Diferencia entre revisiones de «Judíos durante el franquismo»

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En cuanto a la política aplicada a los judíos, hay que decir que las leyes represivas promulgadas por el ''Generalísimo'' Franco al final de la guerra civil o inmediatamente después no hacen referencia a los hebreos y sí en cambio a la masonería y al comunismo, como en la [[Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo]] de 1940, que en realidad estaba dirigida contra todos los que habían apoyado a la República.{{Harvnp|Rodríguez Jiménez|2007|p=253}} Esto se explica porque España seguía siendo un país sin judíos y porque, como ha señalado Álvarez Chillida, no hacía falta que se dictaran "leyes especiales contra los judíos" al haberse "restaurado la unidad católica" lo que significaba que "se consideraba vigente implícitamente el [[Edicto de Granada|edicto de expulsión]]".{{Harvnp|Álvarez Chillida|2002|p=402}}
 
Al prohibirse oficialmente cualquier culto que no fuera el católico, excepto en el norte de África, las sinagogas de Sevilla, Barcelona y Madrid permanecieron cerradas.<ref name=perez195>{{cita libro Harvnp|apellido=Pérez |nombre=Joseph |enlaceautor=Joseph Pérez |año=2009 |páginasp=195}}</ref> En 1940 se decretó que para poder inscribir a un recién nacido en el [[Registro Civil]] tenía que haber sido bautizado, y todos los niños estaban obligados a estudiar el [[catecismo]] católico. Como consecuencia de todo esto la mayoría de los pocos judíos que había en la península —veinticinco familias en Madrid; quinientas personas en Barcelona— se vieron obligados a convertirse.<ref>Álvarez Chillida, 2002, p. 402.</ref>
También se adoptaron medidas policiales de control de los judíos. Una circular de 5 de mayo de 1941 de la [[Dirección General de Seguridad]] ordenó a todos los [[gobernador civil|gobernadores civiles]] que abrieran una ficha a cada judío, español o extranjero, que residiera en su provincia en la que se incluyera su filiación política y su "''grado de peligrosidad''". "Se pedía especial atención a los [[sefardíes]], por su mayor facilidad para ''ocultar su origen'' y poder realizar así ''manejos perturbadores''. Se formó así el [[Archivo Judaico]], cuyas iniciales AJ figuraban en los expedientes. En uno de ellos, tras afirmar que no tenía una filiación política conocida, se decía: "''Se le supone la peligrosidad propia de la raza judía (sefardita)''". Además en los documentos de identidad o permisos de residencia se escribía con tinta roja la palabra "judío".{{Harvnp|Álvarez Chillida|2002|pp=402-403}}
 
Se creó un departamento de Judaísmo, anexo al departamento de Masonería, bajo la dirección del policía [[Eduardo Comín Colomer]], ambos integrados en la cuarta sección, Antimarxismo, de la [[Dirección General de Seguridad]], a cuyo frente estaba [[José Finat y Escrivá de Romaní]], "un representante de la derecha católica fascistizada que había ocupado previamente el cargo de delegado nacional del servicio de información e investigación de [[FET y de las JONS]] y muy próximo al ministro de la Gobernación, [[Ramón Serrano Súñer]]".{{Harvnp|Rodríguez Jiménez|2007|p=253}}
 
Al margen de este organigrama se creó además una Brigada Especial, a cuyo frente Finat nombró al furibundo antisemita [[Mauricio Carlavilla]]. Su misión principal era controlar a los judíos residentes en España, atendiendo así la petición expresa de [[Heinrich Himmler]], jefe de las [[SS]] y de los servicios de seguridad del [[Tercer Reich]], que se entrevistó con Finat en Berlín y en 1940, cuando visitó España, con el general Franco y con Serrano Suñer. A cambio los nazis se comprometieron a entregar a Franco a todos los exiliados republicanos que capturaran, promesa que cumplieron. La Brigada Especial fue la que se ocupó del [[Archivo Judaico]] en que estaban registrados todos los judíos, españoles y extranjeros, residentes en España, que se mantuvo en absoluto secreto, y que era alimentado con los informes que enviaban los gobernadores civiles sobre "''las actividades de carácter judaico''" que se produjeran en su provincia.<ref name{{Harvnp|Pérez|2009|p="perez195" />195}} Según José Luis Rodríguez Jiménez, "la colaboración no se produjo en todos los casos requeridos por los alemanes, pero hay constancia de que algunas personas fueron entregadas a las autoridades de Berlín". Cuando cambió el signo de la [[Segunda Guerra Mundial]] esta colaboración se interrumpió.{{Harvnp|Rodríguez Jiménez|2007|pp=253-254}}
 
Por otro lado, el ''Boletín de Información Antimarxista'' (''BIA''), que se comenzó a editar con carácter secreto hacia el final de la guerra civil por la [[Dirección General de Seguridad]], empezó a ocuparse también del judaísmo internacional a partir del envío de la [[División Azul]] al frente ruso en julio de 1941. En los artículos dedicados a este tema, que como todos los del ''Boletín'' iban sin firma pero que es probable que fueran escritos por los policías [[Mauricio Carlavilla]] y, su amigo, [[Eduardo Comín Colomer]], se hablaba de la existencia del [[El Kahal|Kahal]] o "Super-Gobierno secreto" judío basándose en ''[[El discurso del rabino]]'' y en los ''[[Protocolos de los Sabios de Sión]]'', a los que concedían plena credibilidad.{{Harvnp|Álvarez Chillida|2002|p=394}}
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A diferencia de lo que hicieron Suiza, Suecia o Portugal, el gobierno español no acogió a sus judíos inmediatamente, sino que después de sopesar las distintas posibilidades incluida la de la deportación el propio general Franco decidió que fueran repatriados, pero de ningún modo podrían quedarse en España -lo que suponía considerar vigente el decreto de expulsión de los judíos de 1492-. Además el gobierno español comunicó al alemán que solo aceptaría pequeños grupos sucesivamente –un grupo no entraría hasta que el anterior no hubiera abandonado el país porque "no podemos afrontar el ''gravísimo problema'' de tenerles en España"; cursiva de Álvarez Chillida-. Asimismo se ordenó a los cónsules que solo concedieran el visado de tránsito a los judíos que demostraran tener la nacionalidad española y no a los que solo tenían el [[filosefardismo|estatuto de protegido]] (lo que supuso dejar fuera a 2000 de los 2500 judíos que estaban en Francia y tenían pasaporte español). El gobierno franquista pidió prórroga tras prórroga, por lo que "si muchos se salvaron finalmente fue tanto o más que por la actitud del Gobierno, por la infinita paciencia que manifestaron las autoridades de Berlín", afirma Álvarez Chillida. En total fueron repatriados 800 judíos españoles, algunos centenares de ellos tras pasar por el [[campo de concentración]] de [[Bergen-Belsen]] debido a las demoras del gobierno español en repatriarlos.{{Harvnp|Álvarez Chillida|2007|pp=201-202}}
 
El gobierno español reiteró la orden a los cónsules de España en Alemania y en los países ocupados o satélites del Eje de que no concedieran visados de tránsito a los judíos que lo solicitaran excepto si acreditaban ''con documentación completa satisfactoria [la] nacionalidad'' española. {{Harvnp|Pérez|2009|p=325}} Sin embargo, la mayoría de los diplomáticos españoles no hicieron caso a esta orden y atendieron a los judíos, especialmente a los sefardíes que se presentaban en los consulados alegando que tenían el estatuto de protegidos, aunque éste ya no tenía vigencia y el plazo para obtener la nacionalidad había expirado el 31 de diciembre de 1930. Los cónsules sabían que "los sefardíes, como los otros judíos, corrían peligro de muerte si caían en manos de la policía alemana. Ante esta dramática situación, el cuerpo diplomático español, en toda Europa, tuvo un comportamiento ejemplar, haciendo todo lo que estuvo en su alcance para aliviar la suerte de los judíos, fuesen sefardíes o no, con nacionalidad española o no. Los nombres de aquellos diplomáticos que, espontáneamente, incluso a veces en contra de las instrucciones que recibían de su gobierno, hicieron cuanto estuvo en su poder para salvar a hombres y familias en peligro de muerte, merecen pasar a la historia para que no caigan nunca en el olvido. Estos fueron, entre otros: [[Bernardo Rolland de Miota]], cónsul general en París (1939-1943); [[Eduardo Gasset y Díez de Ulzurrun]], cónsul y encargado de negocios en Atenas y Sofía (1941-1944); [[Sebastián Romero Radigales]], cónsul general en Grecia (1943), nombrado [[Justo entre las naciones]] por Israel en 2014<ref>[https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2014/06/09/otro_aragones_cuarto_schindler_292916_300.html 'Holocausto. Otro aragonés, el cuarto Schindler'. 8 de junio de 2014. Consultado 19 de noviembre de 2018], Heraldo.es.</ref>; [[Julio Palencia Álvarez]], encargado de negocios en Bulgaria; [[Ángel Sanz Briz]], encargado de negocios en Hungría, junto con el italoespañol convertido en falso cónsul [[Giorgio Perlasca]], ambos nombrados Justo entre las naciones, en 1966 y 1989, respectivamente; [[Ginés Vidal y Saura]], embajador en Berlín (1942-1945), y su secretario [[Federico Oliván]]; [[Alejandro Pons Bofill]], vicecónsul honorario en Niza (1939-1944); sin contar con muchos otros funcionarios de rango más modesto que les ayudaron a esta tarea humanitaria".{{Harvnp|Pérez|2009|pp=321-322}}<ref>[https://www.actuall.com/criterio/democracia/los-diplomaticos-espanoles-que-salvaron-a-mas-de-40-000-judios/ 'Los diplomáticos españoles que salvaron a más de 40.000 judíos de las garras nazis'. Actuall. Pedro Fernández Barbadillo. 9 de mayo de 2016. Consultado 19 de noviembre de 2018]</ref>
 
El consulado en París no se dio por enterado de que solo podía conceder visados a los judíos con la nacionalidad española y el 30 de abril de 1943 se los dio a noventa judíos sefardíes que solo tenían el estatuto de protegidos. En los meses siguientes varias decenas de judíos también recibieron el visado sin cumplir todos los requisitos establecidos por el gobierno español. En Bucarest el cónsul concedió pasaportes españoles a judíos sefardíes con el estatuto de protegidos en agosto de 1943, lo que les permitió quedar exentos de la ley que privaba de sus propiedades a los judíos. En Atenas el cónsul [[Sebastián Romero Radigales]] logró salvar en 1943 a unos quinientos sefardíes de Salónica de ser deportados a [[Auschwitz]] al afirmar ante las autoridades alemanas que eran súbditos españoles, aunque en realidad solo estaban registrados como protegidos. Sin embargo, los alemanes exigieron que fueran inmediatamente repatriados a España a lo que dio largas el gobierno de Madrid a pesar de la insistencia del cónsul Radigales, a quien el gobierno franquista censuró por su "''exceso de celo''". Los alemanes se cansaron de esperar y enviaron a los judíos a Berlín, donde se hizo cargo de ellos la embajada española.{{Harvnp|Pérez|2009|pp=325-326}} En la carta que envió desde la embajada en Berlín [[Federico Oliván]] con fecha 22 de julio de 1943, en la que pedía que fueran trasladados a España los judíos griegos para evitar que fueran encerrados en el campo de Bergen-Belsen, se decía lo siguiente:{{Harvnp|Pérez|2009|p=322}}