Diferencia entre revisiones de «Revuelta de Kengir»

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Para ese entonces la moral de los prisioneros también estaba decayendo. Muchos llegaron a tener un claro sentido de futilidad sobre su propia lucha y tal actitud demostró ser contagiosa. El líder de los prisioneros –Kuznetsov- llegó incluso a traicionar su cautela en un discurso, narrado por Solzhenitsyn:
 
{{cita|“Camaradas,” la majestad de Kuznetsov hablaba de confianza, ya que él sabía muchos secretos, y todo ello se suponía en ventaja de los prisioneros, “¡Nosotros tenemos poder defensivo de fuego, y el enemigo sufrirá el cincuenta por ciento de nuestras propias bajas!”(…) “Incluso nuestra destrucción no será en vano.”<ref>Solzhenitsyn, 1976: 325</ref>}}
 
Haciendo las cosas aún peor para los prisioneros el día anterior al asalto se anunció a través de los parlantes de los guardias que la demanda de encontrarse con un miembro del Comité Central estaba garantizada. Esto tuvo el efecto de bajar la guardia de los prisioneros y crear menos hostilidad así como una disposición más favorable hacia las autoridades del campo, quienes por otro lado estaban planeando aplastar violentamente a los prisioneros todo ese tiempo. Además Solzhenitsyn recuerda que los prisioneros oyeron ya varios días antes del asalto lo que ellos pensaban que eran los sonidos de tractores corriendo a la distancia, fuera de su rango de visión. Estos resultaron ser tanques, un arma que los prisioneros no anticiparon que sería usada en su contra.