La Septimania (en francés: Septimanie) constituía la región occidental de la provincia romana de Galia Narbonense que en 462 fue cedida al rey visigodo Teodorico II, pasando a formar parte del reino visigodo. Correspondía, grosso modo, con la región francesa moderna de Languedoc-Rosellón.

Septimania en el contexto medieval.

La Septimania se extendía hacia el noroeste hasta una línea a medio camino entre el mar Mediterráneo y el río Garona; en el este, el Ródano lo separaba de Provenza; al sur su límite lo formaban los Pirineos.

Su territorio forma parte actualmente del sur de Francia.

Origen del nombre editar

Según el historiador británico Edward Arthur Thompson, el término Septimania "deriva del antiguo nombre romano de Béziers, Colonia Iulia Septimanorum Bacterrae, en la que Septimanorum hace referencia a los soldados veteranos de la Séptima Legión que Octaviano había instalado allí tres siglos antes. El nombre no significa que hubiese siete ciudades en la provincia; de hecho, la provincia incluía los ocho obispados católicos de Narbona, Nimes, Agde, Béziers, Elne, Lodeva, Magalona y la poco protegida Carcasona (que solía ser el primer objetivo de los invasores francos), así como el valle del Têt.[1]

Visigodos y francos editar

 
Septimania en el 537.

Después de la derrota de los visigodos ante el rey franco Clodoveo I en la batalla de Vouillé (507) y el colapso del Reino Visigodo de Tolosa, estos se llevaron al rey Amalarico, aún un niño, hacia Hispania para garantizar su seguridad. Aquitania pasó a manos de los francos, y la Septimania, con otros territorios visigodos de la Galia, fue gobernada por el abuelo materno del muchacho, el rey ostrogodo Teodorico el Grande, que creó la provincia de Septimania en 509, conservando su capital tradicional en Narbona y designando como su regente a un noble ostrogodo llamado Teudis. En 522, el joven Amalarico fue proclamado rey y cuatro años más tarde, a la muerte de Teodorico, asumió todos los poderes reales en los territorios de Hispania, incluida la provincia de Septimania, cediendo la Provenza a su primo Atalarico. Se casó con Clotilda, hija de Clodoveo I, pero al profesar la confesión arriana se encontró, como otros maridos reales de princesas merovingias, con que el enlace le trajo el castigo de una invasión franca, en la cual perdió la vida en 531, en tanto que la arriana Septimania visigoda, la última parte de la Galia que quedaba en manos visigodas, fue convertida oficialmente al catolicismo.

En los turbulentos años que precedieron a la caída del reino visigodo, la región no escapó a las luchas nobiliarias. Durante el reinado de Wamba, el duque de la Septimania, Paulo, se levantó contra el rey en 673. Llegó a dominar toda la zona y a proclamarse rey, aunque fue finalmente derrotado por Wamba.

Tras la invasión musulmana de Hispania, el último rey visigodo al norte de los Pirineos, Ardón, resistió en la Septimania durante unos años. Sin embargo, los musulmanes, bajo Al-Samh ibn Malik, valí (gobernador) de al-Ándalus, tomaron la antigua provincia en 719. Al-Samh instaló su capital a partir de 720 en Narbona, a la que denominaron Arbuna, ofreciendo a los habitantes, en gran parte arrianos todavía, condiciones generosas y pacificando rápidamente las otras ciudades de la zona. Con Narbona en sus manos, y lo que es igualmente importante, con su puerto, la marina árabe señoreaba entonces el Mediterráneo occidental, lo que le permitió someter rápidamente las ciudades que resistían, aún controladas por sus condes visigodos: Alet, Béziers, Agde, Lodève, Magalona y Nimes. Hacia 721 recibió refuerzos y puso sitio a Tolosa, una posesión que le abriría las puertas de Aquitania en los mismos términos que Septimania. Pero sus planes fueron echados a perder en la batalla de Tolosa (721), en la que sufrió pérdidas inmensas ante el duque Odón el Grande de Aquitania, y resultó herido tan seriamente que murió poco después en Narbona. No obstante, las fuerzas árabes asentadas sólidamente en Narbona y abastecidas fácilmente por mar siguieron su expansión hacia el este durante los 720s, penetrando incluso hasta Autun (725), en Borgoña. Sin embargo, en 731, el valí bereber de Narbona y de la región de Cerdaña, Uthman ibn Naissa, llamado "Munuza" por los francos, que había emparentado recientemente por matrimonio con el duque Odón el Grande de Aquitania, se rebeló contra el valí de al-Ándalus en Córdoba, pero fue derrotado y muerto. De esta forma, la fuerza árabe, relativamente pequeña, comandada por el propio valí de Córdoba, Al-Gafiqi, que avanzaba por la parte occidental de Aquitania, se encontró con las tropas de Carlos Martel entre Tours y Poitiers, y fue derrotada en octubre 732 en la batalla de Poitiers, que cortó el avance musulmán por Europa occidental y en la que además murió el valí Al-Gafiqi.

Después de que el territorio alrededor de Tolosa fuera conquistado por los francos en 732, Pipino III dirigió su atención a Narbona, pero la ciudad se mantuvo firme en 737, defendida por su población visigoda y judía bajo el mando de su gobernador Yusuf, heredero de Abd er-Rahman. Alrededor de 747, el gobierno de la región de Septimania (y la marca superior, de los Pirineos al río Ebro) fue otorgado a Aumar ben Aumar. Los condes godos de Nimes, Magalona, Agde y Béziers rechazaron en 752 la soberanía del valí de Córdoba y declararon su lealtad al rey franco, quizá liderados por Ansemundo, conde de Nimes, que parecía tener cierta autoridad sobre los condes restantes. Los condes godos y los francos comenzaron entonces a sitiar Narbona, donde Miló era probablemente el conde (como sucesor del conde Gilberto). Pero Narbona resistió. En 754, una reacción antifranca, conducida por Ermeniardo, mató a Ansemundo, pero la sublevación no tuvo éxito finalmente y Radulfo fue designado nuevo conde de Narbona por la corte franca. Hacia el 755 Abd al-Rahman ben Uqba sustituyó a Aumar ben Aumar. Narbona finalmente capituló en 759[2]​ y el condado fue concedido a Miló, el conde godo durante el dominio musulmán. La región de Rosellón fue tomada por los francos en 760. En 767, después de la lucha contra Wifredo de Aquitania, fueron conquistadas por los francos Albi, Rouergue, Gévaudan y Tolosa. En 777 los valíes de Barcelona, Sulayman ben al-Arabí, y Huesca, Abu Taur, ofrecieron su sumisión a Carlomagno, y también la de Husayn, valí de Zaragoza. Cuando Carlomagno invadió la marca superior en 778, Husayn rehusó someterse y las tropas francas tuvieron que retirarse. En los Pirineos, los vascones le infligieron una derrota en Roncesvalles (15 de agosto de 778).

El rey franco encontró Septimania y las tierras fronterizas tan devastadas y despobladas por la guerra, con los escasos habitantes ocultándose en las montañas, que hizo concesiones de las tierras que se convertirían en algunos de los feudos más tempranamente identificables a visigodos y otros refugiados. Carlomagno también fundó varios monasterios en Septimania, alrededor de los cuales la gente se agrupó para su protección. Más al sur de Septimania, Carlomagno estableció la Marca Hispánica en las tierras fronterizas de su imperio.

El territorio pasó a Luis, rey en Aquitania, pero fue gobernado por margraves francos y más tarde por los duques de Septimania (a partir del 817).

El noble franco Bernardo de Gothia (también conocido como Bernardo de Septimania) fue el soberano de estas tierras desde 826 a 832. Su carrera (lo decapitaron en 844) fue característica del turbulento siglo IX en Septimania. Su elección como conde de Barcelona en 826 ocasionó una sublevación general de los señores de los condados catalanes, que consideraron esta designación como una intrusión del poder franco. Para suprimir la rebelión de Berenguer de Tolosa y a los condes catalanes, Luis el Piadoso recompensó a Bernardo con una serie de condados, que delimitan grosso modo la Septimania del siglo IX: Narbona, Béziers, Agde, Magalona, Nimes y Uzès. Sin embargo, Bernardo se sublevó contra Carlos el Calvo en 843. No tuvo éxito, fue prendido en Tolosa y decapitado.

Septimania conocida como Gothia editar

Septimania fue conocida como Gothia tras el reinado de Carlomagno. Conservó estos dos nombres mientras fue gobernada por los condes de Tolosa durante la Alta Edad Media, pero la parte meridional llegó a ser más conocida como Rosellón, en tanto que su parte occidental fue llamada Foix, y el nombre de Gothia, junto con el más antiguo de Septimania, dejó de usarse durante el siglo X, excepto como designación tradicional a medida que la región se fracturaba en entidades feudales más pequeñas, que conservaron a veces los títulos carolingios, pero perdiendo su carácter de tal, pues la cultura de Septimania se convirtió en la cultura de Languedoc. El último mandatario en utilizar este término fue el conde de Barcelona Borrell II, quien tomó el título de "duque de Gothia" (Dux Gothicae) para identificar el espacio de su soberanía.[3]

El nombre de Gothia se usó porque el área tenía una concentración de godos, más exactamente visigodos, más alta que las regiones circundantes, dado que esta zona había sido parte del reino visigodo desde el siglo V y que muchos nobles visigodos se habían refugiado en la zona tras la conquista musulmana de Hispania. Los soberanos de esta área, cuando estaba compuesta por varios condados, recibieron el título de marqueses de Gothia y también de duques de Septimania. El nombre de los godos perdura asimismo en la vecina Cataluña, cuyo nombre, según una de las etimologías propuestas, procedería de Gotalania, tierra de godos y alanos.[4]

Referencias editar

  1. Thompson, E. A. (2011) [1969]. Los godos en España. Madrid: Alianza Editorial. p. 24. ISBN 978-84-206-6169-8. 
  2. Manzano Moreno, 1991, p. 76.
  3. Josep M. Salrach, Catalunya a la fi del primer mil·leni, Pagès Editors, Lérida, 2004, págs. 256-57.
  4. «Libre de las grandesas i cosas memorables de la antiquíssima, insigne i famosa ciutat de Tarragona, compilat per missèr Loís Pons de Ycart, en drets doctor, natural de la mateyxa ciutat Capítulo XX». Archivado desde el original el 9 de octubre de 2007. Consultado el 26 de enero de 2007. 

Bibliografía editar

  • Manzano Moreno, Eduardo (1991). La frontera de al-Andalus en época de los Omeyas. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. ISBN 9788400071950.