]] (quien logró que en su campaña presidencial de 1958 , un sacerdote en el de Zacatecas--Antonio Quintanar, párroco de Tlaltenango--pronunciara, a pesar del artículo 130, un discurso apoyando su candidatura el 1 de febrero de ese año), a tensas con [[Luis Echeverría Álvarez]] y finalmente a insostenibles con [[José López Portillo]], quien debió asistir--acaso sin reconocerlo--a los "funerales públicos" del modus vivendi y la legislación entonces vigente en México. Lo que es más, los "funerales" fueron presididos por el entonces recién electo [[Papa]] [[Juan Pablo II]].
 
Juan Pablo II acudió a México, en enero de 1979, a inaugurar la tercera [[Conferencia General del Episcopado Latinoamericano]] en [[Puebla]], México. Sin embargo, su viaje motivó una serie de espontáneas expresiones de apoyo y alegría por su presencia en la capital del país, que hicieron impensable la aplicación de lo dispuesto por el artículo 130 de la constitución y sus leyes reglamentarias, en materia de expresiones de culto público.