Diferencia entre revisiones de «Vincenzo Gioberti»

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De salud endeble y de espíritu delicado, lector infatigable, se ordenó sacerdote en 1825. Leyó la tesis de habilitación sobre ''De Deo et naturali religione'' (Turín 1825), y fue nombrado profesor de la [[Universidad de Turín]] en 1825. Al año siguiente es nombrado capellán de la Corte de Carlos Alberto. Intervino en las actividades políticas de la época, siendo encarcelado y finalmente desterrado. En Bruselas enseñó Filosofía en el Instituto Gaggia, durante el decenio 1834 a 1845. Católico fervoroso y ardoroso anticlerical, pasó por distintas oscilaciones filosóficas, teológicas y políticas. En 1848, reintegrado a Italia, presidió la Cámara de Diputados y luego el Consejo de Ministros durante unos meses. Enviado a París como Embajador en 1849, renunció al cargo permaneciendo en la capital francesa donde murió en 1852. Su nombre vive unido a la política del [[Risorgimento]] italiano y a la polémica con los jesuitas.
Gioberti representa una forma de [[ontologismo]], en lo que esta doctrina supone de superación del [[subjetivismo]] moderno inaugurado por [[Descartes]]. El intento giobertiano es de matiz [[Platonismo|platónico]], tal como ha sido reinterpretado y sublimado por el realismo cristiano. Gioberti estima que la dualidad Dios-mundo, infinito-finito, es insuprimible, y la inteligibilidad de esta dualidad hay que encontrarla en la '''intuición'''. Es la intuición, y no la reflexión, y mucho menos la abstracción, la que nos presenta la «idea» como objeto inmediato del conocimiento. Esta «idea» no es una elaboración de la mente, sino que condiciona cualquier conocimiento, ya que es innata a la mente. La «idea» es primitiva, indemostrable, evidente y cierta por sí misma, dice textualmente Gioberti. (''Introduzione allo studio della filosofía'', cap. III). La primera idea de la mente es la «idea primerísima», es decir, Dios. ''Il primo psicologico'', para decirlo con palabras de Gioberti, es ''il primo ontologico''. Para nuestro filósofo, el Ente se revela en lo existente, pero lo existente no puede ser ni conocido ni pensado si no está en relación real y cognoscitiva con el Ente. La trascendencia del Ente es, pues, para Gioberti, una trascendencia muy peculiar, al otorgar a la creación divina una causalidad integral imparejable con las causas segundas.
La intuición del hombre es una participación del acto creador de Dios. Para Gioberti la intuición tiene de actividad tanto como de pasividad, aunque con notables diferencias y grados. Es la actividad nacida de la pasividad en la que se le ha dado la idea del Ente, o el Ente como idea. Sin embargo, Dios está siempre presente en la intuición como creador, y el hombre al conocer reconoce en las cosas la luz divina que atesoran y en la que están inundadas. Para Gioberti, si no se admite como innata la idea de Dios, no hay posibilidad de captar la verdad o lo verdadero de las cosas. Vemos todas las cosas en Dios, fórmula del ontologismo, pero al través del hombre y en él; siempre que no se confunda esta tesis con la subjetivista del psicologismo. Lo más excelso de la naturaleza creada es la mente humana, que es un infinito potencial, no sólo porque pueda conocer todo, sino porque reside en ella la actualidad divina creadora. Por tanto sólo conocemos si admitimos previamente que Dios es en nosotros y en nuestra mente con presencia ontológica, aunque no se identifique con nuestra mente. Por estas ideas ha sido acusado, a veces, Gioberti de [[panteísmo]], pero ello es una exageración (Palhoriés, o.c. en bibl. 267-325).