Diferencia entre revisiones de «Movimientos de pobladores en Chile»

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Al inicio del [[Regimen Militar (Chile)]] el movimiento de pobladores fue desarticulado y muchos de sus dirigentes muertos o detenidos .<ref>Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, tomo 1, volumen I, Santiago, Andros Impresores, 1996 (reedición), p. 114</ref>.

La instalación del [[neoliberalismo]] afectó a los pobladores debido al desempleo, la congelación de salarios, el aumento de precios y la reducción de la ayuda estatal <ref>Verónica Valdivia, “¡Estamos en guerra, señores!”. El régimen militar de Pinochet y el “pueblo”, 1973-1980”, en Historia 43, Volumen I, Santiago, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, enero-junio 2010, pp. 183-184.</ref>. Aunque en sus comienzos la dictadura implementó medidas asistencialistas para cooptarlos, la historiadora [[Verónica Valdivia Ortiz de Zárate|Verónica Valdivia]] ha señalado que su impacto fue limitado<ref>''Ibíd'' p. 191.</ref>. Para subsistir los pobladores debieron recurrir a la solidaridad, a la [[economía informal]]<ref>Vicente Espinoza, “Pobladores, participación social y ciudadanía. Entre los pasajes y las anchas alamedas”, en Proposiciones 22, Santiago, Ediciones SUR, p. 37.</ref> y al apoyo de parroquias católicas <ref>Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia contemporánea de Chile volumen V, Niñez y juventud (construcción cultural de actores emergentes), Santiago, LOM, 2002, p. 236.
</ref>. La [[Crisis económica de Chile de 1982|Crisis económica]] propició desde [[1983]] las [[Jornadas de Protesta Nacional]], protagonizadas principalmente por jóvenes subproletarios<ref>El subproletariado es un grupo social urbano que se caracteriza por “la falta de trabajo y de un salario regular”, José Weinstein, Los jóvenes pobladores en las protestas nacionales (1983-1984). Una visión sociopolítica, Santiago, CIDE, 1989, p. 88.</ref>, en las poblaciones de [[Santiago de Chile|Santiago]] vinculadas a la [[izquierda]]<ref>Se ha señalado que las poblaciones donde se produjeron más protestas fueron las que antes del golpe desarrollaron una cultura popular de izquierda y estaban vinculadas al [[Partido Comunista de Chile|PC]]. Cathy Schneider, “La movilización de las bases. Poblaciones marginales y resistencia en Chile autoritario”, en Proposiciones 19, Ediciones SUR, Santiago, 1990, p. 240-241.</ref>. [[Pinochet]] respondió intensificando la represión y desde [[1985]] las protestas fueron perdiendo convocatoria <ref>Eugenio Tironi, “Pobladores e integración social”, en Proposiciones 14, Ediciones SUR, Santiago, 1987, p. 67.</ref>. El impacto de las protestas en el fin del régimen ha sido discutido.<ref>[[Manuel Antonio Garretón]] señaló la heterogeneidad social de las protestas y su contribución para superar el miedo a la represión y reorganizar a la oposición, además de obligar al régimen a hacer algunas concesiones, pero advirtió su fracaso en lograr el término de la dictadura, lo cual se debió a que “Las movilizaciones no formaron parte de un diseño estratégico coherente, pese al papel que se le asignaba para terminar con el régimen militar […]”, Manuel A. Garretón, “Las complejidades de la transición invisible. Movilizaciones populares y régimen militar en Chile”, en Proposiciones 14, Ediciones SUR, Santiago, 1987, p. 126. Para Javier Martínez, las protestas de 1983-1984 fracasaron en acabar con la dictadura porque “[…] la creciente violencia en las poblaciones, el recurso cada vez más intensivo a la simbología allendista de parte de sus manifestantes, y el abierto recelo que en ellas se mantiene hacia los líderes y expresiones históricas de los grupos medios, reactualizó el terror de éstos hacia la polarización y la dictadura de las masas.”, Javier Martínez, “Miedo al Estado, miedo a la sociedad”, en Proposiciones 12, Ediciones SUR, Santiago, 1986, p. 41. Para Gabriel Salazar, en cambio, Pinochet se habría visto obligado a negociar su salida del poder cuando “[…] las jornadas de protesta, demostraron al mundo que, bajo la dictadura de Pinochet, Chile era ingobernable. Es decir, suficientemente ingobernable para que el capital financiero no invirtiera en Chile mientras no rigiese allí un estado de derecho democrático acatado por la ciudadanía.”, Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política, Santiago, Uqbar editores, 2012, p. 208.</ref>.

En [[1986]] se conformó la [[Central Unitaria de Pobladores (CUP)]], un frustrado intento de organización nacional<ref>Ana Sugranyes, “La política habitacional en Chile, 1980-2000: un éxito liberal para dar techo a los pobres”, en Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes, editores, Los con techo. Un desafío para la política de vivienda social, Santiago, Ediciones SUR, 2005, p. 35.</ref>. En la [[Transición a la democracia (Chile)|Transición a la democracia]], el movimiento de pobladores perdió relevancia <ref>Vicente Espinoza, ''op. cit.'', p. 25</ref>. Su desmovilización ha sido interpretada por el sociólogo [[Eugenio Tironi]] como una expresión de sus anhelos de integración social y de su rechazo a la violencia política<ref>Eugenio Tironi, ''op. cit.'', p. 78.</ref>, mientras que para el historiador [[Gabriel Salazar]], los pobladores habrían desarrollado nuevas prácticas de resistencia basadas en la identidad y la autogestión<ref>Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile, ''op. cit.'', pp. 206-207.</ref>.
 
El acceso a la [[vivienda]] ha sido el gran problema de los pobladores. La dictadura implementó una política habitacional neoliberal, con la liberalización del mercado del suelo<ref>Rodrigo Hidalgo, “¿Se acabó el suelo en la gran ciudad? Las nuevas periferias metropolitanas de la vivienda social en Santiago de Chile”, en Revista Eure (Vol. XXXIII, Nº 98), Santiago, 2007, p. 62. </ref>, la expansión de los límites urbanos<ref>''Ídem''</ref> y la entrega de subsidios<ref>Ana Sugranyes, ''op. cit.'', pp. 27-28.</ref>. A mediados de los 80´ comenzó la construcción de un nuevo tipo de [[Viviendas sociales (Chile)|viviendas sociales]], instaladas en la periferia para ser entregadas a pobladores de [[Poblacion callampa|campamentos]] erradicados de [[Comunas de Chile|comunas]] acomodadas<ref>''Ibíd.'', pp. 30-31.</ref>. Los gobiernos de la [[Concertación de partidos por la democracia|Concertación]] aumentaron la construcción de viviendas sociales<ref>Durante la década de 1990, se construyeron en todo el país más de un millón de viviendas sociales, de las cuales cerca de cien mil fueron edificadas en Santiago. Rodrigo Hidalgo, “¿Se acabó el suelo en la gran ciudad?”, ''op. cit.'', p. 65.</ref>. Sin embargo, por su localización periférica, los equipamientos de salud, educación y transporte siguieron siendo insuficientes, pese a ciertas mejoras<ref>Se ha señalado que “[…] alrededor de las grandes concentraciones de vivienda social, desordenadamente, algunos municipios y privados han construido un equipamiento social rudimentario, con escuelas, puestos de salud y servicios privados de transporte público. Hay servicios, pero su calidad es deficiente.”, Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes, “El problema de vivienda de los “con techo””, en Los con techo, ''op. cit.'', p. 65.</ref>. Estas viviendas evidenciaron su mala calidad durante las [[Temporales de Chile central de 1997|Lluvias de 1997]] cuando muchas se inundaron y debieron ser forradas con nylon<ref>Ana Sugranyes, ''op. cit.'', pp. 50-51.</ref>.