Pronunciamiento de Aznapuquio

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El Pronunciamiento de Aznapuquio[1]​ fue un pronunciamiento militar contra el gobierno virreinal del Perú en forma de un ultimátum, denominado Intimación de Aznapuquio por sus autores, y, en algunas fuentes historiográficas hispanoamericanas como rebelión,[2]​ golpe de Estado,[3]​ sublevación o motín,[4]​ y se refiere a las acciones emprendidas por varios jefes del ejército español para deponer al virrey, el teniente general Joaquín de la Pezuela, en el mando del Virreinato del Perú el 29 de enero de 1821.[5]

Pronunciamiento de Aznapuquio
Parte de la Independencia del Perú

Retrato del teniente general José de la Serna, autor anónimo, siglo XIX.
Contexto del acontecimiento
Fecha 29 de enero de 1821
Sitio campamento de Aznapuquio (Lima - Perú)
Impulsores José de la Serna y varios generales amotinados.
Motivos Deponer a Joaquín de la Pezuela como máxima autoridad del Virreinato del Perú
Gobierno previo
Gobernante Joaquín de la Pezuela
Forma de gobierno Jefe político superior
Gobierno resultante
Gobernante José de la Serna
Forma de gobierno Jefe político superior

Participaron del movimiento el teniente general José de la Serna, brigadier José de Canterac, coroneles Jerónimo Valdés (descrito por el virrey como el verdadero cabecilla del motín),[6]​ Agustín de Otermin, Fulgencio de Toro, Ignacio de Landázuri y Guillén, José Ramón Rodil, Pedro José de Zavala y Bravo del Ribero, Juan Loriga, tenientes coroneles Antonio Seoane, José García Sócoli, Ramón Bedoya, Ramón García Lemoine, comandantes Valentín Ferraz, Mateo Ramírez, Pedro Martín, Antonio Tur, Andrés García Camba, Francisco Narváez y capitán Francisco Xavier Ortiz.[7][8]

Antecedentes

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A inicios de 1821, el ejército[nota 1]​ del brigadier José de San Martín ocupaba los pueblos al norte de Lima, mientras el almirante Thomas Cochrane bloqueaba el Callao.[18]​ Finalmente, San Martín establece su base en Huaura y ocupaba Chancay,[19]​ amenazando con aislar la urbe de la sierra con la expedición del brigadier Juan Antonio Álvarez de Arenales.[20]​ Además, se habían sublevado 1000 negros en Pisco animados por la llegada de los revolucionarios y 3000 a 4000 indios en San Juan de Lucanas y Cangallo para ayudar a Arenales.[21]​ La población de la capital virreinal padecía hambre y pestes, lo que debilitó las redes clientelistas que había formado Pezuela y pudieron haberlo sostenido en el mando.[22]​ La tropa, de mayoría indígena y encerrada en la ciudad, estaba desertando masivamente, incluso los oficiales y jefes.[23]

Pronunciamiento

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Aznapuquio es una localidad que estuvo situada en Carabayllo, inmediatamente al norte de la ciudad de Lima (actuales distritos de Independencia y Los Olivos),[24]​ en donde se encontraba el campamento militar español del denominado Ejército de Lima cuyos regimientos eran los encargados de la defensa de la capital del virreinato.[25]

Pasado el río Chillón estaban el batallón 1.º del I regimiento y el de Castro, los escuadrones 1.º y 2.º de Dragones del Perú, 1.º y 2.º de La Unión, 1.º de Dragones de Lima y otro Dragones del Rey. En Aznapuquio estaban el 2.º regimiento del Infante Don Carlos y el 1.º del Burgos, 2.º de Cantabria y el Ligero de Arequipa, 1 compañía de artillería Volante. En la Piedra Lisa, próximo a Lima estaban: el 1.º del Infante Don Carlos (disminuido de fuerza). En Lurigancho estaban dos escuadrones de Granaderos de la Guardia.[26]​ En la fortaleza del Callao[nota 2]​ estaba el batallón de milicias del número y compañías sueltas de Burgos y Fagineros.[26]​ El puerto era defendido por 24 lanchas cañoneras, las baterías de los castillos Real Felipe, San Miguel y San Rafael, y la fragata Esmeralda de 40 cañones,[18]​ aunque esta última había sido capturada el 3 de noviembre de 1820.[9]

Las fuerzas eran insuficientes para defender apropiadamente la ciudad,[28]​ a pesar de ir aumentado con el paso de los años. Eran 2306 hombres en agosto de 1818,[nota 3]​ 6082 en diciembre de 1819,[nota 4]​ 7815 en agosto de 1820,[nota 5]​ y 15 773 en enero de 1821.[nota 6]​ Sin embargo, respecto de esta última cifra, es descartada como una exageración por Barros Arana,[nota 7]​ aún contando las milicias, siendo probable que no pasaran de 6000 a 7000 (la mitad acantonados en Aznapuquio),[41]​ especialmente después que el virrey enviara dos divisiones de mil soldados cada una a Ica y la sierra, lo que hacia imposible que tuviera en la capital virreinal más de siete mil efectivos.[42]​ Solo 4500 estaban disponibles para la batalla.[43]​ Era el mayor ejército reunido en la capital virreinal desde que Manuel de Amat y Junyent organizó una poderosa milicia durante la guerra de los Siete Años.[nota 8]

En Aznapuquio se encontraban los comandantes La Serna y Toro que fueron en la noche anterior a la intimidación a Lima a reunirse con Canterac, Seoane y Valdés, con quienes llevaban días preparando el golpe.[45]​ Después de asegurar la lealtad de sus unidades firmaron un documento exigiendo la renuncia del virrey y lo enviaron al secretario de la Junta de Generales, Juan Loriga, que se la presentó a Pezuela.[46]​ Éste mandó reunir a los altos mandos ante oficiales leales y sublevados manifestó que era necesario resolver el problema antes que San Martín se enterada.[47]​ Sabiendo que los sublevados habían amenazado con tomar las armas si su exigencia no era aceptada, Pezuela nombró general en jefe a La Serna y se retiró a su despacho. El nuevo generalísimo decidió ante la junta pedir a su predecesor firmar un juramento solemne en que renunciaba a su autoridad, y así se hizo.[48]​ Poco después, los sublevados hicieron formar a las tropas y les dieron la noticia de que La Serna era el nuevo virrey y capitán general. Los altos mandos que no participaron se marcharon a sus casas como las tropas al campamento.[49]​ La Serna (que deseaba volver a España por la mala salud que le causaba el clima peruano) intento rechazar el nombramiento, pero la junta de mandos le hizo entender que era su deber como el más alto oficial que quedaba.[50]​ Su primera acción fue nombrar a Canterac general en jefe de Lima y a Valdés jefe de Estado Mayor.[51]

La noticia no fue creída en Lima hasta que el virrey Pezuela salió de su casa en un carruaje acompañado de su familia, mientras los nuevos mandos entraban al palacio virreinal después de las oraciones.[52]​ De inmediato, La Serna dio orden de triplicar las patrullas de vigilancia.[53]​ La Serna terminó dando pasaporte a su predecesor y algunos oficiales que no estaban de acuerdo con lo sucedido para volvieran a España dos días después.[54]

El pronunciamiento denuncia la actitud del virrey Pezuela al que se acusa de agotar las fuerzas del Ejército Real del Perú dejándolo anclado en la defensa de Lima,[55]​ no batir a San Martín en la hacienda Retes (Huaral), descuidar su obligación de mantener en la sierra un ejército viable que aguantara hasta la llegada de refuerzos desde España[56]​ y tomar malas decisiones militares que causaron desde el arribo de San Martín hasta ese momento 14 798 bajas realistas (desertores, muertos, heridos y prisioneros).[nota 9]​ Pero la peor acusación era de querer capitular en contra de los deseos de sus lugartenientes.[58]​ La verdad es que el virrey sabía que era imposible vencer si no llegaban refuerzos prontamente de España.[59]​ Empeoraba la situación que en la península no hubiera un gobierno claramente legítimo que les diera órdenes.[60]​ Por estas razones Pezuela y varios notables del Cabildo estaban empezando a considerar la capitulación, algo inaceptable para los oficiales.[61][62]​ Como señalan algunos autores, de haber capitulado los peruanos se habrían ahorrado cuatro años de desastrosa guerra e intervenciones extranjeras.[62]

Consecuencias

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El «intruso virrey de Lima» según su predecesor,[63]​ fue confirmado sucesivamente por el Trienio liberal (le llegaba las noticias el 9 de marzo de 1822)[64]​ y más tarde por el gobierno absoluto del monarca Fernando VII el 19 de diciembre de 1823 (la noticia le llegó el 4 de junio de 1824).[22]​ Rápidamente se decidió por enviar a Valdés con 1200 soldados al valle del Jauja el 25 de marzo para asegurar las comunicaciones con el interior. Mientras, el brigadier Mariano Ricafort salía de Huancavelica y destrozaba a los montoneros de la sierra.[65]

La nueva dirección trasladó la capital virreinal al Cuzco y cambió el curso de la guerra, abandonando Lima el 6 de julio, lo que condujo a la ocupación sanmartiniana de la misma tres días después y la desaparición violenta de los españoles residentes a manos de los insurgentes, pasaron de 10 000 a 600 en un año.[66]​ Paralelamente en la sierra también llevó a la sucesión de victorias militares emprendidas por el ejército realista desde su bastión de los Andes peruanos (sin ayuda exterior)[67]​ hasta la Rebelión de Olañeta en 1824.[68]

Véase también

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  1. Según Valdés, el 8 de septiembre de 1820, San Martín desembarcó en Paracas con 4500 soldados,[9]​ pero en los siguientes meses había perdido cerca de 1000[10]​ a 1500[11]​ muertos, enfermos, prisioneros y desertores. Para el 29 de enero de 1821, fecha del informe, se habían reclutado dos compañías y algunos prisioneros que se pasaron a su lado en Ica (200 plazas), los que hicieron lo mismo en Iscuchaca (150), los que se cambiaron a su bando desde la división de Diego O'Reilly (400), guarniciones de Guayaquil y Trujillo y la división de Piura que cambiaron de lado completas (2500), batallón Numancia que actúo similar (650), pasados sueltos (580), negros reclutados en Pisco (800), reclutas de las provincias norteñas (1400).[10]​ En total 10 180 soldados a los que se deben incluir 5000 montoneros de las provincias ocupadas[12]​ de Guayaquil, Trujillo, Tarma, Huancavelica, Huamanga y Lima (excepto la capital).[13]​ Sus cálculos son un análisis de los hechos por Pezuela, quien estima que las fuerzas de San Martín habían aumentado de 4500 a 7000 en ese período.[14]​ El virrey menciona que 700 a 800 negros se habían sumado en las haciendas de Pisco,[15]​ 650 desertores del Numancia, 500 soldados del batallón Victoria y el escuadrón Carabayllo vencidos en Pasco y reclutados a la fuerza, y 1000 negros y cholos (mestizos) en Chancay),[16]​ lo que eleva el número a 7000.[17]
  2. La fortaleza del Callao podía albergar hasta 3000 defensores con numerosa artillería, víveres, navíos, cárceles para prisioneros y armamento en tierra y mar.[27]
  3. Joaquín de la Pezuela. Plan de defensa de Lima y Plaza del Callao, arreglado a la fuerza disponible y única en el día para atender a ambos objetivos, Lima, 7 de agosto de 1818.[29]​ Numeraba las fuerzas en: 2 batallones del regimiento Infante Don Carlos (1102 plazas), batallón de pardos y morenos (607), escuadrón de húsares (128), escuadrón de dragones de línea (255) y artilleros para el servicio de 20 piezas de campaña (214).[30][31]​ En total 2306, sin contar 25 alabarderos de la guardia del palacio.[28]​ El mismo documento reconoce que se necesitan al menos 12 000 hombres para defenderla apropiadamente,[32]​ aunque podría conseguirlos entre la leal y vasta población de la ciudad.[28]
  4. Documento n.° 6: Resúmen de los presupuestos originales del mes de Diciembre de 1819 que se tienen á la vista, y no se acompañan por no aglomerar papeles, Lima, diciembre de 1819. Se distribuían del siguiente modo: regimiento Infante Don Carlos (1836 plazas), artillería (727), zapadores (39), batallones Burgos (473), Cantabria (392), Numancia (479), Arequipa (560) y Número (393), plana mayor de pardos (27) y morenos (8), y escuadrones Dragones del Perú (373), Dragones de Carabayllo (315), Dragones de Lima (340) y Caballería del Rey (140).[33]
  5. Documento n.° 7: Resúmen de los presupuestos originales del mes de Agosto de 1820 que se tienen á la vista, Lima, agosto de 1820. Se distribuían del siguiente modo: regimiento Infante Don Carlos (1845 plazas), artillería (713), zapadores (58), batallones Burgos (518), Cantabria (943), Victoria (706), Numancia (799), Arequipa (437) y Número (399), plana mayor de pardos (29) y morenos (8), y escuadrones Dragones de la Unión (167), Dragones del Perú (350), Dragones de Carabayllo (248), Dragones de Lima (295) y Escuadrón del Rey (300).[34]​ Sin incluir las guarniciones de Pisco (400), Cañete (150) y Chancay (296).[17]​ Esta estimación de 7815 fue seguida por el general Guillermo Miller.[35][36][37]
  6. Informe oficial del Ejército Español, Lima, 28 de enero de 1821.[38]​ En la chacra San Juan de Dios los batallones 1.° de Voluntarios (606 plazas), Castro de Chiloé (860), escuadrones 1.° y 2.° del Perú (300), 1.° y 2.° de la Unión (300), 1.° Dragones de Lima (152) y 1.° Dragones del Rey (200), y artillería para 27 piezas (270) bajo las órdenes de Valdés, Canterac y Seoane. en Aznapuquio batallones 2.° del Infante (1200), 2.° del Burgos (600), 2.° del Cantabria (700), Ligeros de Arequipa (853) y artillería volante (100). En Pidera de Lima el batallón 1.° del Infante (900).[39]​ En Lurigancho dos escuadrones de la guardia (350). En Callao batallones del Número (900), 2.° de Burgos (500) y Zajineros (500). En Lima e inmediaciones los batallones 3.° del Infante (1200), Gerona (1260), Concordia (1500), N.°4 de Milicias (482) y los dos de Extremadura (1600), más la caballería de dos escuadrones (300), lanceros (150) y dos escuadrones de voluntarios de Tintu (300). Por último, en Tarma estaba el batallón Victoria, antes Talavera (400).[37]
  7. En sus cálculos destacarían los batallones Arequipa (400-500 plazas), 2.° del regimiento Infante Don Carlos (700-800) y Numancia (600-700), dos escuadrones de húsares (300-400) y otro capitaneado por Zavala (180-200) con 5 cañones.[40]
  8. Las milicias cívicas reclutadas para rechazar un posible ataque inglés o portugués sumaban 5000 infantes y 2000 jinetes.[44]
  9. Guarnición de Pisco vencida en Ica y Nazca (400 bajas), guarnición de Cañete (150), división de Chancay destruida en noviembre (296), división de Ricafort en su campaña de octubre-diciembre (1000), guarnición de Huancavelica capturada en Iscuchaca (200), la de Jauja y Tarma (230), la de Pasco (300), destruida división de O'Really (976), las de Guayaquil y Trujillo y la división de Piura pasadas al enemigo (2500), batallón Numancia (650), aproximación de muertos, heridos, prisioneros y desertores sueltos (1500).[57]

Referencias

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  1. Martínez Riaza, 2014, p. 128.
  2. De la Pezuela, 1822, p. 1.
  3. Martínez Riaza, 2014, p. 129.
  4. Martínez Riaza, 2014, p. 138.
  5. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 5.
  6. De la Pezuela, 1822, pp. 4-6.
  7. De la Pezuela, 1822, pp. 4-11.
  8. García Camba, 1846, pp. 371-372.
  9. a b Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 23.
  10. a b Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 31.
  11. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 30.
  12. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, pp. 23, 31.
  13. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, pp. 22-23.
  14. De la Pezuela, 1821, pp. 15-17.
  15. De la Pezuela, 1821, pp. 15-16.
  16. De la Pezuela, 1821, p. 16.
  17. a b De la Pezuela, 1821, p. 17.
  18. a b García Camba, 1846, p. 348.
  19. García Camba, 1846, p. 350.
  20. García Camba, 1846, p. 351.
  21. García Camba, 1846, p. 375.
  22. a b Martínez Riaza, 2014, p. 125.
  23. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 6.
  24. Kisic Wagner, Drago. Los 200 años del golpe militar de Aznapuquio. Gestión. Publicado el 29 de enero de 2021. Consultado el 24 de marzo de 2024.
  25. De la Pezuela, 1822, p. 11.
  26. a b De la Pezuela, 1822, pp. 11-12.
  27. Barros Arana, 1892, p. 225.
  28. a b c Barros Arana, 1892, p. 209.
  29. Feliu Cruz, 1946a, pp. 358-378.
  30. Barros Arana, 1892, p. 209 (nota 18).
  31. Feliu Cruz, 1946a, p. 371.
  32. Feliu Cruz, 1946a, p. 374.
  33. De la Pezuela, 1821, p. viii.
  34. De la Pezuela, 1821, p. ix.
  35. Miller, 2021, p. 93.
  36. Barros Arana, 1894, p. 62.
  37. a b Feliu Cruz, 1946b, p. 567.
  38. Feliu Cruz, 1946b, pp. 566-567.
  39. Feliu Cruz, 1946b, p. 566.
  40. Barros, 1894, pp. 116-117.
  41. Barros Arana, 1894, p. 63.
  42. Barros Arana, 1894, p. 116 (nota 61).
  43. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 27.
  44. Palma, 2014, p. 68.
  45. De la Pezuela, 1822, pp. 12-13.
  46. De la Pezuela, 1822, pp. 14-15.
  47. De la Pezuela, 1822, p. 16.
  48. De la Pezuela, 1822, p. 17.
  49. De la Pezuela, 1822, p. 19.
  50. García Camba, 1846, pp. 380-381.
  51. García Camba, 1846, p. 381.
  52. De la Pezuela, 1822, p. 20.
  53. De la Pezuela, 1822, p. 21.
  54. De la Pezuela, 1822, pp. 23-24.
  55. Martínez Riaza, 2014, p. 127.
  56. García Camba, 1846, p. 371, 373.
  57. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, pp. 29-30.
  58. García Camba, 1846, p. 372.
  59. García Camba, 1846, p. 380.
  60. García Camba, 1846, pp. 372-373.
  61. García Camba, 1846, pp. 373-374, 380.
  62. a b Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 7.
  63. De la Pezuela, 1822, p. 4.
  64. Martínez Riaza, 2014, p. 132.
  65. García Camba, 1846, p. 382.
  66. Manrique Gálvez, 1995, p. 39.
  67. Valdés Héctor Sierra y Guerrero, 1894, p. 8.
  68. García Camba, 1846, p. 388.

Bibliografía

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