Diferencia entre revisiones de «Una excursión a los indios ranqueles»

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[[Archivo:1897 mapuche 500.jpg|thumb|250px|Toldo de cueros pampeano, de origen tehuelche, similar a los usados por los ranqueles como vivienda (1897).]]
La travesía del coronel Mansilla ―18 días entre el [[30 de marzo]] y el [[17 de abril]] de [[1870]]― junt, y sus verdaderas in
La travesía del coronel Mansilla ―18 días entre el [[30 de marzo]] y el [[17 de abril]] de [[1870]]― junto a 18 hombres casi desarmados, dos de ellos misioneros [[franciscano]]s, consistió en un viaje de unos cuatrocientos kilómetros a caballo, desde el fuerte [[Córdoba (Argentina)|cordobés]] ''Sarmiento'' de Río Cuarto hasta la laguna [[Leubucó (La Pampa)|Leuvucó]] en los actuales límites de la [[provincia de La Pampa]] y la [[provincia de San Luis]]. En este último lugar, en el que permaneció 18 días, se encontraban las tolderías de Leuvucó, donde Mansilla, charló con [[Mariano Rosas]] intentando convencerlo de refrendar un tratado de paz que en verdad él sabía tenía una validez relativa, ya que si bien [[Domingo Faustino Sarmiento]] lo había aprobado como presidente, aún faltaba que lo aprobara el Congreso.
 
El tratado además proponía la compra a los indígenas de sus territorios, los cuales sin embargo aún no se les habían reconocido. Más aún, una ley de 1867 ordenaba su expulsión al otro lado del [[río Negro (Argentina)|río Negro]].
 
Mansilla en principio no tuvo escrúpulos con todo esto: su viaje tenía como objetivo ganar tiempo hasta que se diera la batalla definitiva. Sin embargo, después de reconocer a los ranqueles, tuvo para ellos palabras de apoyo y defensa. A su vez ellos mostraron recelo y escepticismo durante la presencia de la expedición. En realidad Mansilla, pese a que quedó fascinado por el estilo de vida de los ranqueles, como eurocriollo veía el progreso en el avance y la ocupación de tierras para la agricultura y la ganadería. Tras ese objetivo condujo sus tratativas, y sus verdaderas intenciones se reconocen en su intervención como diputado en el Congreso Nacional. En la sesión del 18 de agosto de 1885 se opuso a que se les concedieran tierras a los ranqueles, aduciendo que las venderían «por una damajuana de vino». También se opuso a que se los considerara «ciudadanos».
 
En su excursión describe las paradas, el trabajo de los rastreadores, sus extravíos, o el envío de [[chasqui]]s.
 
Reproducimos aquí un fragmento del libro, que trata de su llegada al campamento de Mariano Rosas:
 
{{cita|Me daban una lección sobre el ceremonial decretado para mi recepción, cuando llegó un indiecito muy apuesto, cargado de prendas de plata y montando un flete en regla. Le seguía una pequeña escolta. Era el hijo mayor de Mariano Rosas, que por orden de su padre, venía a recibirme y saludarme. La salutación consistió en un rosario de preguntas, todas referentes a lo que ya sabemos, el estado fisiológico de mi persona, a los caballos y novedades de la marcha. A todo contesté políticamente, con la sonrisa en los labios y una tempestad de impaciencia en el corazón. Esta vez, a más de las preguntas indicadas, me hicieron otra: que cuántos hombres me acompañaban y qué armas llevaba. Satisfice cumplidamente la curiosidad. Ya sabe el lector cuántos éramos al llegar a las tierras de Ramón. El número no se había aumentado ni disminuido por fortuna; ninguna desgracia había ocurrido. En cuanto a las armas, consistían en cuchillos, sables sin vaina entre las caronas y cinco revólveres, de los cuales dos eran míos. El hijo de Mariano Rosas regresó a dar cuenta de su misión. Más tarde vino otro enviado y con él la orden de que nos moviéramos. Una indicación de corneta se hizo oír. Reuniéronse todos los que andaban desparramados; formamos como lo describí ayer y nos movimos. Ya estábamos a la vista del mismo Mariano Rosas; yo podía distinguir perfectamente los rasgos de su fisonomía, contar uno por uno los que constituían su corte pedestre, su séquito, los grandes personajes de su tribu, ya íbamos a echar pie a tierra, cuando, ¡sorpresa inesperada!, fuimos notificados de que aún había que esperar. Esperamos, pues... Habiendo esperado yo tanto; ¿por qué no han de esperar ustedes hasta mañana o pasado? La curiosidad aumenta el placer de las cosas vedadas difíciles de conseguir.|Lucio V. Mansilla. ''Una excursión a los indios ranqueles'', capítulo XXIII}}