Diferencia entre revisiones de «Retribución (teología)»

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En el caso del protagonista del ''[[Libro de Job]]'', Job es justo y también rico, pero ser “rico” era igual a ser “justo” y “pobre” era igual a ser “pecador” según la mentalidad del [[Antiguo Testamento]], para la cual la justicia se alcanzaba en este mundo: premio para los buenos y castigo para los malos en esta vida, ya que en este tiempo aun no existía la concepción de la vida después de la muerte;<ref>La doctrina tradicional sapiencial hebrea de la retribución terrena se fundaba en la antigua creencia de que tras la muerte no había nada que distinguiese a los buenos de los malos, a los justos de los impíos; reducidos al estado de sombras sepulcrales, unos y otros compartían la misma existencia eternamente triste y monótona. Puesto que era así, la recompensa al bueno y el castigo al malvado debían hacerse en vida. El paso de la retribución de este mundo a la retribución del más allá fue lento y finalmente en el siglo II a. C., con motivo de la [[Macabeos|crisis macabea]] (siglo II a.C.), de la persecución de [[Antíoco IV Epífanes]] y de la experiencia del martirio, se plantea de forma aguda el tema de la retribución individual y se proclamó la fe en la [[resurrección]] de los cuerpos, y con ella quedó ultimada la transición.</ref> poco a poco a Job se le va despojando de sus riquezas y sigue siendo justo y por ello él se enfrenta y reclama a Dios sus desgracias venideras. A pesar de que Job se queda sin nada él permanece siendo un hombre justo, es decir, un buen hombre, algo que no era explicable según la mentalidad de la época y de ahí deriva la modernidad de su propuesta entonces, aunque a la postre venga en esta obra un final acorde con la llamada [[justicia poética]] y Job reciba en recompensa a sus padecimientos (y en vida) el doble de los bienes que poseía antes de su desgracia.
 
En el [[Nuevo Testamento]], más en concreto en el ''[[Evangelio de Lucas]]'', está la [[parábola]] central del “[[hijo pródigo]]”. El padre reparte la herencia a sus dos hijos, pese a que no era lo acostumbrado; el menor se la gasta y decide regresar a casa de su padre, y este sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y más aún, pidió a sus siervos que le pusieran un anillo, el mejor vestido e hizo fiesta porque regresó el hijo que estaba perdido; pero el hermano mayor que regresó a casa se da cuenta de lo que ha pasado, se enojó y no quiso entrar. Y en este momento el padre también sale por él y le rogó que entrase, es decir el padre es aquel que sale al encuentro de sus hijos porque los ama y no les lleva las cuentas de lo que hacen o dejen de hacer. Ese es el sentido de la [[misericordia]] y de la [[caridad]] cristianas. El desinterés debe llegar hasta desechar toda idea de recompensa: Cristo no exigió retribución por salvar a la humanidad, aunque no por eso dejó de exigir a sus discípulos una perfecta pureza de intención.
 
Este concepto aparece en algunos textos místicos de la literatura española, como el ''[[Soneto a Cristo crucificado]]''.
 
==Véase también==