Diferencia entre revisiones de «James Joyce»

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Joyce, como su padre, sostenía que su ascendencia familiar provenía del antiguo clan irlandés de los Galway. Para la crítica Francesca Romana Paci, el escritor rebelde e inconformista valoraba sin embargo «la respetabilidad basada en la tradición de una antigua casa»; sentía «apego por una cierta forma de [[aristocracia]]».<ref>Paci, ''id''.</ref>
 
Tanto su padre como su abuelo contrajeron matrimonio con mujeres de familias adineradas. En 1887 el padre de James, John Stanislaus Joyce, fue nombrado recaudador de impuestos de varios distritos por la Oficina de Recaudación del Ayuntamiento de Dublín. Esto permitió a la familia trasladarse a [[Bray]], un pequeño pueblo de cierta categoría residencial, a diecinueve kilómetros de [[Dublín]]. En Bray vivían junto a una familia protestante, los Vance. Una hija de éstos, Eileen, fue el primer amor de James. El escritor la evocó en el ''[[Retrato del artista adolescente]]'', citándola por su propio nombre. Este personaje resurgirá en varias otras obras, incluso en ''[[Finnegans Wake]]''.<ref>Paci, 21</ref> Un día en que estaba jugando con su hermano [[Stanislaus Joyce|Stanislaus]] junto a un río, James fue atacado por un perro, lo que le acarrearía una [[fobia]] de por vida hacia estos animales; también le causaban pavor las [[tormentas]], debido a su profunda [[fe]] religiosa, que hacía que las considerase como un signo de la ira de Dios. Un amigo le preguntó en cierta ocasión por qué estaba asustado, y James replicó: «A ti no te educaron en la Irlanda católica.» De estas pertinaces fobias quedaron cumplidas muestras en obras como ''[[Retrato del artista adolescente]]'', ''[[Ulises (novela)|Ulises]]'' y ''[[Finnegans Wake]]''.<ref>Ellmann, 42-43. Según Ellmann, en el ''Retrato'' (p. 514, edición inglesa), [[Stephen Dedalus]] dice que teme a "perros, caballos, armas de fuego, el mar, las tormentas, las máquinas y los caminos rurales en la oscuridad"; su miedo a los perros y las tormentas queda mostrado en ''Ulises'', y su miedo a las tormentas constituye (con la ayuda de Vico) uno de los temas mayores de ''Finnegans Wake''. Pese a sus precauciones contra estos animales, Joyce volvió a ser mordido por un perro, esta vez en [[Scheveningen]] (Holanda), en el año 1927 (''id''. p. 43). En lo sucesivo, donde no se indique, la biografía sigue puntualmente la de Ellmann.</ref>
[[File:James Joyce age six, 1888.jpg|thumb|right|150px|Joyce a los seis años (1888).]]
Un día en que estaba jugando con su hermano [[Stanislaus Joyce|Stanislaus]] junto a un río, James fue atacado por un perro, lo que le acarrearía una [[fobia]] de por vida hacia estos animales; también le causaban pavor las [[tormentas]], debido a su profunda [[fe]] religiosa, que hacía que las considerase como un signo de la ira de Dios. Un amigo le preguntó en cierta ocasión por qué estaba asustado, y James replicó: «A ti no te educaron en la Irlanda católica.» De estas pertinaces fobias quedaron cumplidas muestras en obras como ''[[Retrato del artista adolescente]]'', ''[[Ulises (novela)|Ulises]]'' y ''[[Finnegans Wake]]''.<ref>Ellmann, 42-43. Según Ellmann, en el ''Retrato'' (p. 514, edición inglesa), [[Stephen Dedalus]] dice que teme a "perros, caballos, armas de fuego, el mar, las tormentas, las máquinas y los caminos rurales en la oscuridad"; su miedo a los perros y las tormentas queda mostrado en ''Ulises'', y su miedo a las tormentas constituye (con la ayuda de Vico) uno de los temas mayores de ''Finnegans Wake''. Pese a sus precauciones contra estos animales, Joyce volvió a ser mordido por un perro, esta vez en [[Scheveningen]] (Holanda), en el año 1927 (''id''. p. 43). En lo sucesivo, donde no se indique, la biografía sigue puntualmente la de Ellmann.</ref>
 
Entre febrero y marzo de 1889, el Libro de Castigos del colegio de Conglowes recoge que el futuro escritor, contando siete años, recibió dos palmetazos por no llevar a clase cierto libro, seis más por tener las botas sucias y cuatro por proferir "palabras indecentes", algo a lo que Joyce fue siempre muy aficionado.<ref>Ellmann, en ''Cuatro dublineses'', p. 120</ref>